CAPÍTULO 13
“ESTAS COSAS TE SERVIRÁN DE EXPERIENCIA”
INTRODUCCIÓN
El plan del Señor para Sus hijos comprende el vivir en un entorno terrenal donde hay oposición en todas las cosas (véase 2 Nefi 2:11). Al saber que la oposición y la adversidad son una parte real de la vida, nos es posible, al mantenernos fieles al Señor y confiar en Él para que nos ayude, afrontar esos desafíos y vencerlos. Si nos sobreponemos a la adversidad, nuestra debilidad se vuelve fortaleza (véase Éter 12:27 [Dominio de las Escrituras]).
PRINCIPIOS PARA COMPRENDER
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La adversidad es parte de nuestra experiencia terrenal.
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Los desafíos de la vida terrenal nos ayudan a progresar.
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El guardar fe en Jesucristo nos ayuda a resolver los problemas y a vencer la adversidad.
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Debemos perseverar hasta el fin.
CITAS Y ESCRITURAS CORROBORATIVAS
La adversidad es parte de nuestra experiencia terrenal.
“Porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal” (2 Nefi 2:11).
“Es preciso que los de mi pueblo sean probados en todas las cosas, a fin de que estén preparados para recibir la gloria que tengo para ellos” (D. y C. 136:31).
Obispo Richard C. Edgley del Obispado Presidente: “Creo que todos entendimos que al venir a la tierra quedaríamos expuestos a todas las experiencias de esta vida, entre las que se encontraban las no tan agradables pruebas del dolor, el sufrimiento, la desesperanza, el pecado y la muerte. Habría oposición y adversidad” (véase “Para tu bien”, Liahona, julio de 2002, pág. 72).
Élder Robert D. Hales del Quórum de los Doce Apóstoles: “Al saber que estamos en la vida mortal para aprender y desarrollar nuestra fe, debemos entender que debe haber oposición en todas las cosas. Durante un consejo familiar en mi propio hogar, mi esposa dijo: ‘Cuando uno piense que alguien tiene una familia perfecta, es que no se les conoce muy bien’ ” (véase “El fortalecimiento de las familias: nuestro deber sagrado”, Liahona, julio de 1999, pág. 40).
Élder Neal A. Maxwell del Quórum de los Doce Apóstoles: “La vida terrenal nos ofrece innumerables oportunidades de llegar a ser más semejantes a Cristo: primero, al tener que hacer frente satisfactoriamente a esas dificultades de la vida que son ‘humanas’ (1 Corintios 10:13). Asimismo, existen también nuestras tribulaciones individuales tales como las enfermedades, la soledad, las persecuciones, las traiciones, las contradicciones, la pobreza, la calumnia y el amor no correspondido, etc.” (“Aplica la sangre expiatoria de Cristo”, Liahona, enero de 1998, pág. 25).
Élder M. Russell Ballard del Quórum de los Doce Apóstoles: “Gran parte de la adversidad la provoca el hombre mismo. El corazón del hombre se endurece y el espíritu de Satanás controla sus hechos. Previendo el sufrimiento de nuestra época, el Salvador dijo: ‘Y el amor de los hombres se enfriará, y abundará la iniquidad’ (D. y C. 45:27). La violencia, la inmoralidad y otras maldades se han desatado incontrolables sobre la tierra. Gran parte de la adversidad tiene su origen en el principio del albedrío” (véase “Las respuestas a los interrogantes de la vida”, Liahona, julio de 1995, pág. 25).
Élder Joseph B. Wirthlin del Quórum de los Doce Apóstoles: “El Señor está en conocimiento de nuestra capacidad mortal y conoce nuestras debilidades; entiende los desafíos que afrontamos cada día; se da cuenta de las grandes tentaciones de los apetitos y las pasiones terrenales. En su epístola a los Hebreos, el apóstol Pablo escribió que el Salvador puede ‘compadecerse de nuestras debilidades’, porque ‘fue tentado en todo según nuestra semejanza’ [Hebreos 4:15 16]” (véase “La fe de nuestros padres”, Liahona, julio de 1996, pág. 36).
Los desafíos de la vida terrenal nos ayudan a progresar.
“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió obediencia” (Hebreos 5:8).
Élder John B. Dickson de los Setenta: “Nuestras dificultades pueden ser físicas, espirituales, económicas o emocionales, pero si las tratamos como oportunidades y como escalones hacia nuestro progreso, en lugar de tratarlas como barreras o como piedras de tropiezo, nuestra vida y nuestro desarrollo serán extraordinarios. He aprendido que el tiempo que transcurre entre uno y otro problema es muy pacífico, pero que cualquier progreso que haya tenido ha provenido siempre de una dificultad” (véase “Nadie nos dijo que sería fácil”, Liahona, enero de 1993, pág. 51).
Élder Richard G. Scott del Quórum de los Doce Apóstoles: “En el preciso momento en que todo parece ideal, a veces surgen simultáneamente múltiples dificultades. Si esas pruebas no son resultado de tu desobediencia, son evidencia de que el Señor sabe que estás preparado para progresar más (véase Proverbios 3:11–12). Entonces te da experiencias que estimulen tu progreso, tu comprensión y compasión y que te refinen para tu bienestar eterno. Llegar de donde estás adonde Él quiere que estés exige un penoso esfuerzo que generalmente va acompañado de pesar y dolor” (véase “La confianza en el Señor”, Liahona, enero de 1996, pág. 18).
Élder Neal A. Maxwell, en ese entonces miembro de la Presidencia de los Setenta: “Las aflicciones pueden ablandarnos y hacer que seamos mejores, y a la vez, ser una influencia aleccionadora. (Alma 62:41.) Muchas veces pensamos en ella como algo que recibimos como un castigo, como si fuera un tutor terrenal que está enojado y molesto con nosotros. Sin embargo, el castigo divino es una forma de aprendizaje aplicada por las manos de un amoroso Padre. (Helamán 12:3.)” (véase All These Things Shall Give Thee Experience, 1979, pág. 39).
Élder James E. Faust, en ese entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles:
“En el dolor, la agonía y en el heroico esfuerzo de vivir, pasamos por el fuego purificador, y aquellas insignificancias de nuestra vida, se derretirán como escoria y harán que nuestra fe brille intacta y fuerte…
“Este cambio llega a través de un proceso de refinamiento que a veces parece cruel y duro. De esta manera el alma puede llegar a ser como suave arcilla en las manos del Maestro para modelar una vida de fe, valor, belleza y fortaleza” (véase “El fuego purificador”, Liahona, agosto de 1979, pág. 75).
Élder Dallin H. Oaks del Quórum de los Doce Apóstoles:
“ Nuestras conversaciones necesarias se pueden lograr con más rapidez mediante el sufrimiento y la adversidad que mediante la comodidad y la tranquilidad [véase 2 Nefi 2:2; D. y C. 121:7–8]…
“La mayoría de nosotros hemos experimentado en cierta medida lo que las Escrituras llaman ‘el horno de la aflicción’ (Isaías 48:10; 1 Nefi 20:10). Algunos se hallan sumergidos en el servicio de un familiar con discapacidades. Otros lamentan el fallecimiento de un ser querido o la pérdida o demora de una meta digna como el matrimonio o la maternidad. Incluso otros luchan con impedimentos personales o con sentimientos de rechazo, ineptitud o depresión. Mediante la justicia y misericordia de un Padre Celestial amoroso, el refinamiento y la santificación que se logran mediante tales experiencias nos ayudan a alcanzar lo que Dios desea que lleguemos a ser” (véase “El desafío de lo que debemos llegar a ser”, Liahona, enero de 2001, pág. 42).
Hermana Mary Ellen W. Smoot, en esa época presidenta general de la Sociedad de Socorro: “No tenemos que vivir mucho tiempo para descubrir que la vida casi nunca resulta como la planeamos. La adversidad y la aflicción llegan a todos. ¿Conocen a alguien a quien no le gustaría cambiar algo de sí mismo o de sus circunstancias? Y sin embargo, estoy segura de que conocen a muchos que siguen adelante con fe. Uno se siente atraído hacia esas personas, es inspirado por ellas e incluso fortalecido por sus ejemplos” (véase “Cómo obtener fortaleza interior”, Liahona, julio de 2002, pág.13).
Élder Joseph B. Wirthlin:
“Testifico que el Hombre que sufrió por la humanidad, que dedicó Su vida a sanar al enfermo y a consolar al desconsolado, es conciente de los sufrimientos, las dudas y las penas que ustedes puedan tener.
“ ‘Entonces’, podría preguntarse el mundo, ‘¿por qué duerme Él mientras las tempestades rugen a mi alrededor? ¿Por qué no calma esta tormenta o por qué permite que sufra?’
“La respuesta tal vez se encuentre al considerar una mariposa. Fuertemente arropada en su capullo, la crisálida en desarrollo debe luchar con todas sus fuerzas por poner fin a su confinamiento. La mariposa podría pensar: ‘¿Por qué debo sufrir tanto? ¿Por qué no puedo sencillamente convertirme en mariposa en un abrir y cerrar de ojos?’
“Ese tipo de pensamientos serían contrarios al designio del Creador. La lucha por salir del capullo contribuye a que la mariposa pueda volar. Sin esa adversidad, ésta nunca tendría la fuerza para alcanzar su destino; nunca desarrollaría la fuerza para llegar a ser algo extraordinario” (véase “La búsqueda de un puerto seguro”, Liahona, julio de 2000, pág. 72).
Élder Jeffrey R. Holland del Quórum de los Doce Apóstoles: “Una vida sin problemas o limitaciones o desafíos —una vida sin ‘oposición en todas las cosas’ [2 Nefi 2:11], como dijo Lehi— sería, aunque parezca ilógico, menos gratificadora y menos ennoblecedora que una en la que hay que afrontar, inclusive con frecuencia, la dificultad, la desilusión y el pesar. Como lo dijo la amada Eva, si no fuera por las dificultades que se enfrentan en un mundo caído, ni ella ni Adán ni ninguno de nosotros habríamos conocido ‘el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes’ [Moisés 5:11]” (véase “Las cosas apacibles del reino”, Liahona, enero de 1997, pág. 95).
El guardar fe en Jesucristo nos ayuda a resolver los problemas y a vencer la adversidad.
“Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12 [Dominio de las Escrituras]).
“los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Isaías 40:31).
Élder Joseph B. Wirthlin: “Aun cuando soplen los vientos de la adversidad, nuestro Padre nos mantiene firmes en nuestra esperanza. El Señor ha prometido: ‘No os dejaré huérfanos’ [Juan 14:18], y Él ‘consagrará [nuestras] aflicciones para [nuestro] provecho’ [2 Nefi 2:2]. Incluso hasta cuando nuestras prueban nos parezcan abrumadoras, podemos obtener fortaleza y esperanza de la promesa segura del Señor: ‘…No temáis ni os amedrentéis.. porque no es vuestra la guerra, sino de Dios’ [2 Crónicas 20:15]” (“El cultivar atributos divinos”, Liahona, enero de 1999, pág. 30).
Élder M. Russell Ballard: “Al viajar por toda la Iglesia, veo miembros que son probados con aflicciones personales. Veo a miembros que sufren debido a las preocupaciones de la mala salud. Veo esposos, esposas y padres que viven en circunstancias difíciles de sobrellevar y que no pueden cambiar con respecto a su cónyuge o sus hijos. Todos nosotros nos enfrentamos a veces con situaciones desagradables, con adversidades y aflicciones que no podemos cambiar. Muchas circunstancias se pueden encarar sólo con tiempo, lágrimas, oración y fe. Nosotros, como Hyrum Smith, sólo lograremos la paz cuando nos digamos: ‘Pero, ¿Qué puedo hacer?… Hágase Tu voluntad, oh Señor’ ” (véase “Hyrum Smith, firme como un pilar”, Liahona, enero de 1996, pág. 9).
Élder Robert D. Hales: “He llegado a entender cuán inútil es pensar demasiado en por qué, en si hubiera, y en si tan sólo, a los cuales, casi de seguro, no se dará respuesta en la vida terrenal. Para recibir el consuelo del Señor, debemos ejercer la fe. Las preguntas: ‘¿Por qué me sucede a mí?, ¿por qué a nuestra familia?, ¿por qué en este momento?’, son, por lo general, preguntas que no se pueden responder. Ellas restan valor a nuestra espiritualidad y pueden destruir nuestra fe. Debemos dedicar nuestro tiempo y energía a la edificación de nuestra fe y, para ello, acudir al Señor y pedirle que nos dé fuerzas para sobreponernos a los dolores y a las tribulaciones de este mundo, para perseverar hasta el fin y ganar mayor comprensión” (véase “La curación del alma y del cuerpo”, Liahona, enero de 1999, pág. 16).
Élder Richard G. Scott: “Cuando te enfrentas a la adversidad, quizás tengas la propensión a hacer muchas preguntas, algunas buenas, otras no. El preguntar: ‘¿Por qué tiene que pasarme esto?, ¿por qué tengo que sufrir ahora?, ¿qué hice para merecerlo?’, te llevará a callejones sin salida. No es bueno hacer preguntas que impliquen oposición a la voluntad de Dios. Es mejor preguntarse: ‘¿Qué debo hacer?, ¿qué aprenderé de esta experiencia?, ¿qué puedo cambiar?, ¿a quién puedo ayudar?, ¿Cómo puedo recordar mis muchas bendiciones en medio de la prueba?’. La disposición a sacrificar los anhelos personales más profundos sometiéndose a la voluntad de Dios es muy difícil. Pero, el pedir con real convicción: ‘Dame a saber Tu voluntad’ y ‘hágase Tu voluntad’, es la mejor forma de recibir la máxima ayuda de tu amoroso Padre” (véase “La confianza en el Señor”, Liahona, enero de 1996, 18).
Élder Jeffrey R. Holland: “Las heridas de Sus manos, pies y costado son señales de que aun al puro y perfecto le ocurren cosas dolorosas en la vida terrenal, señales de que la tribulación no es evidencia de que Dios no nos ama. Es significativo y brinda una gran esperanza el hecho de que sea el Cristo herido el que viene a nuestro rescate. El que lleva las cicatrices del sacrificio, las lesiones del amor, los emblemas de la humildad y del perdón, ése es el Capitán de nuestra alma. Esa evidencia del dolor durante la existencia terrenal tiene sin duda el propósito de dar valor a los que hayan sido heridos por la vida, incluso en la casa misma de sus amigos” (Christ and the New Covenant: The Messianic Message of the Book of Mormon, 1997, pág. 259; citado en El Libro de Mormón: Guía de estudio para el alumno, pág. 165).
Presidente Spencer W. Kimball, duodécimo Presidente de la Iglesia: “Quisiera recordarles que si vivimos el Evangelio y seguimos los consejos de nuestros líderes de la Iglesia, seremos bendecidos para evitar muchos de los problemas que afligen al mundo. El Señor se da cuenta de los problemas a los que nos enfrentamos; si guardamos Sus mandamientos seremos merecedores de recibir sabiduría y bendiciones del cielo para resolverlos” (véase “Profunda dedicación a los Servicios de Bienestar”, Liahona, julio de 1980, pág. 155).
Presidente Howard W. Hunter, en ese entonces Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles: “¿Por qué queremos llevar nuestras cargas solos?, nos pregunta Cristo, o ¿por qué insistimos en cargarlas con un apoyo temporal que pronto se acaba? Para los que llevan una carga pesada, el yugo de Cristo, o sea, la fortaleza y la paz que se obtienen luchando al lado de Dios, es lo que les dará el apoyo, el equilibrio y la fortaleza para vencer las dificultades que se presenten y para soportar lo que se requiera de ellos en esta difícil vida mortal” (véase “Venid a mí”, Liahona, enero de 1991, pág. 20).
Debemos perseverar hasta el fin.
“…tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;
“y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos” (D. y C. 121:7–8).
“Sé paciente en las aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días” (D. y C. 24:8).
Élder Henry B. Eyring del Quórum de los Doce Apóstoles:
“Cuando una tragedia nos golpee o aun cuando se cierna sobre nosotros, nuestra familia tendrá la oportunidad de mirar en nuestro corazón y ver si realmente sabemos lo que afirmamos saber; nuestros hijos nos observarán, sentirán que el Espíritu les confirma que vivimos lo que predicamos, recordarán esa confirmación y después transmitirán la historia de una generación a otra.
“Yo cuento en mi patrimonio con una historia así. Durante una consulta médica, mi abuela Eyring supo que moriría de cáncer del estómago. Mi padre, que era su hijo mayor y la había llevado al consultorio, la esperaba afuera. Él me contó que en camino a casa ella le dijo: ‘Henry, debemos estar alegres. ¡Cantemos himnos!’ Cantaron ‘Oh mi Padre’ (Himnos, Nº 187) y ‘Oh, está todo bien’, cuya última estrofa comienza con las palabras: ‘Aunque morir nos toque sin llegar…’ (Himnos, Nº 17).
“Yo no estuve presente, pero supongo que cantarían con ánimo, aunque no tenían voces muy melódicas, pero con fe y sin lágrimas. Mi abuela pasó parte de sus últimos meses en la casa de su hija mayor, mi tía Camilla, que me dijo que sólo se había quejado una vez y realmente no fue una queja, sino que sólo dijo que sentía dolor” (véase “Un legado de testimonio”, Liahona, julio de 1996, pág. 69).
Élder Joseph B. Wirthlin: “Los miembros fieles de la Iglesia deben ser como los robles y extender sus raíces en la tierra fértil de los principios fundamentales del Evangelio; debemos entender las verdades básicas y sencillas y vivir de acuerdo con ellas, sin complicarlas. Nuestro fundamento debe ser sólido y de raíces profundas a fin de resistir los vientos de las tentaciones, de las doctrinas falsas, de la adversidad y de los ataques del adversario, sin vacilar y sin ser arrancados de cuajo. Los miembros cuyas raíces lleguen sólo a la superficie del Evangelio necesitan profundizarlas hasta que se hundan en la roca sólida, más abajo de la capa blanda de tierra” (véase “Raíces profundas”, Liahona, enero de 1995, pág. 85).
Élder Robert D. Hales: “Los requisitos básicos para perseverar hasta el fin incluyen el saber quiénes somos hijos de Dios con el deseo de regresar a Su presencia después de esta vida terrenal; la comprensión del propósito de la vida el perseverar hasta el fin y alcanzar la vida eterna; y el vivir con obediencia, con el deseo y la determinación de soportar todas las cosas; el poseer una perspectiva eterna. La perspectiva eterna nos permite vencer toda oposición en nuestro estado temporal y, finalmente, obtener las recompensas prometidas y las bendiciones de la vida eterna” (véase “He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren”, Liahona, julio de 1998, pág. 83).
Élder Joseph B. Wirthlin: “A medida que encaminen su vida en obediencia al Evangelio y se esfuercen por alcanzar sus metas, no permitan que las dificultades pasajeras ni las desilusiones los desanimen. Recuerden, ‘porque es preciso que haya una oposición en todas las cosas’ [2 Nefi 2:11]. Crecerán y aprenderán al sobrepasar los obstáculos. El Señor nos ha pedido a todos que guardemos Sus mandamientos y perseveremos hasta el fin [véase D. y C. 14:7]” (“Seamos obedientes”, Liahona, julio de 1994, pág. 46).
Élder Neal A. Maxwell: “Parte del proceso de sobrellevar bien las pruebas consiste en ser lo suficientemente mansos, en medio de nuestro sufrimiento, para aprender de las experiencias que se aplican a nosotros. En lugar de tan sólo soportar esas cosas, debemos dejar que influyan en nosotros de tal manera que sean santificadas para nuestro bien. De ese modo, nuestra empatía también se enriquecerá y será sempiterna a medida que consolemos y ayudemos a quienes se encuentran en medio de ‘todas esas cosas’ que nos brindan experiencias para nuestro propio bien. (D. y C. 122:7.)” (véase The Neal A. Maxwell Quote Book [1997], 101; parte del cual se cita en “Si lo sobrellevamos bien”, Liahona, abril de 1999, pág. 12).
APLICACIÓN Y EJEMPLOS
Élder James E. Talmage del Quórum de los Doce relató una experiencia que tuvo en un cuarto apartado donde muy seguido se recluía para escribir:
“Una vez entró al cuarto una abeja salvaje procedente de las colinas cercanas, y a ratos, durante una hora o más, oía el agradable zumbido de su vuelo. Esta pequeña criatura cayó en la cuenta de que era prisionera, sin embargo, todos sus esfuerzos por hallar la salida a través de la pequeña abertura de la ventana fracasaron. Cuando estuve listo para cerrar el cuarto e irme, abrí la ventana de par en par e intenté en primer lugar guiar y luego forzar a la abeja hacia la libertad y la seguridad, sabiendo que si se quedaba en el cuarto, moriría como los demás insectos así atrapados habían muerto en el seco ambiente del recinto; pero cuanto más intentaba echarla, con mayor determinación se oponía y se resistía a mis esfuerzos. Su anteriormente agradable zumbido se convirtió en un sonido de furia, y su rápido vuelo se tornó amenazante y hostil.
“Fue entonces que me tomó desprevenido y me picó en la mano, la mano que la habría guiado a la libertad. Finalmente se posó en un colgante unido al techo, lejos de donde podía llegar para ayudarla o lastimarla. El agudo dolor del poco amable aguijón provocó en mí más lástima que ira. Conocía la pena inevitable de su errada oposición y desafío, y tuve que abandonar la criatura a su destino. Tres días más tarde, regresé al cuarto y hallé sobre el escritorio el cuerpo seco y sin vida de la abeja. Su vida había sido el precio de su terquedad” (véase “Tres parábolas: La abeja imprudente, el Owl Express y Las dos lámparas”, Liahona, febrero de 2003, págs. 36–37).
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¿De qué modo la resistencia de la abeja de recibir ayuda se puede comparar con la forma en que algunas veces reaccionamos ante la adversidad?
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Nombra bendiciones que se pueden recibir por medio de tales pruebas como la pérdida de la salud, las enfermedades, la soledad o el rechazo.
Juan había estado trabajando en una fábrica por seis meses, cuando un día su jefe anunció que debido a dificultades financieras por las que estaba pasando la fábrica, debían suspender a la mitad del personal; y le dijo a Juan que él estaba entre la gente que iban a suspender.
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¿Qué dificultades afrontará Juan?
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¿Qué debe hacer él?
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¿A quién debe acudir para solicitar ayuda?
RESUMEN ANALÍTICO
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¿Por qué la adversidad es una parte esencial de nuestra probación?
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¿De qué modos los problemas nos proporcionan oportunidades para progresar personalmente?
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¿Qué significa volverse al Señor en momentos de adversidad?