Las cartas en cuanto al bautismo por los muertos
Cuando el Señor restauró por medio de José Smith la doctrina de la redención de los muertos mediante la realización de bautismos por los muertos, él respondió interrogantes que se tenían desde antaño y satisfizo profundos anhelos. Durante siglos, los cristianos se habían preguntado qué les pasaría después de esta vida a los incontables millones de personas que vivieron sin tener conocimiento del evangelio de Jesucristo. José Smith mismo se sentía angustiado sobre el destino de su amado hermano Alvin, un cristiano sincero pero no bautizado.
En enero de 1836, José Smith tuvo una visión del reino celestial en la que aprendió que a aquellas personas que, como su hermano Alvin, no habían recibido la plenitud del Evangelio en esta vida, pero que lo habrían hecho si se les hubiera dado la oportunidad, no se les negarían las más altas recompensas en la vida venidera. Con esa visión, el Señor empezó a revelarle poco a poco a José Smith y a sus sucesores las doctrinas y prácticas relacionadas con el bautismo por los muertos en un proceso que requeriría varios años.
La visión de José reiteró la misericordia de Dios, pero no quedó totalmente claro si el requisito de bautizarse, según aparece en las Escrituras, no se le exigiría a Alvin y a los demás como él, o si se cumpliría de alguna otra manera. Algunos Santos de los Últimos Días reconocieron esta brecha en su conocimiento. Joseph Fielding, por ejemplo, “pensó mucho sobre el tema de la redención de los que murieron bajo el convenio quebrantado” y especularon que “tal vez los que reciban el sacerdocio en estos últimos días los bautizarían a la venida del Salvador”1.
Pero en el funeral de Seymour Brunson, el 15 de agosto de 1840, José Smith enseñó el principio de que los hombres y mujeres podrían actuar en la Tierra por sus parientes fallecidos y cumplir con el requisito del bautismo a favor de ellos. Los santos aceptaron con gozo esa oportunidad y comenzaron casi de inmediato a bautizarse por sus seres queridos fallecidos en los ríos y arroyos cerca de Nauvoo.
Más adelante, en enero de 1841, José Smith recibió una importante revelación que requería no sólo la construcción de un templo en Nauvoo, sino que vinculaba para siempre la ordenanza del bautismo por los muertos con los templos: “Porque no hay una pila bautismal sobre la tierra en la que mis santos puedan ser bautizados por los que han muerto, porque esta ordenanza pertenece a mi casa” ( D. y C. 124:29–30). Los santos de Nauvoo rápidamente emprendieron la construcción del templo y, para noviembre de 1841, el sótano estaba cerrado y se había esculpido en madera una pila bautismal adecuada.
Epístolas en cuanto al bautismo por los muertos
Más instrucciones y aclaraciones sobre esta nueva práctica estaban por venir. En agosto de 1842, José Smith fue acusado de ser cómplice del intento de asesinato de Lilburn W. Boggs, ex gobernador de Misuri. Para evitar ser detenido, permaneció escondido durante unos tres meses en casas de amigos de confianza. Wilford Woodruff escribió en su diario que, aunque “a José se le ha negado el privilegio de presentarse abiertamente al público”, aún así, “el Señor está con él como lo estuvo con Juan en la isla de Patmos”, insinuando que José había experimentado manifestaciones espirituales durante su ausencia de la vida pública2.
El 31 de agosto, José se presentó brevemente para hablar ante una pequeña congregación de la Sociedad de Socorro Femenina y comunicó por primera vez en público lo que había aprendido en las semanas anteriores: “Todas las personas que se bauticen por los muertos deben tener un registrador presente, que pueda ser testigo ocular de ello. Será necesario en el Gran Concilio, que se testifique de estas cosas”3.
Al día siguiente comenzó a escribir una carta a la Iglesia, la cual posteriormente llegaría a ser Doctrina y Convenios 127. En esa epístola, José explicó su ausencia debido a los cargos contra él y tranquilizó a los santos diciéndoles que cuando “se apacigüe completamente la tormenta, entonces regresaré de nuevo a ustedes”. Dijo que el Señor le había revelado la necesidad de un registrador para los bautismos por los muertos y explicó la razón: “…a fin de que todo lo que registréis, sea registrado en los cielos… Además, guárdense en orden todos los registros, para que se depositen en los archivos de mi santo templo, a fin de que se guarden en memoria de generación en generación, dice el Señor de los Ejércitos” (D. y C. 127:7, 9).
Concluyó su epístola expresando su deseo de hablar “desde el púlpito sobre el tema”, pero tendría que conformarse con “enviarla por correo”. Por consiguiente, hizo que Erastus Derby entregara la epístola a William Clayton ese domingo 4 de septiembre, “para leerse ante los Santos cuando estén reunidos en la Arboleda”. El diario de José informa con satisfacción: “Cuando se leyó esta epístola a los hermanos del sacerdocio se regocijaron sus corazones y evidentemente tuvo el efecto de estimularlos e inspirarlos con valor y fidelidad”4.
El 7 de septiembre, José Smith dictó una segunda epístola en cuanto al mismo tema, “la cual mandó que se leyera el siguiente día de reposo”, día 11 de septiembre. Esa segunda epístola se encuentra actualmente en Doctrina y Convenios 128. En ella, el Profeta dio una propuesta de mantenimiento de registros más detallada, pidiendo que hubiese testigos, un registrador en cada uno de los diez de barrios de Nauvoo, y un registrador general que recopilara todos los registros de los barrios en un “libro general de la iglesia” (D. y C. 128:4)5.
Posteriormente, José ofreció una justificación extensa basada en las Escrituras respecto a la práctica de los bautismos por los muertos y la necesidad de un registrador. Enseñó que las ordenanzas por los muertos crearon lazos necesarios y eternos entre las generaciones: “…la tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase, tocante a algún asunto u otro; y he aquí, ¿cuál es ese asunto? Es el bautismo por los muertos. Pues sin ellos nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros” (D. y C. 128:18).
Concluyó con este conmovedor y bien conocido llamado a la acción: “Hermanos, ¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría! ¡Prorrumpa la tierra de luz en canto! ¡Alcen los muertos himnos de alabanza eterna al Rey Emanuel que, antes de existir el mundo, decretó lo que nos habilitaría para redimirlos de su prisión; porque los presos quedarán libres!… presentemos en su santo templo, cuando quede terminado, un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación” (D. y C. 128:22, 24).
Esas dos epístolas de José Smith se incluyeron en los libros canónicos en 1844 y han formado parte de Doctrina y Convenios desde entonces. Los santos siguieron minuciosamente las instrucciones que se dan en esas epístolas, y se llamaron registradores en cada barrio. Los registradores utilizaban un certificado o un formulario común para registrar bautismos: “Certifico que el día de la fecha del presente, vi y oí que los siguientes bautismos se llevaron a cabo en la pila de la Casa del Señor de la ciudad de Nauvoo, Illinois; para tal fin, [espacio en blanco], [espacio en blanco] y [en blanco] estaban presentes como testigos de dichos bautismos, y también que yo he ejecutado dicho registro y es verídico”6.
‘Línea por línea’
Después de la muerte de José Smith en junio de 1844, Brigham Young asumió el liderazgo de la Iglesia como Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles. Durante el invierno de 1844–1845, introdujo un refinamiento adicional a la práctica de los bautismos por los muertos y explicó este asunto en la conferencia de abril de 1845.
En su prisa por administrar esta ordenanza para sus seres queridos, los santos habían efectuado los bautismos sin importar su sexo: los hombres se bautizaban por las mujeres y las mujeres por los hombres. De ahora en adelante, enseñó Young, los santos “nunca verán que un hombre se bautice por una mujer, ni una mujer por un hombre”. ¿Por qué, entonces, se había permitido que continuara esa práctica? “Cuando un ser infinito da una ley a sus criaturas finitas, tiene que descender a la capacidad de aquellos que reciban su ley. Cuando primeramente se dio la doctrina del bautismo por los muertos, esta iglesia estaba en su infancia… El Señor ha guiado a este pueblo todo el tiempo de esta manera, dándoles un poco aquí y un poco allí, y de ese modo aumenta su sabiduría y el que recibe un poquito y lo agradece, recibirá más”.
Refiriéndose a las epístolas de José Smith, Young explicó: “Cuando primeramente se reveló, no se dio a conocer todo el orden de ello; después se dio a conocer que eran necesarios registros, secretarios y uno o dos testigos, de lo contrario no tendría ningún valor para los santos”. Concluyó diciendo: “Durante su vida, José Smith no recibió todo lo relacionado con la doctrina de la redención, pero él ha dejado la llave con aquellos que entendían cómo podían obtener y enseñar a este gran pueblo todo lo que es necesario para su salvación y exaltación en el reino celestial de nuestro Dios”7.