¿A quién podemos ayudar?
La autora vive en Utah, EE. UU.
Esta historia ocurrió en Auckland, Nueva Zelanda.
La familia de Tadiana compartía la cosecha de su huerto. ¿Qué más podían compartir?
“Seguir adelante con […] amor por Dios y por todos los hombres” (2 Nefi 31:20).
“¿Listos para cortar los plátanos (bananas)?”, preguntó el papá. Tadiana observaba junto con sus hermanos, Alicia y Kavi, y el papá utilizó un cuchillo para cortar todo el manojo de plátanos.
El huerto estaba creciendo bien este año, pero muchas otras cosas eran difíciles. Había una cuarentena en Nueva Zelanda debido al coronavirus. Tadiana no podía ver a sus amigas ni ir a la escuela, pero le alegraba poder pasar tanto tiempo con su familia.
A Kavi se le salían los ojos de asombro al ver toda la fruta. “¡No hay manera de que nos comamos todo eso nosotros solos!”, dijo.
La mamá asintió con la cabeza. “Creo que a la hermana Banks le gustarían algunos; no ha podido trabajar en su huerto desde que su esposo falleció”.
“Sé que la hermana Finau también se siente sola”, dijo Tadiana. “¡Yo le puedo llevar unos plátanos!”.
“¿A quién más?”, preguntó el papá. Todos se sentaron sobre el césped e hicieron una lista de personas que pudieran necesitar un poco de ayuda.
Al día siguiente llenaron bolsas de acelgas, kumara (camotes, batatas) y plátanos. La mamá y el papá condujeron el auto por el vecindario y en cada casa de su lista dejaron una bolsa.
Tadiana se asomó por la ventana del auto y vio a la hermana Banks abrir la puerta. La hermana Banks utilizó su bastón para caminar lentamente hacia la bolsa. Su sonrisa era tan grande que Tadiana podía verla aun cuando se iban alejando en el auto.
Tadiana tuvo un sentimiento cálido y feliz, pero también se sintió un poco triste. Ella podía pasar la cuarentena con su familia, pero la hermana Banks vivía sola. ¡Probablemente no había hablado con nadie en varias semanas!
“Creo que hay algo más que podemos hacer por nuestros vecinos”, dijo Tadiana. “¿Por qué no los invitamos a participar con nosotros por videollamada en nuestra noche familiar de Escrituras?”.
“Es una excelente idea”, dijo el papá.
Cuando llegaron a casa, Tadiana llamó a la hermana Banks. “¡Hola, hermana Banks! Esta noche nuestra familia tendrá una noche de Escrituras. ¿Le gustaría unirse a la videollamada?”.
“¡Me encantaría!”, dijo la hermana Banks. Después de haber hecho esa llamada, Tadiana le pasó el teléfono a Alicia y se turnaron para llamar a personas del barrio e invitarlas.
Esa noche, Tadiana esperó nerviosamente junto a la computadora. ¿Los acompañarían las personas? Luego, uno por uno, los rostros de los vecinos empezaron a aparecer en la pantalla de la computadora. A algunos de ellos se les dificultó usar la tecnología, así que la mamá les ayudó.
Una hermana mostró un plato de “hokey pokey” (caramelo). “Sé que ninguno de ustedes puede comer esto”, dijo, “pero estaba tan entusiasmada por esta noche que cociné un postre especial. ¡A lo mejor pueden simular que lo huelen por la pantalla!”.
Todos se rieron y hablaron de lo que hacían en esos días. Muchos tenían dificultades, pero todos se sintieron más felices al hablar el uno con el otro.
Cuando terminaron de hablar, Tadiana compartió el pasaje de las Escrituras de 2 Nefi 31:20: “… debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres”.
Tuvieron una clase corta y se turnaron para leer las Escrituras. Luego Kavi hizo la oración.
“¡Recuerden conectarse la próxima semana!”, dijo Tadiana. Una por una, las personas se despidieron y terminaron la llamada.
Cuando la última persona se fue, la mamá y el papá dieron a la familia un fuerte abrazo en grupo. Tadiana se sintió feliz de que ella y su familia pudieran ayudar a sus vecinos. Todos seguirían adelante juntos.