Pioneros en toda tierra
Margaret llega al rescate
¡El barco se estaba hundiendo! ¿Qué podía hacer Margaret?
Margaret se puso de pie en la cubierta y miró hacia el mar azul que la rodeaba. El barco iba y venía sobre olas gigantes.
La familia de Margaret había vendido casi todo lo que tenían para irse a los Estados Unidos. El viaje duraría seis semanas y ella estaba triste por dejar su hogar en Gales. Sin embargo, también estaba entusiasmada por su nuevo hogar.
Unos meses antes, la familia de Margaret había conocido a misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ella y sus padres fueron bautizados y ahora iban a unirse a los otros santos en Sion.
El viaje había sido difícil hasta ese momento. La madre de Margaret se sentía mal y su padre estaba enfermo debido a los años que había trabajado en las minas de carbón. Así que Margaret los cuidaba y también cuidaba de su hermanito y de su hermanita bebé. Era una tarea difícil, pero Margaret no se quejaba.
A veces, el barco se movía tanto en el agua que Margaret se sentía enferma y otras veces tenía miedo. Cuando tenía miedo, cerraba los ojos y le pedía ayuda al Padre Celestial.
Un día, Margaret oyó gritos. “¡Hay una fuga de agua en el barco! ¡Nos estamos hundiendo!”.
Todos entraron en pánico. El capitán les dijo a todos que buscaran cubos. La gente recogía agua con los cubos para echarla por el costado del barco.
Margaret quería ayudar, así que se arrodilló junto a la cama y oró con todas sus fuerzas. “Por favor, Padre Celestial, ayúdame a pensar en alguna manera de ayudar”.
Un sentimiento de paz llenó el corazón de Margaret. Sabía que el Padre Celestial estaba velando por ella y que los iba a ayudar.
Entonces tuvo una idea:
Sacó dos mantas de lana blanca de su cama y corrió a buscar al capitán. “Tome”, le dijo. “Póngalas en el agujero para impedir que entre agua”.
Al capitán le gustó la idea de Margaret. Metió las mantas en el agujero y luego derramó un gran balde de brea caliente encima. Cuando la brea se enfrió, ¡la fuga de agua quedó cerrada!
“Gracias por renunciar a tus mantas”, dijo el capitán. “Tu rápida idea nos salvó”.
Margaret sonrió; sabía que el Padre Celestial había contestado sus oraciones. Su trayecto pionero acababa de comenzar y sabía que Él la ayudaría en cada paso del camino.