El Amigo
Compartir el amor de Dios
Mayo de 2024


“Compartir el amor de Dios”, El Amigo, mayo de 2024, págs. 32–33.

Compartir el amor de Dios

Thais no sabía qué decir ni qué hacer, pero quería ayudar.

Esta historia sucedió en Bolivia.

Era una calurosa mañana. Thais y su amiga Claudia hablaban y se reían mientras caminaban por el campo de fútbol. Acababan de terminar la clase de Gimnasia y ahora iban a la de Matemáticas.

Los niños más pequeños estaban en el recreo. Thais los observó jugar.

Entonces vio a una niña sentada sola en los escalones. Cuando se acercaron, Thais vio que estaba llorando.

Imagen
Una niña llorando en los escalones

Thais le hizo un gesto a Claudia para que se acercaran a la niña.

Claudia frunció el ceño y negó con la cabeza. “Llegaremos tarde”.

Antes de que Thais pudiera decir algo, Claudia se alejó.

Thais miró a la niña, que tenía unos cinco años. Tenía el rostro escondido entre las rodillas y se cubría la cabeza con las manos.

Thais se sentó a su lado y la niña se apartó un poco.

Imagen
Una niña mayor poniendo la mano sobre el hombro de una niña más pequeña

“¿Estás bien?”, preguntó Thais en voz baja.

La niña no respondió. Thais no sabía qué decir ni qué hacer.

“¿Te puedo ayudar en algo?”, preguntó a continuación.

La niña se encogió de hombros.

“Me llamo Thais. ¿Cómo te llamas?”.

Finalmente, la niña miró a Thais. “Nicol”.

“¿Por qué estás llorando, Nicol?”.

“Todo el mundo se burla de mí por ser gordita”, dijo entre sollozos.

Thais le secó el rostro a Nicol. “Lamento que hayan dicho eso. No importa lo que piense la gente”.

“Dicen que no soy bonita”.

“¡Bueno, yo creo que están equivocados!”, dijo Thais con una sonrisa. “Eres muy bonita y también muy especial, ¿lo sabías?”.

Thais pensó en una de sus canciones favoritas de la Primaria. Ahora ya sabía qué decir.

“Eres una hija de Dios”, dijo Thais, tomando las manos de la niña.

Imagen
Una niña mayor sosteniendo las manos de una niña más pequeña

Thais habló un poco con Nicol. Le explicó lo importante que era para el Padre Celestial, su familia y muchas otras personas que tanto la querían. Poco a poco, Nicol empezó a sonreír.

Después de unos minutos, Nicol se levantó y abrazó fuertemente a Thais. “¡Gracias!”, dijo.

Thais vio a su nueva amiga salir corriendo con una gran sonrisa. Se sintió bien al ayudar a Nicol a sentirse mejor y saber cuánto la amaba Dios.

Entonces Thais también se puso de pie de un salto. ¡Más vale que corra como Nicol o llegaré tarde a la clase de Matemáticas!, pensó mientras sonreía y se apresuraba a ir a la clase.

Imagen
Una niña corriendo feliz
Imagen
PDF del relato

Ilustraciones por Flavio Remontti

Imprimir