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Cómo iniciar la investigación de la historia familiar
Introducción
El presidente James E. Faust (1920–2007), de la Primera Presidencia, declaró: “Es un gozo familiarizarnos con nuestros antepasados que fallecieron hace tanto tiempo. Cada uno de nosotros cuenta con una historia familiar fascinante. La búsqueda de sus antepasados quizás resulte uno de los rompecabezas más interesantes en el que puedan trabajar ustedes” (“El prodigio que son ustedes”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 53).
Cuando empiecen a trabajar en el rompecabezas de su historia familiar, comiencen con las piezas más cercanas y más familiares: personas e información acerca de su propia familia inmediata. Estarán haciendo algo que, literalmente, millones de personas en todo el mundo disfrutan hacer. Sin embargo, tendrán un propósito superior; participarán en la obra del Señor diseñada para la salvación de Sus hijos.
El profeta José Smith (1805–1844) proclamó que a medida que efectuamos las ordenanzas necesarias a favor de nuestros antepasados fallecidos, cumplimos la profecía del profeta Abdías del Antiguo Testamento: “Ahora, en vista de que los grandes propósitos de Dios se están logrando rápidamente y se están cumpliendo los hechos de los que hablaron los profetas, mientras el reino de Dios se establece en la tierra y se restaura el orden antiguo, el Señor nos ha manifestado este deber y privilegio, y se nos manda bautizarnos por nuestros muertos, dando cumplimiento de ese modo a las palabras de Abdías, el cual, al referirse a la gloria del postrer día, dijo: ‘Y subirán salvadores al monte Sión’ (véase Abdías 1:21)” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 435).
Comentario
Nos convertimos en “salvadores en el monte de Sión” cuando proporcionamos ordenanzas salvadoras a nuestros antepasados fallecidos [3.1]
Jesucristo es el único nombre por el cual podemos ser salvos. [3.1.1]
Jesucristo es el Salvador del mundo, el que expió por los pecados de toda la humanidad. Enseñando lo que un ángel le había dicho, el rey Benjamín declaró: “Y además, te digo que no se dará otro nombre, ni otra senda ni medio, por el cual la salvación llegue a los hijos de los hombres, sino en el nombre de Cristo, el Señor Omnipotente” (Mosíah 3:17; véase también Hechos 4:12; 2 Nefi 31:21). El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, reafirmó ese testimonio en nuestros días: “Amamos al Señor Jesucristo. Él es el Mesías, nuestro Salvador y Redentor. Su nombre es el único por el cual podemos ser salvos” (“La luz y la vida del mundo”, Liahona, enero de 1988, pág. 63).
La obra del templo es como el espíritu de sacrificio del Salvador. [3.1.2]
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) hizo una relación entre la obra vicaria del templo efectuada por los muertos y el sacrificio expiatorio del Salvador: “Lo que se lleva a cabo en la Casa del Señor, y que debe ir precedido por la investigación, se asemeja más al espíritu del sacrificio del Señor que cualquier otra obra. ¿Por qué? Porque la realizan personas que, de buena gana, dan de su tiempo y de sus recursos, sin esperar agradecimiento o recompensa alguna, a fin de hacer por otras personas lo que éstas no pueden hacer por sí mismas. (“El Espíritu de Elías”, Liahona, noviembre de 1996, pág. 21).
Podemos llegar a ser “salvadores en el monte de Sión”. [3.1.3]
El profeta Abdías profetizó que “subirán salvadores al monte Sión” (Abdías 1:21). Ustedes pueden ayudar en el cumplimiento de esa profecía por aquellos que han fallecido. El profeta José Smith explicó: “Pero ¿cómo van a llegar a ser salvadores en el monte de Sión? Edificando sus templos, construyendo sus pilas bautismales y yendo a recibir todas las ordenanzas, bautismos, confirmaciones, lavamientos, unciones, ordenaciones y poderes selladores sobre su cabeza en bien de todos sus antepasados que han muerto, y redimiéndolos para que puedan salir en la primera resurrección y ser exaltados con ellos a tronos de gloria” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 505).
Esta obra recae sobre los Santos de los Últimos Días [3.1.4]
El presidente Wilford Woodruff (1807–98) testificó que al igual que nosotros no podíamos redimirnos a nosotros mismos, sino que dependíamos del Salvador, del mismo modo nuestros antepasados dependen de nuestra obra vicaria por ellos en los templos: “Se les ha presentado… algunas cosas concernientes a la redención de nuestros muertos y otras con respecto a la construcción de templos. Éstas, mis hermanos, son obras importantes; son obras que efectuamos por los demás y que ellos no pueden efectuar por sí mismos. Eso fue lo que hizo Jesucristo cuando dio Su vida por nuestra redención porque nosotros no podíamos redimirnos solos. Tenemos padres y madres y otros familiares en el mundo de los espíritus y hay una obra que debemos realizar por ellos. Personalmente, he sentido gran interés en esta obra de redimir a los muertos, igual que mis hermanos y hermanas… Es una obra que descansa en los Santos de los Últimos Días. Hagan lo que puedan al respecto para que cuando pasen al otro lado del velo, su padre, su madre, sus parientes y amigos los bendigan por lo que han hecho; y, por haber sido instrumentos en las manos de Dios para conseguir su redención, se les reconocerá como salvadores en el monte de Sión en cumplimiento de la profecía (véase Abdías 1:21)” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, 2004, pág. 196).
Estamos en una sociedad con el Señor. [3.1.5]
El élder John A. Widtsoe (1872–1952), del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que en nuestra existencia premortal hicimos la promesa de ayudar en la salvación de otras personas: “En nuestro estado preexistente, el día del gran concilio, hicimos un acuerdo con el Todopoderoso. El Señor propuso el plan… y nosotros lo aceptamos. Como el plan es para todos los seres humanos, todos tenemos que ver con la salvación de toda persona que forma parte de ese mismo plan. Allí nos pusimos de acuerdo en que seríamos no solamente salvadores para nosotros mismos sino también para toda la familia humana. Así entramos en una sociedad con el Señor, y la aplicación del plan entonces vino a ser no solo la obra del Padre y del Salvador, sino también nuestra obra. El más insignificante de nosotros, el más humilde, está asociado con el Todopoderoso para alcanzar el propósito del plan eterno de salvación” (Religión 324–325, Doctrina y Convenios: Manual para el alumno, pág. 7).
Podemos comenzar la obra de historia familiar recopilando nuestra propia información personal y enfocándonos en nuestras primeras generaciones [3.2]
Evalúen su condición. [3.2.1]
Su punto de partida para la obra de historia familiar dependerá de su experiencia y de la información que tengan disponible hasta el momento. Determinen el punto donde se encuentren en este momento con su investigación y luego decidan hacia dónde quieren dirigirse. Comiencen con las fuentes más fácilmente disponibles y de allí a las más difíciles. Es importante que sepan cuanto antes la información que el sitio web de historia familiar de la Iglesia pudiera ya tener sobre sus antepasados (véase la sección sobre FamilySearch.org (3.3.1) y el capítulo 6 de este manual).
Comiencen a reunir y guardar información. [3.2.2]
El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, habló de la inspiración que podemos recibir al hacer investigación de historia familiar y luego sugirió un método básico para comenzar nuestra labor:
“La cuestión es empezar. Usted llegará a conocer el principio que sabía Nefi cuando dijo: ‘…iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano lo que tendría que hacer’ (1 Nefi 4:6).
Si no sabe por dónde empezar, empiece por usted mismo. Si no sabe qué registros solicitar ni cómo obtenerlos, empiece con los que ya tenga…
“Podrían hacer lo siguiente:
Consiga una caja de cartón; cualquier caja servirá; póngala en un lugar donde estorbe, bien sea en el sofá o en el mesado de la cocina, cualquier lugar donde no pase desapercibida. A continuación, durante varias semanas, reúna y ponga en la caja cada registro de la vida de usted, como la partida de nacimiento, el certificado de su bendición, el de bautismo, el de la ordenación en el sacerdocio y el de graduación. Reúna diplomas, todas las fotografías, logros académicos, diarios que haya escrito, cualquier cosa que tenga que ver con su vida; cualquier cosa escrita, grabada o registrada que testifique que usted está vivo y lo que haya hecho.
“No intente hacerlo todo en un día; dedíquele tiempo. La mayoría de nosotros tenemos esas cosas desperdigadas por ahí. Algunas están embaladas en una caja en el garaje, debajo de una pila de periódicos; otras están guardadas en los cajones, en el desván o en cualquier otro lugar. Puede que incluso algunas estén entre las páginas de la Biblia o en cualquier otro lugar.
Reúna todos esos documentos y póngalos en una caja. Guárdelos ahí hasta que haya recuperado todo lo que crea tener.(“Su historia familiar: Cómo empezar”, Liahona, agosto de 2003, págs. 15–16).
Comiencen con cosas sencillas. [3.2.3]
El presidente Henry B. Eyring, de la Primera Presidencia, sugirió maneras simples de comenzar la historia familiar para ofrecer a nuestros antepasados la oportunidad de la salvación:
“Empiecen por hacer cosas sencillas. Anoten lo que ya sepan acerca de su familia. Tendrán que anotar el nombre de sus padres y el de los padres de ellos con las fechas de nacimiento o de fallecimiento, o de matrimonio. Cuando puedan, querrán anotar los lugares de esos acontecimientos. Algunos ya los sabrán de memoria, y también podrán preguntar acerca de ellos a sus parientes. Es probable que ellos aun tengan algunos certificados de nacimiento, de casamiento o de defunción. Saquen copias (o imágenes digitales) de ellos y organícenlos. Si se enteran de relatos de sus respectivas vidas, anótenlos y guárdenlos. No se tratará tan solo de reunir nombres. Aquellos a los que ustedes nunca conocieron en esta vida llegarán a ser sus amigos a los que querrán mucho. Su corazón se unirá al de ellos para siempre jamás.
“Podrán comenzar a buscar a los de las primeras generaciones inmediatamente anteriores a ustedes. Basándose en eso, hallarán el nombre y los datos de muchos de sus antepasados que necesitan su ayuda. Alguien de su propio barrio o rama de la Iglesia ha sido llamado para ayudarles a preparar los nombres de sus antepasados para el templo. Allí se les brindarán a ellos los convenios que los liberarán de su cárcel espiritual y los unirán en familias… su familia… para siempre.
“Sus oportunidades y las obligaciones que éstas conllevan son extraordinarias en toda la historia del mundo. Hay más templos por toda la tierra de los que ha habido nunca. En el mundo, muchas personas han sentido el espíritu de Elías el Profeta que las ha motivado a registrar el nombre y los hechos de sus antepasados. Hay hoy en día más fuentes de consulta para buscar a sus antepasados de las que ha habido en la historia del mundo. El Señor ha derramado conocimiento con respecto a la forma de poner esa información a la disposición de las personas en todo el mundo por medio de la tecnología que hace unos pocos años hubiera parecido un milagro” (“Teniendo entrelazados sus corazones”, Liahona, mayo de 2005, pág. 79).
El sitio web FamilySearch de la Iglesia es un recurso importante para obtener registros e información sobre historia familiar [3.3]
Utilicen el sitio new.FamilySearch.org. [3.3.1]
Actualmente hay tres sitios web de FamilySearch patrocinados por la Iglesia que dan acceso a información y tecnología y que les pueden ser de mucha utilidad en su obra de historia familiar: FamilySearch.org y lds.org/familyhistoryyouth de acceso al público el general, y new.FamilySearch.org de acceso principalmente para miembros de la Iglesia. Necesitarán una cuenta LDS Account para tener acceso a los registros de miembros y de ordenanzas del templo. Tener una cuenta LDS Account pondrá a su disposición más de 500 millones de nombres de personas fallecidas de todo el mundo para realizar su investigación. También podrán enviar nombres para las ordenanzas del templo y agregar información sobre su familia. (Pregunten a su instructor o a un especialista de historia de la familia en cuanto a la última actualización de la información).
Su instructor o consultor de historia familiar de estaca, barrio o rama puede ayudarles a crear una cuenta LDS Account, o bien, pueden dirigirse a LDS.org, hacer clic en Iniciar sesión, luego clic en Inscríbase para obtener una cuenta LDS Account, y siga las instrucciones. Necesitarán su número de cédula de miembro y fecha de nacimiento para configurar su cuenta LDS Account; pueden obtener su número de cédula de miembro por medio del secretario de su barrio o bien, éste se encuentra en su recomendación para el templo.
Pueden ahorrar tiempo y evitar la duplicación de trabajo buscando su linaje familiar en la página web de historia familiar de la Iglesia. Quizás les sorprenda encontrar información valiosa que ya ha sido ingresada sobre sus antepasados. (Véase el capítulo 6 de este manual: “Las computadoras y la investigación de la historia familiar”, para obtener más información).
La tecnología ha acelerado la obra. [3.3.2]
El Departamento de Historia Familiar de la Iglesia supervisa FamilySearch. “A fin de acelerar la labor de poner registros históricos importantes en internet, FamilySearch trata constantemente de superar las tecnologías actuales y encontrar más voluntarios dedicados.
“Con el tiempo, el Departamento de Historia Familiar de la Iglesia ha ideado nuevas maneras de preservar registros de la forma más rápida que se pueda y, a la vez, que tengan la mejor calidad posible. Como resultado, se han creado cámaras digitales diseñadas especialmente, tecnología innovadora de escaneo y nuevos programas informáticos…
“[Existen] varios programas de internet nuevos que se han creado para contribuir al progreso de los esfuerzos de historia familiar…
“Estos, y muchos otros proyectos, están haciendo más que nunca que la historia familiar cobre vida… ‘Dicha evolución de la tecnología se ha destacado por involucrar a todas las personas en todas partes’”, (Heather Whittle Wrigley, “La tecnología ayuda a voluntarios a alcanzar un gran logro”, Liahona, diciembre de 2009, págs. N1, N3).
Los procedimientos se han simplificado. [3.3.3]
Los esfuerzos de la Iglesia por mejorar y aumentar la investigación de historia familiar reflejan el amor fundamental que sentimos por los miembros de nuestra familia. El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó la manera en que los esfuerzos de la Iglesia han facilitado en todo el mundo la participación en la investigación de historia familiar:
“Debido a la importancia de esta obra, la Iglesia ha edificado templos más cerca de la gente, y la investigación de historia familiar se ha facilitado como nunca se había hecho antes. Los métodos para encontrar nombres y prepararlos para las ordenanzas del templo también están mejorando…
“los procedimientos se han simplificado, de manera que prácticamente todo miembro de la Iglesia puede participar en la obra del templo y de historia familiar”, (“Generaciones entrelazadas con amor”, Liahona, mayo de 2010, pág. 92).
Debemos utilizar sabiduría para determinar cuánto tiempo y esfuerzo invertir en la investigación de historia familiar [3.4]
Hay muchas tareas en la obra de la redención de los muertos. [3.4.1]
Hay varios aspectos de la obra de historia familiar que se deben llevar a cabo, que incluyen investigar y recopilar información y registros, escribir historias personales y efectuar la obra del templo. El élder Dallin H. Oaks nos alentó en nuestros empeños por hacer la obra de historia familiar, dándonos algunos principios generales para ayudarnos a adaptar nuestras actividades a las situaciones cambiantes de la vida. También nos instó a establecer un compromiso de por vida para promover la obra del Señor:
“Me gustaría sugerir algunos principios generales con el propósito de alentar a todos los Santos de los Últimos Días a que reciban sus propias ordenanzas y las pongan a disposición de sus antepasados. La conexión con las ordenanzas es vital…
El primer principio es que nuestros esfuerzos para fomentar la obra del templo y de la historia familiar deben ser para llevar a cabo la obra del Señor y no para hacer que Sus hijos se sientan culpables porque no la pueden hacer en algún momento determinado de su vida. Debemos tener en cuenta las distintas circunstancias de los miembros de la Iglesia tales como la edad, la salud, el lugar de residencia, las responsabilidades familiares, la situación económica, el acceso que tengan a las fuentes de investigación o a las bibliotecas, etc.…
El segundo principio es que debemos comprender que en la obra de redimir a los muertos hay muchas tareas que cumplir, y que todos los miembros deben participar en ella eligiendo, mediante la oración, las formas que se adapten a su situación particular. Esto se debe hacer bajo la influencia del Espíritu del Señor y con la guía de los líderes del sacerdocio que extienden llamamientos y dirigen las fases de esta obra que la Iglesia administra. Debemos tener cuidado de no forzar a nadie a hacerlo todo, sino alentar a todos a que hagan algo…
“Con respecto a la pregunta de cuánto y qué puede hacer cada miembro en forma individual, además del llamamiento que tenga en la Iglesia, debemos guiarnos por el principio que enseñó el rey Benjamín en su gran sermón. Después de decir al pueblo las cosas que debían hacer para ‘andar sin culpa ante Dios’, lo cual incluye ayudar a los pobres, concluyó, diciendo: ‘Y mirad que se hagan todas estas cosas; porque no se exige que un hombre corra más de lo que sus fuerzas le permiten’. (Mosíah 4:27). De la misma manera, mientras el profeta José Smith luchaba contra la adversidad para traducir el Libro de Mormón, el Señor le dijo: ‘No corras más aprisa, ni trabajes más de lo que tus fuerzas y los medios proporcionados te permitan traducir; mas sé diligente hasta el fin’. (D. y C. 10:4).
Con la guía de estas palabras inspiradas, los líderes deben exhortar a los miembros a que determinen, de acuerdo con los susurros del Espíritu, qué parte de la obra del templo y de la historia familiar pueden efectuar ‘con prudencia y orden’, de acuerdo con las ‘fuerzas y medios’ de que dispongan. De esta manera, si somos ‘diligentes hasta el fin’, la obra prosperará…
“Al organizar nuestros esfuerzos personales con respecto a la obra del templo y de la historia familiar, debemos tener en cuenta que no es solamente extensa en su dimensión sino que durará, por lo menos, toda la vida. El tiempo y los recursos que podamos emplear para ayudar a llevar a efecto la misión de la Iglesia, o sea lo que podamos y debamos hacer en un momento determinado de nuestra vida, cambiará a medida que varíen las circunstancias que nos rodean…
“Todos los miembros deben pensar [en]… la misión de la Iglesia [como] una asignación individual y un privilegio para toda la vida. De vez en cuando, según las circunstancias y los medios de cada uno, y con la guía del Espíritu del Señor y de los líderes del sacerdocio, todos deben hacer una evaluación del grado de participación que tienen en la misión de la Iglesia. (“Con prudencia y orden”, Liahona, diciembre de 1989, págs. 18, 20, 22–23).
El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, dio el siguiente consejo con respecto al servicio en la Iglesia, el cual también se aplica a la historia familiar:
“Con detenimiento debemos dividir nuestros recursos de tiempo, ingresos, energía e interés. Me gustaría compartir con ustedes un pequeño secreto. Algunos ya lo han descubierto; si no es así, es tiempo de que lo sepan. No importa cuáles sean las necesidades de su familia ni sus responsabilidades en la Iglesia, no existe tal cosa como ‘he terminado’. Siempre habrá más de lo que podamos hacer…
A mi entender, la clave reside en conocer y comprender nuestras propias capacidades y limitaciones, y entonces medir nuestro ritmo, distribuir el tiempo, la atención y los recursos con prudencia para ayudar a los demás, incluso a nuestra familia, en su búsqueda de la vida eterna. (“¡Oh, sed prudentes!”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 19).
La inspiración abre las puertas a la historia familiar. [3.4.2]
El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, relató la siguiente experiencia como un ejemplo de cómo la inspiración puede guiar la obra de historia familiar y abrir caminos en la vida de las personas para lograr su propósito:
“Si deseamos tener un testimonio de la obra familiar y del templo, debemos hacer algo con respecto a dicha obra. El siguiente es un ejemplo de lo que puede sucedernos, si lo hacemos.
En una ocasión asistí a una conferencia en la Estaca Hartford, Connecticut. Se había asignado a la presidencia de estaca con tres meses de antelación que hablara sobre la historia familiar. Uno de ellos había sido consejero de dicha presidencia, pero en la conferencia fue llamado como patriarca de la estaca. Él relató este interesante incidente.
“Este hermano no había logrado comenzar la obra de historia familiar, aunque estaba ‘convertido’ a ella. Simplemente, no sabía dónde empezar. Al recibir la asignación de preparar una especie de biografía basándose en sus propios registros, le fue imposible encontrar nada de su infancia y juventud, a excepción de su certificado de nacimiento. Era uno de once hijos nacidos a emigrantes italianos, y el único miembro de la familia que pertenecía a la Iglesia.
“Para cumplir con la asignación, intentó recopilar todo lo que pudiese encontrar sobre su vida. Al menos estaba haciendo el intento de dar comienzo, pero parecía que no había lugar a dónde ir. Podría componer la historia de su vida valiéndose de su propia memoria y de los pocos registros con los que contaba.
“Entonces sucedió algo interesante. Su madre, entrada ya en años y que residía en un asilo de ancianos, sintió un gran anhelo por regresar una vez más a su Italia natal. Llegó a obsesionarse tanto con ese deseo, que los médicos pensaron que no se ganaría nada con negarle su petición, así que la familia decidió concederle su último deseo. Por alguna razón, todos los familiares decidieron que este hermano —el único que era miembro de la Iglesia— debería acompañar a su madre a Italia.
“De repente, se encontró volviendo al hogar de sus antepasados. ¡Se estaba abriendo una puerta! Ya en Italia, visitó las parroquias donde sus padres fueron bautizados. Conoció a muchos parientes; se enteró que los registros de las parroquias se remontaban 500 años. Visitó la casa consistorial para indagar en los registros y halló a personas que estaban muy dispuestas a cooperar. El secretario municipal le dijo que el verano anterior habían estado allí un seminarista y una monja buscando registros de la familia de este hermano y que estaban recopilando datos genealógicos de su familia. Le dio los datos para localizar a esas personas y pudo seguir esa pista. Se enteró también que en Italia hay una ciudad que lleva el mismo apellido de la familia.
“Pero eso no es todo. Cuando vino a Salt Lake City para asistir a la conferencia general, regresó a su casa pasando por Colorado, donde viven muchos familiares suyos, y con muy poca persuasión se creó una organización familiar y se planeó una reunión familiar, la cual se celebró poco después.
“Y, como siempre sucede, algunos parientes—sus tías y tíos, sus hermanos y hermanas—empezaron a facilitarle fotos y datos sobre su vida que él desconocía. Y, como ocurre en estos casos, este hermano aprendió que ésta es una obra de inspiración”.
El presidente Packer luego dio la siguiente promesa y testimonio sobre la guía divina en los esfuerzos de su propia familia en cuanto a la historia familiar:
“El Señor le bendecirá a usted una vez que comience esta obra, algo que ha sido muy evidente para mi familia. Desde el momento en que decidimos que comenzaríamos desde donde pudiéramos y con lo que tuviéramos, nos han sucedido muchas cosas…
“La información empezó a aflorar una vez que empezamos a poner manos a la obra. De ningún modo somos expertos en investigación genealógica, pero sí estamos dedicados a nuestra familia. Testifico que si empezamos donde nos encontramos en este momento —cada uno con su información personal y con los registros de los que dispongamos— y empezamos a ponerlos en orden, las cosas encajarán en su lugar, tal como se debe” (“Su historia familiar: Cómo empezar”, Liahona, agosto de 2003, págs. 13–15).
Ustedes tienen la invitación y la promesa de un apóstol. [3.4.3]
Al participar en la gran obra de la redención de los muertos, ustedes tendrán una mejor comprensión del Espíritu de Elías y de las bendiciones prometidas a Abraham, Isaac y Jacob. El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó:
“Invito a las jóvenes de la Iglesia a aprender sobre el espíritu de Elías y a experimentarlo. Los aliento para que estudien, para que busquen a sus antepasados y se preparen para efectuar bautismos vicarios en la casa del Señor por sus propios familiares fallecidos (véase D. y C. 124:28–36). Y los exhorto a ayudar a otras personas a buscar sus datos de historia familiar.
“Si responden con fe a esta invitación, el corazón de ustedes se volverá a los padres. Las promesas que se hicieron a Abraham, Isaac y Jacob se arraigarán en su corazón. Sus bendiciones patriarcales, en las que se declara el linaje, los unirán a esos padres y cobrarán mayor significado para ustedes. El amor y la gratitud que sienten hacia sus antepasados aumentará. Su testimonio del Salvador y su conversión a Él serán profundos y perdurables. Y les prometo que serán protegidos contra la creciente influencia del adversario. A medida que participen en esta obra sagrada y lleguen a amarla, serán protegidos en su juventud y durante su vida”, (“El corazón de los hijos se volverá, Liahona, noviembre de 2011, págs. 26–27).