El Amigo
La meta de lectura
Enero de 2024


“La meta de lectura”, El Amigo, enero de 2024, págs. 36–37.

La meta de lectura

A Anders no le gustaba leer en voz alta.

Esta historia ocurrió en EE. UU.

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Anders escuchó a su hermana leer durante el estudio familiar de las Escrituras. Trató de seguir la lectura en su tableta, pero le era difícil concentrarse en las palabras.

A Anders siempre le costaba leer. El año pasado, se enteró de que tenía dislexia. La dislexia es una discapacidad del aprendizaje que hacía que le costara leer. Su cerebro mezclaba palabras y letras, y sus ojos iban de un lado a otro por la página cuando trataba de leer.

Su hermana terminó de leer un versículo y su hermano leyó el siguiente, pero Anders no leyó. No le gustaba leer en voz alta. Agrandar las palabras en su tableta ayudaba un poco, pero le disgustaba lo lenta y torpe que era su lectura. ¡Cometía tantos errores! Tenía que esforzarse demasiado por algo que parecía fácil para todos los demás.

Cuando terminaron de leer, la familia de Anders vio un video sobre el programa Niños y Jóvenes.

“Establezcan metas personales que los desafíen y exijan”, dijo el élder Gong en el video. “Descubr[an] nuevos talentos, intereses y habilidades”*.

Anders pensó en las metas que se podía fijar. Tal vez podría aprender a hornear galletas. ¡O jugar mejor al fútbol!

Luego miró el Libro de Mormón sobre la mesa. El mejorar en la lectura no parecía una meta muy divertida, pero quería ser capaz de leer las Escrituras con su familia.

“Sé cuál es la meta que quiero lograr”, le dijo al papá.

“¿Cuál es?”, preguntó el papá.

Anders tomó el Libro de Mormón. “Quiero leer un versículo del Libro de Mormón en voz alta todos los días”.

“Parece una meta estupenda”, dijo el papá. “¿Cuándo quieres comenzar?”.

“¡Ahora mismo!”.

Anders fue a su habitación y cerró la puerta. No quería que nadie lo escuchara. Luego abrió su Libro de Mormón. Mezcló algunas de las palabras, pero solo le tomó un minuto terminar el primer versículo. Eso no estuvo tan mal, pensó.

Anders leía un pasaje de las Escrituras todos los días. ¡Era difícil! Además no sentía que estuviera mejorando, pero siguió esforzándose.

Entonces, un día en la escuela, su maestra dijo: “¡Vaya! No puedo creer lo rápido que estás aprendiendo”.

Anders levantó la vista de su tarea. “¿De veras?”.

Ella asintió. “Estás mejorando mucho”.

Anders miró las palabras en su trabajo. Eran mucho más fáciles de leer de lo que habían sido antes. Su meta de practicar la lectura de las Escrituras incluso le estaba ayudando a aprender en la escuela.

Cuando llegó a casa, corrió arriba para leer las Escrituras. Cuando miró la página, las palabras todavía giraban, pero era más fácil descifrar lo que decían.

Anders estaba entusiasmado por el estudio familiar de las Escrituras esa noche.

“Oye, papá”, dijo. “¿Puedo ayudar a leer hoy?”.

El papá sonrió. “¡Me encantaría!”.

Anders siguió la lectura cuidadosamente mientras sus hermanos y hermanas leían un versículo cada uno. Cuando le llegó el turno, leyó el versículo lentamente para asegurarse de decir bien todas las palabras. Después de terminar de leer, levantó la vista. Todos le sonreían.

Aunque no era un lector perfecto, Anders se sentía orgulloso de sí mismo. Sabía que cuando trabajara arduamente, el Padre Celestial siempre estaría allí para ayudarlo.

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Ilustraciones por Kelly Smith

  • Cara a Cara con el élder Gerrit W. Gong, transmisión mundial para los jóvenes, 17 de noviembre de 2019, Biblioteca del Evangelio.

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