2021
Cómo fortalece mi fe el conocer al profeta José
Julio de 2021


Cómo fortalece mi fe el conocer al profeta José

La vida de José Smith y las de otros de los primeros santos no son tan diferentes de las nuestras. Sus experiencias pueden fortalecer nuestra fe.

Joseph and Emma Smith with baby Alvin

JOSÉ Y EMMA CON EL PEQUEÑO ALVIN, por Liz Lemon Swindle. Prohibida su reproducción.

Cuando comencé a trabajar en el proyecto The Joseph Smith Papers [Los documentos de José Smith] hace once años, tenía un firme testimonio de José Smith como el Profeta de la Restauración. Sin embargo, para mí, José era casi una figura mítica, alguien que estaba mucho más avanzado que yo en el aspecto espiritual, y con quien me resultaba difícil identificarme. Él recibió visitas maravillosas de seres celestiales, incluso de nuestro Padre Celestial y de nuestro Salvador Jesucristo. Por el contrario, a mí a veces me resultaba difícil sentir el amor de Dios.

Dado que he pasado los últimos once años inmerso en la vida de José Smith —leyendo su diario personal, sus cartas, sus discursos—, he llegado a conocerlo de un modo mucho más personal; y me he dado cuenta de que era un ser humano, al igual que yo. Es cierto, era un profeta de Dios y recibía grandiosas revelaciones, visiones y visitas. No obstante, aún tuvo que superar desafíos, tal como el resto de nosotros.

Aquellos de nosotros que vivimos en la actualidad lo hacemos en un mundo muy distinto del de José Smith y de los primeros santos; sin embargo, nuestros problemas no son del todo diferentes. Todos tenemos dificultades debido a nuestra condición humana: enfermedades, muerte, traiciones, desaliento y días sencillamente difíciles. José también tuvo momentos en los que Dios parecía estar muy distante y en los que se preguntó si acaso el Señor tenía presente la situación de él y la de los santos. Enfrentó el fallecimiento de seres queridos y sufrió enfermedades y pruebas, pero lo afrontó con la firme fe de que Dios estaba con él y de que había “cosas buenas […] por venir”1.

Los siguientes dos ejemplos de la vida de José Smith ilustran el modo en que lidió con la condición humana, así como la forma en que el estudiar su vida y las experiencias de los primeros santos me ha ayudado a afrontar mis propias pruebas.

“Creo que nosotros podemos entenderlo hasta cierto punto”

Todos nosotros, en algún momento, afrontaremos aflicciones por causa de la muerte y las enfermedades; José y Emma Smith no fueron la excepción. Su primer hijo murió poco después de nacer, y el siguiente embarazo de Emma (de mellizos) también terminó con el fallecimiento de los bebés. Luego, José y Emma adoptaron unos mellizos recién nacidos cuya madre, Julia Clapp Murdock, había muerto al dar a luz. Once meses más tarde, en marzo de 1832, el pequeño Joseph —uno de los gemelos— falleció después de que un ataque del populacho contra el profeta José expusiera al bebé, que sufría de sarampión, al frío aire de la noche2.

La muerte de sus hijos ayudó a José a sentir empatía por otras personas que experimentaban la pérdida de seres queridos. Pocos días después del fallecimiento de su hijo, el Profeta viajó a Misuri para cumplir el mandamiento que el Señor le había dado de deliberar en consejo con los santos de aquel lugar. En su camino de regreso del viaje, José se retrasó cuando Newel K. Whitney, su compañero de viaje, sufrió un accidente y se fracturó una pierna. Los dos tuvieron que quedarse durante algunas semanas en el pequeño poblado de Greenville, Indiana, hasta que Newel se hubo recuperado lo suficiente como para viajar3.

Mientras José languidecía en Greenville, supo que su sobrina Mary —la hija de dos años de edad de Hyrum Smith— acababa de morir. Aquella muerte fue devastadora para Hyrum y Jerusha, su esposa4.

Cuando José se enteró de aquellas noticias, escribió una carta a Emma, quien aún estaba afligida por la pérdida del pequeño Joseph. “He sentido pesar al saber que a Hyrum se le ha muerto su pequeñita”, escribió José. “Creo que nosotros podemos entenderlo hasta cierto punto”. Por supuesto que José y Emma podían entenderlo, al haber perdido a cuatro de sus hijos. José añadió: “… pero todos debemos resignarnos a lo que se nos depare y decir que se haga la voluntad del Señor”5. Para hallarle sentido a la muerte, José ponía su confianza en el Señor.

He pensado en esa experiencia al afrontar el fallecimiento de familiares, de miembros del barrio y de amigos. Incluso el profeta José, que había experimentado la gloriosa visión del Reino Celestial, del Terrestre y del Telestial unas seis semanas antes de la muerte del pequeño Joseph (véase Doctrina y Convenios 76), se afligió por el fallecimiento de su hijo. Aun cuando sabía que volvería a ver al pequeño Joseph y a sus otros tres hijos, le dolían sus muertes. Ser profeta no le quitaba el dolor ni eximía a José de experimentar las dificultades de la vida terrenal. No obstante, el confiar en Dios y en Su plan mitigaba parte de la aflicción.

“Quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios”

En 1833, José Smith y el resto de la Iglesia afrontaron un golpe devastador cuando los populachos expulsaron a los santos de la ciudad de Sion, en el condado de Jackson, Misuri. Dado que muchos de los santos padecían frío, hambre y carecían de techo, los líderes de la Iglesia necesitaban la ayuda divina más que nunca. Sin embargo, al contemplar la situación, José halló que no le era posible recibir guía. Tras la violencia inicial de julio de 1833, José escribió a los santos de Misuri: “De cierto sé que [el Señor] librará a Sion prestamente, pues tengo Su convenio inmutable de que ese será el caso, pero Dios se complace en retener de ante mis ojos los medios por los que exactamente se hará”6.

Saints being driven out of Jackson County, Missouri

Se expulsa a los santos del condado de Jackson, Misuri, por C. C. A. Christensen. Aparece por cortesía del Museo de Arte de la Universidad Brigham Young.

Después de que los santos habían sido expulsados del condado en noviembre, José pidió de nuevo al Señor que respondiera dos preguntas específicas: “¿Por qué Dios había permitido que sobreviniera tan grande calamidad a Sion?” y “¿Por qué medios la devolverá Él a su heredad?”. Sin embargo, José aún no podía recibir guía. “El Señor ha mantenido ocultas [las respuestas] a mis ojos”, dijo a Edward Partridge, el obispo de Misuri. “No se me muestran con claridad”. En lugar de ello, Dios brindó a José una tranquilizadora impresión: “Quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios”7.

El 16 de diciembre de 1833, José finalmente recibió las respuestas por medio de una revelación (véase Doctrina y Convenios 101). La primera parte de dicha revelación explicaba por qué el Señor permitió que los santos fueran expulsados del condado de Jackson, que era la primera pregunta que José había hecho a Dios. La segunda parte era una parábola sobre un noble que perdía sus tierras a manos de sus enemigos, y que pedía que la fuerza de su casa recuperara las tierras; esa era la respuesta a la segunda pregunta de José. Además, el Señor repetía Sus anteriores palabras de consuelo: “… quedaos tranquilos y sabed que yo soy Dios” (Doctrina y Convenios 101:16).

Todos nosotros tendremos momentos en nuestra vida en los que sentiremos que Dios no contesta nuestras oraciones. Tal vez Él nos parezca distante y quizás nos preguntemos si es consciente de lo que está sucediendo. Yo he experimentado tales momentos y me he preguntado cuándo llegaría la respuesta. Para mí ha sido un consuelo leer que incluso José Smith, el gran Profeta de la Restauración, atravesó momentos en los que también tuvo que luchar por obtener respuestas; momentos en los que Dios no le mostró todo de una vez. Eso me da valor para seguir avanzando con fe, sabiendo que cuando llegue el momento propicio, recibiré mi respuesta.

El profeta José Smith fue una persona extraordinaria; sigue siendo uno de mis héroes. Tuvo que sufrir durante las pruebas de la vida, tal como yo lo hago. Tuvo que afrontar la muerte, las enfermedades y el desaliento. Sin embargo, perseveró con fe en Dios y en Jesucristo, lo que le permitió superar sus dificultades.

El valor que siento al leer sobre su fortaleza, sobre la fortaleza de Emma y sobre la fortaleza de los primeros miembros de la Iglesia me brinda la esperanza de que yo también puedo conquistar mis desafíos. Para mí, esa es una de las mayores razones para estudiar la historia de la Iglesia: para que mi fe se fortalezca al contemplar el ejemplo de quienes nos precedieron.

Notas

  1. Jeffrey R. Holland, “Sumo sacerdote de los bienes venideros”, Liahona, enero de 2000, pág. 45.

  2. Véase Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815–1846, 2018, págs. 51, 126, 157–158.

  3. Véase Joseph Smith, “History, 1838–1856, volume A-1 [23 December 1805–30 August 1834]”, págs. 214–215, josephsmithpapers.org.

  4. Véase Hyrum Smith, Diary and Account Book, May 29, 1832, Hyrum Smith Papers, L. Tom Perry Special Collections and Archives, Biblioteca Harold B. Lee, Universidad Brigham Young, Provo, Utah.

  5. José Smith, “Letter to Emma Smith, 6 June 1832”, josephsmithpapers.org; la ortografía y la puntuación se han estandarizado.

  6. José Smith, “Letter to Church Leaders in Jackson County, Missouri, 18 August 1833”, josephsmithpapers.org; la ortografía y la puntuación se han estandarizado.

  7. José Smith, “Letter to Edward Partridge and Others, 10 December 1833”, pág. 71, josephsmithpapers.org.