“Vela especialmente por tu familia”
Mary Ann Angell conoció a Brigham Young en Kirtland en 1833. Bautizada en 1832, Mary Ann fue una de las primeras conversas debido a su testimonio del Libro de Mormón. Ella testificó que “el Espíritu le dio testimonio… de la verdad de su origen, con tanta fuerza que nunca pudo tener dudas acerca de él después de eso”1. Pronto partió hacia Kirtland, adonde llegó en la primavera de 18332.
Un año antes, Brigham Young había perdido a su primera esposa, Miriam Works, por causa de la tuberculosis, de modo que Vilate Kimball, esposa de su buen amigo Heber C. Kimball, había acogido a las dos hijitas de Brigham huérfanas de madre mientras Brigham y Heber salieron a proclamar su nueva fe. En 1833, Brigham había regresado a Kirtland para quedarse.
En unos meses, Brigham y Mary Ann llegaron a conocerse. Ella se “[sintió] atraída hacia él” cuando le escuchó predicar; él se sintió impresionado cuando la escuchó compartir su testimonio3. Contrajeron matrimonio a principios de 1834. Más tarde Brigham escribió que Mary Ann “se hizo cargo de mis hijos, cuidó de mi casa y trabajó fielmente en bien de mi familia y del reino”4.
“Ve y deja a tu familia”
El Evangelio restaurado había transformado a Brigham, que no podía contener su deseo por compartirlo. “Quería predicar con voz de trueno el Evangelio a las naciones”, recordó más tarde. “Era como un fuego en mis huesos que no podía contener”5. Brigham fue diligentemente, aunque ello requirió viajar en condiciones penosas, afrontando a menudo pobreza, enfermedad y un duro clima. Más tarde declaró: “Desde el primer día en que fui llamado a predicar el Evangelio hasta el día de hoy, en que el Señor dijo: ‘Ve y deja a tu familia’, nunca se me ha ocurrido poner la más mínima objeción”6.
Mary Ann tampoco puso ninguna objeción, aun cuando las misiones y el servicio a la Iglesia apartaron a Brigham de su hogar aproximadamente la mitad del tiempo durante sus primeros cinco años juntos. Poco después de contraer matrimonio, él se fue cuatro meses con el Campo de Sion, regresando a tiempo para el nacimiento de su primer hijo, en el mes de octubre. A comienzos de 1835 pasó cinco meses en una misión como Apóstol recién llamado. En 1836 estuvo en casa durante los primeros meses del año, pero el tiempo se le fue supervisando la pintura y la instalación de las ventanas de la Casa del Señor en Kirtland. Poco después de la dedicación del templo, partió a otra misión que se extendió desde el mes de abril hasta septiembre. En 1837 fue a dos misiones: una en la primavera y otra en el verano. Estas separaciones supusieron un duro trabajo para Mary Ann, probablemente fuera, en los campos, así como en la casa, además de ocuparse de su creciente familia: las hijas de Brigham, Elizabeth y Vilate, de su primer matrimonio; un hijo, Joseph, nacido en 1834; y los mellizos Mary Ann y Brigham, hijo, nacidos en 1836.
Las cartas de Brigham a su familia expresaban su amor y demostraban estar al tanto de sus dificultades. “Siempre te recuerdo en mis oraciones, Mary”, escribió desde Massachusetts en marzo de 1837. “Puedo visualizar a mi familia y deseo estar con ellos tan pronto como el deber lo permita”7. En el mes de julio expresó su esperanza de que, cuando regresara en otoño, finalmente podría “pagar [su] casa” y hacer algunas mejoras en ella, “de modo que pueda sentirme complacido en cuanto a mi familia cuando los deje”. Le pidió a Mary Ann: “Consigue algunos maderos, vigas o piedras y, si tienes la oportunidad, compra cualquier cosa que sirva para construir”8.
Sin embargo, cuando Brigham regresó ese otoño, encontró una gran agitación en Kirtland dividida entre la disensión y el conflicto. Su lealtad a José Smith le convirtió en blanco de los oponentes de la Iglesia, y en el mes de diciembre huyó para salvar su vida, viéndose forzado a dejar atrás a su familia. A Mary Ann y los niños les aterrorizaba la turba apóstata, que con frecuencia iba a registrar la propiedad y la bombardeaban con “amenazas y un lenguaje soez” que la asustó hasta el punto de quebrantar su salud. Cuando Mary Ann se reunió por fin con Brigham en Far West, Misuri, en la primavera de 1838, a él le impresionó su estado. “Te ves como si estuvieras a punto de ir al sepulcro”, le dijo9.
Dos revelaciones
Poco después de la llegada de la familia Young, José Smith recibió una revelación no publicada en la que se le decía a Brigham que no debía volver a dejar a su familia “hasta que sean ampliamente proveídos”10. Pero una revelación al Cuórum de los Doce en julio de 1838 —actualmente Doctrina y Convenios 118— indicó cuán breve sería ese respiro. En nueve meses, los Doce habían de partir a una misión en Gran Bretaña, para lo cual saldrían de Far West el 26 de abril de 183911.
Esos nueve meses fueron de todo menos relajados. Los santos en Misuri fueron expulsados de sus hogares, y una vez más Brigham Young estuvo en peligro como uno de los líderes más buscados de la Iglesia. Los miembros de la familia Young huyeron juntos, pero viajaban distancias cortas y entonces esperaban mientras Brigham volvía para socorrer a otros santos desposeídos. Mary Ann recordaba que, para cuando llegaron a salvo al otro lado del río Misisipi, en Illinois, había vivido en once lugares diferentes en el lapso de tres meses12. Además estaba embarazada.
Una misión allende las aguas
Cuando los santos comenzaron a congregarse de nuevo en la región de Commerce, cuyo nombre pronto cambiarían por Nauvoo, Illinois, la familia Young encontró habitación al otro lado del río Misisipi, en Montrose, Iowa, donde muchos santos se habían refugiado en barracas militares abandonadas. A pesar de su forzoso traslado y de la presión que suponía edificar una nueva comunidad, los Doce siguieron decididos a cumplir con la misión que se les había encomendado en Gran Bretaña.
El 2 de julio de 1839, los Doce se reunieron con la Primera Presidencia en el hogar de Brigham Young. Los miembros de la presidencia “pusieron sus manos” sobre la cabeza de varios de los presentes, entre ellos Mary Ann Young, “para bendecirlos a ellos y a sus familias antes de partir a otras naciones”. Se les prometió a los hermanos que regresarían “al seno de [sus familias]” y que convertirían “a muchas almas como sello de su ministerio”13.
Dos meses después, el 14 de septiembre de 1839, Brigham Young se despidió de nuevo de Mary Ann y partió hacia su misión en Inglaterra. Sería difícil imaginar circunstancias más desfavorables para esta partida. “Nos hallábamos en la más profunda pobreza, ya que habíamos sido expulsados de Misuri, donde lo habíamos dejado todo”, recordó él14. Su vestuario “no le daba una apariencia muy adecuada para el ministerio”, ya que se había hecho el sombrero “con un viejo pantalón bombacho” y una pequeña “manta acolchada” le servía de abrigo15.
Como muchos de los santos de la época, tenía malaria y la fiebre le causaba espasmos. Su salud era tan mala que, tal como recordó: “era incapaz de caminar cien metros sin un apoyo. Me ayudaron a llegar a la orilla del río Misisipi y me cruzaron en brazos”. No obstante, “… estaba dispuesto a irme a Inglaterra o morir en el intento”16.
Brigham no era el único que sufría. Mary Ann había dado a luz solo diez días antes. En ese momento, la familia constaba de siete hijos, y todos estaban “enfermos y eran incapaces de cuidarse unos a otros”. Aun así, Mary Ann atravesó el río desde Iowa a Illinois para poder despedirse de su esposo17. Mientras Brigham y el también enfermo Heber C. Kimball se alejaban del hogar de Heber en Nauvoo, Brigham y su amigo se pusieron débilmente en pie en el carromato donde iban subidos para gritar “¡Hurra por Israel!”, en un intento por animar a aquellos a quienes dejaban atrás18.
Proveer de lo necesario en el hogar
Dos meses después de la partida de Brigham, la familia se quedó sin comida. Todavía bajo los efectos de la malaria, Mary Ann se vio obligada a ponerse manos a la obra a fin de aliviar el hambre de la familia. Un “frío y tormentoso día de noviembre”, se cubrió a sí misma y a su bebé, Alice, con unas cobijas raídas y partió en un pequeño bote de remos a través del río Misisipi. Durante el viaje, las olas agitadas por el viento empaparon a ella y a su bebé. Cuando llegó a Nauvoo fue a casa de una amiga, quien más tarde relató: “La hermana Young entró a casa… con su bebé Alice en brazos, al borde de la extenuación por causa del frío y el hambre, y totalmente empapada”. Mary Ann rehusó el ofrecimiento de su amiga de quedarse. “Los niños en casa también están hambrientos”, insistió. Tomando “algunas patatas y un poco de harina”, Mary Ann “emprendió el camino a la orilla del río” para volver remando a su hogar. Cruzó muchas veces el río “a fin de obtener las necesidades más básicas de la vida”, en ocasiones “en medio de tormentas que habrían atemorizado a mujeres que no tuvieran un valor extraordinario”19.
En torno a esa época, Mary Ann se vio obligada a abandonar su cuarto en las viejas barracas militares; se estableció en un establo para caballos en Montrose20 y pasó el invierno sobreviviendo a duras penas gracias a lo que ganaba “cosiendo y lavando” para otras personas21. La primavera siguiente se le dio una parcela en Nauvoo, en la que plantó un jardín. A lo largo de aquel verano, Mary Ann cruzaba el río Misisipi a remo para cuidar su jardín, y luego volvía a remar “de regreso en la noche, cuando su jornada de trabajo había acabado”22.
Además de trabajar en el jardín, Mary Ann comenzó a construir una cabaña de troncos en la parcela. En septiembre de 1840, un año después de que Brigham se marchara a la misión, ella trasladó a su familia a su nuevo hogar en Nauvoo. Vilate Kimball señaló que la casa “a duras penas podía llamarse refugio”, pero al menos evitó sus constantes viajes a través del río23. Más tarde su sobrino recordó que simplemente era “el esqueleto de una casa”, con mantas que colgaban en las puertas y las ventanas para protegerlos del clima24.
Aunque Mary Ann tenía razones para quejarse, no le hablaba a Brigham de sus desafíos. Cuando se enteró por medio de otras personas de algunas pruebas que ella estaba pasando, le escribió en noviembre de 1840: “Puedes estar segura de que mi corazón se llena de ternura hacia ti, al darme cuenta de tu paciencia y tu disposición a padecer en pobreza y hacer todo lo que puedas por mis hijos, y para que yo vaya y haga aquello que el Señor requiere de mí”25.
En abril de 1841, anticipando su regreso de Inglaterra, Mary Ann informó a Brigham de que, aunque desearía tener “una casa mejor en donde recibirlo”, estaba “agradecida por un cómodo refugio contra la tormenta”. Explicaba que había “sido tan difícil conseguir trabajo, que lo que he hecho no está hecho como yo habría querido”. Habiendo “hecho lo mejor que [pudo]”, agradecía a su “Padre Celestial por todas las bendiciones que recibo, y oro al Señor para que Sus misericordias continúen con nosotros”26.
Al regresar a Nauvoo el 1 de julio de 1841, tras una ausencia de veintidós meses, Brigham se enteró exactamente del estado de pobreza en que Mary Ann y los niños habían estado. Se puso a trabajar de inmediato para mejorar su situación. Cuando no estaba “al llamado del hermano José, en el servicio a la Iglesia”, dijo Brigham, “pasaba [el tiempo] drenando, vallando y cultivando la parcela, construyendo un cobertizo provisional para la vaca, resanando o acabando de algún otro modo la casa”27. Al mismo tiempo comenzó a trabajar en la casa de ladrillos rojos que todavía se conserva en pie en Nauvoo, aunque no pudo trasladar allí a su familia hasta mayo de 184328.
“Tu ofrenda me es aceptable”
Una semana después del regreso de Brigham, el 9 de julio de 1841, José Smith le visitó en su hogar. Probablemente Mary Ann estaba allí. No se conserva ningún relato de la conversación ni las circunstancias de ese día, pero no hay duda de que José vio por sí mismo el evidente sacrificio de la familia Young y su constante necesidad. Al instante dictó una revelación que actualmente se encuentra en Doctrina y Convenios 12629: “Querido y muy amado hermano Brigham Young”, decía, “ya no te es requerido separarte de tu familia como en lo pasado, pues tu ofrenda me es aceptable”. Se le dieron instrucciones de “velar especialmente por tu familia desde ahora en adelante y para siempre”30. Aunque la revelación iba dirigida a Brigham, era un inequívoco reconocimiento del sacrificio y el fiel apoyo de Mary Ann. “Por primera vez en años, esta tarde estoy solo con mi esposa junto al fuego del hogar”, escribió Brigham en su diario seis meses después de regresar de Inglaterra, reflexionando en el anhelado alivio que su presencia en casa les brindó a ambos. “Disfrutamos de ello y sentimos deseos de alabar al Señor”31.
La revelación cambió el lugar donde Brigham Young sirvió, pero no cuánto lo hizo. En los años que siguieron solo se ausentó de su hogar para servir tres breves misiones, pero siguió dedicando su tiempo a servir al Señor. Mary Ann continuó apoyándolo y haciendo sacrificios por su fe, incluso aceptar el principio del matrimonio plural y recibir nuevas esposas en su familia. Y había más dificultades por llegar. En medio del forzoso éxodo de los santos de Nauvoo, se le dijo a Mary Ann que fuera “caritativa y hospitalaria en extremo” brindando generoso “consejo y socorro” a los necesitados32. Durante toda su vida, ella prestó servicio a su familia, a sus amigos y a sus hermanos, los santos, y ayudó a edificar el Reino de Dios.