A mi hijo misionero
“El verdadero éxito de una misión … se graba profundamente en tu corazón y en el corazón de aquellos cuyas vidas cambien eternamente a causa de ti.”
Estimados hermanos: ¡Que magnifico es hallarse en la presencia de dignos poseedores del sacerdocio! A pesar de que algunos de vosotros estáis esperando cumplir los diecinueve años, otros ya habéis recibido vuestro llamamiento misional. A vosotros deseo dirigir mis palabras en esta ocasión.
El 15 de mayo de este año ocurrió en nuestra familia un hecho que se repite literalmente cientos de veces a la semana en las familias Santos de los Últimos Días de toda la Iglesia. Tras un período de ansiosa expectación, llegó la carta del Profeta con el llamamiento misional a nuestro hijo Bradley. Aunque era la tercera carta de esa clase que recibíamos, la emoción fue igual en intensidad. La carta llegó un día en que me hallaba fuera de casa por asuntos de la misión, por lo que la carta cerrada quedó en el escritorio de Brad en la casa de la misión de Viena, Austria, hasta tarde esa noche. Por fin llegó el momento en que estuvimos todos juntos: mi esposa, yo, Stephen nuestro hijo menor, y, desde luego, Bradley.
Al igual que muchas familias, la nuestra sigue una especie de tradición cuando llega el momento de abrir la carta de un llamamiento misional. El sobre pasa por las manos de cada uno, que la mira al trasluz, como para distinguir lo que contiene. Cada uno anotó en un papel sus propias predicciones del llamamiento de Brad: a Japón, a Nueva Zelanda, a Francia. En seguida, el inevitable temblor de las manos al abrir el sobre, prolongando la expectación de todos … Por fin llego a las manos de Brad quien la leyó.
“Estimado élder Neuenschwander: Por la presente se le llama a servir de misionero de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Se le ha designado para trabajar en la Misión Polonia Varsovia”.
Las lagrimas brotan con facilidad en esos momentos, acaso por diferentes razones: los ojos de la madre se humedecen al pensar que otro hijo sale del nido a enfrentar el mundo. El padre recuerda vívidamente aquel ya lejano día en que el recibió su llamamiento para ir a Finlandia. Stephen comprende que la partida del ultimo de sus hermanos mayores significa que al fin el será el mayor en casa, pero sus lagrimas también denotan su propia y silenciosa dedicación a su futura misión al vislumbrar, en un día no muy distante, llegar una carta con su propio llamamiento.
Después, telefonearon a sus hermanos ya ex misioneros que estaban en los Estados Unidos, los que, felices, fingieron desilusión porque el llamamiento no había sido a Nuevo México ni a Munich, donde ellos habían servido. Los abuelos se sintieron muy emocionados de que otro de sus nietos fuese digno de servir al Señor.
Comenzaron los atareados días de preparación. Como muchos de vosotros sabéis, el diez de julio llegó demasiado pronto: era la fecha en que Brad debía partir. Despedir a un misionero en el centro de capacitación misional definitivamente no se vuelve mas fácil con la práctica.
Hubo momentos propicios en que Brad y yo hablamos de su misión. Durante cuatro años, el había visto misioneros llegar e irse de la casa de la misión. Algunos habían ido incluso a Polonia. Pero hay cosas de las que quisiera hablarle a él y a vosotros ahora que esta gran expenencia misional es parte de su vida.
HAZ DE TU MISION UN EXITO
Tu misión será exactamente lo que tu desees hacer de ella. Tu excelente presidente de misión, el presidente Whipple, y tus buenos compañeros de misión te ayudaran a lo largo de tu servicio como misionero; pero ten presente que tu mismo constituyes el factor determinante del éxito de tu misión. Sobre tus jóvenes y vigorosos hombros llevas el deber del llamamiento que voluntaria y alegremente has aceptado. Has visto misioneros en diferentes países y circunstancias. También has observado que en situaciones semejantes unos son buenos misioneros y otros no lo son tanto. La diferencia estriba en la actitud y en los deseos del misionero. Haz de e las dificultades inevitables de la obra misional un medio para tu propio progreso espiritual. Resuelve ahora que nada te impedirá magnificar con honor tu llamamiento misional.
SIMPLIFICA TU VIDA
Como la mayoría de los misioneros, Brad, acabas de dejar atrás años de estudios donde has tenido la oportunidad de escoger entre toda una variedad de actividades. Pero tu éxito como misionero dependerá, en parte, de tu esfuerzo por simplificar tu vida y concentrarte en el objetivo de tu llamamiento. Ahora pasas de una vida centrada en tus propias necesidades a una vida centrada en el bienestar de tu prójimo. Algunos misioneros avanzan con dificultad porque no desean desprenderse del pasado y, por consiguiente, nunca se dedican plenamente a su obra. Es imposible que un misionero sea eficaz si tiene un pie en el mundo y otro en su labor misional. Los buenos misioneros pasan por esa transición: dejan atrás todo lo que les distraiga de su objetivo principal. Evita llevar exceso de equipaje al campo misional, tanto en tus maletas como en tu mente.
SE ENSEÑABLE
No importa que llamamiento tengas en la Iglesia, siempre habrá alguien que te presida. Esa persona te enseñará y te animará en el cumplimiento de tus deberes. Brad, ten la sabiduría y la humildad de aprender de ellos. El élder Boyd K. Packer nos enseñó a los nuevos presidentes de misión en 1987 que s aprendíamos a guardar silencio, aprenderíamos mucho de l as Autoridades Generales. Ese fue un consejo excelente, y he aprendido desde entonces que, en el campo de la misión, al igual que en los llamamientos de la Iglesia, la persona a la que se le puede enseñar también es digna de confianza.
SE OBEDIENTE
Las reglas de la misión son importantes de la misma forma en que los mandamientos son importantes. Es preciso que todos los guardemos, comprendiendo que se nos dan para fortalecernos, orientarnos y conservarnos en el camino recto. El misionero inteligente aprenderá el propósito de las reglas y se valdrá de ellas para tener éxito en su labor. Tu misión es un tiempo de disciplina y de concentrarse en un solo fin. Se te requerirá prescindir de algunas cosas de antes: la música, la televisión, los videos, las novelas y hasta las chicas. Nada de malo tienen esas cosas, Brad, pero, es de notar que los alimentos tampoco tienen nada de malo, excepto que uno este ayunando, caso en que aun una cucharita de agua es indebida.
CONSÉRVATE CERCA DE LAS ESCRITURAS
A veces los misioneros piensan que necesitan libros de referencias doctrinales para ampliar su comprensión del evangelio. Créeme, Brad, que esos no son indispensables para tu estudio del evangelio en el campo misional Haz de las Escrituras el texto de estudio doctrinal básico de tu misión. El Señor ha dicho a sus élderes: “[enseñad] a los hijos de los hombres las cosas que yo he puesto en vuestras manos por el poder de mi Espíritu;
“Y a vosotros se os enseñará de lo alto. Santificaos y seréis investidos con poder, para que podáis impartir como yo he hablado” (D. y C. 43:15-1ó).
Veras que el Señor cumple Su palabra: la promesa que te hace como misionero se cumplirá.
RESPETA EL TITULO QUE OSTENTAS
Pocos son los hombres de la Iglesia a los que se les llama “élder” como a los misioneros regulares. Respeta ese titulo, hijo mío; refiérete a el con reverencia. Muchos hombres lo han honrado, incluso tus hermanos. Haz tu lo mismo.
MANTEN LA DEBIDA PERSPECTIVA
El verdadero éxito de una misión no se mide por lo que figure en un cuadro gráfico: se graba profundamente en tu corazón y en el corazón de aquellos cuyas vidas cambien eternamente a causa de ti. Da tu testimonio a menudo. No he visto nada en un misionero que ejerza mas poder e influencia favorable que el expresar un testimonio puro y sencillo. Tu testimonio es el primer paso de la conversión de aquellos a los que enseñes. Ten la valentía de invitar a la gente a cambiar su vida y a venir a Cristo por medio de la obediencia a los principios y las ordenanzas del evangelio.
El Señor enseñó a los nefitas: “Y este es el mandamiento: Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mi y sed bautizados en mi nombre, para que seáis santificados por la recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día podáis presentaros ante mi sin manchas.
“En verdad, en verdad os digo que este es mi evangelio” (3 Nefi 27:20, 21). Se una bendición para los demás con tu sacerdocio y tu presencia.
Brad, disfruta de cada minuto de tu servicio al espléndido pueblo polaco. Ama su país, su comida, sus costumbres, su idioma y su patrimonio. Ellos embellecerán tu vida y tu comprensión de otras gentes.
La obra en que te has embarcado es verdadera. Estas enseñando el Evangelio restaurado de Jesucristo. Es la promesa de salvación a todos los que escuchen y acepten tu mensaje. De ello doy testimonio en el nombre de Jesucristo. Amen.