1990–1999
La familia del profeta José Smith
Octubre 1991


La familia del profeta José Smith

“Pensé en la gran aportación que la familia de Joseph Smith, padre, y Lucy Mack Smith, ha hecho a la restauración de la plenitud del Evangelio de Jesucristo.”

Un acontecimiento relativamente sencillo pero de gran importancia se llevó a cabo el 4 de agosto de este año en Nauvoo, Illinois. Después de muchos meses de detenido planeamiento, los descendientes de Joseph Smith, padre, y Lucy Mack Smith dedicaron el renovado cementerio de la familia Smith y lo abrieron para el publico.

Mientras asistía a los servicios dedicatorios, pensé en la gran aportación que la familia de Joseph Smith, padre, y Lucy Mack Smith, ha hecho a la restauración de la plenitud del Evangelio de Jesucristo. Mis pensamientos se concentraron particularmente en el Profeta, su hermano Hyrum y sus padres.

Creo que este lugar de sepultura debería tener un gran significado para todo miembro de la Iglesia, y deseamos que las personas cuyos restos allí descansan se levanten el día de la resurrección y se encuentren en un hermoso jardín. Durante un servicio fúnebre, el Profeta dijo:

“Yo os diré lo que deseo Si mañana tuviese que yacer en aquella tumba, quisiera tomar a mi padre de la mano en la mañana de la resurrección, y exclamar: ‘Padre mío’; y el dirá: ‘Hijo mío, hijo mío’, en cuanto se parta la piedra, y antes que salgamos de nuestras tumbas …

“Y cuando se oiga la voz que ordene a los muertos que le levanten, y suponiendo que estuviese sepultado al lado de mi padre, ¿cual seria el primer gozo de mi corazón? Ver a mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana; y si se hallan a mi lado, yo los tomaré en mis brazos y ellos a mi” (Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 358, 359).

Toda persona que tenga un testimonio del Evangelio de Jesucristo deberá amar y apreciar a José Smith, hijo, porque el es “el Profeta y Vidente del Señor, [quien] ha hecho mas por la salvación del hombre en este mundo, que cualquier otro que ha vivido en el, exceptuando sólo Jesús” (D. y C. 135:3).

El antiguo profeta Nefi escribió que el había nacido “de buenos padres” (1 Nefi 1:1). Lo mismo sucedió con el profeta José Smith, quien en una ocasión declaró: “No existen palabras adecuadas para expresar la gratitud que siento hacia Dios por haberme dado padres tan honorables” (History of the Church, 5: 126).

El Señor preordenó al padre de José Smith, de quien las Santas Escrituras dicen que seria uno de los progenitores del Profeta. José, el que fue vendido a Egipto, profetizó que el vidente de los últimos días a quien Dios escogería para hacer Su obra se llamaría “José” (Traducción de José Smith, Génesis 50:33) y su nombre seria “igual que el nombre de su padre” (2 Nefi 3:15). El mensajero celestial Moroni mandó al joven José que fuera a ver a su padre después de la gloriosa noche en que recibió instrucción sagrada. Según las palabras de José, este mensajero “… me mandó que fuera a mi padre y le hablara acerca de la visión y mandamientos que había recibido.

“Obedecí; regrese a donde estaba mi padre en el campo, y le declare todo el asunto. Me respondió que era de Dios, y me dijo que fuera e hiciera lo que el mensajero me había mandado” (José Smith-Historia 1:49-50)

Por motivo de que Joseph Smith, el padre del Profeta, estaba en armonía con el Espíritu del Señor, supo que su hijo decía la verdad. El no sólo creyó en las palabras del jovencito, sino que le sostuvo y animó para que llevara a cabo la obra a la que había sido llamado.

Joseph Smith, padre, tuvo que soportar que se le ridiculizara y persiguiera por las experiencias y las afirmaciones de su hijo. Aun así, nunca dudó sino que siempre lo apoyó y defendió.

El vio y palpó con las manos las planchas de oro de donde se tradujo el Libro de Mormón, y durante toda su vida testificó de la veracidad de ese sagrado libro. Su nombre permanece incluido, con los de los otros testigos del Libro de Mormón, en las primeras páginas de ese segundo testigo de Jesucristo. En una ocasión se le puso en la cárcel y le dijeron que lo soltarían si negaba que el Libro de Mormón fuera verdadero. No sólo se negó a hacerlo, sino que convirtió a dos personas durante los treinta días que estuvo en la cárcel …

El presidente Lorenzo Snow dijo:

“No se de otro hombre a quienes los santos amaran mas que al padre del profeta José Smith; y cuando alguien estaba gravemente enfermo, a él lo llamaban, fuera de noche o de día. Era uno de los hombres de mayor nobleza y generosidad que jamás yo haya conocido” (citado en la obra de LeRoi C. Snow, “How Lorenzo Snow Found God”, The Improvement Era, febrero de 1937; pág. 84).

Cuando Joseph Smith murió, se le describió como “un hombre fiel a su Dios y a la Iglesia en cualquier situación y bajo cualquier circunstancia por la que tuviera que pasar” (History of the Church, 4:192).

Pocos meses después de su muerte, el Señor reveló que Joseph Smith estaba en Su presencia y dijo: “… bendito y santo es el, porque es mío” (D. y C. 124:19). No hay duda alguna de que este hombre tan noble tuvo un papel primordial en el establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra.

Aunque la madre del Profeta, Lucy Mack Smith, tal vez no fuera aparentemente tan notoria como lo fue el padre, su contribución fue de igual importancia, pues ayudó a formarlo y fue una gran influencia en la vida de su hijo. Pese a que son contadas las ocasiones en que se observa su liderazgo, el papel principal de esta extraordinaria mujer fue apoyar a la familia. Dio a luz a once hijos y todo lo soportó con gran fe, incluso la muerte de casi todos sus hijos, excepto cuatro. Durante su vida, vio a siete de sus seres queridos, entre ellos uno de sus nietos, morir como resultado de la violencia y persecución despiadada de las chusmas.

Desde comienzos de su matrimonio, la hermana Smith se preparó para criar a un profeta. En una ocasión cayó gravemente enferma y los médicos dijeron que moriría. Leemos, según sus propias palabras: “Hice convenio solemne con Dios de que si me preservaba la vida, me comprometía a servirle con todas mis fuerzas”. Después que una voz le aseguró que viviría, le dijo a su madre: “El Señor me permitirá vivir si soy fiel a la promesa que le hice de ser un consuelo para mi madre, mi esposo y mis hijos” (History of Joseph Smith, por su madre, Lucy Mack Smith, ed. Preston Nibley, Salt Lake City: Bookcraft, 1919).

Constantemente dio ánimo, apoyo y fortaleza a su hijo, el profeta José. Ella fue la primera persona a quien el contó algunas de las maravillosas experiencias que tuvo en la Arboleda Sagrada. Años mas tarde, expresó a su madre el gozo y el alivio que había sentido cuando el Señor permitió que otros vieran las planchas sagradas de oro. Lucy escribió lo siguiente: “José se dejó caer junto a mi y exclamó: … ‘No sabes cuan feliz me siento. El Señor ha permitido que otras tres personas, aparte de mi, vean las planchas. Ellos han visto un ángel … y tendrán que testificar de la veracidad de lo que yo he dicho, porque ahora saben por si mismos que no estoy tratando de engañar a la gente; siento como si se me hubiera quitado de encima un peso que era para mi casi imposible de sobrellevar’” (Lucy Mack Smith, History, pág. 152).

La madre del Profeta también sintió en su corazón los pesares, el sufrimiento y las persecuciones de su hijo. En una ocasión, la chusma llevó prisioneros a José y a su hermano Hyrum y amenazaron con dispararles. Mientras los dos hermanos esperaban encerrados en una carreta con cubierta de lona, su valiente madre arriesgó la vida y atravesando por entre la enfurecida chusma fue hasta la carreta a consolar a sus hijos. Ellos no la veían y solo pudieron extender una mano por debajo de la cubierta que los separaba. Y en el preciso momento en que las manos se tocaron, la carreta partió a toda velocidad, separando en forma violenta a la apesadumbrada madre de sus hijos.

Su determinación de testificar en cuanto a la restauración del Evangelio tal vez sea la fuerza que la haya motivado a preparar la conocida obra History of Joseph Smith (“Historia de José Smith”). Para su época, esta fue una gran empresa y hoy día es de un valor incalculable para la Iglesia, ya que contiene muchos detalles de la vida del profeta José Smith que, de otra manera, nunca hubieran llegado a conocerse. La obra sirve como monumento del ejemplo de devoción que nos dejaron Lucy Mack Smith y su familia.

Como todos los buenos padres de todas las épocas, Lucy Smith imploró la ayuda divina para poder dar a su familia todo el apoyo que necesitaba. Durante la marcha de Ohio a Misuri, conocida como el Campamento de Sión, José y Hyrum Smith yacían gravemente enfermos de cólera y en peligro de perder la vida. De repente, “Hyrum salto de la cama y exclamó: ‘¡José, debemos regresar a nuestro hogar! He visto en una visión a nuestra madre arrodillada debajo de un manzano, pidiéndole a Dios, con lágrimas, que nos permita salvarnos … El Espíritu me testifica que sus oraciones … serán contestadas’” (Lucy Mack Smith, History, pág. 229).

Por su propia voluntad y por designio divino, los hijos de Lucy Smith, José y Hyrum, sellaron con su sangre sus testimonios. Al mirar los cuerpos inertes, esta adolorida madre exclamó: “¡Dios mío, Dios mío!, ¿por que has abandonado a esta familia?” Como una bendición para esta madre fiel, el Señor alivió su dolor y le concedió la paz que sólo Dios puede dar. Una voz habló a su alma, diciendo: “Los he llevado para que en mi encuentren descanso” (Lucy Mack Smith, History, pág. 324).

Hyrum Smith, hermano mayor, amigo y asesor del Profeta, demostró su total e inalterable amor, lealtad y fidelidad, tanto al Señor como a su hermano menor, José. Tal vez nunca exista entre hermanos una relación como la de ellos. Las Escrituras nos dicen que “¡En vida no fueron divididos, y en su muerte no fueron separados!” (D. y C. 135:3).

Hablando de su hermano Hyrum, José Smith dijo: “Pido de corazón que todos mis hermanos sean como mi amado hermano Hyrum, quien posee la suavidad de un cordero y la integridad de un Job y, en pocas palabras, la mansedumbre y humildad de Cristo; yo lo amo con ese amor que es mas fuerte que la muerte, porque nunca he tenido que reprenderlo, ni el a mi” (History of the Church, 2:338).

Durante toda su vida, Hyrum Smith protegió a su hermano menor con tanta ternura como si el Profeta fuera su propio hijo. Este conocía el valor de un amigo verdadero y fiel porque en su vida había confiado en muchos que resultaron ser falsos.

Además de ese tributo que José Smith le rindió a su hermano mayor, el Señor mismo expresó Su amor por él cuando dijo:

“Bendito es mi siervo Hyrum Smith, porque yo, el Señor, lo amo a causa de la integridad de su corazón, y porque el ama lo que es justo ante mi, dice el Señor” (D. y C. 124:15).

Hyrum Smith mantuvo su firmeza aun hasta la muerte. Después de un período de mucho sufrimiento y persecución, escribió lo siguiente:

“Le doy gracias a Dios por haber sentido que prefería morir a negar lo que mis ojos habían visto y lo que mis manos habían tocado [las planchas de donde se tradujo el Libro de Mormón], y lo que he testificado en toda oportunidad. Y puedo aseguraros mis amados hermanos, que nunca en mi vida había expresado testimonio tan fuerte como el que expresé aun encontrándome ante las mismas garras de la muerte” (Times and Seasons, diciembre de 1839, pág. 23).

Del profeta José y de su hermano Hyrum podemos aprender muchas lecciones muy valiosas. Hoy sólo os citaré dos ejemplos. En una carta con fecha del 15 de marzo de 1844, unos meses antes de su martirio, Hyrum Smith escribió:

“Ahora, por lo tanto, os digo que debéis cesar de predicar cosas milagrosas y dejar los misterios a un lado. Predicad la fe en el Señor Jesucristo, el arrepentimiento y el bautismo para la remisión de pecados y la imposición de manos para conferir el don del Espíritu Santo; enseñad la necesidad de adherirse a una estricta obediencia a estos principios; aprended de las Escrituras y dadlas a conocer al pueblo. Abandonad toda división y contención. Humillaos” (Times and Seasons, 15 de marzo de 1844, pág. 474).

Y del profeta José leemos:

“Hay algunos que profesan ser santos que están prestos para murmurar y encontrar faltas cuando se les da un consejo que no concuerda con sus opiniones, aun cuando ellos mismos lo hayan pedido; y es peor cuando se les da un consejo que no han solicitado y no esta de acuerdo con lo que ellos piensan. Hermanos, esperamos cosas mejores de la mayoría de vosotros, confiamos en que deseéis recibir consejo, de vez en cuando, y que lo sigáis de buena gana cuando lo recibís de la persona apropiada” (History of the Church, 4:45).

Estas declaraciones inspiradas de Hyrum y José Smith a los miembros de la Iglesia en aquellos días son ciertamente apropiadas para los miembros de la Iglesia en la actualidad. Cuando fui a Nauvoo, mientras me encontraba al pie de los monumentos de estos nobles hombres, tuve la impresión de que ellos desearían que yo aconsejara a los miembros de la Iglesia que permanezcan con el ancla firme en los principios básicos y sencillos del evangelio. Estudiad las Escrituras, y seguid a los líderes de la Iglesia para obtener dirección en estos tumultuosos tiempos. Hermanos, tened cuidado con las divisiones y las contenciones que reinan entre nosotros. Observad los mandamientos para que el Espíritu Santo este con vosotros en vuestra búsqueda de verdad y conocimiento.

Testifico humildemente que José Smith es uno de los espíritus grandes y nobles que vinieron a esta tierra. El y su hermano Hyrum merecen nuestro honor, respeto y gratitud, así como también otros miembros de su familia que ayudaron en la restauración de la plenitud del evangelio. Testifico que el presidente Ezra Taft Benson es el Profeta de Dios en este tiempo, y que estos Apóstoles y las demás Autoridades Generales que están sentados en el estrado son ordenados por Dios para presidir la Iglesia. Jesús, nuestro Señor y Salvador, esta a la cabeza de esta Iglesia. Nuestro Padre Celestial vive y vela sobre cada uno de Sus hijos. De esto humildemente testifico, en el nombre de Jesucristo. Amen.