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Orar para conocer la verdad y mi respuesta inesperada
Finalmente decidí leer el Libro de Mormón para saber si era verdadero; y recibí una respuesta inesperada cuando le pregunté al Padre Celestial.
Cuando era adolescente, el presidente de los Hombres Jóvenes invitó a los hombres jóvenes de nuestro barrio a leer el Libro de Mormón antes de fin de año.
No acepté esa invitación. Por lo general, he sido alguien dispuesto a recibir cualquier desafío, pero estaba en un punto muy bajo espiritualmente.
Curiosamente, durante ese tiempo, me estaba “preparando” para servir en una misión, pero solo hacía lo habitual sin muchos deseos. Mi testimonio era débil y me dije a mí mismo que serviría solo para hacer felices a mis padres. Había decidido que después de mi misión, resolvería las cosas por mi cuenta. Creería en lo que quisiera y practicaría mis propias creencias.
Aunque en ese momento me esforzaba en mis responsabilidades académicas, había caído en un pozo de holgazanería espiritual. Me sentía tan distante de Dios que comencé a cuestionar Su existencia. Tenía dudas sobre la autenticidad del Libro de Mormón y el llamado de José Smith a ser profeta. Luché con la autoestima y el odio hacia mí mismo, y no tenía una convicción sólida con respecto al propósito de la vida.
“Me hallaba en el más tenebroso abismo”(Mosíah 27:29) y, por lo tanto, tenía pocas ganas de leer el Libro de Mormón.
Leer con propósito
Una noche, estaba leyendo una novela cuando sentí una impresión que, creo y sé con todo mi corazón, provenía del Espíritu. Me encontré envuelto profundamente en la trama del libro, y luego me vino el pensamiento de que nunca había estudiado el Libro de Mormón con seriedad, al menos no con la seriedad con la que estaba leyendo y meditando sobre este libro en particular.
Lo había estudiado casualmente, tomado notas y orado al respecto varias veces antes, pero me faltaba una parte crucial de la amonestación de Moroni en el último capítulo del Libro de Mormón: pedir “con un corazón sincero, con verdadera intención” (Moroni 10:4). Sabía que era el momento perfecto para volver a pedirle respuestas a mi Padre Celestial. Sentí hambre espiritual, y esta vez la respuesta realmente me importaba. Sin darme cuenta, había llegado a una encrucijada espiritual, donde mi fe en el Evangelio dependía de saber si el Libro de Mormón era verdadero o no.
La misma noche que recibí esa impresión, comencé a leer el Libro de Mormón, pero esta vez con un propósito.
Ahora, deseoso por aceptar la invitación de mi líder de los Hombres Jóvenes y terminar de leerlo antes de fin de año, leí mi copia de bolsillo en cada oportunidad posible: en el tren, durante los viajes en autobús a la escuela, entre clases, entre tareas, antes y después de las comidas y antes de acostarme. En cada oportunidad posible, leía; y cada vez que leía, seguía orando: “Necesito saber. Necesito saber”.
Mi respuesta inesperada
Un día, mi familia y yo fuimos al Templo de Manila, Filipinas, pero se me olvidó llevar mi recomendación para el templo. Tenía mi pequeña copia del Libro de Mormón, así que me senté en una sala de espera y seguí leyendo. De vez en cuando, me detenía a admirar la belleza del templo: la araña de cristal, la escalera, los vitrales y la gente que iba y venía con mucha reverencia y gran amor por el Señor en sus corazones.
En algún momento mientras leía, recibí una impresión muy clara del Espíritu en mi mente. Esa impresión me habló en muchos niveles diferentes. Me sorprendí tanto cuando la sentí que me senté un poco más derecho. Percibí un sentimiento tan poderoso que no pude descartarlo como un pensamiento pasajero o una emoción fugaz.
“Totoo ‘to”, fue lo que escuché en mi mente.
Una declaración simple pero que en mi lengua materna, el tagalo, significa: “Esto es verdad”.
Esto es verdad
Había recibido la confirmación de que el Libro de Mormón era verdadero, que era la palabra de Dios. Finalmente lo supe con todo mi corazón porque sabía que esa impresión había venido del cielo.
Pero eso no fue todo lo que aprendí.
Mientras crecía, había leído el Libro de Mormón y aprendido sobre el Evangelio en inglés. De hecho, durante los primeros años de mi vida, hablaba y entendía mejor el inglés que el tagalo. No obstante, al recibir esa impresión espiritual de la nada en tagalo, el idioma nativo de mi país, sentí que habló la verdad a mi corazón.
Supe en ese momento que Dios me conoce de una manera muy real y personal.
Supe que Él realmente está allí. Supe que Él habla mi idioma, que Él me ama y que Él es consciente de mis luchas y debilidades. Tuve esa confirmación, pero había algo más que necesitaba saber con certeza, así que busqué la respuesta de inmediato: “Padre Celestial, ¿es José Smith realmente un profeta verdadero?”. El sentimiento volvió, esta vez penetró mi corazón con más fuerza: “¡Totoo ‘to!”.
Entonces supe que José Smith era un profeta de Dios. Vio a ambos, al Padre y al Hijo. Mediante José Smith, el evangelio de Jesucristo fue restaurado en su plenitud.
¡Qué paz, consuelo y conocimiento recibí! En ese momento, quise salir corriendo a los jardines del templo, agitando mi pequeño ejemplar del Libro de Mormón en el aire y exclamar: “¡Totoo ‘to! ¡Totoo ‘to!”. Me sentí como Alma cuando exclamó: “¡Oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la que vi!” (Alma 36:20).
Saber la verdad
Después de esa experiencia, mi razón para ir a una misión cambió de inmediato. Pronto envié mis papeles y fui llamado a servir en Colorado, EE. UU. ¡Estaba tan emocionado! Sabía que alguien estaba experimentando lo que yo había pasado: clamando por ayuda y anhelando la felicidad y la verdad; y sabía que a través del evangelio de Jesucristo, ellos encontrarían esa ayuda y felicidad, al igual que yo.
Espero que todos lleguemos a saber: “Totoo ‘to”.