El Amigo
La piedra morada brillante
Marzo de 2024


“La piedra morada brillante”, El Amigo, marzo de 2024, págs. 10–11.

La piedra morada brillante

Si decía la verdad, ¿se enojaría su papá con ella?

Esta historia ocurrió en los Países Bajos.

Marie abrió su joyero para mirar sus bonitas piedras. Una por una, las sostuvo en la mano. La roja, después la verde y, luego, la blanca transparente.

La abuela llamó a la puerta del dormitorio. “¿Estás lista?”.

“¡Sí!”. Marie volvió a guardar las piedras con cuidado en el joyero.

La abuela llevaba a Marie a la biblioteca, pero no solo para mirar libros. Había una exposición especial de piedras y Marie estaba entusiasmada.

Cuando el autobús llegó a la biblioteca, Marie y su abuela entraron. Había mesas y mesas con hermosas piedras. Algunas eran brillantes y lisas y otras tenían formas interesantes.

“¡Mira esta!”, dijo la abuela señalando un gran cristal con pequeñas puntas azules que sobresalían por todas partes.

En otra mesa había muchas piedras pequeñas y redondas. Marie miró todos los colores. En un extremo había una piedra morada, pequeña, brillante y lisa.

Todavía no tengo una piedra morada, pensó Marie. Era perfecta para su colección.

Marie miró a su alrededor. La abuela estaba en otra mesa y no había nadie cerca. Nadie echaría en falta esa piedrecita, ¿verdad?

Marie tomó la piedra y se la guardó en el bolsillo.

Esa noche, con la piedra morada a salvo en su joyero, Marie se metió en la cama.

“¿Estás lista para un cuento?”. El papá se sentó en la cama y abrió la revista El Amigo.

Marie se envolvió con la cobija mientras escuchaba. El cuento trataba de un niño que se arrepintió después de haber tomado una mala decisión.

Mientras su papá leía, Marie sintió que se le hacía un nudo en el estómago. Se puso de lado y luego volteó la almohada, pero no se sentía bien y no podía dejar de pensar en la piedra morada.

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El papá terminó el cuento. “¿Estás bien?”.

Marie no sabía qué hacer. Si se lo contaba a su papá, él quizás se enojaría.

Pero tal vez sabría cómo ayudarla.

Lentamente, Marie salió de la cama y sacó la piedra morada del joyero. “Hoy tomé esto de la biblioteca”. Los ojos de Marie se llenaron de lágrimas. “Lo siento mucho”.

Su papá le dio un abrazo. “Siempre está bien que me digas la verdad. Estoy orgulloso de ti por tener el valor de ser sincera”.

Marie comenzó a sentirse mejor. ¡Su papá no estaba enojado!

“Gracias a Jesús, podemos arrepentirnos, al igual que en el relato”, dijo él. “¿Por qué no devolvemos la piedra a la biblioteca?”.

Marie cerró los ojos con fuerza. “¡No! Se enojarán”.

El papá le puso una mano en el hombro. “Tal vez se enojen un poco, pero creo que se alegrarán de que la hayas devuelto. Además, te sentirás mucho mejor”.

Marie respiró hondo y asintió. “De acuerdo”.

Marie sacó una hoja de papel y comenzó a escribir una carta. “Lamento haberme llevado esto”, escribió. “Ojalá no lo hubiera hecho. Quiero hacer lo correcto”.

Metió la carta en un sobre y también metió la piedrecita morada.

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“La devolveremos mañana”, dijo el papá. “¿Cómo te sientes ahora?”.

“Mejor”, dijo Marie. “Solo hay una cosa más que tengo que hacer”.

Marie se arrodilló junto a la cama y oró. “Lamento haber tomado la piedra”, dijo. “Nunca volveré a robar. Gracias por ayudarme a ser valiente y sincera”.

Al volver a la cama, Marie sintió paz. Mañana corregiría su error. Sabía que el Padre Celestial y Jesús la ayudarían. Gracias a Ellos, todo saldría bien.

PDF del relato

Ilustraciones por Katie Rewse