El relato más grandioso de la Pascua de Resurrección que se haya contado
Vean el Libro de Mormón desde una nueva perspectiva y consideren el profundo testimonio que da de la realidad del Cristo resucitado.
Carta de la Primera Presidencia sobre la Pascua de Resurrección
Es probable que recuerden haber escuchado una carta de la Primera Presidencia que se leyó en su barrio o rama hace varias semanas. Esa carta anunciaba que el próximo domingo —el de Pascua de Resurrección— todos los barrios y las ramas se reunirán solo para la reunión sacramental, dejando tiempo adicional para adorar en familia y en el hogar a fin de conmemorar este día festivo tan importante1.
La carta de la Primera Presidencia me llamó la atención y me hizo reflexionar sobre el modo en que nuestra familia ha celebrado la Pascua a lo largo de los años. Cuanto más pensaba en nuestras celebraciones, tanto más me hallé preguntándome si estamos restando importancia inadvertidamente al verdadero significado de esta festividad, tan fundamental para todos los creyentes en Jesucristo.
Las tradiciones de la Navidad y de la Pascua de Resurrección
Aquellos pensamientos me llevaron a meditar en la diferencia entre la forma en que hemos celebrado la Navidad en comparación con la Pascua. Durante el mes de diciembre, de algún modo logramos combinar lo entretenido de los villancicos, de los calcetines de Navidad y de los regalos con otras tradiciones más introspectivas, tales como cuidar de los necesitados, cantar nuestros villancicos e himnos navideños favoritos y, desde luego, abrir las Escrituras y leer el relato de la Navidad en Lucas 2. Cada año, mientras leemos de una Biblia grande y antigua el entrañable relato, nuestra familia hace lo que probablemente también hace su familia: vestidos con toallas en la cabeza y sobre los hombros, y batas para representar a José, María y a los muchos que fueron a adorar al Niño Jesús, representamos la preciada historia navideña del nacimiento del Salvador.
Sin embargo, nuestras celebraciones familiares de Pascua han sido algo diferentes. Creo que nuestra familia ha dependido más de “ir a la iglesia” para que eso nos brinde la parte significativa y centrada en Cristo de la Pascua; y luego, como familia, nos hemos reunido para compartir otras tradiciones relacionadas con la Pascua. Me ha encantado ver a nuestros hijos y ahora a nuestros nietos buscar huevos de Pascua y escarbar en las cestas de Pascua.
Sin embargo, la carta de la Primera Presidencia fue un llamado de atención; no solo nos invitaron a todos a asegurarnos de que nuestra celebración del acontecimiento más importante que jamás haya sucedido en esta tierra —la expiación y resurrección de Jesucristo— incluya la reverencia y el respeto que el Señor merece, sino que también nos dieron más tiempo el domingo de Pascua para así celebrarlo con nuestra familia y amigos.
Estas palabras del profeta José Smith añaden un contexto adicional a la importancia de los acontecimientos relacionados con la Pascua: “Los principios fundamentales de nuestra religión son el testimonio de los Apóstoles y de los profetas concernientes a Jesucristo: que murió, fue sepultado, se levantó al tercer día y ascendió a los cielos; y todas las otras cosas que pertenecen a nuestra religión son únicamente apéndices de eso”2.
Lesa y yo hemos analizado maneras en que nuestra familia puede mejorar durante la época de la Pascua. Quizás todos podríamos considerar la pregunta que nosotros nos hemos planteado: ¿Cómo logramos que la enseñanza y la celebración de la resurrección de Jesucristo —el relato de la Pascua— tenga el mismo equilibrio, plenitud y rica tradición religiosa que el nacimiento de Jesucristo —el relato de la Navidad—?
Al parecer, todos lo estamos intentando. Observo un esfuerzo cada vez mayor entre los Santos de los Últimos Días por celebrar la Pascua de un modo más centrado en Cristo, lo cual incluye un reconocimiento mayor y más contemplativo del Domingo de Ramos y del Viernes Santo, tal como lo practican algunas personas de otras religiones cristianas. También podríamos adoptar las tradiciones de Pascua apropiadas y centradas en Cristo que se hallen en las culturas y costumbres de países de todo el mundo.
N. T. Wright, erudito del Nuevo Testamento, sugirió: “Debemos dar pasos en pos de celebrar la Pascua de Resurrección de nuevas maneras creativas: con arte, literatura, juegos para niños, poesía, música, baile, festivales, campanas, conciertos especiales […]. Es nuestra mayor festividad. Si quitáramos la Navidad, en términos bíblicos, perderíamos dos capítulos al comienzo de Mateo y Lucas, y nada más. Si quitáramos la Pascua, desaparecería el Nuevo Testamento; no tendríamos cristianismo”3.
La Pascua de Resurrección, la Biblia y el Libro de Mormón
Atesoramos la Biblia por todo lo que nos enseña sobre el nacimiento, el ministerio, la crucifixión y la resurrección de Jesucristo. No hay otras dos palabras que representen más esperanza y consecuencias eternas para toda la humanidad que las que pronunció un ángel celestial en la mañana de Pascua en el sepulcro del huerto: “… ha resucitado”4. Nos sentimos profundamente agradecidos por las Escrituras del Nuevo Testamento que preservan el relato de la Pascua de Resurrección y el ministerio del Salvador en Judea y Galilea durante la Pascua.
Conforme Lesa y yo continuamos meditando y buscando maneras de enriquecer nuestra celebración familiar de la Pascua para que se centrara más en Cristo, analizamos qué tradición de lectura de las Escrituras podríamos proponer a nuestra familia, es decir, el equivalente de Lucas 2 de la Pascua, por así decirlo.
Y entonces experimentamos esta epifanía celestial: además de los versículos importantes sobre la Pascua en el Nuevo Testamento, nosotros, como Santos de los Últimos Días, ¡estamos investidos con un don extraordinario de la Pascua! Un don de testimonio único, otro testamento del milagro de la Pascua de Resurrección que contiene, quizás, los pasajes más magníficos sobre la Pascua de todo el cristianismo. Me refiero, desde luego, al Libro de Mormón y, más específicamente, al relato de cuando Jesucristo se apareció a los habitantes del Nuevo Mundo en Su gloria de resurrección.
El profeta José Smith describió el Libro de Mormón como “el más correcto de todos los libros”5 y en él, a partir de 3 Nefi 11, se narra el magnífico relato de la visita del Cristo resucitado a los nefitas, el ministerio de la Pascua del Salvador. Esos pasajes de las Escrituras sobre la Pascua dan testimonio de la resurrección del Señor Jesucristo.
En esos capítulos, Cristo llama a doce discípulos, enseña tal como enseñó en el Sermón del Monte, anuncia que Él ha cumplido la ley de Moisés y profetiza sobre el recogimiento de Israel en los últimos días. Sana a los enfermos y ora por las personas de una forma tan gloriosa que “no hay lengua que pueda hablar, ni hombre alguno que pueda escribir, ni corazón de hombre que pueda concebir tan grandes y maravillosas cosas como las que vimos y oímos a Jesús hablar; y nadie puede conceptuar el gozo que llenó nuestras almas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre”6.
Esta Pascua, nuestra familia se va a centrar en los primeros diecisiete versículos de 3 Nefi 11, con los que ustedes están familiarizados. Recordarán a la gran multitud alrededor del templo, en la tierra de Abundancia, que oyó la voz de Dios el Padre y vio a Jesucristo descender del cielo para extender la invitación más hermosa de la Pascua:
“Levantaos y venid a mí […], para que también palpéis las marcas de los clavos en mis manos y en mis pies, a fin de que sepáis que soy […] el Dios de toda la tierra, y que he sido muerto por los pecados del mundo.
“Y […] los de la multitud se adelantaron […], uno por uno […], y vieron con los ojos y palparon con las manos […], y dieron testimonio de que era él […].
“Y […] exclamaron a una voz, diciendo:
“¡Hosanna! ¡Bendito sea el nombre del Más Alto Dios! Y cayeron a los pies de Jesús, y lo adoraron”7.
Imagínense: ¡los nefitas en el templo en verdad tocaron las manos del Señor resucitado! Esperamos lograr que esos capítulos de 3 Nefi sean parte de nuestra tradición de Pascua tanto como Lucas 2 lo es de nuestra tradición de Navidad. En verdad, el Libro de Mormón narra el relato más grandioso de la Pascua de Resurrección que se haya contado. No permitan que sea el relato más grandioso de la Pascua que nunca se cuente.
Los invito a ver el Libro de Mormón desde una nueva perspectiva y a considerar el profundo testimonio que da de la realidad del Cristo resucitado, así como de la riqueza y profundidad de la doctrina de Cristo.
El Libro de Mormón testifica de Jesucristo
Podríamos preguntar: ¿De qué manera el leer los pasajes de las Escrituras del Libro de Mormón en la Pascua puede bendecir nuestra vida y la de nuestros seres queridos de manera significativa? Más de uno se habrá dado cuenta de que cada vez que leemos y estudiamos el Libro de Mormón podemos esperar resultados extraordinarios.
Recientemente, Lesa y yo asistimos al velatorio de una querida amiga, una mujer de fe, cuya vida se vio truncada por una enfermedad. Nos reunimos con su familia y amigos cercanos, e intercambiamos entrañables recuerdos de aquella hermosa alma que había enriquecido nuestra vida.
Mientras me hallaba a cierta distancia del féretro conversando con otras personas, noté que dos niñas en edad de la Primaria se acercaban al ataúd y se estiraban de puntillas —sus ojos apenas alcanzaban el borde— para rendir sus últimos respetos a su amada tía. Ya que no había nadie más cerca, Lesa se aproximó y se agachó a su lado para ofrecerles consuelo y enseñarles; les preguntó cómo estaban y si sabían dónde estaba su tía ahora. Aunque expresaron su tristeza, entonces, aquellas preciadas hijas de Dios, con una confianza fulgurante en los ojos, dijeron que sabían que su tía ahora era feliz y que podía estar con Jesús.
A esa tierna edad, hallaron paz en el gran plan de felicidad y, a su manera propia de la infancia, testificaron de la profunda realidad y la sencilla belleza de la resurrección del Salvador. Lo sabían en el corazón gracias a las esmeradas enseñanzas de amorosos padres, familiares y líderes de la Primaria que plantaron una semilla de fe en Jesucristo y en la vida eterna. Con una sabiduría que excedía su edad, esas pequeñas comprendían las verdades que nos llegan por medio del mensaje de la Pascua de Resurrección y del ministerio del Salvador resucitado y las palabras de los profetas según se relatan en el Libro de Mormón.
He observado que, cuando el presidente Russell M. Nelson entrega como presente el Libro de Mormón a alguien que no es de nuestra fe, incluyendo a los líderes del mundo, a menudo acude a 3 Nefi y lee sobre la aparición del Cristo resucitado a los nefitas. Al hacerlo, el profeta viviente está, en esencia, dando testimonio del Cristo viviente.
No podemos ser testigos de Jesucristo hasta que podamos dar testimonio de Él. El Libro de Mormón es otro testimonio de Jesucristo pues, a lo largo de sus sagradas páginas, un profeta tras otro testifica no solo de que Cristo vendría, sino de que en verdad vino.
Gracias a Él
Tengo en la mano un ejemplar de la primera edición del Libro de Mormón; el hacerlo siempre me conmueve. Durante gran parte de mi vida adulta, me ha fascinado, maravillado y cautivado lo que hizo el joven José Smith para lograr traducir y publicar este sagrado libro de Escrituras. Es asombroso contemplar los milagros que tuvieron que ocurrir.
Sin embargo, esa no es la razón por la que el libro me conmueve. Es porque este libro, más que cualquier otro que se haya publicado en la tierra, da testimonio de la vida, del ministerio, de las enseñanzas, de la expiación y de la resurrección de Jesucristo. Mis queridos hermanos y hermanas, estudiar con regularidad este libro sobre Jesucristo les cambiará la vida; les abrirá los ojos a nuevas posibilidades; aumentará su esperanza y los llenará de caridad; y, sobre todo, edificará y fortalecerá su fe en Jesucristo y los bendecirá con el conocimiento seguro de que Él y nuestro Padre los conocen, los aman y quieren que hallen el camino de regreso a Casa, con C mayúscula.
Queridos hermanos y hermanas, ha llegado el tiempo, predicho por los profetas de antaño, “en que el conocimiento de un Salvador se esparcirá por toda nación, tribu, lengua y pueblo”8. Estamos viendo el cumplimiento de esa profecía ante nuestros propios ojos, mediante el testimonio de Jesucristo que se halla en el Libro de Mormón.
Ningún libro hace tanto por mostrar que:
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Gracias a Jesucristo, todo cambió.
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Gracias a Él, todo es mejor.
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Gracias a Él, la vida es llevadera, en especial, los momentos dolorosos.
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Gracias a Él, todo es posible.
Su visita como el Salvador resucitado, presentado por Dios el Padre, es el mensaje más glorioso y triunfante de la Pascua. Ayudará a los miembros de nuestra familia a obtener un testimonio personal de Jesucristo como nuestro Salvador y Redentor, quien rompió las ligaduras de la muerte.
Concluyo con mi testimonio de la veracidad del Libro de Mormón y de Jesucristo como el Hijo del Dios viviente. En el nombre de Jesucristo. Amén.