Una aventura justo afuera
¿Has estado jugando en la tableta todo este tiempo?
Un pequeño desfile de hormigas electrónicas cruzó la pantalla de la tableta de Rylee; sonrió y comenzó a contarlas rápidamente. Siete, ocho, nueve… ¡ese era uno de sus juegos de matemáticas favoritos!
“Pensé que estabas pintando tu libro de insectos”, dijo la mamá al entrar en el cuarto.
Rylee levantó la vista. “Ah, sí. Lo estaba, pero me aburrí, así que mejor comencé a jugar”.
“¿Has estado jugando en la tableta todo este tiempo?”, preguntó la mamá con una leve sonrisa.
Rylee miró el reloj. ¡Era mucho más tarde de lo que pensaba! “Eh, creo que sí; pero me ayuda a aprender matemáticas”.
“Las matemáticas son buenas para tu cerebro”, dijo la mamá, “pero demasiado tiempo frente a la pantalla no es bueno para el cerebro ni para el resto del cuerpo. El cuerpo necesita muchas otras cosas”.
Rylee hizo una pausa. “¿Así como los alimentos sanos?”.
La mamá asintió. “¡Sí!, pero eso es solo el comienzo. ¿Por qué no salimos a caminar? Tal vez veas unas hormigas de verdad”.
“¡Sí!” Rylee se puso los zapatos. La mamá y la hermana menor, Harper, la esperaron en la puerta.
“¿Lista para una aventura?”, preguntó la mamá.
“¡Sí!”
Caminaron hasta un parque cercano. El sol brillaba y las hojas de los árboles se agitaban con el viento. “¡Mira!” Rylee señaló una fila de hormigas que avanzaban por la acera. “Tenías razón, mamá”.
“¿Cuántas ves?”, preguntó la mamá.
Rylee trató de contarlas, pero había demasiadas. Se adelantó y recogió una piedra con manchitas. “Es como un bichito con puntos negros. ¡Mira todas esas manchas!”
Se puso la piedra en el bolsillo. “Juguemos a ser científicas”, le dijo a Harper. “¡Podríamos mostrarnos nuestros descubrimientos!”
Juntas, ella y Harper encontraron otra piedra especial, una piña y una bellota. También vieron algunas mariposas.
“¡Esto es más divertido que mi juego!”, dijo Rylee.
“¿No es agradable estar afuera?”, preguntó la mamá. “¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Es muy bueno para el cerebro”.
Rylee ladeó la cabeza. “Pero pensaba que había que estudiar cosas para hacer el cerebro más fuerte”.
“Esa es una manera, pero hay otras cosas que también le ayudan a desarrollarse; como jugar fútbol con la familia, conversar con los amigos o pasar tiempo al aire libre, como ahora. Tenemos que crecer y desarrollarnos en todo sentido, como lo hizo Jesús”.
El tiempo pasaba volando mientras Rylee, su mamá y Harper exploraban el parque. Cuando llegaron a casa, los bolsillos de Rylee estaban llenos de tesoros que encontró en el paseo. Los acomodó en el piso para contarlos. Siete, ocho, nueve…
Sonrió; se sentía contenta de que hubiera tantas maneras divertidas de crecer y de cuidar su cuerpo.