En defensa de la verdad y la rectitud
“El defender la verdad y la rectitud no es algo que hacemos solo los domingos. Día tras día. nuestros vecindarios y comunidades necesitan desesperadamente nuestro respaldo y nuestra contribución a la seguridad, la ley y el orden.”
Es un privilegio, hermanos, dirigirme a ustedes esta noche.
Hermanos, poseer el sacerdocio es mas que una gran bendición; lo acompañan enormes responsabilidades tales como velar por la Iglesia; honrar a todas las mujeres, especialmente a nuestra esposa, a nuestra madre, a nuestras hijas y a nuestras hermanas; visitar el hogar de cada miembro, exhortando a cada uno de ellos a “orar vocalmente, así como en secreto, y a cumplir con todos los deberes familiares” (1) y a “ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (2).
Cuando en las aguas del bautismo hacemos convenio de “ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar”, no nos referimos solamente a las reuniones de testimonio. Tal vez no siempre sea fácil, conveniente o socialmente aceptable asumir la defensa de la verdad y la rectitud, pero es siempre lo que debemos hacer; siempre.
Joseph F. Smith tenia 19 años de edad cuando regreso de su misión en Hawai. Una mañana, mientras viajaba desde California hacia su hogar en Utah, le cortó el paso “una carreta llena de hombres borrachos disparando al aire y vociferando insultos contra los mormones”. Uno de ellos “con revolver en mano”, camino hacia el. Pese a estar aterrorizado, Joseph “considero que seria imprudente e inútil salir corriendo … así que avanzo hacia el sujeto como si no encontrara nada fuera de lo normal en su conducta. ‘¿Eres un mormón tal por cual?’, pregunto airadamente el extraño. Armándose con el mayor valor posible, Joseph miro al hombre en los ojos y respondió con calma: ‘Si, señor; cien por ciento y de pura cepa, de pies a cabeza’. Casi perplejo por la inesperada respuesta del joven, el hombre se detuvo, dejó caer las manos y, tras echar una mirada incrédula a Joseph, le dijo en un tono amigable: ‘Bueno, ¡eres el tal por cual mas cordial que he conocido! ¡venga esa mano! Me alegra conocer a alguien que defiende sus convicciones’. Y sin mas, dio vuelta y se fue” (3).
Como poseedores del sacerdocio, tenemos el sagrado deber de siempre defender la verdad y la rectitud. El sacerdocio, según se le define, es la autoridad de Dios dada al hombre para hacer las cosas que Dios haría si estuviera aquí. Eso quiere decir que somos no sólo Sus testigos, sino Sus representantes.
El defender la verdad y la rectitud no es algo que hacemos sólo los domingos. Día tras día. nuestros vecindarios y comunidades necesitan desesperadamente nuestro respaldo y nuestra contribución a la seguridad, la ley y el orden. El delito, en todas SUS manifestaciones, es un mal de proporciones mundiales y un gran problema moral el cual inquieta enormemente a los lideres de la Iglesia. El precio social, económico y moral del delito es incalculable. El delito no hace distinción de raza, religión, nacionalidad, edad ni clase social.
El Libro de Mormón nos enseña que las combinaciones secretas entregadas al delito presentan un serio desafío, no solamente a las personas y a las familias, sino a civilizaciones enteras. Entre las combinaciones secretas de nuestra época se encuentran las pandillas, las organizaciones de narcotraficantes y las mafias. Las organizaciones secretas de nuestros días funcionan tal cual lo hicieron los ladrones de Gadiantón en la época del Libro de Mormón; tienen senas y contraseñas secretas; participan en ritos secretos y llevan a cabo ceremonias de iniciación. Entre otras, tienen la finalidad de “asesinar, y robar, y hurtar, y cometer fornicaciones y toda clase de iniquidades en oposición a las leyes de su patria, así como a las leyes de su Dios” (4).
Si no tenemos cuidado, las combinaciones secretas de la actualidad pueden cobrar poder e influencia tan rápida y completamente como lo hicieron las de los días del Libro de Mormón. ¿Recuerdan los ciclos? Las combinaciones secretas empezaban entre “los mas perversos” de la sociedad pero terminaban “seduciendo a la mayor parte de los justos” hasta contaminar a la sociedad entera (5).
La juventud actual, así como aquellos de la “nueva generación” (6) en el Libro de Mormón, son los mas propensos a caer bajo la influencia de las pandillas. Nuestros jóvenes se ven rodeados por esta realidad. Existe un cierto grupo social que se suscribe a la conducta criminal de los pandilleros por medio de música, estilos de vestimenta, lenguaje, actitudes y conducta. Muchos de ustedes han observado a muchos de sus amigos abrazar ese estilo por considerarlo “de moda” o “de buena onda”, para ser de a poco absorbidos por ese grupo social debido a su identificación con las pandillas. Todos estamos enterados de casos trágicos de jóvenes que, sin sospecharlo, fueron atacados por pandilleros por el simple hecho de vestir prendas con los colores de pandillas rivales y de estar en vecindarios desconocidos.
El Libro de Mormón enseña que el diablo es “el autor de todo pecado” y el fundador de estas combinaciones secretas (7). El se vale de combinaciones secretas, tales como las pandillas, “de generación en generación, de acuerdo con el dominio que logre en el corazón de los hijos de los hombres” (8). Su propósito es destruir a las personas, a las familias, a las comunidades y a las naciones”.9 Hasta cierto punto, tuvo éxito en las épocas del Libro de Mormón, y esta teniendo demasiado éxito hoy. Por esa razón es tan importante que nosotros, como poseedores del sacerdocio, tomemos la determinación de defender la verdad y la rectitud haciendo lo que este a nuestro alcance por la salvaguardia de nuestras comunidades.
Varios años antes de la visita de Cristo a lo que hoy son las Américas, los lamanitas demostraron tanta fe y tan grande valor que destruyeron completamente la influencia de los ladrones de Gadiantón en su sociedad, predicando “la palabra de Dios entre … ellos” (10). Hermanos, nosotros estamos ahora en una posición similar de actuar como testigos de Dios, dando el ejemplo, observando las normas de la Iglesia y expresando nuestro testimonio a quienes nos rodean.
El Salvador ha prometido que si “[guardamos] todos los mandamientos y convenios que [nos] ligan … [El hará] estremecer los cielos para [nuestro] beneficio, y Satanás temblara, y Sión se regocijara sobre los collados y florecerá””.11 Incluso ha prometido que llegara el día en que, “… a causa de la rectitud del pueblo del Señor, Satanás no [tendrá] poder” sobre el corazón de los hombres’12.
Como Iglesia, reconocemos que el Evangelio de Jesucristo, con sus verdades y enseñanzas salvadoras, ofrece la ayuda preventiva y de rehabilitación mas eficaz para superar la conducta criminal. Sobre los padres descansa la mayor responsabilidad de enseñar a sus hijos los principios del vivir el Evangelio y las bases de un buen comportamiento social. Lamentablemente, hay quienes cuentan con muy poco respaldo en el hogar o que carecen totalmente de el. Es preciso que estemos al tanto de ellos y hagamos cuanto podamos para ser una bendición en su vida. Tales jóvenes necesitan buenos ejemplos que les demuestren su integridad al guardar sus convenios y cumplir sus promesas.
A ustedes, hermanos, que son padres, miembros de un obispado y líderes de los jóvenes: por favor recuerden que todo joven y toda jovencita tiene la gran necesidad de sentir que se le ama, que se le respeta y que se le valora, así como de tener éxito en las cosas que le hagan ganar confianza y propia estimación. Se deben planear actividades apropiadas y edificantes dentro de un ambiente seguro y sano en el cual nuestros jóvenes y sus amigos que no sean miembros puedan fortalecerse mutuamente y acercarse mas al Salvador.
También debemos dar nuestro apoyo a personas, organizaciones, comunidades y gobiernos en sus esfuerzos por prevenir el delito. Debemos trabajar dentro de nuestros sistemas legales y judiciales para implantar y asegurar el cumplimiento de leyes que provean la protección necesaria contra criminales y que al mismo tiempo garanticen los derechos y las libertades esenciales. Y debemos brindar nuestro apoyo y ayuda a los lideres gubernamentales en la promoción de programas destinados a proteger y a fortalecer a familias y comunidades.
Muchos de ustedes, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, tal vez se encuentren en el frente de batalla contra aquellos que tratan de hacer cosas que están moralmente equivocadas. No creo que ni ustedes ni yo podamos defender la verdad y la rectitud si nos vestimos de ropa inapropiada para alguien que posee el sacerdocio de Dios. Para mi, es imposible mantener el Espíritu del Señor mientras escuchamos música o vemos películas o videos que contengan pensamientos malsanos y lenguaje vulgar.
Reconozco que a veces es difícil defender la verdad y la rectitud. Sin embargo, tenemos que ser ejemplos positivos si hemos de ayudar a otras personas a encontrar un mejor camino. Afortunadamente, podemos beneficiarnos con el ejemplo que nos dejaron nuestros antecesores. Aun cuando el camino que ellos siguieron haya sido distinto al que seguimos nosotros hoy, el valor que se requirió de ellos para ser fieles es similar, y sus experiencias son instructivas.13
En su infancia en Nauvoo, George Q. Cannon aprendió a lidiar con aquellos que dañaban a otras personas. El mismo cuenta cómo, junto con un grupo de muchachos de su misma edad, hicieron su parte para defender a los santos contra posibles buscapleitos:
“Era … algo común … en conversaciones o al hacer tratos entre dos partes, esgrimir … navajas y empezar a tallar en un trozo de madera … acompañando el tallado con un silbido. Nadie podía oponerse, entonces, a la practica de tallar y silbar. Muchos de los muchachos de la ciudad habían mandado hacer una especie de cuchillo de caza, y cuando llegaba al pueblo algún individuo a quien se le tenia por persona de mal vivir y de fines perversos, se juntaba un grupo de muchachos, iban adonde el estaba y empezaban a tallar un pedazo de madera de pino que previamente había conseguido cada uno. La presencia de un numero de jóvenes, cada uno de ellos tallando [sin hacer mal a nadie]… no escapaba a la atención del forastero … Su primera [reacción]… era … preguntar que significado tenia aquello. Los muchachos no respondían nada, pero con caras serias, continuaban con su tallado … ¿Que podía hacer el hombre? Si estaba armado, tenia la opción de disparar, pero la firme expresión en el rostro de aquellos muchachos y las destellantes hojas de los cuchillos … le convencían de que era preferible ser cauteloso antes que valentón … Lo máximo que sepamos que jamas hayan hecho fue ponerse de pie para proferir insultos y amenazas … y después se iban, seguidos por una legión de muchachitos que tallaban y silbaban”’3.
Ahora bien, no estoy sugiriendo que empecemos a distribuir cuchillos para tallar entre nuestros diáconos. Sin embargo, esta es una demostración del valor y de la fe que George Q. Cannon y sus amigos demostraron mediante sus hechos. Ellos identificaron algo que se debía hacer y lo hicieron con prudencia dentro de lo que era apropiado en aquella época. Me conmueve su disposición de asumir una posición firme contra las malvadas intensiones de otras personas.
El hacer frente al delito es algo complejo. Sin embargo, hay cosas sencillas que podemos hacer hoy día para evitar que otros se dejen arrastrar por la influencia de las pandillas y del delito. Podemos evitar la tentación de formar círculos cerrados de compañeros en el colegio o en la Iglesia. Todos podemos refrenarnos de juzgar o de excluir a otras personas por medio de palabras o hechos. Nada duele mas que el sentirse rechazado y ridiculizado. Por lo tanto, jamas debemos hacer nada que lleve a otros jóvenes a sentirse aceptados por una pandilla al sentirse rechazados por nosotros. Muchas nuevas familias se están mudando a nuestros vecindarios. Hermanos, extiéndanles una mano de amistad y háganles sentirse bienvenidos y seguros en nuestros vecindarios y en la Iglesia. Nunca hagan correr rumores, ni digan cosas crueles, ni permitan que nada ocurra que pueda dañar a otra persona. Hagan amistad con sus vecinos, velen los unos por los otros y contribuyan a crear un espíritu de unidad, paz y amor entre ellos. Estas pueden aparentar ser cosas pequeñas, pero les aseguro que si hacen este tipo de cosas, pueden ser tan eficaces en mantener a la gente apartada del mal y del delito como el tallar y silbar lo fue en los días de Nauvoo. La verdadera amistad probablemente sea lo mejor que podamos hacer para llegar a aquellos que tal vez vayan a la deriva hacia procederes inseguros y moralmente dañinos y en pos de un falso sentido de aceptación.
Son innumerables las historias que se podrían contar de poseedores del sacerdocio brillantes y talentosos que han ejercido una influencia positiva en la vida de otras personas. Lamentablemente, también las hay de aquellos que no alcanzaron su potencial por no estar dispuestos a defender la verdad y la rectitud. Algunos jóvenes y jovencitas tratan de justificar sus malas decisiones diciendo que “todos cometemos errores”. Pero se debe entender que hay
una gran diferencia entre un error cometido en un momento de debilidad espiritual y una decisión premeditada de desobedecer persistentemente los mandamientos de Dios. Aquellos que en forma intencional escogen violar los mandamientos de Dios y no hacer caso a las normas de la Iglesia, aun cuando se prometan a si mismos y a otros que un día tendrán las fuerzas necesarias para arrepentirse, están aventurándose por senderos escabrosos en los cuales muchos han perdido su equilibrio espiritual. Aun cuando es verdad que algunos jóvenes se han recobrado extraordinariamente del pecado por medio del difícil proceso del arrepentimiento, la triste realidad nos muestra que otros se han extraviado debido a los caminos que decidieron tomar.
Vivimos tiempos difíciles. En ciertos aspectos tal vez sea la época mas desafiante de todas. Queremos que ustedes, nuestros jóvenes, sepan que somos conscientes de ello. Pero también sabemos que Dios ha reservado a algunos de Sus hijos espirituales mas fuertes para estos días peligrosos. Aunque las leyes de Dios y las normas de buena conducta están siendo acometidas por todos los ángulos, constituimos un gran ejercito de poseedores del sacerdocio que esta preparado para defender con valor la verdad y la rectitud. Hermanos, avancemos hombro a hombro como poseedores del sacerdocio de Dios y como seguidores de Cristo, y hagamos todo cuanto podamos para que este sea un mundo mejor y mas seguro. Seamos “testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar”, lo ruego humildemente, en el nombre de Jesucristo. Amén. L