Voces de los Santos
Entrevista a la hermana María Cecilia Ortiz Mercau, asesora de Organizaciones de Área
¿Podría comentarnos cómo conoció la Iglesia?
Cuando tenía 11 años las misioneras llegaron a mi hogar, mis padres las recibieron y comenzamos a escuchar los principios del Evangelio. Fue muy natural para mí aprender sobre el plan de salvación y la Primera Visión, mi espíritu reconocía estas verdades. Sentí que literalmente era una hija amada de Dios. Si bien era una niña muy alegre, el Evangelio siempre fue algo muy serio para mí.
¿Como mujeres Santos de los Últimos Días, de qué maneras podemos fortalecer y proteger a las familias?
Creo que debemos comprender quiénes somos, por qué estamos aquí y cuál es nuestro propósito. El saber que somos hijas amadas de padres celestiales, con una naturaleza divina y un destino eterno, no solo será una protección para nosotras, sino también para nuestras familias. Una de mis Escrituras favoritas es: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Permitir que Dios prevalezca en nuestra vida significa que, si dedicamos un tiempo diario a la oración y al estudio de las Escrituras, Él nos dará la fortaleza necesaria para guiar nuestras vidas y no ser confundidas con falsas doctrinas que menosprecian nuestro papel como mujeres, madres, hijas y esposas.
¿Qué diría a los padres y madres que se sientan incapaces o abrumados ante el deber de enseñar a los hijos?
Tenemos siete hijos maravillosos y debo reconocer que el ser padres es uno de los desafíos más grandes que vivimos. Mi esposo viajaba mucho por largos períodos por su trabajo y muchas veces me sentí sola, angustiada y sin fuerzas. En esos momentos, la invitación del Salvador, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28), un bálsamo para mi alma y un lugar de refugio, consuelo y fortaleza.
¿Qué consejos le daría a una hermana que se siente apartada o excluida por alguna situación que esté viviendo?
El Salvador nos enseñó que en la medida en que nos perdamos al servicio de nuestros semejantes nos encontraremos a nosotros mismos. La Sociedad de Socorro es servicio y todas las hermanas a partir de los 18 años forman parte de esta gran hermandad. No importa nuestra situación o condición, somos hijas amadas de padres celestiales, hemos hecho convenios con el Salvador y todas tenemos algo para ofrecer y cualidades que desarrollar. Si en los momentos en que nos sentimos abandonadas, solas o que no pertenecemos, nos olvidamos de nosotras mismas y miramos a nuestro alrededor, como el Salvador lo hizo en la cruz, encontraremos a quién servir y juntas caminaremos de la mano hacia Él y seremos consoladas y sanadas.
Desde su propia experiencia, ¿cómo puede una mujer acceder al poder y a las bendiciones del sacerdocio?
Soy testigo de que el poder de Dios es real y Él desea que todos podamos experimentarlo. Él puede guiarnos, sanarnos, purificarnos, consolarnos y elevarnos por encima de nuestras debilidades. Las bendiciones del sacerdocio siempre han estado presentes en mi vida desde aquellas misioneras que nos enseñaron con poder y autoridad. Luego, el bautismo y la confirmación del Espíritu Santo me dotaron de poder espiritual, guía y revelación. Cada bendición de salud, de consuelo y participar de la Santa Cena fortalecieron mi vida en situaciones difíciles, como el afrontar en mi adolescencia el divorcio de mis padres. La inspiración y protección que viene del sacerdocio me ayudó en la elección de qué estudiar, la decisión de servir una misión, de hacer convenios en el templo y luego formar una familia eterna. Como líderes, al ser apartadas, actuamos con poder y autoridad de Dios, esto nos habilita para recibir revelación e instrucción de los cielos, consuelo y aun la protección de ángeles para cumplir con nuestras responsabilidades. De esta manera, llegaremos a ser instrumentos en el recogimiento de Israel a medida que guardamos los convenios.
¿Cómo podemos mantener la esperanza en un mundo mejor?
El presidente Nelson nos invita a acoger el futuro con fe. Nuestros hogares, las estacas y los templos, junto con la comprensión de la doctrina de Dios serán nuestro refugio tanto físico como espiritual. También nos invita a que nuestros cimientos espirituales sean sólidos, “firmes e inmutables” a causa de nuestra fe; “pocas cosas edifican más la fe que el estudio regular y sincero del Libro de Mormón… es nuestro manual de supervivencia en los últimos días”. Y luego nos exhorta a no dejar de prepararnos: “Cuanto más autosuficientes seamos —temporal, emocional y espiritualmente— más preparados estaremos para frustrar los incesantes ataques de Satanás”1.