Voces de los miembros
Ser probados para ser aprobados
“¡Saquen una hoja!”, dijo un profesor al entrar al aula. Los alumnos se miraron unos a otros espantados por la prueba sorpresa. En seguida se escuchaban comentarios que reflejaban el temor, la angustia y la preocupación de los alumnos con frases como “no sabía de la prueba”, “no estudié”, “¿por qué ahora?”.
Ante esta situación algunos se quejaron, otros inmediatamente pensaron maneras de hacer trampa, algunos criticaron al profesor alegando que no veían la necesidad de una prueba.
Sin embargo, también hubo alumnos que estaban tranquilos porque habían prestado atención a las clases previas tomando notas, haciendo las tareas y se habían dedicado a aprender en serio, en definitiva, se sentían preparados.
El profesor explicó pacientemente que al iniciar las clases, todos sabían que las pruebas eran parte del proceso de aprendizaje y aunque no les dio fechas para tomar las evaluaciones, todos habían aceptado las pruebas como requisito básico para aprobar la materia.
En una ocasión un buen líder de la Iglesia me enseñó hace años que somos probados para ser aprobados.
Nuestra trayectoria terrenal es similar a un salón de clases, las pruebas son una parte esencial del Plan de Salvación, las necesitamos para crecer, para aprender a tomar decisiones y para aprender a buscar y recibir revelación personal. Por medio de ellas acrecentamos nuestra fe en el Salvador y en el Padre Celestial. Somos probados con un propósito y cuando se nos presentó el plan de felicidad, lo aceptamos.
“Y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare; y a los que guarden su primer estado les será añadido; y aquellos que no guarden su primer estado no tendrán gloria en el mismo reino con los que guarden su primer estado; y a quienes guarden su segundo estado, les será aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás”1.
La actitud que adoptemos al momento de las pruebas y desafíos de la vida, hará la diferencia en la manera de sobrellevarlos. Tal como los estudiantes podemos elegir la crítica, la queja y sentir angustia como consecuencia de nuestra falta de fe y preparación; o elegir ser pacientes, haciendo todo lo que esté a nuestro alcance. Prepararnos mediante pequeñas acciones diarias como estudiar, aprender, orar y servir. Acciones que nos llevarán como consecuencia a ser dignos del Espíritu Santo y a tener paz sin importar cuán difícil sea la situación que debamos enfrentar.
El presidente Russell M. Nelson dijo: “¡Podemos sentir gozo aun cuando tengamos un día malo, una semana mala o hasta un año malo! Mis queridos hermanos y hermanas, el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida”2.
¿Cuál es el enfoque de nuestra vida?
Si estamos pensando en el Reino Celestial debemos tener presente esto: “Es preciso que los de mi pueblo sean probados en todas las cosas, a fin de que estén preparados para recibir la gloria que tengo para ellos, sí, la gloria de Sion; y el que no aguanta la disciplina, no es digno de mi reino”3.
“El que no es capaz de obedecer la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial”4.
Una hermana cuenta que durante la construcción del Templo de Uruguay, fue probada en muchos aspectos sumamente importantes de su vida. Aquellas experiencias, junto a su firme determinación de guardar los mandamientos, le permitieron tener un carácter fuerte en la rectitud y una mayor resistencia al pecado. Los principios del Evangelio se transformaron en valores personales para ella y llegaron a ser su modo de vida. Los mandamientos, que al principio le parecían difíciles, dejaron de serlo y llegó a verlos como una bendición que le brindaban protección divina.
Finalmente, cuando el templo se dedicó, ella fue llamada a servir como obrera del templo. Sintió cómo al pasar por ese filtro espiritual de las pruebas, fue santificada y preparada para tan especial llamamiento. Y sintió que sin dudas fue aprobada después de ser probada.
“Por medio de la adversidad, las tribulaciones, los problemas y la angustia, el hombre tendrá muchas experiencias que le conducirán al desarrollo espiritual y al progreso eterno si se vuelve al Señor”5.
El Señor explicó:
“Por lo pronto no podéis ver con vuestros ojos naturales el designio de vuestro Dios concerniente a las cosas que vendrán más adelante, ni la gloria que seguirá después de mucha tribulación. Porque tras mucha tribulación vienen las bendiciones”6.
“La bendición más grande que recibiremos cuando hayamos probado ser fieles a nuestros convenios durante nuestras pruebas será un cambio en nuestra naturaleza. Al escoger honrar nuestros convenios, el poder de Jesucristo y las bendiciones de Su Expiación pueden obrar en nosotros. Se ablandará nuestro corazón para amar, para perdonar y para invitar a otros a venir al Salvador; aumentará nuestra confianza en el Señor; disminuirán nuestros temores”7.
Cuando enfrentó el sacrificio supremo de la Expiación, el Salvador nos enseñó qué actitud debemos tener ante los momentos más difíciles: “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad”8.
Al tener como prioridad la voluntad de nuestro Padre Celestial estamos demostrando una fe inquebrantable en Él, la confianza de que Él conoce el fin desde el principio, sabe el potencial que tenemos y puede ayudarnos a vencer todas las cosas. En este tiempo de desafíos no estamos solos. Nuestro Profesor, el Maestro de maestros nos consuela diciéndonos: “Sed de buen ánimo, hijitos, porque estoy en medio de vosotros, y no os he abandonado”9.