2000–2009
¿Recibieron el mensaje correcto?
Abril 2004


¿Recibieron el mensaje correcto?

Debemos mantener nuestra vida en orden para que, cuando recibamos un… mensaje diciéndonos qué quiere el Señor que hagamos, podamos responder.

Mis queridos hermanos, hermanas y amigos, los saludo con el espíritu de hermandad y amor. Vivimos en la maravillosa época de la autopista informática. La cantidad de información que se envía a través del correo electrónico, el fax, los teléfonos celulares y otros medios es formidable, es excesiva. El volumen es tan vasto que es fácil perder un mensaje esencial, y esas son pérdidas que pueden tener consecuencias graves.

Por ejemplo, en tiempos de guerra, la pérdida de mensajes entre comandantes y soldados del frente ha dado como resultado gran confusión y muchas bajas. En la Primera Guerra Mundial, el Batallón 308 de Infantería recibió la orden de ir al frente en un intento desesperado por tomar a cualquier precio una parte del bosque de Argona. La batalla fue tan encarnizada que las tropas de apoyo de los flancos derecho e izquierdo emprendieron la retirada y el batallón quedó aislado y rodeado por el enemigo. Debido a que el cuartel general perdió la comunicación con ellos, se les llegó a conocer como el Batallón Perdido.

El batallón se comunicaba con el cuartel general por medio de palomas mensajeras, pero, tan pronto como las palomas levantaban el vuelo, las fuerzas contrarias las mataban. La misma artillería del Batallón Perdido, sin saber dónde estaba éste, abrió fuego sobre ellos causando numerosas bajas. El batallón quedó sin alimentos y sin agua, pero resistió y no se rindió a pesar de sus grandes pérdidas. Por fin, una de las palomas, llamada Cher Ami [Querido Amigo], aunque herida, logró llegar hasta el cuartel general llevando el mensaje que indicaba la posición del batallón. Los sobrevivientes fueron rescatados gracias a un mensaje crucial que llegó a destino1.

Cada vez que perdemos mensajes importantes hay consecuencias serias, especialmente si esos mensajes provienen de Dios. A lo largo de la historia, Él ha enviado mensajes de diversas maneras. Moisés estaba pastoreando las ovejas de su suegro en el desierto cuando se encontró con “una llama de fuego en medio de una zarza”2. El hecho de que la zarza no se consumía despertó su curiosidad y quiso saber el porqué3. Al volverse para mirar, “lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés! ¡Moisés! Y él respondió: Heme aquí”4. Dios le dijo: “…quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es”5. Dios había determinado hablar con Moisés desde una zarza ardiente; le dijo que tenía una obra para él, que específicamente era la de sacar de Egipto a los hijos de Israel y llevarlos “a una tierra… que fluye leche y miel”6.

La palabra del Señor provino sólo una vez de una zarza que estaba en llamas pero que no se consumía. El profeta Elías tuvo una experiencia diferente. Él esperó mientras “Jehová… pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado”7.

Los mensajes se manifiestan por lo general por medio de ese “silbo apacible y delicado”, que nos habla a todos a través de las Escrituras, los profetas modernos y la revelación personal.

A veces, no queremos escuchar los mensajes de Dios. Por ejemplo, la palabra de Dios llamó a Jonás para que fuera a Nínive a proclamar el arrepentimiento; pero él no hizo caso del mensaje y huyó a Jope, donde, para escapar de la presencia del Señor, abordó un barco que iba a Tarsis. No obstante, el Señor hizo que se desatara una fuerte tempestad; los marineros se asustaron y, tratando de apaciguar al Señor, echaron a Jonás al mar. Un gran pez lo tragó, y estuvo en el vientre del pez durante tres días y tres noches. Jonás oró pidiendo perdón y liberación, y el pez lo vomitó, echándolo a tierra. La segunda vez que el Señor le habló, él escuchó Su voz y fue a Nínive a llamar a la gente al arrepentimiento8.

Algunos quizás necesitemos algo extraordinario como la experiencia de la zarza ardiente para despertar nuestros sentidos. En tal caso, la naturaleza esencial de un elemento —una persona, una situación, un objeto— se percibe súbitamente. Entendemos que ello representa la inspiración. La capacidad de percibir por inspiración los elementos comunes y corrientes de la vida con su verdadero significado es un don especial. Muchas personas no reciben inspiración porque el “gran poder” de Dios “puede parecer pequeño al entendimiento de los hombres”9, o porque éstos tienden “a asombrarse cada vez menos de una señal o prodigio del cielo”10.

A una edad temprana, aprendí que cualquiera de nosotros puede recibir inspiración. Al principio de la escuela secundaria, tenía una clase muy difícil en la cual no entendía la mayor parte de lo que se enseñaba. Un día, el profesor me hizo una pregunta; no entendía la pregunta, cuanto menos la respuesta. Pero de pronto se me ocurrió la contestación, no sé cómo, y se la dije al profesor. Era correcta, pero yo sabía que no provenía de mí.

Así que, ¿cómo reconocemos la inspiración cuando la recibimos? Enós dijo: “Y mientras así me hallaba luchando en el espíritu, he aquí, la voz del Señor de nuevo penetró mi mente…”11. La voz del espíritu de revelación no tiene que ser audible, pero nos da una confirmación divina a través de nuestros pensamientos e impresiones. Como dice en Doctrina y Convenios, “… hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón”12. Debemos cultivar la sensibilidad para escuchar esa voz divina.

La primera radio que tuve fue un receptor de cristal; era muy difícil sintonizarla en la frecuencia de una estación en particular; literalmente tenía que rozar con el fino alambre receptor la superficie del áspero cristal para encontrar el punto exacto, una diminuta muesca o punta en el cristal que era la que recibía la señal. Apenas un milímetro hacia cualquiera de los lados de ese punto se perdía la señal y sólo recibía una estática discordante. Al cabo del tiempo, con paciencia y perseverancia, buena vista y pulso firme, aprendí a encontrar ese punto en el cristal con relativa facilidad.

Lo mismo sucede con la inspiración. Debemos estar sintonizados con la inspiración de Dios y eliminar la estática discordante; tenemos que esforzarnos por lograr esa sintonía. La mayoría de nosotros necesita mucho tiempo para conseguirla. Cuando hacía poco tiempo que me habían llamado como Autoridad General, el presidente Marion G. Romney, que en aquel entonces estaba en sus setenta años, nos dijo: “Yo sé cuándo obro dirigido por el Espíritu y cuándo no”. La capacidad de reconocer cuándo nos guía el Espíritu es un don supremo.

Si hablamos en términos de la comunicación moderna, los radiorreceptores de cristal nos ayudaron a salir de la edad del oscurantismo en materia de comunicaciones. Con la tecnología avanzada, utilizamos teléfonos celulares para comunicarnos la mayor parte del tiempo; sin embargo, a veces hay puntos muertos en los que la señal falla para el celular; esto sucede cuando el teléfono se usa en un túnel o cañón, o cuando hay otra interferencia.

Lo mismo sucede con la comunicación divina. La voz, aunque es suave y apacible, es sumamente poderosa y “a través de todas las cosas susurra y penetra”13. Pero, como me pasaba con el viejo radiorreceptor de cristal, el mensaje puede estar allí pero no lo escuchamos. Quizás haya elementos en nuestra vida que nos impidan oírlo porque hemos “dejado de sentir”14. Muchas veces nos ponemos en un punto muerto espiritual, en lugares y condiciones que blo-quean los mensajes divinos. Algunos de esos puntos muertos pueden ser el enojo, la pornografía, la transgresión, el egoísmo y otras situaciones que ofenden al Espíritu.

Los mensajes vienen a nosotros en forma individual y directa de una fuente divina y por medio de nuestros oficiales que presiden en la Iglesia; también de gran importancia son los mensajes procedentes de nuestros padres y abuelos. Los mensajes de los padres quizás no se deseen; pero con la experiencia y con el paso del tiempo, nos damos cuenta de que los que recibimos de nuestro padre y nuestra madre son mensajes de amor. La obediencia a los consejos de los padres es una forma de cumplir el mandamiento que dice: “Honra a tu padre y a tu madre”15.

Uno de los mensajes que muchas personas pierden en nuestros días es la palabra del Señor que nos manda conservarnos “sin mancha del mundo”16. Se nos dice que “muchos son los llamados, y pocos los escogidos”, y que la razón de ello es que “a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo”17.

El mensaje trascendental del Salvador en el Sermón del Monte tiene para nosotros la importancia de una “zarza ardiente”: “…buscad primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia”18. Es preciso que ese mensaje penetre nuestro corazón y nuestra alma. Al aceptarlo, estamos estableciendo nuestra postura personal en esta vida. La asistencia regular al templo nos ayudará a procurar constantemente edificar el reino de Dios. Nunca han tenido tantas personas acceso a las sagradas casas del Señor como ahora que hay 117 templos en el mundo.

Otro mensaje muy importante es la necesidad de fortalecer y salvaguardar a nuestras familias. Son demasiadas las familias que están desintegrándose. Esta penosa tendencia trae aparejada una serie interminable de consecuencias. La felicidad en el matrimonio comienza con el marido y la mujer conviviendo con amor, bondad y respeto mutuo, y andando recta y humildemente delante del Señor. Esa felicidad depende de la fidelidad a todos los votos y convenios. Cuando la familia se deshace, sea cual sea la causa, los padres deben esforzarse especialmente por sostener y ayudar a los miembros inocentes que la componen.

Otro mensaje esencial es que seamos honrados con el Señor, con nosotros mismos y con los demás. Debemos pagar honradamente el diezmo, vivir de acuerdo con nuestros ingresos y ahorrar para tiempos de escasez. La deuda es una esclavitud porque “el que toma prestado es siervo del que presta”19. A veces es necesario tener una deuda, como para comprar una casa o costearse una carrera. El consejo del Señor al respecto es “Paga la deuda que has contraído… Líbrate de la servidumbre”20.

Dios nos da mensajes de instrucción o de aliento con objeto de capacitarnos para hacer Su voluntad; muchas veces lo hace a fin de prepararnos para una tarea determinada. Ese fue el caso de Moisés y el mensaje que provino de la zarza ardiente. Debemos mantener nuestra vida en orden para que, cuando recibamos esa clase de mensaje diciéndonos qué quiere el Señor que hagamos, podamos responder. Es preciso que nos aseguremos de estar en situación de reconocerlo y llevarlo a cabo.

En esta época nos bombardean con mensajes de muchas procedencias, tanto profanos como espirituales. ¿Cómo podemos determinar cuáles son los más importantes para nosotros? Sugiero que nos fijemos en el origen que tienen y en lo que los motiva. El Señor nos ha dado una guía por medio del profeta Alma: “…todo lo que es bueno viene de Dios; y todo lo que es malo, del diablo procede”21. Debemos esforzarnos por ser dignos a fin de no perdernos los mensajes profundos que provienen de Dios. Al fin y al cabo, estos mensajes contienen la suma total del Evangelio de Jesucristo.

He tenido el gran privilegio de conocer y relacionarme con más de la mitad de los presidentes que ha tenido la Iglesia desde el profeta José Smith. Conocí al presidente Heber J. Grant cuando yo era presbítero en el Sacerdocio Aarónico; sentí amor por él, así como lo he sentido por todos los presidentes desde entonces. Siempre he querido vivir en armonía con sus consejos.

En los nueve años que el presidente Thomas S. Monson y yo hemos prestado servicio como consejeros del presidente Gordon B. Hinckley, he llegado a saber y a sentir absolutamente y sin duda alguna que el presidente Hinckley es el Presidente y Profeta inspirado para nuestra época. Testifico que él ha sabido y ha recibido y continuará recibiendo la voluntad del Señor para Su pueblo y para el mundo entero. Siempre debemos estar atentos y hacer caso a los mensajes proféticos que provienen de aquel que es el actual Presidente de la Iglesia. Que podamos hacerlo, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Véase Buck Private McCollum, History and Rhymes of the Lost Batallion (1939).

  2. Éxodo 3:2.

  3. Éxodo 3:3.

  4. Éxodo 3:4.

  5. Éxodo 3:5.

  6. Éxodo 3:8.

  7. 1 Reyes 19:11–12.

  8. Véase Jonás 1–3.

  9. Éter 3:5.

  10. 3 Nefi 2:1.

  11. Enós 1:10.

  12. D. y C. 8:2.

  13. D. y C. 85:6.

  14. 1 Nefi 17:45.

  15. Éxodo 20:12.

  16. D. y C. 59:9.

  17. D. y C. 121:34–35.

  18. Traducción de José Smith, Mateo 6:38; véase también Mateo 6:33.

  19. Proverbios 22:7.

  20. D. y C. 19:35.

  21. Alma 5:40.