2022
Mira más allá de la sopa
Febrero de 2022


“Mira más allá de la sopa”, Para la Fortaleza de la Juventud, febrero de 2022.

Ven, sígueme

Génesis 25–26

Mira más allá de la sopa

No renuncies a lo más importante por algo que deseas ahora.

Imagen
un niño con un plato de sopa

Ilustración por Dean Macadam

Si alguna vez has ayunado, sabes lo difícil que puede ser a veces. Quizás te hayas sentido tentado a terminar tu ayuno antes de tiempo, pero aquellos que lo terminan antes no suelen conocer las bendiciones que habrían obtenido si hubieran aguantado hasta el final.

La sopa y el sacrificio

La lucha por hacer sacrificios de inmediato para obtener bendiciones que llegarán con el tiempo no es algo nuevo. Se puede encontrar en el relato de Jacob y Esaú en el Antiguo Testamento, cuando Esaú renunció a la bendición más importante de su vida por un “plato de guisado”, es decir, un plato de sopa (véase Génesis 25).

Sí, leíste bien: un plato de sopa. Esto es lo que sucedió:

Esaú y Jacob eran mellizos, pero había una gran diferencia: Esaú era el mayor, así que tenía derecho a la primogenitura. En esa época, cuando el padre de familia moría, cada hijo recibía su porción de todo lo que el padre tenía: sus propiedades, animales y tierras, entre otras cosas. Pero el hijo que tenía la primogenitura (generalmente el mayor) recibía una doble porción de todo y también la responsabilidad de dirigir a la familia.

Pero Esaú “menospreció […] la primogenitura” (Génesis 25:34). La familia y los asuntos del Señor no eran importantes para él (véase Génesis 26:34–35). Jacob, por su parte, era obediente al Señor y a sus padres.

En una ocasión, luego de un largo día cazando, Esaú regresó a casa con tanta hambre que pensó que moriría. Ya sea que estuviera exagerando o que en realidad estuviera tan hambriento, cuando Esaú vio que Jacob estaba preparando una sopa sustanciosa, solo puso su atención en una cosa: ¡la comida!

Jacob, quien tenía en alta estima la primogenitura, se la pidió a Esaú a cambio de la sopa. En aquel momento, a Esaú le importó más lo que deseaba en ese mismo instante. Las grandiosas bendiciones que tenía disponibles para su futuro no eran lo suficientemente importantes como para rechazar la oferta de Jacob y decirle “No”.

Salir a cazar y querer una sopa nutritiva no son para nada cosas malas; sin embargo, el presidente Dallin H. Oaks enseñó: “[E]l solo hecho de que algo sea bueno, no es razón suficiente para hacerlo […]. Otras opciones son mejores e incluso otras son excelentes”1.

Por lo tanto, está claro que hay una lección eterna importante que Esaú puede enseñarnos. El Padre Celestial ha descrito lo que tiene mayor importancia. Algunas de las bendiciones por seguir Su plan llegan pronto, pero muchas lo hacen después de un tiempo. Nuestro desafío, nuestra prueba, es no renunciar a lo que más deseamos por algo que queremos ahora.

Momentos como el del plato de guisado

Hacemos frente a muchas decisiones en las que podemos llegar a pensar de manera similar a la de Esaú:

“¿Juego una vez más antes de irme a dormir o leo las Escrituras?”.

“Se supone que debo ir a la actividad de servicio, pero mis amigos me invitaron a salir con ellos”.

“Hoy puedo dormir una hora más si no voy a Seminario”.

Las pequeñas decisiones como estas se van sumando. Aunque nuestras elecciones no sean malas, posiblemente no sean las mejores que nos puedan llevar a tener paz y felicidad eternas.

El élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce Apóstoles, hace una pregunta que todos deberíamos analizar: “¿Cómo encontramos nuestro camino a través de las muchas cosas que son importantes?”. Esta es su respuesta: “Simplificamos y purificamos nuestra perspectiva. Algunas cosas son malas y se deben evitar; algunas son agradables; otras son importantes y algunas cosas son absolutamente indispensables”2.

Sé como Jacob

Debido a que Esaú desatendía constantemente las cosas de mayor importancia, hizo a un lado su primogenitura. La rectitud de Jacob le permitió recibir las bendiciones de Esaú. Se convirtió en Israel, el mismo de las doce tribus de Israel. Todos somos bendecidos con nuestro legado eterno: la oportunidad de llegar a ser como nuestro Padre Celestial y heredar todo lo que Él tiene. Esto está al alcance de todos los que vienen a Cristo y guardan Sus mandamientos.

Con frecuencia, la mejor decisión no es la más sencilla. El presidente Russell M. Nelson nos ha enseñado: “Claro que es difícil. Todo lo que tenga que ver con ser más como el Salvador es difícil”. Pero nos recuerda: “[E]l Señor se deleita con el esfuerzo, porque el esfuerzo brinda recompensas que no pueden recibirse sin él”3.

Tal vez no siempre puedas sentir que el sacrificio de guardar los mandamientos da frutos, pero lo asombroso es que siempre serás bendecido por el Señor cuando “mires más allá de la sopa”, hacia las cosas que tienen más importancia.

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