Cómo Sanar Las Trágicas Heridas Del Abuso
“El Señor ha ofrecido una manera de que puedas sobreponerse a los efectos destructivos de las acciones ajenas en contra de tu voluntad.”
Desde lo profundo de mi corazón le. hablo a cada uno de los que han quedado heridos por el terrible pecado del abuso, sean o no miembros de la Iglesia. Preferiría que habláramos en privado sobre este delicado tema, y pido que el Santo Espíritu nos ayude a ambos, para que recibas del Señor el alivio de esa crueldad que te ha herido y ha marcado tu vida.
A menos que lo sane el Señor, el abuso mental, físico o sexual puede causar graves efectos permanentes. Ya habrás sentido algunos, como temor, depresión, culpa, odio contra ti mismo, falta de estima propia y dificultad para relacionarte normalmente con los demás. Al continuar el abuso, surgen fuertes sentimientos de rebelión, ira y odio, a veces contra si mismo, otras contra los demás, la vida y hasta contra el Padre Celestial. Los esfuerzos frustrados de lucha tratando de poner fin a la situación suelen degenerar en el consumo de drogas, la inmoralidad, el abandono del hogar y, trágicamente en los casos extremos, el suicidio. Si no se corrigen, esos sentimientos llevan a una vida disipada, a un matrimonio desavenido e incluso a la transición de víctima a abusador. Una de sus terribles consecuencias es la falta de confianza en los demás, que se convierte en una barrera para sanar.
A fin de que se te ayude, es preciso que entiendas algunas cosas sobre la ley eterna. El abuso que has sufrido ha sido causado por otra persona que ha atacado injustamente tu libertad. Puesto que todos los hijos de nuestro Padre Celestial tenemos el libre albedrío, puede haber algunos que decidan arbitrariamente violar los mandamientos y dañarte. Esos actos restringen temporalmente tu libertad. Para compensarte, el Señor ha ofrecido una manera de que puedas sobreponerte a los efectos destructivos de las acciones ajenas en contra de tu voluntad, aplicando verdades eternas con la ayuda del sacerdocio.
Debes saber que la maldad de otros no puede destruir completamente tu albedrío a menos que tú lo permitas. Sus acciones pueden causarte dolor, angustia e incluso daño físico, pero no pueden destruir tus posibilidades eternas en la breve pero crucial etapa de esta vida terrenal; debes comprender que tienes la libertad de decidirte a sobreponerte a los resultados nocivos del abuso. Tu actitud tiene la potestad de lograr que ocurra el cambio que sea para tu bien y te permitirá recibir la ayuda que el Señor desea que recibas. Si entiendes y vives la ley eterna, nadie te quitara tus oportunidades. Las leyes de tu Padre Celestial y la expiación del Señor no dejan que nadie te robe las oportunidades que tienen los hijos de Dios.
Quizás te veas amenazado por alguien que tiene una posición de superioridad o que ejerce dominio sobre ti; quizás te sientas atrapado y no veas una salida. Créeme que tu Padre Celestial no quiere verte cautivo de influencias inicuas, de amenazas de revancha o del temor de lo que pueda pasarle al familiar que abuse de ti. Confía en que El te llevara a la solución. Pídele con fe, no dudando nada. (Véase Santiago 1:6; Enós 1:15; Moroni 7:26; D. y C. 8:10; 18: 18.)
Testifico solemnemente que tu no eres responsable ni debes sentirte culpable por los actos ajenos de violencia, perversión o incesto, contrarios a tu voluntad, que te hieren profundamente. El abuso te herirá, pero la cicatriz no tiene por que permanecer. En el plan eterno, en el debido tiempo del Señor, esas lesiones se curaran si haces tu parte. Ahora, puedes hacer esto:
Busca Ayuda
Si alguien abusa de ti en el presente o lo ha hecho en el pasado, busca ayuda ahora. Quizás no confíes en nadie y pienses que no existe ayuda digna de crédito. Empieza por el Padre Celestial y Su amado Hijo, tu Salvador. Esfuérzate por comprender Sus mandamientos y seguirlos; ellos te conducirán a otros que te fortalecerán y alentaran. Hay un líder del sacerdocio, generalmente el obispo o a veces un miembro de la presidencia de estaca, que puede establecer un puente hacia una comprensión mayor y hacia la sanidad. José Smith enseñó:
“El hombre nada puede hacer por si mismo a menos que Dios lo dirija por el camino debido; y el sacerdocio es para ese propósito” (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 451).
Habla en privado con el obispo; su llamamiento le permite actuar como instrumento del Señor para ayudarte; el te dará una base doctrinal para guiarte hacia la recuperación. La comprensión y aplicación de la ley eterna te darán la sanidad que te hace falta; el obispo tiene derecho de recibir inspiración del Señor para ayudarte y emplear el sacerdocio para bendecirte.
El te hará encontrar amigos de confianza que te sostengan, y te ayudara a recobrar confianza en ti mismo y estima propia para comenzar el proceso de renovación; si el abuso ha llegado a los extremos, te asistirá para encontrar protección y un tratamiento profesional que este de acuerdo con las enseñanzas del Salvador.
Los Principios Para Sanar
Hay algunos principios que ayudan en el proceso de sanar y que llegaras a entender mejor:
Reconoce que eres un hijo amado de tu Padre Celestial; El te ama con amor perfecto y te ayudara como ningún ser terrenal podría. Su Hijo dio la vida para que por la fe en El y la obediencia a Sus enseñanzas seas sanado. El es el perfecto sanador.
Trata de desarrollar la confianza en el amor y la compasión de tu Hermano mayor Jesucristo meditando sobre las Escrituras. Al igual que les dijo a los nefitas, El te dice a ti: “… tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia … veo que vuestra fe es suficiente para que yo os sane” (3 Nefi 17:7–8).
El mejor comienzo para el proceso de sanar es orar sinceramente pidiendo a tu Padre Celestial que te ayude. El emplear así tu albedrío da entrada a la intervención divina. Si lo permites, el amor del Salvador te ablandara el corazón, interrumpiendo el ciclo de abuso que transforma a la víctima en agresor. La adversidad, aun la causada arbitrariamente por los apetitos desenfrenados de otros, puede ser una fuente de progreso cuando se contempla en la perspectiva de los principios eternos. (Véase D. y C. 122:7.)
La víctima debe hacer todo lo posible por detener el abuso. Casi siempre es inocente, porque se vuelve indefensa por el miedo o por el poder del atacante. Sin embargo, en cierto momento el Señor puede inspirar a la víctima a reconocer algo de responsabilidad por el abuso sufrido. El líder del sacerdocio te ayudará a evaluar la situación, para resolver lo que sea necesario; de otro modo, las semillas de la culpa permanecerán y producirán un fruto amargo. Fuere cual fuere el grado de responsabilidad, ya sea que no tengas absolutamente ninguna o que seas responsable de haber consentido al abuso, el poder sanador de la expiación de Jesucristo proveerá la curación completa. Además, todos los involucrados en el abuso pueden obtener el perdón (véase Artículos de Fe 1:3). Después, viene la restauración del autorrespeto y del sentido del propio valor y la renovación de la vida.
Aun cuando eres una víctima, no malgastes tus esfuerzos en vengarte o tratar de retribuir al agresor; concéntrate en hacer lo que puedas por corregir la situación. Deja al agresor en manos de las autoridades civiles y eclesiásticas; hagan lo que hagan ellos, finalmente el culpable tendrá que enfrentarse con el Juez Perfecto; y el que no se arrepienta será castigado por un Dios que es justo. Los abastecedores de suciedad y de drogas, que a sabiendas incitan a los actos de violencia y depravación, y los que promueven una atmósfera de libertinaje y corrupción serán condenados. Se hará responsables a los malvados que atacan al inocente y justifican su propia vida de corrupción atrayendo a otros a sus vías depravadas. Sobre estos el Maestro advirtió lo siguiente:
“Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeños que creen en mi, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18:6).
Comprende que el sanar puede llevarte mucho tiempo. Generalmente, la recuperación se hace en etapas, y se acelera expresando gratitud al Señor por la mas mínima mejoría que se note.
El Perdón
Durante el largo período de recuperación de una cirugía seria, el enfermo espera la curación con paciencia, confiando en los cuidados de otros. No siempre entiende la importancia del tratamiento, pero el seguirlo al pie de la letra acelera su recuperación. Así es también para ti, mientras luchas por sanar las heridas del abuso. El perdón, por ejemplo, puede serte difícil de entender y aun mas de conceder. Empieza por no juzgar. No sabes lo que los abusadores pueden haber sufrido como víctimas inocentes. La vía del arrepentimiento debe quedar abierta para ellos. Deja que otros se encarguen de los agresores. Al ver aliviado tu propio dolor, te será mas fácil perdonar.
No puedes borrar lo pasado, pero puedes perdonar. (Véase D. y C. 64:10.) El perdón sana las heridas mas trágicas y terribles, porque permite que el amor de Dios expurgue tu corazón y tu mente del veneno del odio; también te limpia la conciencia del deseo de venganza y da lugar al amor sanador, renovador y purificante del Señor.
El Maestro aconsejó:
“… Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (3 Nefi 12:44; cursiva agregada).
La amargura y el odio son nocivos y destructivos; ambos demoraran el alivio y la sanidad que ansias; mediante la justificación y la autocompasión, pueden transformar a la víctima en agresor. Deja que Dios sea quien juzgue; El lo hará mejor.
El aconsejarte a que te limites a olvidar el abuso no es bueno. Debes entender los principios que te harán sanar. Repito, esto se logra casi siempre con un comprensivo líder, que tenga la inspiración y el poder del sacerdocio para bendecirte.
Advertencia
Te advierto que no participes en estas dos practicas de terapia impropias que te harán mas daño que bien: El sondeo excesivo de los mas mínimos detalles de tus experiencias pasadas, particularmente si se trata de diálogos indagatorios en terapia de grupo; y el culpar al agresor de todas tus dificultades.
Aunque el descubrir algunos aspectos es vital en el proceso de sanar, el sondeo morboso de los detalles, por largo tiempo enterrados y piadosamente olvidados, puede ser destructivo; no es necesario hurgar en las heridas que se están curando para abrirlas y hacer que supuren. El Señor y Sus enseñanzas te ayudaran sin destruirte el autorrespeto.
Hay otro peligro: Las preguntas indagatorias sobre tu pasado quizás despierten inconscientemente pensamientos que son mas imaginación que realidad, y pueden llevar a la condenación del agresor por actos que no cometió. Aunque no ocurre a menudo, se de casos en que esa terapia de sondeo excesivo ha causado gran daño al inocente por provocar acusaciones que después resultaron ser falsas. La memoria es falible, especialmente en un adulto recordando experiencias de su niñez. Y recuerda, la acusación falsa es también un pecado.
Para expresarlo en forma mas sencilla, si alguien volcara basura en el sofá de tu sala, ¿llamarías a los vecinos para que examinaran cada uno de los elementos que contribuyeron a la mancha? No harías eso, sino que, con la ayuda de un experto, devolverías al mueble su condición original.
Así también, la reparación del daño causado por el abuso debe hacerse en privado, en confidencia, con un líder del sacerdocio en quien se confíe y, si es necesario, con un profesional calificado a quien el recomiende. Deben hacer entonces un análisis general del abuso que permita que recibas el consejo apropiado y que evite que el agresor siga cometiendo violencia. Luego, con la ayuda del Señor, entierra el pasado.
Humildemente testifico que lo que te he dicho es verdad; se basa en los principios eternos que he visto al Señor emplear para dar plenitud de vida a los que han quedado heridos por esta iniquidad.
Si piensas que sólo hay un fino hilo de esperanza, créeme que no es un hilo, sino que puede ser el inquebrantable eslabón que te conecte con el Señor y te coloque alrededor un salvavidas. El te sanara cuando dejes de temer y coloques en El tu confianza esforzándote por vivir Sus enseñanzas.
No sufras mas, te lo ruego. Pide ahora ayuda al Señor. (Véase Mormón 9:27; Moroni 7:26, 33.) Decídete ahora a hablar con el obispo. No sigas viendo las experiencias que tienes en la vida a través de cristales obscurecidos por las cicatrices del abuso. Hay mucho de hermoso en la vida. Abre las ventanas de tu corazón y deja que entre en él el amor del Salvador. Y si te acosan de nuevo los recuerdos del abuso sufrido en el pasado, piensa en Su amor y en Su poder sanador. Tu depresión se convertirá entonces en paz y tranquilidad. Cerraras un desagradable capitulo de tu vida y abrirás volúmenes de felicidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.