El momento de la conversión
Hoy deseo contaros del momento de mi verdadera conversión al Señor Jesucristo y a su evangelio restaurado. Puede ser que mi experiencia fortalezca a aquellos que deseen una relación más cercana con nuestro Padre Celestial y un testimonio mas profundo de la veracidad de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.
Hace algunos años, cuando viajaba a una misión en Alemania, en un tormentoso mes de noviembre, me encontré a bordo de un barco que iba desde Nueva York a Bremerhaven. El océano rugía furioso; todos estabamos mareados y descompuestos del estómago, y lo único que podíamos comer eran galletas saladas y “zwieback” (pan tostado). ¡Me sentía tan mal que me quería morir!
Al pasar los días comencé a darme cuenta de algo: “Estoy realmente en camino a una misión, pero … ¿tengo en verdad un testimonio? ¿Estoy preparado para testificar ‘a todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar’ (Mosíah 18:9)?”
Creía tener un testimonio, pero ahora la verdadera prueba de mi fe estaba por venir: Iba a una tierra extranjera [Alemania] en cuya lengua podía decir solamente las palabras “Volkswagen” [la marca de autos] Y “Auf Wiedersehen” [hasta pronto].
Durante el viaje me di cuenta de que mi testimonio no era un fuego espiritual de convicción, particularmente sobre el Libro de Mormón. Entonces me arrodille en el frío y metálico piso de aquel barco movedizo que se balanceaba a uno y otro lado y le rogué al Señor con lágrimas en los ojos: “Querido Padre, tengo que saber que el Libro de Mormón es verdadero. Lo he leído, creo que lo entiendo, pero deseo sentir ese fuego ardiente que hace saber a una persona que el Libro de Mormón es tu palabra. Por favor, Padre, ayúdame”.
En alguna parte del solitario Océano Atlántico, durante esos turbulentos días, me envolvió un espíritu de dulzura y paz, “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4: 7). Recibí un testimonio de que el Libro de Mormón es la palabra de Dios y ese sublime acontecimiento fue el momento de mi conversión.
Si no estáis seguros de tener un testimonio del evangelio restaurado, os insto a que leáis el Libro de Mormón y meditéis y oréis sobre él. ¿Y por qué el Libro de Mormón? Porque esta Sagrada Escritura tiene un gran poder para testificar y convertir. Además, este antiguo registro es una brújula espiritual que debemos seguir. José Smith dijo que el Libro de Mormón “es la clave de nuestra religión; y que un hombre se acercaría mas a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 233-234).
Cuando lleguéis a saber que este testamento de Cristo es verdadero, sabréis también que José Smith es el Profeta de la Restauración y que Ezra Taft Benson es el Profeta del Señor en la actualidad.
El Libro de Mormón fue escrito para nuestros días a fin de convencernos de “que Jesús es el Cristo” (véase la portada del Libro de Mormón).
Si vuestra alma esta buscando un testimonio mas profundo de Jesucristo y de su reino restaurado, os sugiero, junto con el estudio del Libro de Mormón, cuatro pasos que podéis dar y que os llevaran al momento de vuestra conversión. Son los siguientes:
(1) El deseo, (2) las obras, (3) la oración y (4) la confianza en el Señor. Permitidme explicarlos brevemente:
Primero, el deseo: Oliverio Cowdery deseó tener un testimonio mas firme de las planchas que contenían los registros del Libro de Mormón. El Señor le dijo: “ Si deseas mas testimonio, piensa en la noche que me imploraste en tu corazón, a fin de poder saber tocante a la verdad de estas cosas.
“¿No hablé paz a tu mente en cuanto al asunto?” (D. y C. 6:22-23.)
El Señor le dijo al hermano Cowdery que, primeramente, una persona necesita tener el deseo.
Y Alma dijo “… aunque no sea mas que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros” (Alma 32:27).
Segundo las obras: Oliverio Cowdery tomó una actitud positiva e hizo algo; pasó de pensar a obrar. En mi caso, cuando estaba en el barco, lo que hice fue estudiar mas profundamente el Libro de Mormón y meditarlo con cuidado. El joven José reflexionó sobre un pasaje de la Biblia y después fue al bosque a orar. Moisés subió al monte Sinaí. Una de mis bisabuelas subió a un barco en Dinamarca, con una cantidad de niños pequeños, para unirse con los mormones en Utah. Las obras buenas producen una cosecha divina. El Señor dijo: “… el que hiciere obras justas recibirá su galardón, sí, la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero” (D. y C. 59:23).
Tercero, la oración: “Del alma es la oración, el medio de solaz” (Himnos de Sión, núm. 129).
Al orar con sinceridad al Señor y confiar en su inspiración divina, oiremos esa “voz apacible de perfecta suavidad” (Helamán 5:30). Recibiremos paz, sabiendo que Dios ha contestado nuestras oraciones; recordad la paz que el hermano Cowdery recibió. Estas brasas espirituales pueden transformarse en cl fuego de un testimonio. (Véase Helamán 5:45.)
Alma, después de haberse encontrado con los cuatro hijos de Mosíah, quienes habían estado en una misión de catorce años, se regocijó por el conocimiento que tenían de la verdad. Hablando de ellos, dijo: “… y habían escudriñado diligentemente las Escrituras … se habían dedicado a mucha oración y ayuno … y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios” (Alma 17:2-3).
“Quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo”, aconsejó Moroni, “y si pedís con un corazón sincero … el os manifestara la verdad de ellas por el poder del Espíritu
Santo” (Moroni 10:4).
Por cierto que el Señor no nos diría que oráramos si no tuviera intención de contestar nuestras oraciones. “ [Dios] es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
Cuarto: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (Proverbios 3:5). Podemos confiar en el Señor; Él es nuestro amigo verdadero; siempre cumple su palabra. Eter aconsejó: “… no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe” (Eter 12:6).
Quisiera pediros que depositarais vuestra confianza en el Señor. Tomad el Libro de Mormón en las manos, y al leerlo, preguntaos: “¿Pudo hombre alguno haber escrito esto?” Después, preguntad al Señor: “¿Es esto tu palabra?”
Unas palabras de advertencia: Satanás quiere deteneros. Él tratara de distraeros, de engañaros y de debilitar vuestros deseos, vuestras obras justas, vuestras oraciones sinceras y vuestra confianza en el Señor. No tengáis miedo. Ya hemos vencido al maligno en otro tiempo y lugar. Se nos enseña que en la guerra premortal “[Nosotros] le [hemos] vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra [de nuestro] testimonio (Apocalipsis 12:11). Tengamos un testimonio valiente en nuestra existencia premortal y podemos resistir a Satanás y revivir ese testimonio hoy día.
El Libro de Mormón es nuestra Liahona testimonial (véase Alma 37:45). Esta voz que nos habla desde el polvo nos guía al conocimiento de que Dios vive, de que Jesús es el Cristo y de que su Iglesia ha sido restaurada.
Si tenéis aunque sea un pequeño deseo de lograr un testimonio mayor, os pido que hagáis las obras de justicia, confiéis en el Señor, oréis y escudriñéis anhelosamente el Libro de Mormón. Os testifico que es la palabra de Dios. Esta barra de hierro os indica el camino que guiara vuestra alma al momento de su conversión. Me regocijo con vosotros por tan glorioso acontecimiento. En el nombre de Jesucristo. Amén.