Escuchad El Llamado
“Aquellos cuya participación formal en la Iglesia quede limitada por una temporada pueden experimentar el calor del amor y la amistad cuando se les invita a participar en las actividades de la Iglesia.”
Mis hermanos y hermanas, quisiera traeros a la memoria la declaración que emitió, en forma de invitación, la Primera Presidencia en diciembre de 1985:
“En esta época de Navidad, nos regocijamos ante las bendiciones que se reciben por ser. miembros activos de esta Iglesia, a cuya cabeza esta el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. Expresamos nuestro sincero amor y agradecimiento por nuestros hermanos, doquiera que se encuentren.
“Estamos conscientes de que hay hermanos inactivos, que hay otros que murmuran y tienen la tendencia a criticar y que hay aquellos a quienes se les han suspendido los derechos de miembro o han sido excomulgados debido a transgresiones serias.
“A todos ellos queremos hacerles llegar nuestro amor. Estamos ansiosos de perdonar con el espíritu de Aquel, que dijo: ‘Yo, el Señor, perdonaré a quien sea mi voluntad perdonar, mas a vosotros os es requerido perdonar a todos los hombres’ (D. y C. 64:10).
“Exhortamos a los miembros de la Iglesia a que perdonen a los que les hayan ofendido. A aquellos que se han inactivado y a los que han empezado a criticar a la Iglesia, les decimos: ‘Regresad. Regresad y sentaos a la mesa del Señor, para probar nuevamente los dulces y agradables frutos del hermanamiento con los santos”‘ (“Una invitación a regresar”, Church News, 22 de dic. de 1985, pág. 3; cursiva agregada).
Aunque la mayoría de nosotros, los miembros de la Iglesia, quizás consideremos las actividades esencialmente como entretenimiento y diversión, las actividades tienen en la Iglesia una función que va mucho mas allá de esta percepción superficial.
Para aquellos que han tenido que someterse a la disciplina de la Iglesia, los sentimientos de aislamiento y soledad son muy reales. Este es el caso, ya sea la disciplina severa o mas leve. Cuando se trata de la excomunión, el aislamiento y la soledad son mucho mas que una sensación. Como resultado de esta acción, se elimina el nombre de la persona de los registros de miembros de la Iglesia y se le retira el don del Espíritu Santo, que se le había concedido en el momento del bautismo y la confirmación.
Casi todos hemos experimentado en nuestra vida épocas de aislamiento y soledad. ¿Habéis estado alguna vez en una ciudad, aeropuerto, estación de trenes o lugar semejante, y, a pesar de estar rodeados de cientos o miles de personas, os habéis sentido solos? Al enfrentarse con un problema de familia durante la niñez, la adolescencia o incluso siendo ya adultos, los habéis sentido solos aun viviendo con vuestra familia bajo el mismo techo? ¿Habéis sentido la soledad en otras ocasiones, aun estando sentados entre otras personas en una reunión de la Iglesia o en una clase escolar?
El hecho de que haya personas que estén físicamente cerca, sean cuales sean las circunstancias, no siempre se puede equiparar al sentido de aceptación, comprensión, inclusión y hermanamiento; en muchos casos, sucede exactamente lo contrario. Ese sentido de aceptación e inclusión nace cuando alguien nos invita a formar parte de su circulo de amistad y actividad. Mucho mas que el entretenimiento y la diversión, las actividades representan por lo menos una manera inocua de aceptar, incluir, comprender y hermanar a los demás. Si se perciben de este modo, las actividades se convierten en otro medio para demostrar amor, caridad, ternura, perdón, servicio y para incluir, y no excluir, a los semejantes. Amulek dijo: “… si no os acordáis de ser caritativos, sois como la escoria que los refinadores desechan [por no tener valor] …” (Alma 34:29).
Aquellos cuya participación formal en la Iglesia quede limitada por una temporada pueden experimentar el calor del amor y la amistad cuando se les invita a participar en las actividades de la Iglesia. Esa época en que estén limitados en su participación se hará menos dolorosa si afectuosamente se les incluye en noches de hogar, cenas, reuniones sociales, charlas fogoneras, teatro ambulante,
dramas, grupos especiales, actividades de economía doméstica, excursiones familiares, fiestas campestres del barrio, reuniones y cosas por el estilo.
Tomando parte en las actividades, las personas perciben que se les incluye, se les quiere y se les necesita. La participación en las actividades de la Iglesia provee oportunidades de relacionarse con los miembros del quórum, de la Sociedad de Socorro y del barrio en lugares y situaciones en que todos puedan sentirse cómodos. Repito, esa época en que se encuentran limitados por las sanciones se hace menos dolorosa cuando se les hermana y se les incluye en actividades sociales. Ese tipo de participación muchas veces los conduce a asistir a las reuniones de adoración en el día de reposo, aunque por un tiempo tengan que conformarse con ser sólo espectadores en la reunión sacramental y en las clases.
Algunos puntos a considerar: ¿Forman las actividades una parte integral de vuestra familia, quórum, Sociedad de Socorro u otra organización de la Iglesia? ¿Se planean y se llevan a cabo en forma regular actividades en las que se incluya a los que estén tratando de obtener la plena restauración de sus derechos y a los menos activos? ¿Representan vuestras actividades refugios seguros de aceptación y hermandad? ¿Estáis ayudando a aquellos que estén luchando por recobrar su fe y testimonio a esperar con ansias el día en que se les restauren todos sus privilegios y bendiciones para participar plenamente en la Iglesia?
Mediante una variedad de actividades familiares, del sacerdocio, de la Sociedad de Socorro o del barrio y la estaca, podemos crear un ambiente:
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Que nos ayude a todos a participar en actividades sanas que deben estar libres del aspecto sensual y vulgar que muestran muchas de las que se ofrecen en el mundo.
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Que considere de suma importancia el “incluir” en vez de “excluir” a las personas y los grupos, sea cual sea su edad, nivel social, llamamiento en la Iglesia, etc.
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Que ofrezca oportunidades de participar al activo, al menos activo y a los que están esforzándose por lograr la restauración de sus derecho.
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Que demuestre el perdón y haga olvidar las ofensas al mismo tiempo que las personas sientan el cariño y la preocupación de aquellos que los aman. Cuando no perdonamos y olvidamos, el Señor nos advierte:
“En la antigüedad mis discípulos buscaron motivo el uno contra el otro, y no se perdonaron unos a otros en su corazón; y por esta maldad fueron gravemente afligidos y castigados.
“Por tanto, os digo que debéis perdonaros los unos a los otros; pues el que no perdona las ofensas de su hermano, queda condenado ante el Señor, porque en el permanece el mayor pecado” (D. y C. 64:8–9).Cuando una persona obtiene la plena restauración de sus derechos como resultado del amor, la benevolencia y el perdón de aquellos que se interesan en su prójimo el sentimiento de gozo es casi inexpresable. Esta intensidad de gozo se describe en el Libro de Mormón, cuando se relata el encuentro de Alma con Ammón en una reunión llena de regocijo.
“Y tan grande fue el gozo de Ammón que lo colmó; si, se extasió en el gozo de su Dios, al grado de que se le agotaron las fuerzas; y cayó a tierra otra vez.
“¿Y no fue este un gozo inmenso? He aquí, este es un gozo que nadie recibe sino el que verdaderamente se arrepiente y humildemente busca la felicidad” (Alma 27: 17–18).
Las actividades pueden ser mucho mas que entretenimiento y diversión, y mucho mas que un placer pasajero. Aquellas que se planean con un propósito y se llevan a cabo con la verdadera intención de ayudar a los participantes en su sendero hacia la perfección brindan un gozo eterno y tienen una función sumamente importante en la Iglesia.
Debemos recordar que las actividades patrocinadas por la Iglesia no son algo nuevo. En la administración de cada uno de los trece profetas de los últimos días que han presidido la Iglesia, las actividades han cumplido una función muy importante en el modo de vivir de los Santos de los Últimos Días. En nuestros días, continúan siendo el medio para incluir en vez de excluir, para ser un participante en vez de un espectador, para encontrar momentos de gozo entre las dificultades de la adversidad, para fomentar el hermanamiento y la unidad en vez del aislamiento y la discordancia, y para ofrecer un ambiente imparcial de aceptación a aquellos que están tratando de lograr la plena restauración de sus derechos en la Iglesia con los santos y la familia de Dios.
Para finalizar, me gustaría continuar leyendo el mensaje de la Primera Presidencia:
“Estamos seguros de que muchos habrán deseado regresar, pero se habrán sentido incómodos ante la idea. Os aseguramos que encontraréis brazos abiertos para recibiros y manos dispuestas a ayudaros.
“Esta es la época de Navidad, cuando celebramos el nacimiento del Señor que dio Su vida a cambio de los pecados de todos nosotros. Sabemos que hay muchos que llevan una pesada carga de culpabilidad y de amargura. A estos les decimos: ‘Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar … porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga’ (Mateo 11:28–30)”.
La Primera Presidencia concluye, diciendo:
“Os lo imploramos. Oramos por vosotros. Os invitamos y os damos la bienvenida con amor y aprecio. Atentamente, vuestros hermanos, La Primera Presidencia” (“Una invitación a regresar”, Church News, 22 de dic. de 1985, pág. 3).
Yo deseo invitaros a todos a venir a Cristo. Regresad y participad de Su gozo. En el nombre de Jesucristo. Amén.