Sigan las instrucciones
A medida que abran su mente y su corazón para sentir el Espíritu, el Señor, en su propio tiempo y a Su manera, les dará las instrucciones que bendecirán su vida.
Hace unos años, cuando prestaba servicio como secretario de barrio, llegaron a mi casa los materiales del barrio para el siguiente año. Entre las numerosas cajas, una dirigida al secretario del barrio captó mi atención porque tenía una etiqueta que con letras acentuadas decía: “Si hasta aquí, todas las tentativas le han fallado, ¡por favor!, siga las instrucciones”.
No creía que esa advertencia fuera genérica y estaba seguro de que alguien de las Oficinas Generales de la Iglesia me conocía personalmente.
Aunque en su momento fue cómico, la imagen de la pequeña etiqueta ha estampado su mensaje en mi mente: “Si hasta aquí, todas las tentativas le han fallado, ¡por favor!, siga las instrucciones”.
Toda persona experimenta muchos desafíos en esta vida mortal; cada cual tiene su albedrío personal para tomar decisiones que afectan su progreso. Las decisiones buenas traen las bendiciones prometidas y las decisiones malas siempre tienen consecuencias no deseadas.
La vida es incierta, es corta, nuestro tiempo es precioso; éste es el momento de prepararnos “para comparecer ante Dios” (Alma 34:32). No hay tiempo que perder con experimentos personales o con cosas que comprobadamente son perjudiciales para nuestro cuerpo y nuestra alma.
Nadie es perfecto y todos necesitamos ayuda; pero no estamos solos si somos humildes, y poseemos corazones listos para sentir y oídos prestos para oír.
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.
Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” (Proverbios 3:5–6).
¿Cómo recibimos instrucción?
Primero, debemos tener un deseo sincero.
Segundo, debemos tener fe y creer que el Señor nos conoce, que nos ama y que dará respuesta a nuestras oraciones.
Mientras José Smith estudiaba la Biblia, leyó en Santiago 1:5:
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.
“Pero pida con fe, no dudando nada”.
José siguió las instrucciones y recibió una respuesta a su oración; nosotros también recibiremos respuestas a nuestras oraciones.
A lo largo de mi vida, he sido agricultor y padre de una familia numerosa, y aunque las oraciones personales y familiares siempre han sido un ingrediente diario en nuestra vida, en ocasiones he tenido la imperiosa necesidad de ir al campo de noche o de arrodillarme junto al heno, mirar hacia el cielo y hablar en voz alta con mi Padre Celestial. Siempre he sentido Su amor, y llegué a saber como lo sé ahora, que Él me escucha y contestará mis oraciones en Su sabiduría, de la manera más favorable para mí.
A todos ustedes, dondequiera que estén, a ustedes que necesitan esperanza y consuelo, que no son felices, que necesitan una dirección y un propósito en la vida, mis queridos amigos ¡les animo!, ¡les insto a que inclinen la cabeza o se arrodillen!, y que con sus propias palabras den gracias al Padre Celestial por el sacrificio expiatorio que Su Hijo llevó a cabo por ustedes, así como por las bendiciones que Él les ha dado. Sus ojos se llenarán de lágrimas y el ardor del Espíritu inundará su corazón.
Luego, hablen con el Señor, pídanle consuelo, dirección y entendimiento. A medida que abran su mente y su corazón para sentir el Espíritu, el Señor, en su propio tiempo y a Su manera, les dará las instrucciones que bendecirán su vida.
Las Escrituras también contienen las instrucciones de los profetas antiguos y de nuestra época. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
En esta dispensación el Señor nos ha dado este consejo reconfortante: “No temáis, pues, a vuestros enemigos, porque he decretado en mi corazón probaros en todas las cosas… para ver si permanecéis en mi convenio aun hasta la muerte, a fin de que seáis hallados dignos” (D. y C. 98:14).
Seguir instrucciones requiere esfuerzo arduo, compromiso y perseverar hasta el fin.
“Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).
“Y de nuevo os digo, si procuráis hacer todo lo que os mando, yo, el Señor, apartaré toda ira e indignación de vosotros, y las puertas del infierno no prevalecerán en contra de vosotros” (D. y C. 98:22).
“…si estáis preparados, no temeréis” (D. y C. 38:30).
Tal como en épocas pasadas, ahora también recibimos instrucciones del profeta viviente del Señor. Testifico que yo sé que el presidente Gordon B. Hinckley es el profeta del Señor en la actualidad; él nos proporciona el consejo inspirado para nuestra época.
En la conferencia general de octubre de 2001, dijo:
“Ahora, en el día de hoy, nos vemos ante problemas particulares, graves, arrolladores, difíciles y que nos producen honda preocupación. Sin duda, tenemos necesidad del Señor.
“Nuestra seguridad yace en la virtud de nuestras vidas. Nuestra fortaleza yace en nuestra rectitud. Dios ha indicado claramente que si no le abandonamos a Él, Él no nos abandonará a nosotros” (“Para siempre Dios esté con vos”, Liahona, enero de 2002, págs. 104–105).
Después de que hayamos recibido las instrucciones, tenemos que ser obedientes y prestar atención al consejo recibido. Tenemos que escuchar y seguir a los líderes que fueron llamados.
En una ocasión, el Salvador contempló a la multitud como ovejas sin pastor (véase Mateo 9:36). Cada miembro de esta Iglesia tiene pastores; los llamamos líderes de quórumes, obispos y presidentes de estaca.
El Señor nos amonesta escudriñar las Escrituras y obedecer los mandamientos.
Él nos ha prometido que todas Sus palabras se cumplirán, ya “sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:37–38).
El Señor ha declarado: “Y lo que hablen cuando sean inspirados por el Espíritu Santo será Escritura, será la voluntad del Señor, será la intención del Señor, será la palabra del Señor, será la voz del Señor y el poder de Dios para la salvación” (D. y C. 68:4).
“Si hasta aquí, todas las tentativas le han fallado, ¡por favor!, siga las instrucciones”.
Que así lo hagamos, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.