“Cómo ver los milagros del Salvador en nuestra vida”, Liahona, julio de 2023.
Los milagros de Jesús
Cómo ver los milagros del Salvador en nuestra vida
Cuatro lecciones de la sanación de los ciegos por el Salvador
Hay momentos en nuestra vida en los que esperamos milagros y oramos para recibirlos, bien sea para un ser querido o en beneficio propio. Tenemos la esperanza de que se conteste nuestra súplica, que se solucione la situación problemática, que se ablande el alma resentida y que el Señor de los milagros nos conceda la resolución que deseamos. Cuando el resultado no es lo que esperábamos o no se produce en el momento que suplicamos en oración, por lo general, nos preguntamos el porqué.
Moroni enseña: “Y quisiera exhortaros, mis amados hermanos, a que recordéis que él es el mismo ayer, hoy y para siempre, y que todos estos dones de que he hablado, que son espirituales, jamás cesarán, mientras permanezca el mundo, sino por la incredulidad de los hijos de los hombres” (Moroni 10:19).
En nuestros días, ¿aún están al alcance esos dones y milagros registrados en las Escrituras? ¿Cómo podemos hacernos merecedores de dichas bendiciones? ¿Está el Salvador al tanto de lo que ocurre en nuestra vida y está dispuesto a rescatarnos de nuestros desafíos?
Me gustaría utilizar los milagros del Salvador al restaurar la vista a los ciegos como base para responder esas preguntas (como ejemplos, véanse Mateo 9:27–31; 12:22–23; Marcos 8:22–26; 10:46–52; Juan 9:1–11).
¿Qué podemos aprender acerca de la misión del Salvador por medio de Sus milagros?
Para comprender la influencia de los milagros en nosotros mismos y en nuestra vida, comencemos por definir lo que es un milagro. Los milagros “tenían como objeto probar a los judíos que Jesús era el Cristo […]. Además, muchos de ellos eran simbólicos, y enseñaban […] verdades divinas […]. Los milagros fueron y son una respuesta a la fe y a la vez la respaldan. Nunca se llevaron a cabo sin oración, sin que se sintiera la necesidad ni sin fe”1.
El élder Ronald A. Rasband, del Cuórum de los Doce Apóstoles, dijo de manera sencilla y hermosa:
“Los milagros son actos, manifestaciones y expresiones divinos del poder ilimitado de Dios y una confirmación de que Él es ‘el mismo ayer, hoy y para siempre’ [Moroni 10:19] […].
“Los milagros son extensiones del plan eterno de Dios; son una ayuda esencial del cielo a la tierra”2.
Por lo tanto, una manera provechosa de estudiar los milagros del Salvador y aprender de ellos es recordar que cada milagro señala hacia algo mayor que el acontecimiento en sí, y buscar además verdades específicas sobre Dios y Su obra.
Analicemos algunas de las verdades que podemos aprender de los milagros del Salvador al restaurar la vista a los ciegos. Se pueden dividir en cuatro lecciones y de la siguiente manera:
1. Restaurar la vista era una señal del Mesías
Los profetas de la antigüedad que testificaron de la venida del Mesías hablaron de los milagros que Él llevaría a cabo, incluidos los de dar vista a los ciegos.
Un santo ángel dijo al rey Benjamín que el Salvador “[iría] entre los hombres efectuando grandes milagros, tales como sanar a los enfermos, levantar a los muertos, hacer que los cojos anden, y que los ciegos reciban su vista” (Mosíah 3:5; véase también Isaías 35:4–5)3.
Por lo tanto, los milagros de restaurar la vista a los ciegos confirman estas profecías en cuanto a la venida del Salvador y Su ministración a los hijos de Dios.
2. Jesús es la Luz del mundo
Esa verdad se pronunció con claridad cuando Jesús se cruzó con un hombre ciego de nacimiento (véase Juan 9:1–11). Cuando los discípulos preguntaron si el hombre había nacido ciego como consecuencia del pecado, Jesús dijo que no, “sino que fue para que las obras de Dios se manifestasen en él” (versículo 3). Luego, antes de restaurar la vista del hombre, el Salvador declaró: “Entretanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo” (versículo 5).
El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó: “Antes de abrir los ojos del ciego físicamente, Jesús recordó a quienes le oían Su anterior declaración: ‘luz soy del mundo’, como si enseñara: ‘Cada vez que recuerden que abrí los ojos ciegos físicamente, recuerden también que vine a dar luz a los ojos espiritualmente’”4.
Debemos recordar lo común que es en las Escrituras ver el pecado como una ceguera moral, y la liberación del pecado, como quitar tal ceguera. Aquel que es la “luz del mundo” estaba utilizando ese acontecimiento para simbolizar la obra mayor que vino a efectuar en el mundo.
3. La fe precede al milagro
Mientras Jesús recorría las calles de Capernaúm, dos ciegos lo siguieron y le gritaron: “¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!”. Entonces les habló, preguntándoles: “¿Creéis que puedo hacer esto?”. Y respondieron: “Sí, Señor”.
La evidencia de que creían que el Señor podía ayudarlos se hallaba en su persistencia en seguirlo, y en su pronta y sincera confesión de tal creencia, cuando se les preguntó. El Salvador les tocó los ojos, diciendo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. El efecto fue inmediato: “Y los ojos de ellos fueron abiertos” (Mateo 9:27–31).
El élder McConkie observó: “Con frecuencia, al abrir los ojos de los ciegos, Jesús, como sucede aquí, combinaba su mandato verbal con algún acto físico. En esta y otras ocasiones, tocó los ojos sin capacidad de ver”.
¿Por qué hacía aquello el Salvador? “Ninguno de estos inusuales […] actos son esenciales para el ejercicio del poder sanador”, explicó el élder McConkie, pero sabemos que la fe precede al milagro, por lo cual “el propósito aparente del Maestro era fortalecer la fe de la persona ciega o sorda”5.
4. En ocasiones, los milagros llegan línea por línea
En Betsaida, el pueblo trajo un hombre ciego a Jesús. Después de sacar al hombre fuera de la aldea, Jesús “escup[ió] en sus ojos y [puso] las manos sobre él”. La vista del hombre solo fue restaurada parcialmente en ese momento, por lo que el Salvador “le puso otra vez las manos sobre los ojos”, y efectuó la restauración completa (véase Marcos 8:22–26).
El élder Bruce R. McConkie señaló algunas verdades que podemos aprender de este acontecimiento:
“Al parecer, los sucesivos actos de contacto físico con Jesús tuvieron el efecto de aumentar la esperanza, la confianza y la fe del ciego […].
“Los hombres deben buscar la gracia sanadora del Señor con toda su alma y su fe, aunque aquello solo sea suficiente para una cura parcial […]. Después deben lograr la certeza y la fe crecidas de que serán sanados y restablecidos por completo. El hombre a menudo también es sanado de sus males espirituales gradualmente, paso a paso, conforme pone su vida en armonía con los planes y propósitos de la Deidad”6.
Al realizar ese milagro en dos pasos bien diferenciados, el Señor ayudó al ciego a prepararse para recibir la bendición completa. ¿Podemos ver ese proceso también en nuestra propia búsqueda de milagros; en acaso algo que debamos hacer o no hacer, antes de estar preparados para una intervención divina mayor?
La fe para aceptar no ser sanados
Aunque podemos ver la importancia de la fe para producir milagros, es importante señalar que, en ocasiones, ni siquiera a los santos más fieles se les contestarán sus deseos y súplicas.
El élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos enseñó:
“Sin duda, la rectitud y la fe son fundamentales para mover montañas, si el mover montañas cumple con los propósitos de Dios y está de acuerdo con Su voluntad. La rectitud y la fe son sin duda fundamentales para sanar a los enfermos, a los sordos y a los cojos, si esa sanación cumple con los propósitos de Dios y está de acuerdo con Su voluntad. Por lo tanto, incluso aunque tengamos gran fe, muchas montañas no se moverán y no todos los enfermos y los débiles serán sanados. Si se acabara toda oposición, si se eliminaran todas las dolencias, entonces los propósitos principales del plan del Padre se frustrarían.
“Muchas de las lecciones que hemos de aprender en la vida terrenal se pueden recibir únicamente por medio de lo que experimentamos y a veces padecemos; y Dios espera y confía en que enfrentemos la adversidad temporal de la mortalidad con Su ayuda, a fin de que aprendamos lo que debemos aprender y finalmente seamos lo que debemos llegar a ser en la eternidad”7.
Quiero agregar mi testimonio al de los profetas antiguos y modernos. Los milagros siguen ocurriendo en medio de nosotros; el Salvador Jesucristo es la fuente de todo poder, luz y socorro. Testifico que mediante nuestra fe en Él, podemos ser sanados y, en caso de que no lo seamos, aún podemos hallar paz por medio del Príncipe de paz, de la Luz del mundo y del Sanador de sanadores.