La función de los mentores en el plan de Dios
Los buenos mentores son importantes para nuestro progreso espiritual y temporal. Nos ayudan a vernos como nos ve Dios y a hacer y observar compromisos para llegar a ser la persona que Él quiere que lleguemos a ser. Los mentores pueden ampliar nuestra visión, ayudarnos a superar los pensamientos y las conductas que no sean edificantes, e inspirarnos para que lleguemos a ser mejores de lo que podríamos llegar a ser por nuestra cuenta.
Las Escrituras contienen varios ejemplos de grandes mentores. Elí fue mentor de Samuel (véase 1 Samuel 3 ). Alma fue mentor de Amulek (véase Alma 8–16 ). Mormón fue mentor de Moroni (véase Moroni 9 ), y Noemí lo fue de Rut (véase Rut 1–4 ). Podemos encontrar muchos otros ejemplos de personas que llegaron a ser más importantes con un mentor de lo que habrían llegado a ser por su cuenta.
Jesucristo es el mejor mentor. A pesar de las deficiencias de Pedro, Jesús fue su mentor paciente y lo ayudó a llegar a ser el líder que Él confiaba que fuera para liderar Su Iglesia (véase Mateo 16:18–19 ). Cristo fue mentor de Pedro al amarlo y ver su potencial, al hacerle preguntas que lo desafiaban a ver y pensar de manera diferente (véase Mateo 17:14–21 ), y al invitarlo a hacer y cumplir compromisos que lo fortalecerían y le darían forma (véase Juan 21:15–17 ).
¿Cómo podría ayudarle un mentor a sortear las dificultades y crecer espiritualmente?
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“Tus amigos te sostienen”. (¿No tiene el video? Lea el guion a continuación).
2:3
Élder Ronald A. Rasband : “Algunos amigos son mentores sabios y confiables; son amistades especiales, tienen más experiencia y conocen el camino… Personas con más experiencia y confiables sirven eficazmente de guía a otras con menos experiencia, ayudándoles a moldear su entendimiento y enseñándoles principios que les ayudarán a ser más eficientes, fuertes, sabias y valiosas como siervos de Dios…
“Permítanme darles un ejemplo de mi propia vida… Conocí a Jon Huntsman en 1975, cuando yo tenía 24 años y era presidente del cuórum de élderes de un barrio de estudiantes casados de la Universidad de Utah y él era mi asesor del sumo consejo. Nos hicimos amigos y durante mi último año de universidad me contrató como representante de ventas de su empresa de plásticos.
“Una de mis primeras asignaciones fue la cuenta de Avon, un gigante de los cosméticos con sede en Nueva York. Para ayudarme con ese importante cliente, el hermano Huntsman me acompañó personalmente a Nueva York para presentarme. Con la emoción del nuevo trabajo y ansioso por causar una buena impresión, me puse mi mejor traje estudiantil marrón, una corbata y unos mocasines del mismo color. Al reunirnos en el aeropuerto, noté que el Sr. Huntsman me observaba de forma peculiar, ¡pero no me comentó nada!
“Cuando llegamos a Nueva York me dijo que teníamos que pasar por un lugar antes de ir a las oficinas de Avon, y nos dirigimos directamente a la famosa tienda de ropa para caballeros Brooks Brothers, en la exclusiva avenida Madison. En el camino, recuerdo que él dijo: ‘Mira Ron, si vas a trabajar de vendedor en mi empresa y si me vas a representar con Avon, vas a tener que aprender a vestirte, a comportarte y a saber cómo actuar en tus nuevas funciones’. Y luego agregó: ‘¡En un ambiente empresarial como el de Nueva York, uno no se pone traje marrón!’. ¡Nada menos que representar a Jon Huntsman!
“Jon conocía a los empleados de Brooks Brothers y observaba mientras me probaba un hermoso traje gris a rayas, el mejor traje que jamás había visto y sin duda el mejor que he tenido. Después que se lo llevaron para ajustarlo, escogimos una camisa, unas corbatas, un cinturón y todos los demás complementos. Enseguida fuimos al departamento de zapatos donde Jon me compró mi primer par de zapatos negros de vestir de marca…
“Recuerdo la gratitud que sentí hacia Jon por salvarme de la vergüenza innecesaria de presentarme con mi ropa universitaria… Después nos dirigimos a Avon, donde me presentó como el nuevo representante financiero de su empresa. Jon me estaba enseñando mucho más que la importancia de la apariencia; me estaba dando a conocer una nueva forma de pensar, de hacer las cosas y de presentarme ante los demás. Estaba siendo mi mentor. Aquella fue la primera de muchas lecciones valiosas que aprendí de él” (véase “Tus amigos te sostienen”, devocional del Sistema Educativo de la Iglesia, 7 de marzo de 2010; si.lds.org).
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Invite a alguien a ser su mentor. La siguiente es una manera de cómo podría establecer una relación con un mentor.
Dedique ahora cinco minutos a anotar en su diario de estudio el nombre de algunas personas que podrían ser su mentor. Piense en personas que entienden el mundo en el que usted trata de manejarse y que ejemplifiquen rasgos y características que usted valore.
Cuando esté en casa, ore acerca de las personas de la lista y pida a su Padre Celestial que le ayude a seleccionar a alguien que podría ser un mentor positivo para su vida. Deje que el Espíritu lo guíe.
Después de elegir a alguien que considere que puede ayudarle, pídale que sea su mentor. Comparta sus metas con esa persona y pídale ayuda y guía para lograrlas.
Si la persona accede a ayudarlo, analicen las expectativas de ambos. Por ejemplo, podrían comentar cuán a menudo se comunicarían para analizar las metas.
¿Cómo encontró buenos mentores en el pasado? ¿Qué funcionó para establecer una relación exitosa con su mentor?
Tal vez su estaca cuente con grupos de autosuficiencia que se centran en la educación, el empleo, las pequeñas empresas o las finanzas personales. Participar en uno de ellos podría ayudarle a encontrar mentores. Para más información acerca de estos grupos, comuníquese con el especialista de estaca en autosuficiencia.
Piense en los misioneros y miembros que tuvieron un efecto positivo en usted durante la misión. Anote en su diario de estudio cómo le ayudó lo que vio en ellos.
Seleccione a alguien e invítelo a ser su mentor.
Ore para saber de quién podría ser mentor usted.
Comparta lo que haya aprendido hoy con otro misionero retornado, otro joven adulto soltero o un familiar.
Seleccione un compañero de acción para esta semana y dediquen un par de minutos a compartir el uno con el otro los compromisos en los que han sentido que deben trabajar. Decidan cómo van a realizar el seguimiento el uno con el otro durante la semana.
Ofrezcan la última oración.