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Capítulo 9: El mundo de los espíritus y la redención de los muertos


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El mundo de los espíritus y la redención de los muertos

Introducción

Jesucristo abrió las puertas para la predicación del Evangelio en el mundo de los espíritus (véase 1 Pedro 3:18–20; D. y C. 138:16–19). Entretanto el Evangelio sea aceptado en el mundo de los espíritus, se deben realizar las ordenanzas de salvación aquí en la tierra por esas personas. Los profetas de los últimos días han puesto de manifiesto que muchos de los que están en el mundo de los espíritus están ansiosos de que las ordenanzas se realicen a su favor. Al estudiar el material de este capítulo y renovar sus deseos de ayudar en la obra de la salvación de los muertos, contemplen las bendiciones y el gozo que acompañan la labor de traer a otros a Cristo (véase D. y C. 18:15–16).

Comentario

Por la expiación de Jesucristo, todos los hijos de Dios pueden salvarse mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio [9.1]

La expiación de Jesucristo es la parte central del Plan de Salvación. [9.1.1]

El plan de nuestro Padre Celestial para la redención de Sus hijos es conocido por varios nombres en las Escrituras, tales como “el plan de salvación” (Moisés 6:62), “el gran plan de felicidad” (Alma 42:8), y “el plan de redención” (Alma 39:18). La Creación y la Caída son partes esenciales del plan de nuestro Padre Celestial, pero el punto central es la expiación de Jesucristo.

El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó: “El hecho central, la base fundamental, la doctrina principal y la mayor expresión del amor divino en el plan eterno de salvación, un verdadero ‘plan de felicidad’, tal como lo llamó Alma (Alma 42:8), es la expiación del Señor Jesucristo. Mucho le precede y mucho viene después, pero sin ese acto esencial, ese momento de triunfo, lo cual nos hace libres de la esclavitud espiritual del pecado y de las cadenas físicas de la tumba, siendo ambas muertes innegables, el plan de vida no tendría significado, y ciertamente no habría felicidad suprema en él o después de él” (Christ and the New Covenant: The Messianic Message of the Book of Mormon, 1997, pág. 197).

El mayor de todos

“Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio” (Artículos de Fe 1:3).

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, también enseñó sobre la importancia de la Expiación en el plan:

“Decimos, con justificado orgullo y completa veracidad, que tenemos el Evangelio sempiterno, el plan eterno de Dios para la salvación, el plan ideado por el gran Elohim para llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna de todos Sus hijos espirituales, los que se encuentran en este pequeño planeta y aquellos en todos los mundos infinitos que Sus manos han creado. (Moisés 1:29–39)…

“El Unigénito vino al rescate del hombre caído y a expiar los pecados del mundo, ‘a fin de que fueran salvos cuantos creyeran y se bautizaran en su santo nombre, y perseveraran con fe hasta el fin’ (D. y C. 20:25). El Plan de Salvación, diseñado por el Padre, se puso en marcha mediante la Expiación de Su Hijo” (The Promised Messiah: The First Coming of Christ, 1978, págs. 284, 287–88).

bautismo
confirmación

La salvación se otorga bajo los mismos términos y condiciones en todas las épocas. Hombres y mujeres deben tener fe en Jesucristo, arrepentirse de sus pecados, ser bautizados en Su nombre por alguien que posea la autoridad adecuada, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar fielmente hasta el fin.

“Estrecha es la puerta… que lleva a la vida”. [9.1.2]

El élder D. Todd Christofferson, del Quórum de los Doce Apóstoles, testificó que Jesús, como nuestro Redentor, tiene la autoridad de fijar las condiciones para la salvación y no hay excepciones a Sus condiciones:

“Jesús confirmó que ‘estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida’ (Mateo 7:14). Expresamente, dijo: ‘el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios’ (Juan 3:5). Eso significa que debemos “[arrepentirnos], y [bautizarnos] cada uno… en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y [recibir] el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38)…

“No se hacen excepciones; no se necesitan. Cuantos creyeren y se bautizaren —incluso por medio de un representante—, y perseveraren con fe hasta el fin serán salvos, ‘no sólo los que creyeron después que [Cristo] vino en la carne, en el meridiano de los tiempos, sino que… todos los que fueron desde el principio, sí, todos cuantos existieron antes que él viniese’ (D. y C. 20:26). Por esa razón, el Evangelio también se predica ‘a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios’ (1 Pedro 4:6)” (“La redención de los muertos y el testimonio de Jesús”, Liahona, enero de 2001, pág. 11).

Los requisitos de la salvación son los mismos para todos. [9.1.3]

Una de las consecuencias de que Dios ‘no hace acepción de personas’ (Hechos 10:34; véase también Romanos 2:11; D. y C. 1:35) es que los términos y condiciones de la salvación son los mismos para todos los hijos de Dios, independientemente de la época en que vivieron. El élder David B. Haight, del Quórum de los Doce Apóstoles, habló de la coherencia del Plan de Salvación y enumeró algunas de las condiciones bajo las cuales se administra:

“Creemos que Cristo vino al mundo para rescatar a la humanidad de la muerte temporal y espiritual que trajo al mundo la caída de Adán, y que su sangre inocente se vertió para que la humanidad resucite en inmortalidad, y para que aquellos que crean y obedezcan sus leyes se levanten para vivir eternamente.

“La salvación se ha administrado en los mismos términos y condiciones en todas las edades. Los hombres deben tener fe en Jesucristo, arrepentirse de sus pecados, bautizarse en su nombre, recibir el don del Espíritu Santo y permanecer fieles para lograr la vida eterna.

“El Señor Dios ha enviado a Sus santos profetas entre todos los hijos de los hombres en todas las edades para declarar estas cosas, así como lo hace hoy en día (véase Mosíah 3:13)” (“Nuestro Señor y Salvador” Liahona, julio de 1988, pág. 22).

Las ordenanzas del Evangelio son vitales para la salvación. [9.1.4]

Los requisitos para la salvación incluyen recibir las ordenanzas necesarias. El presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos animó a reunir los requisitos para recibir todas las ordenanzas que tenemos a nuestro alcance en este momento de nuestra vida y luego a tratar de ponerlas al alcance de nuestros familiares, tanto vivos como fallecidos:

“A fin de explicar algo del significado de las ordenanzas, comienzo por el tercer Artículo de Fe: ‘Creemos que por la Expiación de Cristo, todo el género humano puede salvarse, mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio’…

“Todo Santo de los Últimos Días debe hacerse estas preguntas: ¿Está mi vida en orden? ¿He recibido todas las ordenanzas del Evangelio que debo tener a esta altura de mi vida? ¿Son válidas?

“Si puedes responder afirmativamente a estas preguntas, y si las ordenanzas provienen de la autoridad y del poder sellador, permanecerán intactas eternamente. Si ese es el caso, hasta este momento tu vida está en el orden apropiado. Entonces, sería una buena idea que empezaras a pensar en tus familiares, los vivos y los muertos, teniendo en cuenta esas mismas preguntas” (“Ven al templo”, Liahona, octubre de 2007, pág. 16).

Entre la muerte y la resurrección del cuerpo físico, el espíritu vive en el mundo de los espíritus y tiene la oportunidad de seguir progresando hacia la perfección [9.2}

Nuestro espíritu continúa viviendo. [9.2.1]

La muerte es una parte importante del Plan de Salvación, un paso necesario para regresar a nuestro hogar junto al Padre Celestial. “Cuando el cuerpo físico muere, el espíritu continúa viviendo. En el mundo de los espíritus, los espíritus de los justos ‘serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena’ (Alma 40:12). Un lugar llamado prisión espiritual se reserva para ‘los que [han] muerto en sus pecados, sin el conocimiento de la verdad, o en transgresión por haber rechazado a los profetas’ (D. y C. 138:32)” (“Muerte física”, Leales a la Fe: Una Referencia del Evangelio, 2004, págs. 122–123).

Entierro

El mundo de los espíritus está cerca de este mundo. [9.2.2]

El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) citó las palabras de Brigham Young para enseñar acerca de la relación entre el mundo de los espíritus y este mundo:

“El mundo de los espíritus no se halla lejos de éste. Desde el punto de vista del Señor todo se halla comprendido en un extenso programa que se lleva a cabo a ambos lados del velo; a veces, y no tengo duda de esto, el velo que separa esta vida de la del más allá se vuelve muy delgado. ¡Esto sí sé! Nuestros seres queridos que han partido de este mundo no se encuentran muy lejos de nosotros.

“Un Presidente de la Iglesia hizo esta pregunta: ‘¿Dónde está el mundo de los espíritus?’ Y él mismo la respondió, diciendo: ‘Está aquí mismo… ¿Pasan los espíritus más allá de los límites de esta tierra, tal como está organizada? No, no lo hacen. Son conducidos a esta tierra con el propósito determinado de habitarla por toda la eternidad’. Y también dijo: ‘…Si el Señor lo permitiera, y Su voluntad fuera que sucediera así, podríamos ver a los espíritus que han salido de este mundo con tanta claridad como vemos los cuerpos con los ojos carnales’. (Brigham Young, en Journal of Discourses, tomo 3. págs. 369, 368)”. (“Porque yo vivo, vosotros también viviréis”, Liahona, abril de 1994, pág. 4).

El espíritu se asemeja al cuerpo. [9.2.3]

Cuando Jesucristo se apareció al hermano de Jared, se apareció en su cuerpo espiritual premortal. En ese momento, Él le dijo al hermano de Jared:

“¿Ves que eres creado a mi propia imagen? Sí, en el principio todos los hombres fueron creados a mi propia imagen.

He aquí, este cuerpo que ves ahora es el cuerpo de mi espíritu; y he creado al hombre a semejanza del cuerpo de mi espíritu; y así como me aparezco a ti en el espíritu, apareceré a mi pueblo en la carne” (Éter 3:15–16).

El élder Mark E. Petersen (1900–1984), del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que el cuerpo físico y el espíritu son similares en apariencia: “Cada uno de nosotros es un espíritu, y el espíritu se encuentra en un cuerpo de carne y hueso. El espíritu es la persona real. Nuestro espíritu se asemeja a nuestro cuerpo, o más bien, nuestro cuerpo se ‘adapta’ para acomodarse a nuestro espíritu. El espíritu lleva la imagen y semejanza de Dios, y el cuerpo, si es normal, es a imagen y semejanza del espíritu” (The Way of the Master, 1974, pág. 124; véase también 1 Nefi 11:11).

diagrama del Plan de Salvación

Nuestras actitudes e inclinaciones no cambian. [9.2.4]

Al enseñar sobre la importancia del arrepentimiento durante la vida terrenal, Amulek, un misionero del Libro de Mormón, enseñó: “el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida… tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno” (Alma 34:34). El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, amplió la explicación: “La vida, el trabajo y la actividad de todos continúan en el mundo de los espíritus. Los hombres tienen el mismo talento e inteligencia que tenían en esta vida. Poseen las mismas actitudes, inclinaciones y sentimientos allá que los que tenían en esta vida. Creen las mismas cosas, en lo que se refiere a las verdades eternas; de hecho, continúan por el mismo camino que estaban siguiendo en esta vida” (Mormon Doctrine, segunda edición, 1966, pág. 762).

El progreso hacia la exaltación lleva tiempo. [9.2.5]

Uno de los propósitos de nuestra existencia mortal es que podamos llegar a ser como nuestro Padre Celestial. Aunque entramos en el mundo de los espíritus con las mismas tendencias que mostramos en la mortalidad, en él tenemos oportunidades de crecer y progresar. El profeta José Smith (1805–1844) explicó la naturaleza progresiva de nuestro crecimiento después de la muerte: “Cuando suben una escalera, tienen que empezar desde abajo y ascender peldaño por peldaño hasta que llegan a la cima; y así es con los principios del Evangelio, deben empezar por el primero, y seguir adelante hasta aprender todos los principios de la exaltación. Pero no los aprenderán sino hasta mucho después que hayan pasado por el velo [morir]. No todo se va a entender en este mundo; la obra de aprender acerca de nuestra salvación y exaltación será grande aún más allá de la tumba” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, págs. 282–283).

Los desafíos y las pruebas continúan. [9.2.6]

Élder Neal A. Maxwell

El élder Neal A. Maxwell del Quórum de los Doce Apóstoles enseñó que nuestro tiempo de probación continúa después de la muerte:

“A veces en la Iglesia se habla en forma poco precisa… como si las personas que mueren van inmediatamente al reino celestial y directamente a la presencia plena de Dios. Tendemos a pasar por alto la realidad de que el mundo de los espíritus y el paraíso forman parte, propiamente, del segundo estado. La obra del Señor, en lo que se refiere al segundo estado, se completa antes del Juicio y la Resurrección…

“El velo del olvido del primer estado al parecer no será quitado repentinamente, de forma automática y total en el momento de nuestra muerte temporal. Este velo, una condición de todo nuestro segundo estado, está asociado y es parte de nuestro tiempo mortal de desafíos y pruebas y de superación por fe, y como consecuencia continuará, en ciertos aspectos clave, en el mundo de los espíritus…

“Por lo tanto, si no es en este lado del velo, será en el mundo espiritual por venir, que el Evangelio será predicado a todos, incluyendo a todos los transgresores, rebeldes y los que rechazan a los profetas, junto con todos esos miles de millones de personas que murieron sin el conocimiento del Evangelio (D. y C. 138)” (The Promise of Discipleship, 2001, págs. 119, 122).

Jesucristo inició la predicación del Evangelio a los Espíritus encarcelados [9.3]

El presidente Joseph F. Smith recibió una visión sobre la redención de los muertos. [9.3.1]

Presidente Joseph F. Smith

Cuando Jesucristo se apareció a María Magdalena después de Su Resurrección, Él dijo que “ aún no [había] subido a [Su] Padre” (Juan 20:17). Mientras que el cuerpo de Jesús estuvo en la tumba, Su espíritu visitó el mundo de los espíritus. Podemos aprender en cuanto a los detalles de la visita del Salvador al mundo de los espíritus en Doctrina y Convenios 138, una visión dada al presidente Joseph F. Smith (1838–1918).

El presidente Smith llegó a familiarizarse mucho con la muerte durante su vida. Su padre, Hyrum Smith, fue martirizado junto al profeta José Smith en la cárcel de Carthage cuando el pequeño Joseph F. tenía cinco años. Su madre, Mary Fielding Smith, murió cuando él tenía 13 años, y 10 de sus propios hijos murieron en la infancia. La muerte de sus hijos causó tristeza extrema al presidente Smith, así lo expresó su hijo Joseph Fielding Smith: “Cuando la muerte invadía su hogar, como tan frecuentemente ocurrió, él sufría y lloraba mucho; no lo hacía como aquellos que viven sin esperanza, sino por la pérdida de sus ‘preciosas joyas’ más valiosas para él que la vida misma” (“Allende el velo: dos revelaciones modernas”, Liahona, junio de 1986, pág. 33).

A principios de 1918 una epidemia de gripe afectó a todo el mundo, lo que resultaría en la muerte de muchos millones de personas. La Primera Guerra Mundial también estaba en proceso y cobraría 16 millones de vidas. Luego, el 23 de enero de 1918, el élder Hyrum Mack Smith, hijo amado del presidente Joseph F. Smith y miembro del Quórum de los Doce Apóstoles, murió de una ruptura del apéndice a la edad de 45 años. El presidente Smith, quien tenía 80 años al momento de la muerte de su hijo, sufrió profundamente la pérdida y se enfermó gravemente. Pasó gran parte del tiempo encerrado en su habitación. Él dijo lo siguiente acerca de este tiempo de prueba: “No he vivido solo durante estos cinco meses. Me he apoyado en el espíritu de oración, de súplica, de fe y determinación; y he tenido continuamente una comunicación con el Espíritu del Señor” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, pág. 388).

El 3 de octubre de 1918, durante su enfermedad, el presidente Smith estaba reflexionando sobre la Expiación y el amor de nuestro Padre Celestial y el Salvador (véase D. y C. 138:1–3). Mientras reflexionaba, vio una “visión de la redención de los muertos” (D. y C. 138:60), que agrega conocimiento y claridad respecto a la salvación para los muertos. El presidente Smith supo que después de la muerte del Salvador, Él se apareció a “los espíritus de los justos, que habían sido fieles en el testimonio de Jesús mientras vivieron en la carne” (véase D. y C. 138:12–18) y “organizó sus fuerzas y nombró mensajeros de entre los justos, investidos con poder y autoridad, y los comisionó para que fueran y llevaran la luz del evangelio a los que se hallaban en tinieblas” (D. y C. 138:30).

El presidente Smith murió seis semanas después de haber recibido esta revelación, que ahora conocemos como la sección 138 de Doctrina y Convenios.

La sepultura de Jesús

Mientras que el cuerpo de Jesucristo estaba en la tumba, Su espíritu entró en el mundo de los espíritus.

El Salvador abrió la puerta de la salvación para los muertos. [9.3.2]

El presidente Joseph F. Smith (1876–1972) explicó que antes de que el Salvador iniciara la predicación del Evangelio a las personas encarceladas en el mundo de los espíritus, no había ninguna obra redentora de la muerte:

“El Salvador abrió la puerta de la salvación de los muertos. Antes de ese momento los muertos indignos eran encerrados en la prisión y no se les visitaba. (Moisés 7:38–39; Isaías 24:22). Tenemos buenas razones para creer que los espíritus de los justos en el paraíso no se juntaban con los espíritus inicuos antes de la visita de nuestro Señor al mundo de los espíritus. Él declaró que había un gran abismo que no se podía cruzar, el cual separaba a los justos de los inicuos (véaseLucas 16:26), por lo tanto, no había sonido de la voz de los profetas y el Evangelio no fue declarado entre los inicuos hasta que Cristo fue a ese mundo antes de su resurrección. Él fue quien abrió las puertas de la cárcel.—Isaías 42:6–7; 61:1.

“El presidente Brigham Young declaró que ‘Jesús fue el primer hombre que fue a predicar a los espíritus encarcelados, llevándoles las llaves del Evangelio de salvación. A Él le fueron entregadas esas llaves en el mismo día y la misma hora en que fue al mundo de los espíritus, y con ellas les abrió las puertas de la salvación a los espíritus encarcelados’. (J. D. 4:285). Esto está en completo acuerdo con las Escrituras. El presidente Joseph F. Smith, en la visión que tuvo sobre el mundo de los espíritus, confirmó este punto de vista (véase D. y C. 138). En ese mundo Cristo enseñó a los espíritus de los justos y les encargó y los envió a llevar Su mensaje entre los muertos sin bautizar. De esta manera cumplió Su promesa hecha a Isaías que predicaría a los espíritus de los muertos y de abrirles las puertas de la cárcel para que fueran liberes” (The Way to Perfection, sexta edición, 1946, págs. 315–316).

Existe un orden y una estructura perfectos en el mundo de los espíritus. [9.3.3]

Doctrina y Convenios 138:30 enseña que mientras el Salvador estaba en el mundo de los espíritus, Él “organizó sus fuerzas” para que el mensaje del evangelio pudiese ser predicado “a todos los espíritus de los hombres”. Poco antes de su muerte, el presidente Jedediah M. Grant (1816–1856), de la Primera Presidencia compartió con el presidente Heber C. Kimball (1801–1868), también de la Primera Presidencia, una experiencia que ilustra el orden y la estructura establecida en el mundo de los espíritus.

En el funeral del presidente Grant, el presidente Kimball dijo: “[El hermano Grant] me dijo, [hermano] Heber, he estado en el mundo de los espíritus dos noches seguidas, y, de todos los temores que alguna vez se me presentaron, lo peor era tener que volver a mi cuerpo, a pesar de que tenía que hacerlo. Pero oh, dice él, ¡qué orden y qué gobierno existe allí! Cuando me encontraba en el mundo de los espíritus, vi el orden de hombres y mujeres justos; los vi organizados en sus varios grados, y no parecía haber ninguna obstrucción a mi visión, podía ver a cada hombre y mujer en su grado y orden. Miré para ver si había algún desorden allí, pero no lo había, tampoco pude ver ninguna muerte, ni oscuridad, ni desorden, ni confusión. Dijo que las personas que vio estaban organizadas en familias, y cuando las miró las vio de grado en grado, y todos estaban organizados y en perfecta armonía” (“Remarks at the Funeral of President Jedediah M. Grant”, por el presidente Heber C. Kimball; Tabernáculo, jueves, 4 de diciembre de 1856, Deseret News, 10 de diciembre de 1856, pág. 316).

“Ni un alma se perderá”. [9.3.4]

El presidente Joseph F. Smith señaló que en el plan perfecto de nuestro Padre Celestial, ni una sola alma será excluida ni se le negará la oportunidad de salvación:

“En su justicia, nuestro Padre Celestial dará a cada hombre el privilegio de oír el evangelio. Ni una sola alma será dejada a un lado u olvidada (véase D. y C. 1:1–3). Ya que esto es verdad, ¿qué acontecerá con los miles que han muerto y nunca oyeron de Cristo, que nunca tuvieron la oportunidad de arrepentirse y de tener su autoridad? Algunos de nuestros buenos vecinos cristianos os dirán que esos están perdidos para siempre, pues no hay esperanza más allá.

“¿Sería justo eso? ¿Sería equitativo? ¡No! El Señor dará a cada hombre la oportunidad de oír y de recibir la vida eterna, o un lugar en su reino. Somos muy afortunados porque hemos tenido ese privilegio aquí y hemos pasado de muerte a vida.

“El Señor ha dispuesto su plan de redención para que todos los que han muerto sin esta oportunidad en vida, la reciban en el mundo espiritual” (Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie, 3 tomos, 1954–1956, tomo 2, pág. 132).

Muchos en el mundo de los espíritus esperan ansiosamente las bendiciones de las ordenanzas del Evangelio [9.4]

“A ellos se les cuenta de igual forma”. [9.4.1]

Mientras que el Evangelio puede enseñarse y ser aceptado por los espíritus en el mundo de los espíritus, las ordenanzas de salvación deben ser realizadas por los que están aquí en la mortalidad a favor de aquellos que han muerto sin recibirlas. El presidente Joseph Fielding Smith explicó:

“El bautismo es una ordenanza que corresponde a esta vida, tal como también lo es la confirmación y la ordenación al sacerdocio; y el hombre que no reciba estas bendiciones aquí, no podrá recibirlas en el mundo de los espíritus. Allá se podrá arrepentir, creer y aceptar la verdad, pero no podrá ser bautizado, confirmado, ordenado ni investido, pues estas ordenanzas corresponden a este mundo. ¿Qué se puede hacer respecto a este asunto?

“Nosotros usaremos substitutos que actuarán vicariamente, lo que significa que alguien actúa en lugar de otro, representando a los difuntos en los templos y allí recibirán todas estas bendiciones para ellos. Cuando se hace esto, si los difuntos aceptan la labor realizada, se les adjudica el hecho tal como si ellos lo hubieran realizado por sí mismos” (Doctrina de Salvación, tomo 2, págs. 92–93).

Muchos espíritus esperan ansiosamente las ordenanzas del Evangelio. [9.4.2]

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó sobre la expectativa de muchas personas en el mundo de los espíritus que desean recibir las ordenanzas del Evangelio:

“El mundo de los espíritus está lleno de seres que están esperando que nosotros nos apuremos a hacer la obra…

“La mayoría de nosotros ha tenido que esperar por algo o a alguien durante un minuto, una hora, un día, una semana o incluso un año. ¿Os imagináis cómo han de sentirse nuestros antepasados, algunos de los cuales quizás hayan estado esperando décadas, e incluso siglos, a fin de que se efectúe por ellos la obra vicaria?” (“¿Y por qué peligramos?” Liahona, julio de 1977, págs. 3–4).

Templo de St. George, Utah

Templo de St. George, Utah

El presidente Wilford Woodruff (1807–1898) relató una experiencia que tuvo cuando recibió la visita de los espíritus de los fundadores de los Estados Unidos de América y otros de los primeros líderes, mientras se desempeñaba como el primer presidente del Templo de St. George, Utah, el primer templo terminado después de la emigración de los santos hacia al oeste:

“Dos semanas antes de retirarme del Templo de St. George, los espíritus de los muertos se congregaron a mi alrededor y me preguntaron por qué no los habíamos redimido. Dijeron: ‘Han tenido en funcionamiento la Casa de Investiduras por varios años y nunca han hecho nada por nosotros. Hemos fundado el gobierno que ahora ustedes disfrutan y nunca nos apartamos de sus principios, sino que nos mantuvimos leales y también fieles a Dios’.

“Ellos eran los que habían firmado la Declaración de la Independencia [de los Estados Unidos], y me visitaron por dos días y dos noches…

“Por tanto, me dirigí inmediatamente a la pila bautismal y le pedí al hermano McCallister que me bautizara por quienes habían firmado la Declaración de la Independencia [de los Estados Unidos] y por otros cincuenta hombres ilustres; en total fueron cien, entre ellos John Wesley, (Cristóbal) Colón y otros más” (Presidentes de la Iglesia, Manual del alumno, pág. 70).

Muy pocos no aceptarán el Evangelio. [9.4.3]

Algunos pueden preguntarse si muchos en el mundo de los espíritus aceptarán el mensaje del Evangelio cuando se les presenta. El presidente Wilford Woodruff compartió las siguientes afirmaciones:

“Les digo que cuando los profetas y apóstoles vayan a predicar a los que están encarcelados, y que no han recibido el Evangelio, miles de ellos aceptarán el Evangelio…

“Habrá muy pocos, si es que los hay, que no aceptarán el Evangelio. Jesús, mientras su cuerpo yacía en la tumba, fue y predicó a los espíritus encarcelados, que fueron destruidos en los días de Noé. Después de tanto tiempo encarcelados, en el tormento, sin duda ellos aceptaron el Evangelio con mucho gusto, y si es así serán salvos en el reino de Dios. Los padres de estas personas aceptarán el Evangelio” (The Discourses of Wilford Woodruff, págs. 152, 158).

Durante la conferencia general de octubre de 1893, el presidente Lorenzo Snow (1814–1901) compartió sentimientos similares:

La gran mayoría de las personas que se encuentran en el mundo de los espíritus por quienes se ha hecho la obra recibirán la verdad. Las condiciones para que los espíritus de los muertos reciban el testimonio de Jesús en el mundo de los espíritus son mil veces más favorables que las que se presentan en esta vida” (Millennial Star, 6 de octubre de 1893, pág. 718).

“En nuestros templos se está realizando una obra maravillosa a favor de los espíritus encarcelados. Creo, firmemente, que cuando el Evangelio se predique a los espíritus encarcelados, el éxito que acompañe a esa predicación será mucho mayor que la que acompaña a la predicación de nuestros élderes en esta vida. Pienso que serán realmente pocos los espíritus que no recibirán alegremente el Evangelio cuando se les lleve. Las circunstancias allí serán mil veces más favorables” (Millennial Star, 22 de enero de 1894, pág. 50).

Los espíritus conocen y aceptan nuestra obra del templo. [9.4.4]

Una experiencia del élder Melvin J. Ballard (1873–1939), del Quórum de los Doce Apóstoles, nos ayuda a entender que quienes están en el mundo de los espíritus son conscientes de la obra que hacemos por ellos en los templos:

“El élder Ballard se sentó en nuestra pila bautismal [en el Templo de Logan, Utah], un sábado, mientras que se realizaron cerca de mil bautismos por los muertos. Mientras se hallaba allí sentado, contemplaba cuán maravillosas eran las ceremonias del templo y la forma en que proveíamos bendiciones especiales tanto para los vivos como para los muertos. Sus pensamientos se volvieron hacia el mundo de los espíritus, y se preguntó si las personas allá aceptarían la obra que estábamos haciendo por ellos.

“El hermano Ballard dijo: ‘De repente, se me manifestó una visión, y vi una gran congregación de personas reunidas en el extremo este de la sala bautismal. Una por una, a medida que se realizaba el bautismo por cada nombre, una de estas personas subía la escalera por encima de la pila hacia el extremo oeste de la habitación. No faltaba ni una sola alma, sino que había una persona por cada uno de los miles de nombres realizados ese día’.

“El hermano Ballard dijo que nunca había visto gente tan feliz en toda su vida, y toda la multitud se regocijaba por los que se [estaba] haciendo por ellos” (Nolan Porter Olsen, Logan Temple: The First 100 Years, 1978, pág. 170).

Preguntas para reflexionar

  • ¿En qué forma son la obra de historia familiar y las ordenanzas del templo por los muertos ejemplos del amor que nuestro Padre Celestial tiene para todos Sus hijos?

  • El presidente Wilford Woodruff y el presidente Lorenzo Snow explicaron que la predicación del Evangelio sería más fácil en el mundo de los espíritus que en esta vida mortal. ¿Por qué creen que es así?

  • ¿Por qué creen que nuestro Padre Celestial requiere las mismas ordenanzas por los muertos y para los vivos? ¿Qué nos enseña esto sobre Él y sobre el Plan de Salvación?

Asignaciones sugeridas

  • Estudien y mediten detenidamente Doctrina y Convenios 138. Escriban uno o dos párrafos explicando cómo esta revelación les motiva o inspira a hacer la historia familiar y la obra del templo.

  • Preparen una lección para la noche de hogar sobre la doctrina particular de la Iglesia en cuanto a la redención de los muertos. Utilicen pasajes de las Escrituras y citas que han estudiado en este capítulo como parte de la lección.

Recursos adicionales

  • Principios del Evangelio, 2009, capítulo 41, págs. 240–244.

  • D. Todd Christofferson, “¿Por qué efectuamos bautismos por los muertos?” Liahona, marzo de 2009, págs. 32–35).