Pioneros en toda tierra
Olga Šnederfler
Primera directora de las obreras del templo de Checoslovaquia
Olga sabía que algún día iría al templo.
Miró fijamente la imagen del templo que tenía colgada en la pared y suspiró. ¡Si tan solo su familia pudiera ir al templo! Pero no había ningún templo cerca, y salir de su país era muy difícil.
Olga se había bautizado unos años antes, pero luego habían obligado a los misioneros a abandonar el país. A los miembros de la Iglesia ya no se les permitía asistir a las reuniones. Ni siquiera podían hablar con otras personas en cuanto a su fe.
Olga seguía viviendo el Evangelio al igual que su esposo, Jirí. Oraban y leían las Escrituras; hacían las noches de hogar y enseñaban a sus hijos. Los domingos llevaban a cabo la reunión sacramental en su pequeño apartamento. Tenían colgadas muchas fotografías de templos.C
uando Olga y su familia se sentían solos, recordaban que había miles de miembros de la Iglesia por todo el mundo.
Un día sucedió algo emocionante. El presidente Russell M. Nelson, Presidente General de la Escuela Dominical, fue de visita a su país. Olga sonrió mientras estrechaba la mano del presidente Nelson. Luego él le hizo una promesa especial. “Hermana, algún día usted irá al templo”.
Olga sintió calidez en el corazón. “¡Gracias!”, susurró.
Pasaron los meses; luego los años. Olga miraba con anhelo las fotos de los templos que colgaban en la pared. ¡Ir al templo parecía imposible!
Cuatro años después, a Olga y Jirí los invitaron a asistir a la conferencia general en Salt Lake City, Utah, EE. UU. A Olga le preocupaba que no pudieran ir. Las cosas en su país seguían siendo difíciles. Viajar requeriría mucho papeleo, pero de algún modo, todo se solucionó. Olga sintió mariposas en el estómago cuando el avión despegó rumbo a los Estados Unidos. ¡Era un milagro!
Olga y Jirí fueron a la conferencia y escucharon al profeta; pudieron ver la Manzana del Templo e ir al centro de visitantes. ¡Pero lo mejor fue entrar en el templo!
Vestida de blanco, Olga sentía que estaba en el cielo mientras hacía promesas especiales con Dios. Incluso pudo sellarse a Jirí. ¡La promesa del presidente Nelson se había hecho realidad!
Olga y Jirí regresaron a casa. Con el paso del tiempo, las cosas en su país mejoraron. Por fin podían asistir a la Iglesia y los misioneros pudieron volver a enseñar.
Un día sonó el teléfono. Era el presidente Thomas S. Monson. Él llamó a Olga a ser la directora de las obreras del Templo de Freiberg, Alemania. Jirí sería el presidente del templo.
Olga sonreía con su largo vestido blanco dentro del Templo de Freiberg. En una ocasión, el templo había parecido muy lejano. ¡Pero ahora podía atesorarlo todos los días! Era un sueño maravilloso que se había hecho realidad.