No Estamos Solos
“Probablemente uno de los aspectos más difíciles del proceso de maduración es que tenemos que continuar en I siempre. Pero no estamos solos ~
¡Cuanto estimo a Ardeth Kapp y a Jayne Malan, así como a las demás miembros de la mesa general recientemente relevadas! Y. cuan hermoso sentimiento me embragó cuando el presidente Monson llamó para avisarme que ya habían llamado a mis consejeras, diciéndome: “No debe estar sola”. Y. rápidamente agregó: “No esta sola”. Tengo un testimonio de esas palabras y del consuelo que brindan.
Hace cuatro años, cuando inesperadamente me quede viuda y el menor de mis cinco hijos estaba por ir a la misión, me sentí sola. En aquel tiempo solía ir a caminar mucho, y un día le comente a una vecina que últimamente había estado pensando mucho en la juventud. Ella me respondió: “)De veras? )Y por que será?” Llegue a la conclusión de que quizás fuera porque yo estaba tratando de recordar quien era antes de casarme. Le dije: “Si algún día tengo la oportunidad de trabajar otra vez con la juventud, seré mucho mas paciente, mucho mas tierna y mucho mas cariñosa”. Y desde aquel entonces he agregado lo siguiente: “Haré todo lo que este de mi parte por exhortar a los jóvenes a que se preparen para el futuro”.
Hay épocas durante el desarrollo en que nos sentimos solos o excluidos. Los tiempos en que hay cambios son etapas de desarrollo, tiempos tales como de una mudanza, de un cambio de escuela, de ir en una misión, de tener un bebe, de que el “bebe” se vaya a la misión, de una enfermedad grave, de la perdida de un ser querido. Creo que hay algunas cosas que pueden ayudarnos para no sentirnos tan solos en esas épocas: dedicar mas tiempo a la comunión con nuestro Padre Celestial y a la lectura de las Escrituras; escuchar la voz suave y apacible. Según lo expresó una jovencita de edad de Abejitas: “Al principio, cuando oraba y leía las Escrituras, nunca me sentía muy bien; pero después de hacerlo por aproximadamente dos meses, empecé a sentirme muy feliz, a querer mas a mi familia y sentir el deseo de ser buena con todo el mundo”.
Cuando el profeta Enós escuchó las palabras del Señor, empezó a anhelar el bienestar de los demás (véase Enós 1:9). Cuando comenzamos a pensar en los demás, ya no nos sentimos tan solos.
Otro elemento que sirve de mucho es contar con personas que nos sostengan. Así como una presidenta necesita consejeras, todos necesitamos el cuidado y el interés de nuestra familia y amigos. Un padre le dijo a su hija: “Alguien se preocupa por ti; quizás no siempre sea la gente que tu quieres que se preocupe por ti, pero siempre hay alguien que esta pendiente y se interesa en los demás. De hecho, tal vez ya tengas una idea de quienes son esas personas, porque son las mismas con las que siempre puedes contar. Eso nunca cambiara” (Joseph Walker, “ValueSpeak”, Chicago Tribune, 3 de junio de 1991). Todos necesitamos personas que se interesen en nosotros. “Tus amigos te sostienen, y te saludaran de nuevo con corazones fervientes y manos amistosas” (D. y C. 121:9).
El proceso de maduración no se lleva a cabo sin gran esfuerzo. Hace poco, mi hija menor llego a casa y dijo que el obispo la había llamado para ser maestra de la Escuela Dominical. Y comentó: “Pero no me siento como una maestra de la Escuela Dominical”. Le respondí: “Todavía no, Mary, pero lo serás”. Madurar también requiere el desarrollo de nuestro potencial. Nuestro Padre Celestial cuenta con cada uno de nosotros. A medida que trabajemos y logremos experiencia, nuestra confianza ira aumentando sosegadamente dentro de nosotros.
A veces cometemos el error de sentirnos solos simplemente porque no se reconocen nuestros esfuerzos. Solamente una porción muy pequeña de lo que hacemos se lleva a cabo en un ambiente publico; lo demás se compone de actos pequeños y a menudo inadvertidos. No obstante, cuando se juntan todos esos pequeños actos, son mil veces mayores que aquellos que reciben la aclamación del publico. Albert Schweitzer [filósofo y ministro religioso francés, 1875–1965] dijo que cuando se comparan los actos públicos con las acciones pequeñas y privadas, aquellos se asemejan “a la espuma de las olas en un profundo océano” (Albert Schweitzer, Out of My Life and Thought; Nueva York: H. Holt, 1949, pág. 90). Es conveniente recordar esto cuando se este en ese proceso de desarrollo. A todas las jovencitas de la Iglesia, en sus años de crecimiento, deseo asegurarles que no están solas. Quiero que sepan cuanto las quiero. ¿Tienes tu, joven, alguna idea de lo mucho que piensan en ti, de lo mucho que hablan de ti, de lo mucho que oran por ti, y de lo mucho que te quieren tus padres y lideres? Las jóvenes deben aprender a trabajar y desarrollar sus habilidades; deben considerar las necesidades de los demás y prestar servicio caritativo; deben apoyarse mutuamente mientras permanecen firmes en la verdad y la rectitud. Nuestro Padre Celestial las ama; El conoce los problemas que tienen que enfrentar; El sabe que fueron preparadas antes de nacer para venir en esta época. Confío plenamente en las palabras de nuestro Profeta, que dijo: “Habéis nacido en estos tiempos por un propósito sagrado y glorioso” (Ezra Taft Benson, “A las Mujeres Jóvenes de la Iglesia”, Liahona, enero de 1987, pág. 82).
Ahora, quisiera exhortar a todo miembro adulto de la Iglesia a que aprenda el nombre de cada uno de los jóvenes de su barrio o rama y se dirija a ellos por su nombre; que los aliente cuando se esfuercen en su trabajo; que los felicite por las cosas buenas que hagan. Ellos necesitan nuestro apoyo, y nosotros necesitamos el de ellos. Probablemente uno de los aspectos mas difíciles del proceso de maduración es que tenemos que continuar en el siempre. Pero no estamos solos. Testifico que esto es verdad y expreso gratitud por ese conocimiento, en el nombre de Jesucristo. Amén.