“Paz para afrontar las tormentas de la vida” , Para la Fortaleza de la Juventud, marzo de 2023.
Paz para afrontar las tormentas de la vida
Durante las tormentas de la vida, el Señor Jesucristo te dice: “Paz, cálmate”.
Después de un día entero enseñando junto al mar, el Señor Jesucristo sugirió a Sus discípulos que cruzaran al otro lado del mar de Galilea. Cuando partieron, Jesús encontró un lugar para descansar en la barca y se quedó dormido.
Enseguida el cielo se oscureció y “se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba” (véase Marcos 4:37).
Varios de los discípulos de Jesús eran pescadores experimentados y sabían navegar en una barca, pero la tormenta se desató y entraron en pánico. La barca parecía estar a punto de hundirse.
A pesar de todo, Jesús seguía durmiendo.
No sabemos cuánto tiempo lucharon los discípulos con la tormenta, pero finalmente no pudieron esperar más. Despertaron a Jesús y clamaron: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38).
Las tormentas de la vida
Todos enfrentamos tormentas repentinas en la vida. Quizás veas los problemas del mundo o tus propias circunstancias y te sientas angustiado, desanimado y decepcionado. Tal vez tengas el corazón destrozado por tu propia causa o por causa de alguien a quien amas. Tal vez estés preocupado, tengas miedo y sientas que la esperanza te ha abandonado para siempre.
En esos momentos podrías clamar como los discípulos de Jesús: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perezco?”.
Cuando yo tenía tu edad, uno de mis himnos favoritos era “Paz, cálmense”1. Podía imaginarme a mí mismo en la barca cuando “el mar se [estaba] encrespa[ndo]”. La parte crucial y más bella del himno dice así: “Las olas y vientos oirán Tu voz: ‘¡Cálmense!’”. Luego viene el mensaje importante: “[L]as aguas al barco no dañarán del Rey de los cielos y de la mar”.
Después de que Sus discípulos clamaron pidiendo ayuda, Jesús, “levantándose, reprendió al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! Y cesó el viento y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:39).
Si recibes a Jesucristo, “el Príncipe de Paz” (Isaías 9:6), en tu barca, puedes hallar paz en medio de las turbulentas y aterradoras tormentas que se desatan dentro de ti y a tu alrededor.
Las mismas palabras que entonamos en el himno sobre aquella tempestuosa noche de hace mucho tiempo en el mar de Galilea, Jesús te las dice durante las tormentas de tu vida: “Paz, cálmate”.
Confiar en Su poder tranquilizador
¿Te imaginas cómo se habrán sentido los discípulos cuando vieron al viento, la lluvia y el mar obedecer el mandato de su Maestro? Solo fueron capaces de decir: “¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4:41).
Jesucristo es diferente a cualquier persona que haya caminado por esta tierra. Él vino para salvarnos. En el jardín de Getsemaní pagó el precio de todos nuestros pecados y, además, soportó todo nuestro dolor y pesar. Ese padecimiento tan grande e infinito hizo que sangrara por cada poro (véanse Lucas 22:44; Doctrina y Convenios 19:18).
Lo que el Señor hizo gracias a Su amor perfecto escapa a mi comprensión, pero sé que Él lo hizo por mí, por ti y por toda alma que haya vivido o vaya a vivir. Dio todo para que pudiéramos recibirlo todo.
Nadie experimentará jamás lo que Jesús sufrió, pero tú y yo tendremos nuestras propias tormentas oscuras y amargas que afrontar. Si elevas tu corazón al Señor, Él calmará tus tormentas, porque Él las ha experimentado todas. Él sufrió de manera desinteresada por ti y tiene poder para fortalecerte, alentarte y bendecirte.
Él promete: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Maneras de hallar paz
El Señor Jesucristo te ha dado maneras de sentir Su paz. “Aprende de mí y escucha mis palabras; camina en la mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz” (Doctrina y Convenios 19:23).
Aprende de Él mediante el estudio de Su vida y Sus enseñanzas en las Escrituras. Eleva tu alma en oración. “[P]ermaneced en lugares santos […]”, incluido el templo (Doctrina y Convenios 87:8; véase también 45:32).
Escucha Sus palabras a través de los profetas vivientes y sigue la guía del Espíritu Santo. Utiliza el don divino del arrepentimiento. Asiste a Su Iglesia para ser hermanado, instruido y nutrido por la buena palabra de Dios.
Camina en la mansedumbre de Su Espíritu al hacer de tu hogar un lugar donde se pueda sentir Su Espíritu. Ayuda a los demás y sírvele con gozo. Recuerda: “[N]os da paz hacer lo bueno”2. Esfuérzate por permanecer fiel y ser un “pacífico [discípulo] de Cristo” (Moroni 7:3).
Si aprendes, escuchas y caminas con el Señor, entonces se cumple Su gran promesa: tendrás Su paz.
Fe para calmarse
Con fe en el Señor Jesucristo, puedes calmarte cuando estallen las tormentas de la vida. Puede que la paz no sea tan inmediata como lo fue para los discípulos en el mar de Galilea, pero el Señor te fortalecerá para que superes las tormentas que afrontes.
Mi querido amigo, testifico que Jesucristo vive.
Él te ama.
Él te conoce.
Él te comprende.
No te dejará sin consuelo en los momentos de necesidad.
La verdadera paz se recibe solo en Él y por medio de Él. Su paz es para todos los que acudan a Él.