“Demasiado enojada para orar”, El Amigo, enero de 2025, págs. 4-5.
Demasiado enojada para orar
Gabriela respiró hondo. ¿Qué podía hacer para calmarse?
Una historia real de Alemania.
“¡Nadie me entiende!”, gritó Gabriela mientras cerraba de golpe la puerta de su habitación. Había sido un día difícil. Alguien en la escuela se había burlado de ella y cuando Gabriela llegó a casa, estaba de mal humor y se molestó con Mutti (mamá).
Gabriela se dejó caer en la cama y comenzó a llorar. Las lágrimas le corrían por las mejillas y sentía el pecho apretado por la ira. No le gustaba sentirse así.
Recordó haber aprendido en la Primaria que podía orar al Padre Celestial siempre que necesitara ayuda. Quería hacer una oración para sentirse mejor, pero estaba demasiado alterada para concentrarse. Cerró los ojos y respiró hondo. ¿Qué podía hacer para calmarse?
Después de unos segundos, le vino un pensamiento a la mente.
Piensa en cosas por las que estás agradecida.
Abrió los ojos y miró alrededor de su habitación. En la pared había una foto de Mutti y Vati (papá). Gabriela amaba a su familia, aun cuando se sentía disgustada con ellos.
“Estoy agradecida por mis padres”, dijo.
Luego pensó en sus primos Gwendolyn, Lydia y Thomas. Siempre compartían sus juguetes con ella y la hacían reír. Le encantaba jugar con ellos.
“Estoy agradecida por mis primos”, dijo Gabriela.
Luego miró por la ventana.
El sol se estaba poniendo y el cielo se llenó de hermosos colores: naranja, rojo, amarillo y rosa.
“Estoy agradecida por las puestas de sol”, dijo Gabriela,
y luego pensó en más cosas. Estaba agradecida por el almuerzo que había comido ese día en la escuela. Estaba agradecida por su vida; estaba agradecida por el apartamento en el que vivía.
¡Fue divertido pensar en cosas por las que estar agradecida! Gabriela nunca se había dado cuenta de cuántas cosas buenas había en su vida.
Sabía que el Espíritu Santo le había dado la idea de pensar en sus bendiciones. Su corazón estaba en paz en ese momento y se sentía lista para orar.
“Querido Padre Celestial”, dijo, “lamento haberme enojado con Mutti. Gracias por ayudarme a sentirme tranquila y feliz de nuevo. Gracias por enviar al Espíritu Santo para recordarme mis bendiciones. En el nombre de Jesucristo. Amén”.
Salió del cuarto. Mutti y Vati estaban en la cocina preparando la cena. Le dio un abrazo a Mutti:
“Lamento haberme enojado contigo”, dijo Gabriela.
“Está bien”, dijo Mutti. “Gracias por disculparte”.
Se sentaron alrededor de la mesa y bendijeron los alimentos. ¡Entonces, Gabriela tuvo una idea!
“Turnémonos alrededor de la mesa y cada uno diga algo por lo que esté agradecido”, dijo.
Vati sonrió. ¡“Esa es una buena idea!”
“Estoy agradecida por el jabón”, dijo Mutti.
Vati pensó por unos instantes.
“Pizza”, dijo. Todos se rieron.
Luego llegó el turno de Gabriela. Ella ya sabía lo que quería decir.
“Estoy agradecida por la oración”.