El Amigo
La hora de las Escrituras con sueño
Enero de 2024


“La hora de las Escrituras con sueño”, El Amigo, enero de 2024, págs. 30–31.

La hora de las Escrituras con sueño

Aunque era temprano, Elvira sabía que leer las Escrituras valía la pena.

Esta historia sucedió en Noruega.

Elvira se despertó con la voz de su papá. “Es la hora de las Escrituras”, dijo.

Ella se sentó en la cama y se frotó los ojos somnolientos. Afuera todavía estaba oscuro ¡y hacía frío! Elvira no quería dejar su cómoda cama.

La mamá dijo que leer las Escrituras era la manera en que podían llegar a conocer mejor a Jesús. ¡Pero leer las Escrituras todas las mañanas era difícil!

Elvira subió lentamente las escaleras y se sentó junto a su hermana mayor, Sigrid, en el sofá. Abrazó una almohada y se acurrucó en la calidez de su manta afelpada. Sus hermanos estaban en la otra habitación comenzando su clase de Seminario en línea.

Sonó el teléfono de su papá. Él respondió y más miembros de la familia aparecieron en la pantalla. La tía Liv estaba vestida y lista para trabajar. Su prima, Dorthea, todavía estaba en pijama, al igual que Elvira.

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Elvira las saludó a través de la videollamada y bostezó. Siempre hacían tiempo para las Escrituras con la tía Liv y Dorthea. Ellas vivían en otra parte de Noruega, a cuatro horas de distancia. Era más fácil para todos ellos leer las Escrituras cuando tenían la meta de llamarse todos los días. ¡Y a Elvira le encantaba ver a su prima!

Unos minutos después, la mamá también se unió a la llamada. “Hola, chicas”, dijo ella. Estaba viajando por trabajo esta semana, pero aún así llamó para la hora de las Escrituras en familia.

Hicieron una oración. Entonces Elvira abrió las Escrituras. Estaban leyendo el Libro de Mormón juntos. Todos se turnaron para leer versículos.

Elvira escuchaba mientras los demás leían, pero era difícil mantenerse despierta. Sigrid se había quedado dormida en el sofá. Elvira le dio un golpecito con el dedo. Pero entonces algo en el versículo llamó su atención.

“Y percibí una barra de hierro que se extendía por la orilla del río y conducía al árbol donde yo estaba”, leyó Dorthea*.

“¡Conozco este relato!”, dijo Elvira. “Es el sueño de Lehi”. Había visto un video de las Escrituras al respecto. Había un hermoso árbol con fruto blanco, y la gente sujetaba la barra para que les ayudara a llegar a él.

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“¿Recuerdas qué es la barra?”, preguntó la mamá.

“¿Las Escrituras?”.

“¡Así es!”, dijo el papá. “Nefi enseña más adelante que la barra es como la palabra de Dios. ¿Cómo creen que podemos aferrarnos a la barra como las personas del sueño de Lehi?”.

“¡Estamos sosteniendo la barra ahora mismo!”, Elvira sostuvo su Libro de Mormón. “Al tener la hora de las Escrituras”.

La mamá asintió con la cabeza. “Cuando leemos las Escrituras, nos acercamos más a Jesucristo. Al igual que las personas se acercaron más al árbol de la vida cuando se sujetaron a la barra”.

Mientras seguían leyendo, Elvira se imaginó a sí misma agarrándose a la barra y caminando hacia el hermoso árbol. Ya no tenía tanto sueño.

Pronto llegó el momento de terminar. La tía Liv y su mamá debían ir a trabajar, y Elvira, Sigrid y Dorthea debían prepararse para la escuela.

“¡Adiós a todos!”, Elvira saludó a su familia en la pantalla. “¡Las quiero!”.

Mientras bajaba corriendo para prepararse para ir a la escuela, Elvira sintió calidez por dentro, y no por causa de su manta afelpada. Sabía que el sentimiento cálido era que el Espíritu Santo le decía que el Libro de Mormón era verdadero. ¡Era una forma estupenda de comenzar el día!

PDF del relato

Ilustración por Héctor Borlasca