“No puede haber cosa tan intensa y dulce como lo fue mi gozo”
El arrepentimiento diario y el venir a Jesucristo son la manera de experimentar gozo; gozo más allá de nuestra imaginación.
El Salvador mostró gran compasión por todos los hijos de Dios a lo largo de Su ministerio terrenal, especialmente por aquellos que estaban sufriendo o se habían apartado. Cuando los fariseos lo criticaron por relacionarse con pecadores y por comer entre ellos, la respuesta de Jesús fue enseñar tres parábolas muy conocidas1. En cada una de esas parábolas, hizo hincapié en la importancia de buscar a los que se habían desviado y en el gozo que se siente cuando regresan. Por ejemplo, en la parábola de la oveja perdida, Él dijo: “… habrá [gran] gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente”2.
Mi deseo hoy es fortalecer la conexión que existe entre el gozo y el arrepentimiento, más específicamente, el gozo que resulta de nuestro arrepentimiento y los sentimientos de gozo que experimentamos al invitar a otras personas a que vengan a Cristo y reciban Su sacrificio expiatorio en sus vidas.
Existimos para que tengamos gozo
En las Escrituras, la palabra gozo típicamente significa mucho más que breves momentos de satisfacción o incluso sentimientos de felicidad. El gozo en este contexto es un atributo divino que tendremos en su plenitud cuando regresemos a morar en la presencia de Dios3. Es más profundo, edificante y perdurable y cambia más la vida que cualquier placer o comodidad que este mundo pueda ofrecer.
Fuimos creados para tener gozo; es el destino previsto para nosotros como hijos de un amoroso Padre Celestial. Él desea compartir Su gozo con nosotros. El profeta Lehi enseñó que el plan de Dios para cada uno de nosotros es que “tenga[mos] gozo”4. Ya que vivimos en un mundo caído, el gozo duradero o el gozo eterno a menudo parece ser inalcanzable. Sin embargo, en el versículo siguiente, Lehi continúa, explicando que “el Mesías v[ino] […] a fin de redimir[nos] de la caída”5. La redención, llevada a cabo por el Salvador Jesucristo y a través de Él, hace posible el gozo.
El mensaje del Evangelio es un mensaje de esperanza, de “nuevas de gran gozo”6, y es el medio por el cual todos pueden experimentar paz y ocasiones de gozo en esta vida y recibir una plenitud de gozo en la vida venidera7.
El gozo del que hablamos es un don para los fieles, pero tiene precio. El gozo no es barato ni se otorga fácilmente. Más bien, se compra “con la sangre preciosa de [Jesucristo]”8. Si realmente entendiéramos el valor del gozo verdadero y divino, no dudaríamos en sacrificar cualquier posesión mundana ni en hacer los cambios necesarios en nuestra vida para recibirla.
Un rey poderoso, pero humilde, del Libro de Mormón entendió esto. Él preguntó: “… ¿[Q]ué haré para nacer de Dios, desarraigando de mi pecho este espíritu inicuo, y recibir el Espíritu de Dios para que sea lleno de gozo […]? He aquí, dijo él, daré cuanto poseo; sí, abandonaré mi reino a fin de recibir este gran gozo”9.
Como respuesta a la pregunta del rey, el misionero Aarón dijo: “… Si tú deseas esto […], arrod[íllate] delante de Dios […] [y] arrepi[éntete] de todos tus pecados”10. El arrepentimiento es el camino hacia el gozo11 porque es el camino que conduce al Salvador Jesucristo12.
El gozo se recibe por medio del arrepentimiento sincero
Pensar que el arrepentimiento conduce al gozo podría parecer contradictorio para algunos. El arrepentimiento a veces puede ser doloroso y difícil. Requiere admitir que algunos de nuestros pensamientos y acciones, incluso algunas de nuestras creencias, han sido incorrectos. El arrepentimiento también requiere un cambio que, a veces, puede resultar incómodo, pero el gozo y la comodidad no son lo mismo. El pecado, incluso el pecado de la autocomplacencia, limita nuestro gozo.
Como afirmó el salmista: “… Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría”13. Al arrepentirnos de nuestros pecados, debemos centrarnos en el gran gozo que lo sigue. Las noches pueden parecer largas, pero la mañana sí llega, y oh, cuán intensa es la paz y cuán resplandeciente el gozo que sentimos cuando la expiación del Salvador nos libera del pecado y del sufrimiento.
No puede haber cosa tan intensa y dulce
Consideren la experiencia de Alma en el Libro de Mormón. A él lo “martirizaba un tormento eterno” y su alma estaba “atribulada” por sus pecados. Pero una vez que acudió al Salvador en busca de misericordia, “ya no [s]e pud[o] acordar más de [sus] dolores”14.
“Y, ¡oh qué gozo”, declaró, “y qué luz tan maravillosa fue la que vi! Sí […], no puede haber cosa tan intensa y dulce como lo fue mi gozo”15.
Esta es la clase de gozo que está al alcance de los que vienen a Jesucristo por medio del arrepentimiento16. Tal como el presidente Russell M. Nelson ha enseñado:
“[El] arrepentimiento despeja el acceso al poder de la expiación de Jesucristo […].
“Al escoger arrepentirnos, ¡escogemos cambiar! Permitimos que el Salvador nos transforme en la mejor versión de nosotros. Escogemos crecer espiritualmente y recibir gozo; el gozo de la redención en Él. Al escoger arrepentirnos, escogemos llegar a ser más semejantes a Jesucristo”17.
El arrepentimiento produce gozo porque prepara nuestro corazón para recibir la influencia del Espíritu Santo. Llenarse del Espíritu Santo significa llenarse de gozo, y llenarse de gozo significa llenarse del Espíritu Santo18. Nuestro gozo aumenta a medida que trabajamos a diario para traer el Espíritu a nuestra vida. Tal como enseñó el profeta Mormón: “No obstante, ayunaron y oraron frecuentemente, y se volvieron más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en [su] fe [en] Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y de consolación”19. El Señor promete a todos los que se esfuercen por seguirlo: “… Te daré […] mi Espíritu, el cual iluminará tu mente y llenará tu alma de gozo”20.
El gozo de ayudar a otras personas a arrepentirse
Después de sentir el gozo que proviene del arrepentimiento sincero, naturalmente deseamos compartir ese gozo con los demás y, conforme lo hacemos, nuestro gozo se multiplica. Eso es lo que le sucedió a Alma.
“[E]sta es mi gloria”, dijo, “que quizá sea un instrumento en las manos de Dios para conducir a algún alma al arrepentimiento; y este es mi gozo.
“Y he aquí, cuando veo a muchos de mis hermanos verdaderamente arrepentidos, y que vienen al Señor su Dios, mi alma se llena de gozo; entonces recuerdo lo que el Señor ha hecho por mí […]; sí, entonces recuerdo su misericordioso brazo que extendió hacia mí”21.
Ayudar a los demás a arrepentirse es una expresión natural de nuestra gratitud hacia el Salvador y es una fuente de gran gozo. El Señor ha prometido:
“[S]i acontece que […] me traéis aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!
“Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído […], ¡cuán grande no será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!”22.
Cuán grande es Su gozo por el alma que se arrepiente
Me resulta útil tratar de imaginar el gozo que el Salvador debe sentir cada vez que recibimos las bendiciones de Su sacrificio expiatorio en nuestra vida23. Tal como citó el presidente Nelson24, el apóstol Pablo, en su Epístola a los Hebreos, compartió esta tierna reflexión: “… [D]ejemos a un lado todo […] pecado que nos rodea […], puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz […], y se sentó a la diestra del trono de Dios”25. Con frecuencia hablamos del dolor y el sufrimiento de Getsemaní y del Calvario, pero rara vez hablamos del gran gozo que el Salvador debió haber previsto al ofrecer Su vida por nosotros. Claramente, Su dolor y Su sufrimiento fueron para nosotros, a fin de que pudiéramos experimentar el gozo de regresar con Él a la presencia de Dios.
Después de enseñar al pueblo de la antigua América, el Salvador expresó Su gran amor por ellos al decir:
“Y, he aquí, mi gozo es grande, aun hasta la plenitud, por causa de vosotros […]; sí, y aun el Padre se regocija, y también todos los santos ángeles […];
“mi gozo es completo en [vosotros]”26.
Venir a Cristo y recibir Su gozo
Hermanos y hermanas, concluyo compartiendo mi testimonio personal, el cual considero un don sagrado. Testifico que Jesucristo es el Salvador y Redentor del mundo. Sé que Él nos ama, a cada uno. Su enfoque singular, Su “obra y [Su] gloria”27, es ayudarnos a recibir una plenitud de gozo en Él. Soy testigo personal de que el arrepentimiento diario y el venir a Jesucristo son la manera de experimentar gozo; gozo más allá de nuestra imaginación28. Esa es la razón por la que estamos en la tierra, por la que Dios preparó Su gran plan de felicidad para nosotros. Jesucristo verdaderamente es “el camino, y la verdad y la vida”29, y el único “nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios”30. Testifico de ello en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.