Para la Fortaleza de la Juventud
¿Cómo puedo ser perdonado, perdonarme a mí mismo y perdonar a los demás?
Agosto de 2024


Solo para la versión digital: Respuestas de un Apóstol

¿Cómo puedo ser perdonado, perdonarme a mí mismo y perdonar a los demás?

Al centrar nuestra vida en el Salvador, encontraremos respuestas a las preocupaciones profundas y esenciales de nuestra alma.

De un discurso pronunciado en un devocional de la Universidad Brigham Young—Hawái, el 29 de enero de 2023.

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Alma y los hijos de Mosíah se abrazan

Me gustaría responder algunas preguntas que preocupan a los jóvenes discípulos de Jesucristo.

¿Cómo puedo ser perdonado, sentirme digno y sentir el amor de Dios?

Para muchos es una lucha arrepentirse y ser perdonados de los pecados, sentirse dignos de participar de la Santa Cena y sentir el amor que Dios nos tiene aun cuando nos sentimos indignos.

El principio del arrepentimiento viene después de la fe en Jesucristo. Dios nos ama, incluso si estamos sumidos en el pecado. Se nos perdona cuando nos hemos humillado ante Dios, hemos buscado el consejo de los líderes apropiados de la Iglesia, según sea necesario, y nos hemos arrepentido y hemos abandonado nuestros pecados. El dar esos pasos nos acerca más al Salvador, quien al final puede librarnos de la culpa, del pesar y del cautiverio espiritual y físico.

No sabemos por qué a veces seguimos sintiendo culpa aun cuando nos hemos arrepentido de los pecados que hemos cometido. En lugar de especular, hablen con su Padre Celestial al respecto. Háganle la pregunta a Él directamente. Sé que, con el tiempo, Él les revelará lo que necesitan.

En lo personal, todavía tengo algunos recuerdos de algunos de mis errores pasados. Al haber orado al respecto, el Señor me dijo que he sido perdonado y que ya no debo preocuparme por esas cosas. Sin embargo, también siento que esos recuerdos son una advertencia para que me esfuerce por evitar volver a caer en esos errores. Así que tener esos recuerdos no es del todo negativo. Los veo como una demostración del amor que Dios tiene por mí, ya que Él me advierte constantemente que evite tomar ese camino de nuevo.

Al esforzarnos continuamente por dar lo mejor de nosotros mismos, manifestando por medio de nuestras obras el deseo de limpiar el vaso interior, los sentimientos de culpa y desánimo tienden a desaparecer. Con el tiempo, nuestra experiencia puede ser como la de Alma, quien testificó que después de arrepentirse “seguía recordando sus pecados, pero ese recuerdo dejó de afligirlo y de atormentarlo, porque sabía que se le había perdonado”.

¿Cómo puedo perdonar a quienes me han ofendido o hecho daño?

Una inquietud interesante que expresan los jóvenes tiene que ver con perdonar a quienes nos ofendieron y nos hicieron cosas malas.

Al estudiar la palabra de Dios, aprendemos que perdonar a los demás trae consigo grandes bendiciones espirituales, incluso paz y esperanza. Tal vez la más importante de esas bendiciones es que al perdonar a los demás también podemos ser perdonados de nuestros propios pecados. El Señor nos enseña que el perdón es un mandamiento universal y que a nosotros nos es “requerido perdonar a todos los hombres”. Sin embargo, puede seguir siendo difícil.

En ocasiones permitimos que el orgullo, el temor, el resentimiento o la amargura nos desanimen y bloqueen nuestra capacidad de sentir esperanza. No obstante, el valor para perdonar llega a aquellos que ponen su fe y confianza en el Señor. Perdonar significa dejar de culpar por un daño del pasado. También es liberar una carga significativa y seguir adelante con la vida.

En cuanto al olvido, es importante recordar que “perdonar no significa olvidar que la ofensa se produjo o hacer como que nunca sucedió. No significa que se vaya a permitir que el abuso continúe, ni que sea posible que todas las relaciones interpersonales se puedan reparar. El perdonar a alguien no significa que el agresor no tendrá que rendir cuentas por sus acciones; significa que el Salvador puede ayudar[t]e a dejarlo todo atrás”.

A continuación se presentan algunas sugerencias para ayudar en este proceso:

  • Pedir humildad en oración. La humildad es lo opuesto al orgullo, que es el principal obstáculo en nuestro esfuerzo por perdonar. El orgullo nos lleva a centrarnos en los sentimientos de rencor hacia los demás. También nos hace pasar por alto nuestras propias debilidades, errores y pecados. El Señor nos promete: “Si se humillan ante mí, y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos”. De acuerdo con nuestra humildad y fe, el Señor nos ayudará a llegar a ser más semejantes a Él y a perdonar verdaderamente como Él lo hizo.

  • Expresar gratitud. Expresar gratitud invita al Espíritu más plenamente a nuestra vida, lo cual puede ablandar y cambiar nuestro corazón. Consideren hacer una lista de cosas por las que estén agradecidos. Todos los días busquen manifestaciones del amor de Dios. A medida que cultiven una actitud de gratitud, tal vez descubran que incluso pueden encontrar razones para estar agradecidos por sus pruebas.

  • Tener paciencia. Perdonar cuando se tiene mucho dolor puede tomar tiempo. Pueden hacer sitio en su corazón para el perdón por medio de la oración sincera, el estudio y la meditación. Deleitarse en las palabras de Cristo a diario también los ayudará a acercarse más a Él y les brindará gran poder sanador en su vida.

  • Dejar el pasado atrás. La historia es historia y no se puede cambiar, pero pueden centrar su energía en el presente, porque hoy tienen el poder de escoger perdonar. Depositen sus cargas en el Señor. Recuerden que, además de tomar sobre Sí los pecados del mundo, Cristo tomó sobre Sí nuestros dolores y debilidades. Si se lo permiten, Él puede aligerar su carga.

Encontrar la fortaleza para perdonar puede ser difícil, pero el Salvador y Su Expiación lo hacen posible. En verdad, al abrir nuestro corazón para perdonar a los demás, seremos bendecidos con paz. Los invito a aceptar el poder sanador del perdón.

Al centrar nuestra vida en el Salvador, encontraremos respuestas a las preocupaciones profundas y esenciales de nuestra alma. El poder sanador del Salvador llena nuestra alma de paz, luz, comprensión, gozo y amor.

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