Voces de Miembros
Reunidos en el sitio del futuro templo
La hermana Raquel Vázquez de Molina conoció la Iglesia en octubre de 1978. Luego de recibir las charlas misioneras, ella, su esposo y sus tres hijas se bautizaron el 14 de febrero de 1979.
“Desde que escuché a los misioneros por primera vez, no tuve ninguna duda y quise bautizarme inmediatamente. Luego nos sellamos como familia en julio del siguiente año en el templo de Salt Lake City”.
Recién conversos, el matrimonio Molina recibió su primer llamamiento: presidentes de las Mujeres y los Hombres Jóvenes del barrio.
“Fueron rápido nuestros llamamientos, y retadores; tuvimos que aprender a organizar actividades para los jóvenes… pero fue muy divertido y recibimos mucha ayuda de parte de los hermanos, alguien siempre estaba ahí para ayudarnos”, expresó entre risas la hermana Molina.
Entre risas y recuerdos, la hermana Molina recordó cómo comenzó la construcción de la capilla de Trujillo Alto, ahora terreno del primer templo de Puerto Rico.
“Estuvimos en una casa de dos pisos en Carolina y ahí hacíamos las actividades y nuestra reunión sacramental. Luego fuimos al pueblo de Trujillo Alto y ahí, por fin, se construyó la capilla”, continuó la hermana Molina. “Fueron meses largos; el terreno no fue fácil de obtener, tuvimos que dialogar con la comunidad para obtenerlo”.
Todos los miembros estaban felices por la construcción de la capilla del Barrio Trujillo Alto. Varios años después, el terreno que tanto sacrificio les costó ahora sería el terreno del primer templo de Puerto Rico.
“Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo es posible” (Marcos 9:23).
“El último día que estuvimos en la capilla de Trujillo Alto fue muy especial. Yo tuve el privilegio de hacer la última oración en esa capilla que tantos recuerdos hermosos conservo; el casamiento de mi hija, las actividades, los bautismos que vi, todo”, expresó con lágrimas en los ojos. “Estas lágrimas son de felicidad, porque ahora tenemos el templo en ese terreno, mis hermanos de la Iglesia ya fallecidos están felices”, continuó emocionada la hermana Molina.
“Quiero terminar con mi testimonio. Sé que mi Padre Celestial me conoce, tal vez yo no lo conocía como ahora; Él es real, está cerca, a veces lo siento hasta en mi casa”.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Al entrevistar a la hermana Molina se sintió un espíritu muy hermoso. Ver la alegría de los pioneros de la Iglesia en Puerto Rico y cómo, luego de tantas oraciones, el Padre nos bendijo con un hermoso templo me hace sentir muy emocionada y feliz por ellos. Esto es para todas las generaciones, pasadas y futuras; el templo puede unirlas a todas.