De amigo a amigo
Defiende lo que crees
Tomado de una entrevista con Sydney Squires.
Cuando era pequeño, mi mamá me hablaba del Evangelio. Me hablaba de él todos los días, no solo los domingos. A ella le encantaban los relatos del Antiguo Testamento.
Mi relato favorito era el de David y Goliat. David era un joven pastor y Goliat era un soldado enorme y fuerte. Cuando David fue a luchar contra Goliat, David no llevaba armadura; su única arma era una honda para lanzar piedras.
Pero David defendió lo que creía. No estaba solo: el poder de Dios estaba con él y venció a Goliat.
A mi mamá le gustaba contarme lo que David le dijo a Goliat: “… Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos” (1 Samuel 17:45). Yo sabía que mi mamá confiaba en que Dios estaría con nosotros y nos ayudaría aunque nos enfrentáramos a desafíos del tamaño de Goliat.
Esa fue una lección importante para mí. En el lugar donde crecí, a menudo era el único miembro de la Iglesia en la escuela, en mis equipos deportivos o en mi grupo de amigos. Debido a mis creencias, hablaba y actuaba de manera diferente a muchos de mis amigos, lo cual me llevó a tener muchas conversaciones con mis amigos sobre la Iglesia. Mis amigos cercanos me respetaban; otras veces, la gente se burlaba de mí; pero nunca me sentí avergonzado de mis creencias, me sentí orgulloso de defenderlas.
Si vivimos el Evangelio, seremos diferentes. El apóstol Pedro dijo que seríamos un “pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9). Y eso está bien, no tenemos que preocuparnos por ser diferentes cuando defendemos lo que creemos.