“¿Qué es la verdad?”
“¿Qué es la verdad?” fue la profunda pregunta que Pilato hizo al Salvador cuando lo llevaron ante él declarando: “Yo … para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Juan 18:37). En la revelación moderna Él declaró: “… la verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser;
“y lo que sea mas o menos que esto es el espíritu de aquel inicuo que fue mentiroso desde el principio.” (D. y C. 93:24-25.)
¿Cómo podemos conocer la verdad? Los primeros miembros de la Iglesia trajeron consigo costumbres, tradiciones y practicas de sus creencias anteriores. No todas estaban en c conformidad con la voluntad del Señor. En una revelación dada en mayo de 1831, Él explicó a los élderes de la Iglesia cómo discernir y decidir cuales eran las apropiadas. Se refirió tanto al aspecto de enseñar como al de recibir enseñanza. No sólo debemos enseñar por el Espíritu, sino recibir por el Espíritu lo que se nos enseñe.
“Y además, el que recibe la palabra de verdad, la recibe por el Espíritu de verdad o de alguna otra manera?
“Si es de alguna otra manera, no es de Dios.” (D. y C. 50:19-20.)
Si no recibimos la verdad por Su espíritu, no es Su palabra. En una revelación de los últimos días el Señor habla fuertemente de los que no buscan su Espíritu para saber la respuesta:
“De cierto, de cierto te digo, que Satanás ejerce un gran dominio en sus corazones y los incita a la iniquidad contra lo bueno;
“… y aman las tinieblas mas que la luz … por tanto, no recurren a mí” (D. y C. 10:20-21.)
Hace unos meses, un amigo fue a nuestra casa con el pretexto de que tenía unas preguntas sobre la Iglesia y quería que yo le ayudara. Dijo que había descubierto que el Libro de Mormón no era la palabra de Dios y que José Smith no era un Profeta de Dios. Entonces citó artículos y libros escritos por enemigos de la Iglesia. Cuando los mencionó, le contesté que yo también había leído esos y otros, pero que habían servido para confirmar mi fe en el Libro de Mormón y en el profeta José Smith. Le sorprendió que yo hubiera leído lo mismo que él y no pensara como él. Le sugerí que dedicara al menos el mismo tiempo al aspecto correcto del asunto; pero el ya había decidido que creer y no quería saber más. Había cerrado su corazón. Pensé en los hijos de Israel y su reacción ante el Señor después de haberlos sacado El del cautiverio:
“Y a pesar de ser guiados, yendo el Señor su Dios, su Redentor, delante de ellos, conduciéndolos de día y dándoles luz de noche, y haciendo por ellos cuanto al hombre le era propio recibir, endurecieron sus corazones y cegaron sus mentes e injuriaron a Moisés y al Dios verdadero y viviente.” (1 Nefi 17:30.)
La promesa del Señor respecto a su palabra y su obra es muy explícita: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Juan 7:17). Esta fue su constante respuesta a los que lo rechazaron.
Él dijo a los fariseos y saduceos que ellos buscaban en el lugar acertado pero erraban en sus objetivos:
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5:39.) Obviamente, habían estudiado cuidadosamente la palabra que testificaba de Él, pero no lo habían encontrado. Sus conclusiones predeterminadas no habían dejado que el Espíritu los guiara.
Las mismas condiciones existen hoy, y debemos hacer las preguntas correctas, buscar correctamente y llamar a las puertas apropiadas. A veces eso es muy difícil. Nicodemo tuvo que ir a ver al Salvador de noche, porque su posición en la comunidad y en su iglesia se habría visto en peligro si sus colegas se hubieran enterado de su pregunta a la persona acertada.
El rey Lamoni hizo las preguntas correctas a Ammón: “¿Quién eres? ¿Cómo sabes estas cosas? ¿Dónde mora Dios? ¿Eres tu enviado por Él?” Ammón le explicó el plan de salvación, y él lo entendió porque abrió su mente al conocimiento y su corazón al Espíritu. (Véase Alma 18: 18-40.)
El profeta Alma dijo a los zoramitas: “Mas he aquí, si despertáis y aviváis vuestras facultades hasta poner a prueba mis palabras, y ejercitáis un poco de fe, sí, aunque no sea mas que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, si, hasta que de algún modo creáis que podéis dar cabida a una porción de mis palabras” (Alma 32:27).
Él les explicó que con sólo el deseo de creer abrimos la puerta para recibir conocimiento por el Espíritu. Debemos desear la verdad; manifestamos ese deseo al preguntar, buscar y llamar; la clara promesa es que Él contestara, abrirá y nos ayudará a encontrarla.
Debemos preparar el corazón y la mente con un deseo sincero de saber la verdad. El rey Benjamín enseñó “Hermanos míos, todos los que os habéis congregado, vosotros que podéis oír mis palabras que os declare hoy; porque no os he mandado que vengáis aquí para tratar livianamente las palabras que os hable, sino para que me escuchéis, y abráis vuestros oídos para que podáis oír, y vuestros corazones para que podáis entender, y vuestras mentes para que los misterios de Dios sean aclarados a vuestra vista”. (Mosíah 2:9; cursiva agregada.)
En el día de Pentecostés, cuando Pedro y Juan hablaban obviamente con gran poder y por el Espíritu, los otros hombres se conmovieron y preguntaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37). Para recibir la verdad debemos hacer lo mismo. Nuestra responsabilidad es preguntar y buscar.
Al buscar la verdad, siempre debemos tener presente este consejo de Moroni: “Por consiguiente, toda cosa que es buena viene de Dios, y lo que es malo viene del diablo” (Moroni 7:12).
Luego nos aconseja tener mucho cuidado al elegir y nos da la forma de decidir: “Pues he aquí, mis hermanos, os es concedido juzgar, a fin de que podáis discernir el bien del mal; y la manera de juzgar es tan clara, a fin de que sepáis con perfecto conocimiento, como la luz del día lo es de la obscuridad de la noche.
“Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que pueda distinguir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que podréis saber, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.” (Moroni 7:15-16.)
¡Que bendición es que el profeta José Smith haya hecho las preguntas correctas, en el lugar acertado, por la razón apropiada! Cuando el y Sidney Rigdon meditaban sobre la existencia del hombre después de esta vida, el Señor abrió los ojos de su entendimiento a una visión del Reino de Dios. Al registrarla dijeron:
“Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, este es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive!
“Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre;
“que por él, por medio de él y de él los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios.” (D. y C. 76:22-24.)
Si, para mí es tan claro como la luz del día; el testimonio que dieron del Salvador es verdadero. Yo he escuchado la voz de Él al leer Su palabra en los escritos sagrados de los profetas del Libro de Mormón, y me he regocijado por la luz y el conocimiento dados a los profetas de los últimos días. Agrego mi testimonio al de ellos: Él vive; yo sé que Él vive. Esta es Su Iglesia. Que todos busquemos en los lugares correctos hagamos las preguntas apropiadas y seamos así enseñados por su Espíritu, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.