“Linaje Escogido”
“Vosotros … los de este linaje escogido, los de este real sacerdocio, vosotros, los de esta nación santa, vosotros, los del pueblo adquirido por Dios o pueblo singular … Os insto a elevaros por encima de los sórdidos elementos del mundo que os rodea.”
En los pasados meses he tenido agradables experiencias, en las cuales me basaré para lo que deseo decir especialmente a los jóvenes y a los jóvenes mayores de la Iglesia, miles de los cuales están escuchando esta gran conferencia mundial.
Hace unas semanas, estuve en una muy concurrida charla fogonera que tuvo lugar un domingo por la noche en la Universidad Brigham Young. Me dijeron que había unos dieciocho mil asistentes, todos ellos entusiastas y atentos, expectantes y alertos; prestaron absoluta atención al orador y, al terminar la reunión, dieron grandes muestras de agradecimiento.
Unos meses antes de eso, me reuní con estudiantes de la Universidad de California de Los Ángeles y de la Universidad del Sur de California en el edificio del instituto de la Iglesia de Los Ángeles. La mayoría de ellos, que prosiguen estudios universitarios avanzados, se encuentran en una magnifica y estimulante etapa de la vida y van en pos de cometidos de gran envergadura. No me cabe la menor duda de que llegaran a destacar en sus diversas disciplinas. Todos ellos son también jóvenes de fe que se reunieron aquel domingo para escuchar y aprender de las cosas de Dios.
El mes pasado me reuní con otros grupos similares en España y en Italia, en Suiza y en Dinamarca. En todos los sitios, los jóvenes se veían pulcros, bien vestidos e irradiaban un entusiasmo contagioso. El hecho de que ellos hablaran un idioma diferente del mío y que vivieran en otras partes del mundo no tuvo importancia, ya que son participes del mismo Evangelio de Jesucristo, poseen un gran entendimiento de ese evangelio y un profundo sentimiento de gratitud por el.
Y. hace hoy dos semanas, hice una visita a la Universidad del Sur de Utah. Dispersos entre la gran congregación había jóvenes de ambos sexos, muchos de ellos estudiantes de esa institución, los cuales también manifestaban en su presentación personal su actitud sana y edificante.
Estos son algunos de nuestros jóvenes de los que me siento orgulloso y con respecto a los cuales tengo un intenso sentimiento de gratitud y de optimismo. Al decir esto, no deseo dar a entender que todo marcha bien con todos ellos. Hay muchos que tienen dificultades y muchos que viven muy por debajo de lo que esperamos de ellos. Hay también algunos cuya fe se tambalea y que se sienten interiormente afligidos y frustrados. Hay algunos, y lamento decirlo, que cometen transgresiones de carácter moral y sufren grandes tragedias en su vida. Pero aun sabiendo que hay algunos transgresores, tengo muchísima confianza en nuestros jóvenes considerándoles en su totalidad. Os considero a vosotros, los jóvenes de hoy, la mejor generación que ha habido en la historia de la Iglesia. Os felicito, pues tengo en el corazón un gran sentimiento de amor, de respeto y de reconocimiento por vosotros.
Cada vez que me encuentro ante un grupo de vosotros, acuden a mi memoria las notables y proféticas palabras del apóstol Pedro cuando dijo:
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
No conozco otras palabras que se presten con mayor precisión para describiros y brindaros un ideal según el cual formar y guiar vuestra vida.
Hace tiempo leí una carta dirigida al editor de un periódico en la que se criticaba intensamente a la Iglesia. He olvidado las palabras exactas, pero contenta una pregunta parecida a esta: “¿Cuando van los mormones a dejar de ser diferentes y a volverse como la mayoría de la gente de los Estados Unidos?”
Casi al mismo tiempo, recibí la copia de un discurso que dio el senador Dan Coats, del Estado de Indiana. En el mencionaba un estudio que había hecho “una comisión de lideres del campo de la educación, de la política, de la medicina y de los negocios” que tenía que ver con los problemas de la juventud de los Estados Unidos.
El comité publicó un informe titulado Señal de emergencia, el cual, según el Senador, concluía así: “Nunca como ahora ha existido en los Estados Unidos una generación de adolescentes menos saludables, menos atendidos y menos preparados para la vida si los comparamos con sus padres cuando tenían la misma edad”. Continuaba diciendo: “He visto un desfile de informes de tragedias entre los jóvenes, que son interminables y que van en aumento:
“El suicidio es actualmente la segunda causa principal de muerte entre los adolescentes: un aumento del 300 por ciento desde 1950.
“El embarazo de las adolescentes ha subido a 621 por ciento desde 1940. Mas de un millón de muchachas adolescentes quedan embarazadas cada año. El ochenta por ciento de los muchachos adolescentes que dejan embarazadas a las jovencitas finalmente las abandonan.
“El índice de homicidio entre los adolescentes ha aumentado el 232 por ciento desde 1950. El homicidio es ahora la causa principal de muerte de jóvenes de 15 a 19 años de grupos minoritarios …
“Cada año el abuso de drogas cobra víctimas mas jóvenes con drogas mas fuertes. Un tercio de los estudiantes del ultimo año de la escuela secundaria se embriagan una vez a la semana. La edad promedio en que se usan drogas por primera vez es ahora los 13 años.”
El informe llegaba a una alarmante conclusión: “Los atentados a la salud y al bienestar de la juventud de los Estados Unidos no son causados principalmente por la enfermedad ni por la economía. A diferencia del pasado, el problema no son las enfermedades de la infancia ni los insalubres barrios bajos. La causa básica del sufrimiento … es el comportamiento profundamente autodestructivo. El alcoholismo. Las drogas. La violencia. La promiscuidad. Una crisis causada por el comportamiento y las creencias. Una crisis de carácter” (Imprimis, sep. de 1991, pág. 1).
Cuando leí aquello, me dije: Si así es la mayoría de la gente joven de los Estados Unidos, entonces deseo hacer todo lo que este a mi alcance por persuadir y animar a nuestros jóvenes a mantenerse alejados de todo eso.
Naturalmente se, al igual que vosotros, que hay millones de jóvenes en este país y en todas las naciones que llevan una vida sana y buena y que anhelan distinguirse en la vida; pero nadie puede cerrar los ojos ante el hecho de que en este país, así como en otros países del mundo, hay una epidemia que afecta a millones de jóvenes. Es un mal que proviene de la perdida de principios, del abandono de las normas. El virus que les ha infectado proviene de familias sin lideres, de escuelas sin lideres, de comunidades sin lideres; proviene de la actitud que proclama: “Nosotros no enseñaremos principios morales sino que lo dejaremos al arbitrio de cada persona”. Los padres, en demasiados casos, han abdicado a su deber de enseñar “al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartara de el” (Proverbios 22:6). Los educadores en demasiados casos han adoptado la actitud de la neutralidad moral.
Muchos funcionarios públicos han abandonado el uso reverente del nombre de Dios en las reuniones publicas, cerrando de ese modo las puertas a Dios cuando es manifiestamente evidente que precisan la sabiduría que excede la suya propia.
Si cerramos el paso a la única fuente segura de verdad moral,, de ¿dónde la vamos a sacar?
Últimamente hemos estado siguiendo en los periódicos el proceso de un grupo de jóvenes de la ciudad de Nueva York que atacaron a una familia de Provo, Utah, con el fin de robarles dinero para ir a una discoteca. Uno de los hijos de esa familia, al intentar defender a su madre, resultó muerto.
No pretendo conocer todos los hechos, pero si lo que he leído es cierto, esa tragedia tuvo sus raíces en el hecho de que a esos jóvenes no se les inculcaron los debidos principios. Ahora, se enfrentan a serias consecuencias: a pasar años en la cárcel.
En los últimos años, mas de 400 jóvenes fueron muertos en Los Ángeles, California, E.U.A., por otros jóvenes, lo cual fue en muchos casos el resultado de contiendas entre pandillas.
Podría seguir describiendo un cuadro que todos vosotros conocéis, pero volveré a mencionar las palabras del apóstol Pedro al hacer una petición y ofrecer una invitación: “Vosotros sois linaje escogido”. Eso es muy cierto. Pese a todos los problemas que tenemos, considero que esta es la mas grandiosa etapa de la historia del mundo. Y. vosotros, los jóvenes de esta generación, formáis parte de ella y recibís el beneficio de ella; las ventajas de esta época existen para ser una bendición para vosotros si tan solo sabéis aprovecharlas y vivís dignos de ellas.
En la actualidad, disfrutamos de mas comodidades, de mas oportunidades, de mas beneficios de la ciencia y de la investigación que cualquiera otra generación de la historia de la tierra. Vivimos hasta mas avanzada edad para disfrutar de todo eso. Cuando yo nací, el índice de longevidad en los Estados Unidos era los cincuenta años. Hoy es de mas de 75 años. Me resulta difícil creer que durante lo que me parece el corto tiempo que he vivido, el promedio de vida en este país haya aumentado un cuarto de siglo. Ha habido mas descubrimientos científicos a lo largo de mi vida que en todos los años anteriores de la historia de la humanidad. No se por que he sido tan altamente bendecido al haber nacido en este tiempo tan favorecido; pero estoy agradecido, profundamente agradecido y espero que vosotros también lo estéis.
Y. además de ese florecer de conocimiento, hemos recibido una bendición aun mas grande, la cual es la restauración del Evangelio de Jesucristo. Vosotros y yo estamos viviendo las asombrosas y magnificas bendiciones de esta dispensación del cumplimiento de los tiempos. En estos tiempos, se han restaurado a la tierra todos los principios, los poderes, las bendiciones y las llaves de todas las dispensaciones anteriores. Por medio de segura, manifiesta e inequívoco revelación, hemos recibido conocimiento de la realidad de la existencia de Dios nuestro Padre Eterno y de su Hijo Amado, el Salvador y Redentor del mundo.
Juan el Bautista vino a la tierra y confirió el Sacerdocio de Aarón con “las llaves del ministerio de ángeles, y del evangelio de arrepentimiento, y del bautismo por inmersión para la remisión de pecados …” (D. y C. 13:1).
Pedro, Santiago y Juan, que en la vida terrenal fueron ordenados por el Señor, han restaurado a la tierra el divino poder que les dio el mismo Jesús cuando, en la carne, les dijo:
“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:19).
Como parte de esta gran revelación de conocimiento y luz y verdad, hemos recibido el Libro de Mormón, ese otro testimonio de nuestro Señor Jesucristo, un compañero de la Santa Biblia, una declaración de la realidad de la existencia del Hijo de Dios que habla en testimonio de El por cuanto ese conocimiento fue revelado a profetas que hace muchísimo tiempo llegaron a conocerle en este hemisferio occidental.
En verdad, mis queridos y jóvenes amigos, vosotros sois un linaje escogido. Espero que no lo olvidéis jamas. Espero que le deis la importancia que merece. Espero que crezca en vuestros corazones un intenso sentimiento de gratitud a Dios, que os ha hecho posible venir a la tierra en esta maravillosa etapa de la historia del mundo.
Vosotros, los varones jóvenes, sois un real sacerdocio. Os habéis detenido a pensar en lo extraordinario que ello es? Os han impuesto las manos sobre la cabeza para que recibáis el mismo sacerdocio que ejerció Juan, el que bautizó a Jesús de Nazaret. Si vivís con rectitud, disfrutaréis de la influencia consoladora, protectora y orientadora del ministerio de ángeles. Ninguna persona de realeza terrenal tiene una bendición tan grande como esa. Vivid por ella. Sed dignos de ella, es la petición que hago a cada uno de vosotros.
Pedro habla de una “nación santa” (1 Pedro 2:9) y no se refiere a una entidad política sino a una vasta congregación de los santos de Dios: hombres y mujeres que andan en santidad de ello emanan.
La descripción final del apóstol Pedro: “pueblo adquirido por Dios”, es decir, un pueblo singular.
Desde luego que sois singulares. Si el mundo sigue sus actuales inclinaciones y si vosotros sois obedientes a las enseñanzas y a los principios de la Iglesia, os volveréis aun mas singulares y extraordinarios a la vista de los demás.
A cada uno de vosotros digo: A vosotros, los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se os han enseñado muchos principios de origen divino, los cuales se basan en los mandamientos que el dedo de Dios escribió en las tablas de piedra (véase Éxito 31:18) cuando Moisés habló con Jehová sobre el monte. Vosotros los conocéis y los conocéis bien.
Los principios que se os han enseñado también se basan en las bienaventuranzas que Jesús habló a la multitud. Estas, junto con otras de las divinas enseñanzas del Señor, constituyen un código de valores éticos, un código de enseñanzas divinas que vosotros conocéis y de conformidad con las cuales tenéis el deber de vivir.
A ellos se han añadido los preceptos y los mandamientos de la revelación de los últimos días.
Combinados, esos básicos y divinos principios, leyes y mandamientos deben constituir vuestro código de valores. Y no podréis evitar recibir los frutos de la obediencia a ellos. Si os regís por ellos, no vacilo en prometeros que conoceréis gran paz y felicidad, progreso y logros. En la medida en que no los observéis, lamento deciros que en esa misma medida recogeréis los frutos de la desilusión, la tristeza, la desdicha y hasta la tragedia.
Vosotros, los de esta generación, los el autodominio. No podéis permitiros fumar cigarrillos o cigarros y vivir de acuerdo con los principios que el Señor ha establecido para guiaros. No debéis utilizar ni distribuir drogas ilegales sino que debéis esquivarlas como esquivaríais una enfermedad espantosa.
No podéis permitiros involucraros en ningún grado de pornografía en ninguno de sus aspectos. Vosotros sencillamente no podéis permitiros participar en practicas inmorales ni bajar las barreras de la restricción sexual. Las emociones que se suscitan dentro de vosotros y que hacen a los muchachos atractivos a las chicas y a las chicas atractivas a los muchachos son parte de un plan divino, pero deben sujetarse las riendas de ellas, subyugarse y dominarse, u os destruirán y os harán indignos de muchas de las grandes bendiciones que el Señor tiene para vosotros.
Algunas jóvenes que han considerado ingenioso tener un hijo fuera del vínculo matrimonial no han tardado en darse cuenta del error. El embarazo en la adolescencia sólo trae consigo una recolección de pesar, de desdicha, de perdida de la propia estima y de desgracia. Pero no ocurrirá si los jóvenes y las señoritas comprenden en verdad los principios y aplican la autodisciplina.
Vosotros no podéis permitiros hacer trampa en la escuela, ni hurtar en las tiendas, ni robar nada ni hacer ninguna cosa por el estilo.
Vosotros no podéis permitiros hacer ninguna cosa que no este totalmente de acuerdo con los preceptos, las enseñanzas y los principios que el Dios de los cielos ha establecido por Su amor a vosotros y Su deseo de que en vuestras vidas abunden lo bueno y la felicidad.
Tampoco podéis vosotros permitiros desperdiciar vuestro tiempo pasando largas horas viendo programas frívolos y dañinos frente al televisor. Hay cosas mejores que podéis hacer. El mundo en el cual os desplazaréis será sumamente competitivo, por lo que es preciso que mejoréis vuestra preparación académica, que adquiráis pericia en algún campo, que refinéis vuestras habilidades a fin de que cumpláis responsabilidades importantes en la sociedad de la cual formaréis parte.
Y así invito a todos los que me estéis escuchando a pensar un momento en por que estáis aquí por el divino plan de vuestro Padre Celestial y a pensar en el inmenso potencial que tenéis para hacer el bien durante la vida que Dios os ha dado.
Sabed que os amamos, que os apreciamos, que os tenemos confianza, sabiendo que dentro de poco vosotros asumiréis posiciones de liderazgo en la Iglesia y grandes responsabilidades en el mundo en que viviréis.
Que Dios os bendiga, lo pido humildemente y doy testimonio de estas cosas, en el nombre de Jesucristo. Amén.