2021
Agradecimiento por mi título en el Sacerdocio de Melquisedec
Octubre de 2021


Agradecimiento por mi título en el Sacerdocio de Melquisedec

La pregunta más importante de la vida es: ¿qué es la felicidad? De inmediato, llegan a la mente dos cosas. Lo que agrada a la vista y lo que alegra al corazón. Pero ciertamente nos equivocaríamos cuando no llegamos a percibir la mano de Dios en lo ocurrido.

Ocho días después de mi bautismo, recibí el Sacerdocio Aarónico y estuve muy asustado. Yo sabía lo que significaba y, cuando después de cuatro meses, ese siete de marzo, recibí el Sacerdocio de Melquisedec, estuve demasiado feliz por el hecho sobresaliente que ya había adquirido mi total renacimiento después de cuatro meses de mi bautismo.

Por lo tanto, si solo después de cuatro meses llegaría a recibir esta preciada autoridad espiritual de parte del obispo, con aprobación del presidente y de la feligresía de la capilla, estuve yo como un motivo de investigación y al mismo tiempo una evolución psico-disciplinaria de parte de las autoridades, ministros del Señor Jesús.

Estoy feliz, no lo puedo ocultar, porque nunca pensé que en tan poco tiempo, o mejor dicho en menos de un año, iba a evolucionar tan rápido como miembro de la Iglesia.

Recibir estos dos sacerdocios es reconocer la majestad de Dios y de Su Hijo amado Jesús, ya que al mismo tiempo implica diligencia en la dignidad del recipiente. Tanto el Sacerdocio de Melquisedec como el Aarónico implican la estricta responsabilidad de mantener un cuerpo saludable y sano como santuario del Señor.

Al recibir las bendiciones y el poder altamente espiritual del Sacerdocio de Melquisedec tendría sin cesar en mi mente: cuán admirable es el plan divino, sujetado de algún modo al hombre, pero ciertamente con sujeción absoluta al Señor Jesucristo, para recibir en Su Iglesia tan maravillosa designación.

Debo procurar estar en la cercanía de los ángeles; observado por los serafines, tengo que hacerme merecedor, y aún más, bastante digno de aquella confianza que el obispo me ha concedido. Dominar mis palabras y pensamientos en cada momento y circunstancia, a fin de que sepa sostener lo correcto dentro y fuera de la capilla. Siempre estar listo para contestar en rendición de cuentas espirituales al Señor. Que mis oídos sepan ser atentos, a cualquier invitación del Espíritu Santo.

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