1990–1999
“Mas Los Obreros [Son] Pocos”
Abril 1992


“Mas Los Obreros [Son] Pocos”

“Se han abierto las puertas para la predicación del evangelio en naciones en las que hace apenas unos cuantos años ni siquiera se soñaba que esto ocurriera. Ahora, la necesidad de que aumente el numero de misioneros regulares es mas grande que nunca.”

En el capitulo cuarto del libro de Alma, se encuentra uno de los muchos relatos registrados en este libro en que el principal líder espiritual estaba preocupado por las acciones de su pueblo. Allí dice:

“Y. aconteció que en el año octavo del gobierno de los jueces, los de la iglesia empezaron a llenarse de orgullo por motivo de sus grandes riquezas, y sus delicadas sedas, y sus lienzos de tejidos finos, y por motivo de sus muchos rebaños y manadas, y su oro y su plata, y toda clase de objetos preciosos que habían obtenido por su industria; y en todas estas cosas se envanecieron en el orgullo de sus ojos, porque empezaron a usar vestidos muy costosos.

“Ahora, esto fue causa de mucha aflicción para Alma, si, y para muchos de los que el había consagrado como maestros, sacerdotes y élderes en la iglesia; si, muchos de ellos se sintieron afligidos en extremo por la iniquidad que vieron que había surgido entre los de su pueblo” (Alma 4:6–7).

Aquellos fueron tiempos decisivos para Alma. En su cargo de sumo sacerdote de la Iglesia, había estado tratando de proteger a su pueblo para que no cayera en el pecado, predicándole el evangelio; en su cargo de juez superior había estado administrando las leyes del país. Al ver que la iniquidad del pueblo aumentaba, no podía continuar dividiendo su tiempo entre ambas funciones. De nuevo leemos en el libro de Alma en cuanto a la decisión que tomo:

“Y escogió a un hombre sabio de entre los élderes de la iglesia, y lo facultó, según la voz del pueblo, para que tuviera el poder de decretar leyes, de conformidad con las que se habían dado, y ponerlas en vigor conforme a la iniquidad y los crímenes del pueblo.

“Y este hombre se llamaba Nefíah, y fue nombrado juez superior; y subió al asiento judicial para juzgar y gobernar al pueblo.

“Ahora, Alma no le concedió el oficio de ser sumo sacerdote sobre la iglesia, sino que retuvo el oficio de

sumo sacerdote para si; mas entrego a Nefíah el asiento judicial.

“E hizo esto para poder salir el mismo entre los de su pueblo, o sea entre el pueblo de Nefi, a fin de predicarles la palabra de Dios, y para despertar en ellos el recuerdo de sus deberes, y para abatir, por medio de la palabra de Dios, todo el orgullo y artimañas, y todas las contenciones que había entre su pueblo, porque no vio otra manera de rescatarlos sino con el peso de un testimonio puro en contra de ellos” (Alma 4:16–19).

Alma comprendía un hecho básico de la vida: los problemas de la humanidad no se pueden resolver a menos que a la gran mayoría se le haya enseñado un código de conducta al cual apegarse para que no caiga en el pecado. Desde el principio, el Señor estableció para nuestros primeros padres terrenales mandamientos y convenios que, si se cumplen y obedecen, nos mantendrán alejados del dolor y la devastación de una vida desenfrenada. Al considerarlas condiciones del mundo actual, deberíamos hacernos esta pregunta: “¿Como podríamos prevenir mas eficazmente la perdida que resulta del aumento abrumador de los problemas espirituales, emocionales y físicos que afligen a la humanidad hoy en día?” Da la impresión de que utilizamos la mayor parte de nuestro tiempo y energías en reparar los danos causados por el pecado y no dedicamos bastante tiempo a enseñar a los seres humanos la ley del Señor a fin de que la establezcan como fundamento para gobernar su vida.

En el Antiguo Testamento, Ezequiel nos dice que el Señor censuró a aquellos que no ayudaron a apacentar a sus ovejas. Dice así:

“Anduvieron perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mi ovejas, y no hubo quien las buscase …

“… ni mis pastores buscaron mis ovejas, sino que los pastores se apacentaron a si mismos, y no apacentaron mis ovejas …

“Porque así ha dicho Jehová el Señor He aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré” (Ezequiel 34:6, 8, 11).

¿No fue este también uno de los lamentos del Salvador mientras llevaba a cabo Su ministerio terrenal? En el Evangelio según Mateo leemos:

“Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor.

“Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos.

“Rogad, pues, al Señor de la mies, que envié obreros a su mies” (Mateo 9:35–38).

La escasez de obreros para trabajar en la mies del Señor es común hoy día como lo fue en tiempos pasados. No hace mucho, se han registrado en la historia de la Iglesia las palabras de un profeta exhortando a todo joven digno y capaz a que vaya a cumplir una misión regular. La forma de responder a la suplica del profeta nos ha conmovido y regocijado. Muchos miles de jóvenes han escuchado el toque del clarín y han salido a cumplir con éxito misiones honorables, declarando el Evangelio de nuestro Señor y Salvador a un numero cada vez mayor de personas. Su cosecha ha sido verdaderamente extraordinaria.

Al aumentar los miembros de la Iglesia, otra vez se dejaron oír las peticiones del profeta rogando que se abrieran las puertas de las naciones para la predicación del evangelio. Todos hemos sido testigos del milagro ocurrido gracias al poder de las oraciones unidas de los santos. Se han abierto las puertas para la predicación del evangelio en naciones en las que hace apenas unos cuantos años ni siquiera se soñaba que esto ocurriera. Ahora, la necesidad de que aumente el numero de misioneros regulares es mas grande que nunca. Y de nuevo emitimos el llamado a todo joven digno para que escuche la voz del profeta y sirva como misionero regular. Exhortamos a todos los obispos y presidentes de rama a asegurarse de que todo joven digno y capaz tenga la oportunidad de ir al campo misional. Muchas de nuestras jóvenes mujeres también han servido en la obra misional y ellas han sido algunos de nuestros misioneros mas productivos.

El presidente Kimball hizo la siguiente declaración en cuanto al servicio de las jovencitas:

“Muchas jóvenes desean ir a una misión regular, y, por supuesto, son bienvenidas en el servicio del Señor. En esto, ellas no tienen la misma responsabilidad que los jóvenes élderes, pero serán abundantemente bendecidas por su abnegado servicio. El Señor esta complacido con el deseo que tienen de llevar almas a El” (President Kimball Speaks Out, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1981, pág. 30).

Estos jóvenes y jovencitas valientes salen al campo misional con un firme testimonio de la misión de nuestro Señor y Salvador, rindiendo un verdadero servicio cristiano y enseñando con fe y convicción.

Además de necesitarse mayor cantidad de jóvenes misioneros de ambos sexos, existe una urgente necesidad de mas matrimonios misioneros. Cada vez que visitamos una misión, invariablemente nos solicitan mas matrimonios. Urgentemente se necesitan parejas de edad madura, económicamente solventes, que posean un testimonio firme y se encuentren en un estado de salud relativamente bueno. Su ingreso para servir en la mies del Señor infunde fortaleza y madurez a nuestra obra misional.

Por ser tan abundantes las oportunidades para trabajar, necesitamos matrimonios con experiencia que trabajen con los recién bautizados, asegurándose de que las semillas que han caído en tierra fértil sean nutridas y cultivadas a fin de que la cizaña de una vida pasada no brote y ahogue los retoños nuevos. Estas parejas han tenido años de experiencia estudiando, enseñando y dirigiendo los barrios y las ramas de la Iglesia. Urgentemente se necesita esa experiencia por todo el mundo, a fin de que las nuevas y tiernas plantas no se vean ahogadas por las cosas mundanas.

Vosotros sois los que podéis edificar un firme cimiento que sostendrá a los nuevos conversos en las verdades del evangelio en esta vida y les ayudaréis a ser dignos de recibir las bendiciones de la eternidad. Escuchad las experiencias de algunas de esas parejas que han salido en el servicio misional.

Citaré una cuantas líneas de una carta que recientemente recibió el Departamento Misional, firmada por el presidente de la Misión Oklahoma Tulsa, que dicen:

“Los hermanos Wilson, que recientemente regresaron a su casa, hicieron un trabajo excelente en la reactivación de los miembros. Gracias a sus esfuerzas, dos parejas se sellaron en el templo, dieciocho personas se bautizaron y el promedio de asistencia del barrio aumentó de 136 a 180 personas durante el año que trabajaron en el Barrio Nevada. Cuando fueron llamados a la misión, acababan de comprar una camioneta nueva. Durante el tiempo que fueron misioneros viajaron 46.000 kilómetros en ese vehículo. Esta pareja especial verdaderamente se dedicó a fortalecer la obra del Señor en esa región. Ahora que se han jubilado, viven en Saint George, Utah, y les gustaría ir a cumplir otra misión en el futuro”.

La carta continua:

“El hermano Williams es el presidente de la Rama Líbano. El presidente y la hermana Williams han llevado a cabo una obra extraordinaria en la reactivación de miembros y han puesto en marcha una biblioteca genealógica en la ciudad”.

La hermana Williams escribió lo siguiente:

“Estoy muy orgullosa de mi esposo. El les ayuda mucho a los élderes y les da cl apoyo que necesitan. No hay nada que le cause mayor satisfacción que llevarlos consigo a enseñar una charla a los investigadores.

“Desde que empezó a funcionar nuestra nueva biblioteca, he estado sumamente ocupada ayudando y capacitando tanto a los miembros de la Iglesia como a los que no lo son. La Asociación Genealógica local (ninguno de sus integrantes es miembro de la Iglesia) se reúne una vez al mes en nuestra capilla para efectuar sus reuniones. Todos han demostrado mucho interés en nuestra nueva biblioteca y en los maravillosos instrumentos de investigación que poseemos. He capacitado todo lo posible a los miembros del personal, a fin de que estén bien familiarizados con todo lo que tenemos en la biblioteca, ya que, ¡que le vamos a hacer!, tendré que volver a casa uno de estos días. ¡Que lastima!”

En otra carta, de los hermanos Price, que fueron misioneros en Australia, dice:

“Reconozco que es difícil dejar nietos que están creciendo y cambiando cada día. pero compartimos con nuestra familia las satisfacciones de nuestra misión. El saber que nuestros hijos y nietos oran por nosotros todas las noches nos infunde diariamente aliento e inspiración. Y. además, lo hacemos por nuestro Padre Celestial, que nos ha prometido que si le servimos, nuestros lazos familiares nunca se quebrantaran”.

¡No es este un momento especial de decisión para todos vosotros, jóvenes en edad de ser misioneros y matrimonios especiales de edad madura? ¿Os habéis sentado alguna vez a reflexionar sobre la clase de material que prepararéis para incluir en la historia de vuestra vida? ¿Se incluirán en ella transparencias y videos de adquisiciones mundanales como lanchas, casas rodantes, viajes y diversión para vuestro propio placer y recreación?

¿O expresará vuestra historia el gozo que habréis experimentado al predicar y enseñar el mensaje de nuestro Señor y Salvador a todo el que estuviera dispuesto a escuchar vuestra voz? Ojalá que decidáis, tal como Alma, salir entre los del pueblo a fin de predicarles la palabra de Dios, para despertar en ellos el recuerdo de sus deberes, para abatir todo el orgullo, las artimañas y contenciones entre ellos, a fin de que podáis rescatarlos y salvarlos con el peso de un testimonio puro.

Obispos y presidentes de rama, solo un matrimonio misionero mas que salga de vuestro barrio o rama significara un aumento de ocho mil parejas en nuestras fuerzas misionales. ¡Y cuanto se les necesita!

A aquellos que aceptéis el llamado de salir a servir de misioneros, os prometo que vuestro buen nombre nunca caerá en el olvido ni en este mundo ni en las eternidades. De modo que nuevamente hacemos sonar el toque del clarín, y rogamos que el Señor de la mies envié obreros en números cada vez mayores, porque el campo blanco esta, listo para una siega abundante. (Véase D. y C. 4:4.)

Testifico solemnemente que esta obra en la que estamos embarcados es Su obra, en el nombre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Amen.