2000–2009
Para la fortaleza de la juventud
Abril 2004


Para la fortaleza de la juventud

Las normas de la Iglesia son firmes y verídicas; tienen por objeto la seguridad eterna de ustedes.

Mis queridos hermanos del sacerdocio, ¡qué honor es para mí estar con ustedes esta noche! Cuatro de mis nietos se encuentran en el Centro de Conferencias: Craig, Brent, Kendall y Michael; quiero dirigirme a ellos y a todos los poseedores del Sacerdocio Aarónico e invitar a los demás a que escuchen.

En un mensaje de la Primera Presidencia que se halla en el folleto ’’Para la fortaleza de la juventud, leemos lo siguiente:

“Nuestros amados jóvenes… tenemos plena confianza en ustedes. Ustedes son espíritus escogidos que han nacido en esta época en que las responsabilidades y las oportunidades, al igual que las tentaciones, son sumamente intensas. Están iniciando su jornada por esta vida terrenal; su Padre Celestial desea que vivan felices y desea llevarlos de nuevo a Su presencia. Las decisiones que tomen hoy determinarán mucho de lo que habrá de venir durante su vida y la eternidad”1.

Ustedes viven en un mundo de gran incertidumbre; hay muchas voces a su alrededor, muchos senderos; y no todos conducen a nuestro Padre Celestial. ¿Cómo sabrán a quién deben escuchar y a dónde deben ir?

El profeta Jacob responde a esas preguntas en este versículo: “…el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán…”2.

Pero ¿cuáles son “las cosas como realmente son” a las que se refiere Jacob? Al hablar de ese tema, el élder Neal A. Maxwell dijo:

“Si no se responde obedientemente a ‘las cosas como realmente son’, surgen los interminables desvíos y las búsquedas infructuosas de otro curso de vida… Un curso de vida que está equivocado ahora no puede ser ni será correcto más adelante…

“El Evangelio del Señor Jesucristo nos ofrece muchas verdades… que realmente hay un Dios viviente; que en verdad hay una Iglesia viviente; que en realidad hay profetas vivientes; que efectivamente hay Escrituras vivientes; y que verdaderamente habrá una resurrección con un juicio”3.

Existen ciertas verdades, ciertas “cosas como realmente son”, que están reforzadas por normas, muchas de las cuales pueden medirse. Veamos varios ejemplos de esto en atletismo.

En la revista Liahona de marzo de 2004, hay una fotografía de Moroni Rubio, de México. Hace dos años, a los dieciséis años, ganó el primer lugar en los Campeonatos Junior Centroamericanos, en los 100 metros planos. Su tiempo récord actual es de 10,46 segundos4. Se le toma el tiempo con un cronómetro que mide su rendimiento.

Un atleta cubano que saltó aproximadamente 2,4 metros tiene el récord mundial de salto alto para los hombres. ¿Pueden imaginar un salto de esa altura? Los que compiten en salto alto brincan por encima de una barra horizontal que descansa en dos postes verticales; esa barra representa una norma, una medida que se debe alcanzar o superar.

Imagínense lo que sería un evento de atletismo en el que no hubiera un cronómetro para tomar el tiempo a los corredores o una barra horizontal para medir la altura de los saltos.

Al igual que en el atletismo, en la vida hay normas, o sea, cierta medida de comportamiento. Existe lo que es correcto y lo que no lo es. Los poseedores del sacerdocio no ejecutamos el salto alto sin una barra horizontal que lo mida.

Lamentablemente, en el mundo de hoy vemos que se quitan las normas tradicionales de moralidad y de conducta. La frase coloquial de actualidad es: “haz lo que quieras”; el mundo contempla las normas morales tradicionales como algo antiguo o pasado de moda.

Nosotros pertenecemos a una Iglesia en la que se espera que obedezcamos las normas. Lo que ha sido malo en el pasado sigue siendo malo actualmente; la Iglesia no modifica las normas de moralidad para adaptarse a las costumbres cambiantes ni a los caprichos de la sociedad en que vivimos.

El presidente Gordon B. Hinckley nos habló de una experiencia que tuvo de muchacho, cuando él y su hermano Sherman se acostaban de noche en la cama de una vieja carreta y contemplaban las estrellas en el cielo; “se turnaban para señalar las más conocidas y seguían la forma de la constelación de la Osa Menor para encontrar la Estrella Polar”. El presidente Hinckley dice que esa estrella lo fascinaba, pues fuera cual fuera la rotación de la tierra su posición en el cielo nunca variaba. Él comentó: “La reconocía como una constante en medio de los cambios; era algo con lo que siempre se podía contar, algo de lo que se podía depender, como un ancla en lo que parecía ser un firmamento inestable y de continuo movimiento”5.

Después de mencionar la posición firme y constante de la Estrella Polar, un escritor relató, como contraste, lo que le pasó a un niño que se perdió mientras estaba en un campamento. Cuando su padre por fin lo encontró, le preguntó si se había acordado de fijarse en algo del paisaje que estuviera siempre a la vista, puesto que eso le habría ayudado a mantenerse en la misma dirección. El niño le dijo: “Sí, me fijé.

“¿Y en qué te fijaste”, le preguntó el padre.

“En aquel conejo que está allá”, respondió el niño6.

Jóvenes del Sacerdocio Aarónico, fijen la mirada en las inalterables normas del Evangelio y no en un movedizo conejo.

En el folleto Para la fortaleza de la juventud, las normas siguientes son, entre otras, como una Estrella Polar para ustedes: elijan amigos que sigan normas elevadas; no desfiguren su cuerpo con tatuajes ni perforaciones (body piercing); eviten la pornografía; no escuchen música que contenga lenguaje grosero; no usen expresiones obscenas ni profanas; salgan sólo con miembros del sexo opuesto que tengan normas elevadas; manténganse sexualmente puros; arrepiéntanse cuando sea necesario; sean honrados; guarden el día de reposo; paguen el diezmo y obedezcan la Palabra de Sabiduría7.

Hace doce años, en uno de los países de África, teníamos miembros fieles de la Iglesia que habían pasado varios años reuniéndose en sus propias casas. Yo viajé a ese país con el propósito de solicitar permiso del gobierno para llevar misioneros y establecer la Iglesia. Me reuní con un alto ministro religioso del gobierno, que me concedió veinte minutos para explicar nuestros puntos de vista.

Cuando terminé, me dijo: “En lo que me ha dicho no veo nada que sea diferente de lo que actualmente tenemos a disposición en nuestra nación. No veo ninguna razón para aprobar su solicitud de traer misioneros a nuestro país”.

Y con eso, se puso de pie para acompañarme hasta la salida. Me dio pánico. Había fracasado y al cabo de un minuto se daría por terminada la audiencia. ¿Qué podía hacer? Ofrecí una oración silenciosa.

Entonces tuve una idea inspirada y le dije al ministro: “Señor, si me concede cinco minutos más, me gustaría exponerle otra idea. Después me marcharé”. Él accedió cortésmente.

Saqué la billetera y extraje este pequeño folleto Para la fortaleza de la juventud, que siempre he llevado conmigo.

Luego le dije: “Este es un pequeño folleto de normas que damos a todos los jóvenes de nuestra Iglesia”.

A continuación le leí algunas de las normas que he mencionado esta noche. Cuando terminé, me preguntó: “¿Quiere usted decir que esperan que la juventud de su Iglesia cumpla esas normas?”.

“Sí”, le respondí. “Y lo hacen”.

“Eso es extraordinario”, me dijo. “¿Podría enviarme algunos de esos folletos para distribuirlos entre los jóvenes de mi iglesia?”

Le contesté que sí. Y lo hice.

Varios meses después recibimos la aprobación oficial del gobierno de aquel país para ir a establecer la Iglesia.

Jóvenes, esas normas que tienen el privilegio de seguir son en verdad una perla de gran precio. El mundo no las comprende; pero muchas personas buenas las buscan. Y ustedes las poseen.

El profeta José Smith recibió una revelación que señala la forma en que podemos saber hoy qué voces debemos escuchar, qué normas debemos seguir. En esa revelación se menciona que en nuestra época, o sea, en esta generación, serían tiempos en que los hombres verían “una plaga arrasadora” y “una enfermedad desoladora [que cubriría] la tierra”8.

A continuación, el Señor dio la norma de seguridad que protegerá a los seguidores fieles, diciendo: “Pero mis discípulos estarán en lugares santos y no serán movidos”9.

Los hermanos de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles son discípulos que están en lugares santos; a ellos, los tiempos cambiantes no los mueven ni los desvían de aquello que se ha establecido como verdad en todas las generaciones anteriores. Las normas de la Iglesia son firmes y verídicas; tienen por objeto la seguridad eterna de ustedes. Cuando se comprometen a cumplirlas, se les evalúa de acuerdo con normas cuyo valor ha puesto a prueba el tiempo y que han sido aprobadas por Dios.

Mis nietos y mis queridos hermanos del Sacerdocio Aarónico, ustedes están en una carrera que dura toda la vida. No es una breve carrera de velocidad; es más bien como una maratón.

Se les examinará y se les pondrá a prueba según las normas establecidas por Dios. El Espíritu los guiará para ayudarles a saber qué hacer.

Somos casi la única organización que tiene normas establecidas y probadas por el tiempo; casi todas las demás han sucumbido a las costumbres mundanas. ¡Cuán bendecidos somos de tener profetas vivientes!

Que sean bendecidos al guardar las normas de la Iglesia.

En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Para la fortaleza de la juventud, 2001, pág. 2.

  2. Jacob 4:13.

  3. Things as They Really Are, 1978, págs. xi–xii.

  4. Véase de Adam C. Olson, “Los pies de Moroni”, Liahona, marzo de 2004, págs. 8–11.

  5. Véase de Sheri L. Dew, Go Forward with Faith: The Biography of Gordon B. Hinckley, 1996, págs. 5–6.

  6. Véase de Jerry Johnston, “Following True North Is Lifelong Challenge”, Deseret Morning News, 14 de febrero de 2004, sec. E, pág. 1.

  7. Véase Para la fortaleza de la juventud, págs. 12–37.

  8. D. y C. 45:31.

  9. D. y C. 45:32.