Apoyar a los miembros que pasan por un divorcio
El Padre Celestial nos ayudará a determinar la mejor manera de proporcionar un ambiente seguro y acogedor en nuestros barrios y ramas a las personas que sean divorciadas o estén pasando por un divorcio.
Dos hermanos de un mismo barrio se quedaron sin sus cónyuges más o menos al mismo tiempo, después de años de matrimonio con sus respectivas esposas. Cuando el primero de ellos quedó solo, el barrio le tendía la mano con frecuencia, le llevaba comidas y buscaba formas de procurar que no se sintiera tan solo. Al segundo hermano no se le ministró de ese modo, lo que hizo que se sintiera aislado y con un trato distinto.
¿Cuál fue la diferencia entre ellos dos? El primero había enviudado y el segundo se había divorciado. Cuando el hermano divorciado me contó esta experiencia que tuvo, su súplica fue sencilla: ¿Podemos ayudar a los miembros de la Iglesia a entender mejor cómo ministrar a los divorciados y a reconocer que todavía ocupan un lugar valioso e igual al de los demás en nuestros barrios y ramas?
Muchos barrios realizan una maravillosa labor al ministrar a quienes enfrentan los efectos del divorcio. Sin embargo, la súplica de este hombre podría dar pie a que todos nos preguntemos si aún hay algo que pudiéramos hacer mejor. Esa necesidad de sentirse bienvenido y apoyado tiene que ver con la invitación continua que extienden los líderes de la Iglesia: amar a todos los que pertenecen al redil de Dios y ayudarlos a sentirse bienvenidos y a salvo en nuestras estacas de Sion1.
“Cada vez que elevamos a alguien, estamos, esencialmente, edificando plazas fuertes para esa persona”2. Nuestros barrios y ramas deben estar entre esos lugares a medida que procuramos guardar los dos grandes mandamientos de amar a Dios y amar a los demás como a nosotros mismos (véase Mateo 22:37–39). Los siguientes principios pueden ayudarnos a saber cómo apoyar mejor en nuestros barrios y ramas a aquellos que han afrontado el divorcio o que lo están atravesando.
Recuerde que en el divorcio entran en juego muchas emociones
Debido a que conocemos la doctrina fundamental del matrimonio eterno y del poder del convenio sellador del plan de salvación de Dios, el divorcio puede ser algo desgarrador. No obstante, es posible que no todas las personas se sientan del mismo modo en cuanto a su divorcio. El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, enseñó que el divorcio “es un tema delicado porque provoca emociones muy fuertes en las personas a las que ha afectado de alguna forma. Algunos se ven a sí mismos o a sus seres queridos como víctimas del divorcio, mientras que otros se ven como sus beneficiarios. Algunos ven el divorcio como prueba del fracaso, mientras que otros consideran que es una compuerta esencial para escapar del matrimonio”3.
En lugar de suponer la manera en que alguien que está pasando por un divorcio ve sus circunstancias, estemos dispuestos a escuchar con atención en el momento y del modo en que la persona esté lista para hablar. Podemos simplemente preguntar: “¿Cómo puedo ser de apoyo en este momento?” o “¿De qué manera podemos apoyarle durante su divorcio e incluso después de él?”.
Preguntas para considerar:
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¿Qué diversos sentimientos podrían experimentar las personas en diferentes momentos del día, de la semana o del mes? ¿De qué modo podría mostrar consideración y apoyo cuando la persona experimente cada una de esas emociones?
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¿Cómo puedo mantenerme receptivo a la revelación en cuanto a la manera de ayudar en diferentes momentos?
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¿Qué suposiciones debería dejar de lado a fin de procurar más revelación sobre cómo ayudar y actuar mejor conforme a dicha revelación?
Céntrese en amar en lugar de juzgar
En cuestiones de divorcio, muy rara vez nos enteraremos de todos los detalles que llevaron al matrimonio a divorciarse, si es que acaso llegamos a enterarnos, y tampoco necesitamos saberlos. “Cuando se presenta el divorcio, las personas tienen la obligación de perdonar, edificar y ayudar en vez de condenar”4. Esto se aplica tanto a la pareja como a las personas que la rodean. Debemos actuar con cautela y centrarnos en amar a los demás y no juzgarlos, independientemente de con cuál de los cónyuges tengamos mayor relación.
En lugar de concentrarnos en juzgar, podemos centrarnos en el amor y la unidad, como lo enseñó la hermana J. Anette Dennis, Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro:
“¿Cuán a menudo juzgamos a los demás por su apariencia y acciones externas, o su falta de acción, cuando, si entendiéramos bien, más bien reaccionaríamos con compasión y el deseo de ayudar, en lugar de aumentar sus cargas con nuestro juicio?
“… Se nos manda amar a los demás, [no se nos manda] juzgarlos. Dejemos de lado esa pesada carga; no está en nosotros llevarla. En su lugar, podemos levantar el yugo de amor y compasión del Salvador […].
“Todos necesitan sentir que realmente pertenecen y son necesarios en el cuerpo de Cristo”5.
Preguntas para considerar:
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¿Qué puedo hacer para centrarme más en amar a los demás como lo hace Jesucristo?
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¿Existen formas en las que juzgue a alguien, como, por ejemplo, el buscar y repartir faltas, que me impidan brindar el apoyo que se necesita?
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¿Qué puedo hacer para sentir más el amor que Dios tiene por los demás?
Busque maneras de incluir a las personas
Debido al divorcio, las personas en muchos casos pierden amistades que tenían a través de su excónyuge o de la familia de este. ¿Y qué sucede cuando las amistades que se entablaron durante el matrimonio ya no pueden invitar a ambos excónyuges a actividades al mismo tiempo?
Una hermana contó que ella y su esposo asistían a menudo a una noche de juegos con amigos de su barrio cada semana. Después del divorcio, le entristecía que dejaran de invitarla a los juegos debido a que era solo para matrimonios. Otra hermana dijo que muchos miembros del barrio suponían que, debido a que ahora era una madre sin cónyuge, no tendría tiempo para asistir a actividades con amigos como lo hacía antes; por lo tanto, dejaron de invitarla para que no se sintiera triste por no poder asistir. Sin embargo, aquello la hizo sentirse más aislada y sola. La hermana comentó que hubiera sido bueno que siguieran invitándola (aunque no pudiera asistir), solo por el hecho de saber que otras personas querían que estuviera presente.
Cada situación es diferente, pero “todos necesitamos sentir la mano cálida de amistad y oír la declaración firme de fe”6.
Preguntas para considerar:
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¿Cómo podría adaptar actividades a fin de ayudar a que los miembros que no tengan cónyuge asistan con la misma comodidad que las parejas casadas?
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¿Cómo puede nuestro barrio brindar otras oportunidades de inclusión mediante actividades que se ajusten a las necesidades de los miembros divorciados?
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¿Qué actividades podrían contribuir a que mi amigo o amiga preste servicio o ayude, en particular, si necesita recuperar la confianza tras una relación difícil?
“Primero observa; luego sirve”7
Las personas que pasan por un divorcio se están adaptando a cambios en su economía, sus horarios, sentimientos, hábitos diarios, tradiciones diarias y anuales, planes de vida, y muchos más. Esto sucede tanto con los adultos como con sus hijos, quienes es posible que asuman responsabilidades adicionales en el hogar.
Los consejos de barrio o rama pueden considerar maneras de apoyar a cada integrante de la familia, incluyendo a los hijos. Individualmente, nosotros también tenemos muchas oportunidades de ver necesidades y luego actuar con espíritu de oración según la revelación personal para ayudar a satisfacerlas.
Cierta hermana fue bendecida cuando un vecino que sabía que el exesposo de ella normalmente se encargaba de la limpieza anual de otoño del jardín, que abarcaba acondicionar los aspersores para el invierno, le ofreció realizar esas tareas o mostrarle lo que debía hacer. Un padre sin cónyuge fue bendecido cuando los vecinos le sugirieron ideas sobre las niñeras de confianza que había en la zona.
Las siguientes son otras maneras en que miembros del barrio han ayudado a algunas familias:
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Los líderes del barrio, de los jóvenes y de la Primaria han servido de ejemplos de influencia paternal o maternal en la vida de los hijos, según ha resultado adecuado.
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Se han donado regalos de Navidad y dinero para costear gastos de misiones.
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Se ha llevado a las familias alimentos que sobran de conferencias o actividades de los jóvenes.
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Los miembros del barrio han asistido a las actividades deportivas de los hijos.
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En los consejos de maestros se han analizado maneras de tener presentes a los hijos de padres divorciados, en particular, en lecciones sobre la familia o cuando los hijos asisten al barrio cada dos semanas debido a que se turnan para estar con los padres.
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Un matrimonio mayor asumió la responsabilidad de cuidar de una familia monoparental.
También podemos tener presente que las personas y las familias necesitarán tiempo para adaptarse a su nueva situación. Sea paciente y permítales que sanen y progresen en el tiempo de Dios y en su propio tiempo, no en el nuestro.
Preguntas para considerar:
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¿Cómo puedo fortalecer la amistad que ya tengo a fin de que quienes atraviesen el divorcio se sientan cómodos con la idea de recibir ayuda cuando la necesiten, aunque no sea en este momento?
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¿Qué primeras ocasiones podrían ser particularmente difíciles para la familia, como, por ejemplo, la primera vez que los hijos no pasen alguna festividad con uno de los padres? ¿Cómo puedo brindar más amistad en esas ocasiones?
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¿Qué recursos podría necesitar la familia, con los que yo pudiera ayudar, o cómo podría ponerla en contacto con personas que tengan las habilidades para prestar ayuda?
Al procurar, con espíritu de oración, comprender y ministrar mejor a las personas que se han divorciado, junto con sus familias, podemos sentir y mostrar parte del amor de Dios por todos Sus hijos.