Puedo orar a mi Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier lugar
Sé que podemos orar al Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier parte, y estoy muy agradecida por ello.
Mis queridos hermanitos y hermanitas. ¿Recuerdas la última vez que recibiste respuesta a tus oraciones? ¿Fue cuando perdiste algo? ¿Cuando tenías miedo? Quizás estabas enfermo o algún ser querido estaba enfermo. Yo también he orado en momentos así.
¿Dónde te encontrabas la última vez que oraste? Yo he orado en muchos lugares: he orado en la playa, en las montañas, en la Iglesia, en el patio de recreos; he orado en mi casa, en el avión y en el hospital. Sé que puedo orar al Padre Celestial en cualquier momento, en cualquier lugar. Sé que Él me escucha.
Te voy a contar un relato de dos niños: un niño de unos seis años y una niña que apenas había cumplido siete. Un caluroso día de verano fueron a pasear con su papá en el viejo Jeep del abuelo. Condujeron cerca de una hora y media cuando el automóvil comenzó a hacer ruidos extraños, hasta que finalmente se paró por completo al llegar a una estación de servicio del pueblo más cercano. “Podemos arreglarlo”, dijo el encargado, y les indicó cómo ir a pie hasta un almacén de repuestos. Una vez dentro de la tienda, los niños vieron que había muchas cosas interesantes para ver y no se dieron cuenta de que su papá se fue con el vendedor a la parte de atrás del local. Lo único que sabían era que ya no lo veían. Se asomaron hacia fuera y vieron a un hombre por la calle que llevaba puesto un sombrero como el de su papá. Al verlo doblar la esquina, corrieron detrás de él, gritando: “¡Papá! ¡Papá!”
Cuando se dieron cuenta de que no era su papá, se habían perdido. No podían encontrar el almacén de repuestos ni sabían dónde se encontraban; tampoco conocían a nadie en esa ciudad. La niña quería ir hacia un lado y el niño pensaba que debían ir hacia el otro. ¿Cómo podrían encontrar a su papá o por lo menos al Jeep? “Tenemos que orar”, dijo la niña. Al niño le daba algo de vergüenza orar en público, pero después de orar, ambos comenzaron a caminar en la misma dirección. Encontraron la estación de servicio, se subieron al Jeep y esperaron. Poco después —aunque a ellos les pareció mucho tiempo— llegó su padre. Él también había estado orando para encontrarlos lo más pronto posible.
En las Escrituras hay muchos relatos de oraciones que fueron contestadas; ¿recuerdas alguno de ellos? A Nefi se le dijo cómo debía construir un barco; Daniel oró para ser protegido de los leones; Enós oró todo el día hasta la noche para pedir perdón por sus pecados; Ana oró que pudiese tener un bebé. Mi relato favorito acerca de la oración es el del jovencito que deseaba saber algo. Quería saber a qué iglesia debía unirse. Sus amigos y su familia buscaban iglesias a las cuales unirse, pero él no sabía cuál era la correcta, y sólo tenía catorce años.
Un día, José Smith estaba leyendo la Biblia, y leyó esto: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). ¡Esa Escritura lo conmovió tanto! Él nunca había orado en voz alta, pero necesitaba una respuesta y creía en lo que decía el pasaje de Escritura. Con humildad, fue hasta un bosque que había cerca de su casa, se arrodilló y comenzó a orar. Era una oración tan importante que los poderes de las tinieblas amenazaron con destruir a ese joven y fuerte muchacho del campo, pero él clamó a Dios que le ayudara. Al hacerlo, una luz descendió y la oscuridad desapareció. José vio a dos personajes en medio de la luz, y uno de Ellos le dijo, señalando al otro: “Éste es mi hijo amado: ¡Escúchalo!” (José Smith– Historia 1:17). Eran Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo.
Al pensar en ese relato, pienso en mis hijos. Todos ellos fueron misioneros fuera de los Estados Unidos y tuvieron que aprender un nuevo idioma. Una de las cosas que aprendieron a compartir en su nuevo idioma fue el relato de la oración de José Smith. ¿Por qué la aprendieron? Porque las personas a las que enseñaban debían saber que el Padre Celestial y Jesús habían elegido a José Smith para ser el profeta que restauraría el Evangelio y la Iglesia de Jesucristo de nuevo sobre la tierra. Y era necesario que las personas supieran que de la misma forma que José Smith había recibido respuesta a su oración, también ellas podían orar al Padre Celestial y recibir respuestas a sus oraciones. Él también contestará tus oraciones. Sé que podemos orar al Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier parte, y estoy muy agradecida por ello.
En los dedos de la palma de mi mano está mi testimonio:
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Sé que Dios es nuestro Padre Celestial y que Él nos ama.
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Jesucristo es Su Hijo, nuestro Salvador y Redentor.
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José Smith es un profeta de Dios. Él tradujo el Libro de Mormón por el don y el poder de Dios.
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La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia del Señor sobre la tierra hoy en día.
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El profeta viviente es el presidente Gordon B. Hinckley.
En el nombre de Jesucristo. Amén.