En Aguas Peligrosas
“Hay una batalla de magnitud significativa que se lleva a cabo en la vida de los jóvenes de hoy. En palabras sencillas, es la lucha entre hacer lo malo y hacer lo bueno”.
E1 16 de julio de 1945, el navío estadounidense Indianápolis levó anclas en el astillero naval de Mare Island, California, y zarpó en una misión secreta llevando un cargamento con destino a la isla Tinián, del archipiélago de las Marianas. El cargamento incluía equipo sumamente sofisticado que bien podría haber dado fin a la Segunda Guerra Mundial, con todo su sufrimiento, su remordimiento y muerte. El barco entregó su cargamento el 26 de julio y se dirigía sin escolta hacia Leyte, en las Filipinas.
Debido a que surcaban aguas hostiles en el mar de Filipinas, el capitán tenía órdenes a discreción de seguir un curso de viaje zigzagueante a fin de pasar inadvertido y de evitar un ataque enemigo; pero no lo hizo. Poco antes de medianoche, el domingo 29 de julio de 1945, mientras proseguía con destino hacia el Golfo de Leyte, el gran crucero Indianápolis fue descubierto por un submarino enemigo. Evitando fácilmente que lo descubrieran por estar sumergido y llevar sólo el periscopio afuera, el submarino disparó una salva de seis torpedos a 1.400 metros de distancia. Cuando los torpedos dieron en el blanco, las explosiones de la munición y el combustible de aviación arrancaron la proa de l crucero y destrozaron la central de energía y, sin ésta, el oficial de radio no pudo enviar una señal de socorro. La orden de abandonar el barco se gritó de boca en boca porque todas las comunicaciones se habían interrumpido. Doce minutos después de haber sido torpedeado, la popa del crucero se elevó unos treinta metros verticalmente en el aire y el barco se hundió en las profundidades del mar.
De los casi mil doscientos hombres de la tripulación, cuatrocientos murieron al instante o se sumergieron con la nave; unos ochocientos sobrevivieron el naufragio y cayeron al agua.
Cuatro días más tarde, el 2 de agosto de 1945, el piloto de un Lockheed Ventura, volando en patrulla, notó una capa de aceite fuera de lo común en la superficie del agua y la siguió hasta una distancia de 25 kilómetros. Entonces, los ocupantes del avión divisaron a los hombres que habían podido sobrevivir el hundimiento del Indianápolis.
Así comenzó una operación de rescate de grandes dimensiones: inmediatamente se enviaron barcos a la zona, y se despacharon aviones para dejar caer alimentos, agua y equipos de supervivencia para los hombres. De los ochocientos tripulantes que se habían arrojado al agua, sólo se salvaron trescientos dieciséis; los demás habían sido presa del peligroso mar plagado de tiburones.
Dos semanas más tarde llegó a su fin la Segunda Guerra Mundial. El hundimiento del Indianápolis, suceso al que se le llamó “la última gran tragedia naval de la Segunda Guerra Mundial”, es ahora legendario.
¿Qué lecciones podemos aprender de la horrorosa experiencia que tuvieron los hombres que iban a bordo del Indianápolis? Se hallaban en aguas peligrosas; los amenazaba el peligro y el enemigo estaba al acecho. El barco siguió navegando sin hacer caso a la orden de zigzaguear y, por lo tanto, se convirtió en un blanco fácil. El resultado fue catastrófico.
El mismo día en que el Indianápolis zarpó con dirección a Leyte, me enrolé en la Marina de los Estados Unidos. En la base de entrenamiento militar que está cerca de San Diego, California, soporté la dura disciplina del campamento básico y el intenso entrenamiento de combate.
Por fin llegó nuestra primera licencia y se nos notificó que todos los que supieran nadar podían tomar el autobús que iba a San Diego, mientras que los marineros que no supieran debían quedarse para aprender a nadar. ¡Cuán feliz me sentí porque sabía nadar y lo había hecho por muchos años! Entonces se nos dio una orden inesperada: a aquellos que dijimos que sabíamos nadar se nos mandó marchar, no al autobús que estaba esperando, sino a la piscina; nos hicieron reunir en el extremo de más profundidad, nos mandaron desvestirnos, saltar uno por uno al agua y nadar el largo de la piscina. La mayoría logró la proeza sin demasiado esfuerzo y con gran expectativa por cl viaje a San Diego; pero habrá hombres que habían sido mentirosos, que dijeron que sabían nadar cuando en realidad no era así. A ellos los oficiales encargados los dejaron hundirse dos o tres veces antes de alcanzarles una caña de bambú para sacarlos a flote.
¿La lección que aprendimos? Decir la verdad; algo que, en última instancia, podría salvarnos la vida si estuviéramos en aguas peligrosas.
A veces, nuestra jornada por la mortalidad nos situará en aguas peligrosas. ¿Existe un mapa hacia la seguridad? ¿Hay alguien a quien podamos pedir ayuda?
Esta noche desearía ofrecerles seis señales que, si las observan y las siguen, les guiarán a buen resguardo; éstas son:
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Escoger buenos amigos.
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Buscar la guía de los padres.
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Estudiar el Evangelio.
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Obedecer los mandamientos.
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Servir con amor.
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Orar con propósito.
Hay una batalla de magnitud significativa que se lleva a cabo en la vida de los jóvenes de hoy. En palabras sencillas, es la lucha entre hacer lo malo y hacer lo bueno.
Hace mucho tiempo, Moroni ofreció esta advertencia: “Pues he aquí, a todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios.
“Pero cualquier cosa que persuade a los hombres a hacer lo malo, y a no creer en Cristo, y a negarlo, y a no servir a Dios, entonces sabréis, con un conocimiento perfecto, que es del diablo …”1.
Permítanme compartir una idea o dos concernientes a las seis señales a l as que me referí con anterioridad a fin de mantenernos fuera de las aguas peligrosas.
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Escoger buenos amigos. Los amigos les ayudan a determinar su futuro. Ustedes tenderán a ser como ellos y a ir adonde ellos decidan ir. Recuerden: el camino que sigamos en esta vida conducirá al camino que seguiremos en la venidera.
En una encuesta efectuada en estacas y barrios seleccionados de la Iglesia, aprendimos un hecho muy importante: las personas cuyos amigos se casan en el templo, en general se casan también en el templo; mientras que las personas cuyos amigos no se casan en el templo, en general no se casan en el templo. El mismo hecho se aplicaba al servicio misional regular. La influencia que ejercen los amigos de uno parece ser un factor predominante, incluso es igual a la que ejercen la exhortación de los padres, la instrucción en el salón de clases y el vivir cerca de un templo.
Los amigos que elijan les ayudarán a lograr el éxito o el fracaso.
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Buscar la guía de los padres. Su madre, su padre, toda su familia les aman y oran por su felicidad eterna. Padres, sean un ejemplo para sus hijos; muéstrenles el camino a seguir; anden junto a ellos con rectitud y fe.
Sean lentos en juzgar. En la universidad leí un relato que comprueba la sabiduría de este consejo: En una gran fábrica llena de máquinas, los empleados tenían que trabajar en equipo para tener éxito. El grupo de empleados que trabajaba en cierta máquina siempre estaba incompleto porque uno de los operarios llegaba tarde con frecuencia. El capataz reprendió a la persona que llegaba tarde y le dijo: “¡Si llegas tarde a trabajar otra vez, date por despedido! “.
Al otro día, el reincidente llegó tarde otra vez. Se le preguntó a nuestra clase: “¿Qué harían ustedes si fueran el capataz?”.
Cerca de la mitad de los alumnos dijeron: “Guardaría mi palabra y lo despediría”. La otra mitad sintió pena y respondió: “Le daría otra oportunidad”. Entonces, el profesor nos dio la respuesta correcta: “Le preguntaría por qué llegaba tarde. El retraso puede haber sido totalmente justificado”.
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Estudiar el Evangelio. Jesús nos invita: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
“Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”2.
En esta dispensación, el Señor declaró: “Buscad palabras de sabiduría de los mejores libros; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”3.
Desarrollen el anhelo de conocer al Señor, de comprender Sus mandamientos y de seguirle. Entonces, las sombras de desesperación se disiparán con los rayos de esperanza, el dolor dejará paso al gozo, y el sentimiento de estar perdido entre la multitud de la vida se desvanecerá con el conocimiento real de que nuestro Padre Celestial es consciente de cada uno de nosotros.
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Obedecer los mandamientos. Decidan servir a Dios. Aprendan Su palabra y síganla.
Un joven poseedor del Sacerdocio Aarónico, activo en escultismo, resumió los beneficios de escoger lo correcto. Cuando en la entrevista para ser avanzado de rango se le preguntó qué hacía por él el escultismo, respondió: “Me lleva a hacer lo que debo y me ayuda a evitar lo que no debo”. Y pasó la entrevista.
Otro recordatorio dice más o menos así: “No puedes hacer bien haciendo lo malo ni puedes hacer mal haciendo lo bueno”. Según las palabras de un conocido himno:
“Haz el bien; cuando tomes decisiones,
el Espíritu te guiará.
Y Su luz, si hacer el bien escoges,
en tu vida siempre brillará”4.
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Servir con amor. Este consejo proviene del programa Música y palabras de inspiración (emisión semanal televisada del Coro del Tabernáculo Mormón): “Nos debemos a nosotros mismos el descubrir nuestras habilidades y encontrar oportunidades para compartirlas.5 Les debemos a nuestra familia, a nuestros amigos y nuestro prójimo el utilizar esas habilidades de manera servicial. Aun cuando nos sintamos desanimados, solos o a veces inútiles, debemos recordar que Dios nos ha dado a todos un gran potencial. Todos tenemos un lugar en esta vida y en la de nuestros seres queridos”6.
Jesús fue el arquetipo del servicio. Se dijo de Él que “anduvo haciendo bienes”7. Y nosotros, hermanos, ¿hacemos lo mismo? Tenemos muchas oportunidades, aunque algunas son efímeras y pasan velozmente. Hermanos: ¿qué gozo celestial sienten cuando alguien recuerda un consejo que ustedes le dieron, un ejemplo que demostraron, una verdad que enseñaron, la influencia que ejercieron al instar a otra persona a hacer lo bueno!
Líderes de la juventud, recuerden el consejo que el apóstol Pablo dio a Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza”8. Obispos, pongan a hombres dignos y rectos como líderes del Sacerdocio Aarónico, y apliquen el mismo criterio para los líderes de los Scout.
No se llama a ningún hombre para trabajar con la juventud hasta que su cédula de miembro llegue a manos del obispo. Asimismo, no se llama a ningún hombre a trabajar en escultismo hasta que quede oficialmente inscrito con la mesa directiva de escultismo y sus hechos ameriten que se le considere para el llamamiento. Este procedimiento se ha expuesto muchas veces pero, a pesar de ello, los lobos continúan entrando con la intención de destruir el rebano. El presidente Hinckley me ha pedido que esta noche recalcara esa instrucción.
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Orar con propósito. Para Dios, todo es posible. Hombres del Sacerdocio Aarónico, hombres del Sacerdocio de Melquisedec, recuerden la oración que ofreció el profeta José Smith en la Arboleda Sagrada; miren a su alrededor y contemplen el resultado de la respuesta a esa oración. La oración provee fortaleza espiritual, es el pasaporte a la paz.
A diferencia del Indianápolis, si nos encontráramos en aguas peligrosas, nuestra línea de comunicación no se quebraría ni se dañaría; me refiero a la que nos conecta con Dios, nuestro Padre Celestial, Él nos ayudará si le ofrecemos la oportunidad de hacerlo.
Recuerdo una experiencia que ocurrió hace unos años. Un grupo de amigos cabalgábamos en fuertes caballos Morgan cuando llegamos a un claro que daba lugar a un prado de exuberante vegetación, con un pequeño arroyo serpenteare y cristalino. Era un lugar ideal para los venados. Sin embargo, los acechaba el peligro. El ciervo sagaz detecta hasta el más mínimo movimiento en los arbustos cercanos; puede oír el crujido de una rama y reconocer el olor del hombre; no obstante, hay una parte en la que es vulnerable desde arriba. En un gran árbol, los cazadores habían edificado una plataforma alta sobre aquel sitio especial. Aunque en muchos lugares es ilegal, el cazador puede así atrapar a su presa cuando ésta llega a comer o a beber; no se oye el crujido de una rama, no hay movimientos ni olores que revelen el rastro del cazador. ¿Por qué? El magnífico ciervo macho, con sentidos tan desarrollados que le advierten de l inminente peligro, no tiene la capacidad de mirar directamente hacia arriba para detectar al enemigo. El ciervo se halla en aguas peligrosas. El hombre no está tan limitado, su mayor seguridad reside en 1a habilidad y en e1 deseo de mirar hacia arriba, de “acudir a Dios para … [vivir1”9
El poeta escribió:
Mas por encima de tus maravillas,
lo supremo de tu plan es el don
de sentir el anhelo de elevarse
que lleva el hombre en el corazón10.
Hermanos, ¿estamos preparados para el viaje de la existencia? El mar de la vida a veces puede ser turbulento; las impetuosas olas de conflictos emocionales quizás rompan a nuestro alrededor. Tracen su curso, sean cautelosos y sigan las indicaciones de seguridad esbozadas:
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Escoger buenos amigos.
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Buscar la guía de los padres.
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Estudiar el Evangelio.
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Obedecer los mandamientos.
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Servir con amor.
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Orar con propósito.
Al hacerlo así, navegaremos sanos y salvos por los mares de la vida y arribaremos a buen puerto, al Reino Celestial de Dios; y, entonces, como marineros de la vida terrenal, escucharemos la alabanza: “Bien buen siervo y fiel … entra en el gozo de tu señor” 11.
Por esta bendición oro fervientemente, en el nombre de Jesucristo. Amén.