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40 Unidos en un convenio eterno


“Unidos en un convenio eterno”, capítulo 40 de Santos: La historia de La Iglesia de Jesucristo en los Últimos Días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815 – 1846, 2018

Capítulo 40: “Unidos en un convenio eterno”

Capítulo 40

Piedra del sol

Unidos en un convenio eterno

Cuando José regreso a Nauvoo el 10 de enero de 1843, los amigos y familiares fueron en masa a su casa para felicitarle. Poco después, él y Emma festejaron su victoria y su décimo sexto aniversario con una cena y fiesta. Wilson Law y Eliza Snow compusieron canciones para la ocasión, y José y Emma sirvieron la comida mientras sus invitados se divertían y contaban historias1.

José disfrutaba de estar entre seres queridos. “Si no tuviera la esperanza de volver a ver a mi padre, madre, hermanos, hermanas y amigos —reflexionaba él—, se me partiría el corazón en un momento”2. Él hallaba consuelo al saber que los bautismos por los vivos y los muertos, la investidura y el matrimonio eterno hacían posible que los santos hicieran convenios sagrados que los sellarían y les aseguraban que sus relaciones continuarían más allá de la tumba.

Sin embargo, hasta entonces ninguna mujer y solo unos pocos hombres habían recibido la investidura, y muchos santos desconocían aún el convenio del matrimonio eterno. José se aferraba a la promesa de que él viviría hasta cumplir su misión, y ansiaba que se concluyera el templo para poder presentar esas ordenanzas a los santos. Él seguía sintiendo como que el tiempo se le estaba acabando.

Así que apresuró la marcha y pidió a los santos que le siguieran el paso. Él creía que había bendiciones extraordinarias para quienes recibieran ordenanzas sagradas y obedecieran las leyes de Dios. Ahora, como nunca antes, su objetivo era hacer llegar el conocimiento divino que había recibido a un mayor número de santos, a fin de ayudarles a hacer y honrar convenios que los elevarían y exaltarían3.


El río Mississippi se congeló ese invierno, y se detuvo el tráfico usual de embarcaciones río abajo y río arriba. Nevaba a menudo, y vientos helados azotaban las planicies y el acantilado. Pocos santos permanecían afuera de sus casas, ya que la mayoría de ellos solo tenían zapatos bajos, chaquetas livianas y bufandas raídas para protegerse del frío y la aguanieve4.

El invierno se acercaba a su fin, pero hacía un frío intenso mientras Emily Partridge lavaba la ropa y atendía a los niños en la casa de los Smith. Por más de dos años, ella y su hermana mayor, Eliza, habían estado viviendo y trabajando con los Smith, no muy lejos de donde su madre vivía con su nuevo esposo5.

Emily pertenecía a la Sociedad de Socorro y hablaba a menudo con las mujeres a su alrededor. De vez en cuando, escuchaba murmullos en cuanto al matrimonio plural. Más de una treintena de santos habían adoptado la práctica calladamente, incluyendo dos de sus hermanastras y uno de sus hermanastros. Pero Emily no sabía nada personalmente6.

Un año atrás, José le había mencionado que había algo que debía decirle a ella. Él ofreció escribírselo en una carta, pero ella le pidió que no lo hiciera, preocupada de que pudiera decir algo del matrimonio plural. Posteriormente, ella se sintió mal de su decisión y le comentó a su hermana acerca de la conversación, y le compartió lo poco que sabía acerca de la práctica. Eliza pareció molestarse, así que Emily no dijo nada más7.

No habiendo más nadie en quién confiar, Emily se sintió como que estaba luchando sola en aguas profundas. Ella se dirigió al Señor y oró para saber lo que debía hacer, y después de unos meses, ella recibió confirmación divina de que debía escuchar lo que José tuviera que decirle; incluso si tenía que ver con el matrimonio plural8.

El 4 de marzo, pocos días después de su décimo noveno cumpleaños, José le pidió hablar con ella en casa de Heber Kimball. Apenas terminó con sus faenas, ella fue allí, con la mente dispuesta a recibir el principio del matrimonio plural. Tal como anticipaba, José se lo enseñó y le pidió que se sellara a él. Ella aceptó, y Heber efectuó la ceremonia9.

Cuatro días después, su hermana Eliza se selló a José también. Ahora, las hermanas podían conversar entre ellas y compartir lo que entendían y cómo se sentían acerca de los convenios que habían hecho10.


Los santos continuaron defendiendo a José de las acusaciones planteadas en el documento difamatorio de John Bennet. Mucho de lo que John había escrito estaba adornado o eran llanamente mentiras, pero su afirmación de que José había contraído matrimonio con varias mujeres era correcta. Desconociendo este hecho, Hyrum Smith y William Law negaban enérgicamente todas las afirmaciones de John y, sin saberlo, condenaban las acciones de los santos que obedientemente practicaban el matrimonio plural11.

Eso hacía sentir incómodo a Brigham Young. Mientras los miembros de la Primera Presidencia no estuvieran al tanto de la práctica, pensaba él, seguirían condenando la poligamia, haciendo más difícil que José y otros pudiesen guardar ese mandamiento del Señor.

José ya había intentado sin éxito enseñarle a su hermano y a William acerca del matrimonio plural. Una vez, durante una reunión de consejo, él mencionó someramente el tema y William lo interrumpió: “Si un ángel del cielo viniera a revelarme que un hombre ha de tener más de una esposa —dijo él—, yo lo mataría”.

Brigham se dio cuenta de que las acciones de Hyrum y William abrumaban a José. Un domingo, cuando Brigham había terminado con sus tareas vespertinas, José llegó inesperadamente a su portal. “Deseo que vaya a mi casa a predicar”, le dijo José.

Normalmente, Brigham disfrutaba de las reuniones con los santos, pero él sabía que Hyrum iba a predicar esa noche también. “Preferiría no ir”, contestó12.

Tanto Brigham como su esposa Mary Ann habían llegado a saber por la oración y la inspiración que debían practicar el matrimonio plural. Con el consentimiento de Mary Ann, Brigham se había sellado a una mujer llamada Lucy Ann Decker en junio de 1842, un año después de que José le enseñara por primera vez acerca del principio. Lucy se había separado de su primer esposo y estaba criando a sus hijos pequeños13.

“Hermano Brigham —insistió José—, si usted no viene conmigo, yo no volveré a mi casa esta noche”.

De mala gana, Brigham accedió a ir a predicar, y fue andando con el Profeta hasta su casa. Allí encontraron a Hyrum de pie junto a la chimenea, hablando a la audiencia que abarrotaba la casa. Él sostenía la Biblia, el Libro de Mormón y Doctrina y Convenios en su mano y declaraba que esos libros eran la ley que Dios había dado para edificar Su reino.

“Cualquier cosa que no sea esto —dijo Hyrum—, es de hombres y no es de Dios”.

Brigham se iba inquietando, a medida que escuchaba el sermón de Hyrum. A su lado, José estaba sentado con la cara escondida entre las manos. Cuando concluyó Hyrum, José le dio con el codo a Brigham y le dijo: “Levántese”.

Brigham se puso de pie y tomó los libros de las Escrituras que Hyrum había dejado. Colocó los libros ante sí, uno por uno, de modo que todos en la sala pudieran verlo. “Por estos tres libros, yo no daría ni las cenizas de una espiga de centeno —declaró él—, sin los oráculos vivientes de Dios” 14. Si no contamos con un profeta de los últimos días, dijo él, los santos no estarían en mejor condición que como estaban antes de que Dios revelara el Evangelio a José Smith.

Cuando concluyó, Brigham notó que su sermón había conmovido a Hyrum. Poniéndose de pie, Hyrum humildemente pidió perdón a los santos, y dijo que Brigham tenía razón. Aun cuando las Escrituras son muy valiosas, no reemplazan a un profeta viviente15.


Esa primavera, José se ausentó frecuentemente de Nauvoo para ir a visitar las estacas más pequeñas de la Iglesia que había en los alrededores. Iba siempre acompañado de su nuevo secretario, William Clayton, un hombre brillante proveniente de Inglaterra. William se había congregado con su esposa, Ruth, en Nauvoo, en 1840 y poco después, fue contratado por el Profeta16.

El 1 de abril, William viajó medio día con José y Orson Hyde, quien había vuelto recientemente de Jerusalén, para asistir a una reunión en un poblado llamado Ramus17. A la mañana siguiente, William escuchó a Orson predicar que era el privilegio de los santos tener al Padre y al Hijo morando en sus corazones hasta la Segunda Venida18.

Más tarde, mientras comían en casa de Sophronia, la hermana de José, José le dijo: “Élder Hyde, le voy a hacer una corrección ahora”.

“Será recibida con gratitud”, contestó Orson.

“Decir que el Padre y el Hijo moran en el corazón del hombre es un antiguo concepto sectario, y es falso”, dijo José. “Lo veremos como Él es. Veremos que es un varón como nosotros”19.

José dijo más sobre ese asunto cuando se reanudó la conferencia por la tarde. “El Padre tiene un cuerpo de carne y huesos, tangible como el del hombre; así también el Hijo —enseñó José—; pero el Espíritu Santo no tiene un cuerpo de carne y huesos, sino es un personaje de Espíritu”20.

A medida que hablaba José, William anotaba el sermón tanto como podía en su diario. Él se sintió atraído por las verdades profundas que compartía José, y su alma deseó saber más.

William registró la enseñanza de José que el conocimiento y la inteligencia que adquieran las personas en esta vida se levantará con ellos en la Resurrección. “Y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero”21.

Un mes más tarde, José y William regresaron a Ramus y se hospedaron en casa de Benjamin y Melissa Johnson. José enseñó a los Johnson que una mujer y un hombre podían sellarse por la eternidad en el nuevo y sempiterno convenio del matrimonio. Enseñó que solo al entrar en este convenio, que es un orden del sacerdocio, podrían ellos obtener la exaltación. De lo contrario, su relación cesaría en la tumba, y pondría fin a su progreso y aumento eternos.

La descripción que hizo José del matrimonio eterno maravilló a William. “Tengo el deseo de ser unido en convenio eterno a mi esposa —escribió en su diario—, y oro porque pueda ser pronto”22.


La llegada de Orson Hyde desde Jerusalén significó que Peter y Mary Maughan tuvieran que mudarse de la propiedad del élder Hyde en Nauvoo. No teniendo adónde irse, ellos acamparon en un terreno de la ciudad que adquirieron del comité del templo, con el acuerdo de que Peter trabajaría en el templo para pagar por la tierra. Mary, entretanto, intercambiaba bobinas de algodón, que había traído de Inglaterra, por alimentos.

Peter pronto comenzó a trabajar como cantero, cortando y moldeando los bloques de piedra caliza para el templo23. Para ese momento, las paredes ya alcanzaban casi los cuatro metros en algunas partes, y se había instalado un suelo provisional para que los santos pudieran efectuar reuniones en el templo24.

La edificación iba a ser más grande y alta que el templo que habían visto Peter y Mary en Kirtland. Tendría también salones de asamblea en el primero y segundo pisos, pero el exterior del Templo de Nauvoo estaría adornado con piedras ornamentales talladas con estrellas, lunas y soles, que evocarían los reinos de gloria descritos en la visión que tuvo José de la Resurrección, así como en la descripción que Juan el Revelador hizo de la Iglesia como “una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”25.

Semana tras semana, los trabajadores empleaban pólvora para extraer piedras de las canteras que había al norte de la ciudad. Luego, cincelaban la roca hasta obtener bloques de piedra en bruto y, mediante carros tirados por bueyes, los llevaban hasta un taller cercano al templo. Allí, hombres como Peter los cortaban hasta el tamaño exacto y los pulían, mientras que diestros artesanos tallaban y esculpían las piedras más decorativas. Cuando una piedra estaba lista, la colocaban en una grúa que la elevaba y fijaba en su posición26.

Ahora que contaban con un trabajo estable y un terreno propio, Peter y Mary plantaron una huerta, construyeron su casa y esperaban días más desahogados para el futuro27.


Dos meses después de su sellamiento a José, Emily Partridge aún trabajaba cada día en la casa de los Smith, lavando y cosiendo ropa y atendiendo a los niños. Julia Smith cumplió 12 años esa primavera y tomaba lecciones de pintura28. Los varones también estaban creciendo. El joven José tenía diez años, Frederick tenía seis y Alexander casi cinco. Los niños mayores asistían a la escuela con la hermana menor de Emily, Lydia. El joven José también jugaba con el hermanito de Emily, llamado Edward Jr.29.

Cuando ella eligió ser sellada a José, Emily confió en su testimonio de que ella estaba actuando en obediencia al mandamiento del Señor. Ella y su hermana Eliza aún mantenían sus matrimonios en secreto. Ellas y los demás que practicaban el matrimonio plural no se referían a ello como poligamia —término que ellos consideraban mundano— sino como a una ordenanza del sacerdocio30. Cuando José u otro líder condenaban en público la “poligamia” o las “uniones conyugales espirituales”, los que practicaban el matrimonio plural entendían que sus líderes no se referían a sus relaciones de convenio31.

Aparte de la Biblia, José no tenía modelos ni precedentes a seguir, y el Señor no siempre le daba instrucciones exactas sobre cómo obedecer Su palabra. Al igual que con otros mandamientos y revelaciones, José tenía que avanzar de acuerdo con su mejor criterio. Solo años más tarde, escribieron Emily y otras personas sus recuerdos de la obediencia de José al principio del matrimonio plural y de sus propias experiencias con ello en Nauvoo. Sus relatos fueron, con frecuencia, breves y fragmentados32.

Debido a que ni José ni Emma escribieron sobre cómo se sentían respecto al matrimonio plural, muchas preguntas han quedado sin responder. En sus escritos, Emily registró algo de sus luchas con esta práctica. Había ocasiones en que Emma lo rechazaba completamente, mientras que otras veces, lo aceptaba con renuencia como un mandamiento. Debatiéndose entre el mandato del Señor de practicar matrimonio plural y la oposición de Emma, José decidió en ocasiones casarse con mujeres sin que Emma lo supiera, creando situaciones tensas para todos los involucrados33.

A principios de mayo, Emma habló con Emily y Eliza aparte y les explicó el principio del matrimonio plural34. Ella le había dicho a José que consentiría a que él se sellara a dos esposas adicionales, siempre y cuando ella pudiera escogerlas; y ella había seleccionado a Emily y Eliza, aparentemente desconociendo de que José ya se había sellado a ellas35.

En lugar de mencionar su sellamiento anterior, Emily pensó que guardar silencio sobre el tema era lo mejor que podía hacer para ella36. Pocos días después, ella y Eliza fueron selladas a José de nuevo, estando Emma de testigo37.


El 14 de mayo, mientras José estaba ausente en otra conferencia, Hyrum predicó en el templo en contra de que los hombres tuvieren más de una esposa. Citando la condena que hizo Jacob, en el Libro de Mormón, de los matrimonios plurales no autorizados, Hyrum llamó a esa práctica una abominación delante de Dios38.

Después del sermón, Hyrum comenzó a cuestionarse su propia seguridad en cuanto a lo que acababa de enseñar. Las conversaciones en cuanto al matrimonio plural circulaban por Nauvoo, y los rumores de que José tenía varias esposas eran también comunes39.

Hyrum prefería pensar que no era así, pero se preguntaba si había algo que José no le decía. Después de todo, había habido ocasiones en que José había mencionado el tema, quizás para probar cómo reaccionaría Hyrum. Hyrum tenía la sensación de que José había dicho algunas cosas a los Doce que no le había enseñado a él.

Un día, poco después del sermón, Hyrum vio a Brigham cerca de su casa y le preguntó si podían hablar. “Sé que hay un asunto u otro que yo no entiendo y que se ha revelado a los Doce —le dijo—. ¿Es cierto eso?”.

Los dos se sentaron sobre una pila de postes de cercados. —Yo no sé nada en cuanto a lo que usted sabe —respondió Brigham cautelosamente—, pero yo sé lo que sé.

—Tengo la sospecha desde hace tiempo de que José ha recibido una revelación de que un hombre debería tener más de una esposa —dijo Hyrum.

—Yo le hablaré de esto —dijo Brigham—, si usted jura con la mano en alto y ante Dios de que nunca dirá otra palabra más en contra de José y sus acciones y las doctrinas que está predicando.

Hyrum se puso de pie. “Lo haré con todo mi corazón —dijo—. Deseo saber la verdad”.

Cuando Brigham le enseñó sobre la revelación del Señor a José acerca del matrimonio plural, Hyrum lloró, convencido de que José actuaba bajo mandamiento40.


A finales de mayo de 1843, Emma y José fueron sellados por las eternidades en una sala en el piso superior de la tienda de José, solemnizando finalmente lo que tanto habían ansiado41. José invitó entonces a Brigham y Mary Ann Young, Willard y Jennetta Richards, Hyrum y Mary Fielding Smith y a la hermana de Mary, Mercy Thompson, quien había enviudado, a que se reunieran con él a la mañana siguiente para recibir la misma ordenanza42.

Antes de la reunión, Hyrum estaba preocupado por lo complicada que era su situación familiar. Si las bendiciones del matrimonio eterno solo eran para aquellos que habían sido sellados por el sacerdocio, ¿qué iba a pasar con su primera esposa, Jerusha, que había muerto seis años antes?

—Puedes hacer que ella sea sellada a ti por el mismo principio que puedes ser bautizado por los muertos —le dijo José.

—¿Qué puedo hacer por mi segunda esposa? —preguntó Hyrum.

—También puedes hacer con ella un convenio por la eternidad —le dijo José.

Mary accedió a servir como representante de Jerusha en el sellamiento especial. “Y yo misma seré sellada a ti por la eternidad —le dijo a Hyrum—. Te amo, y no deseo estar separada de ti”43.

La mañana del 29 de mayo, José y otros se reunieron en el piso superior de su tienda, y cada pareja se selló, uniéndose por las eternidades. Siendo la única viuda en la sala, Mercy Thompson no podía evitar sentirse deferente de los demás. Pero al enterarse de que podía ser sellada a su difunto esposo, Robert, quien había muerto de malaria hacía pocos años, sintió que Dios la tenía presente a ella y conocía su situación44.

Cuando llegó el turno de que Mercy recibiera la ordenanza, José dijo que no podía imaginarse un mejor representante de su marido, Robert, que el cuñado de Mercy: Hyrum. Él selló a ella a Robert, luego selló a Hyrum a Jerusha, con Mary actuando como representante45.

Brigham cerró la reunión con un himno y una oración, y los amigos pasaron el resto de la mañana conversando acerca de las cosas de Dios. Una placentera armonía parecía apaciguar todo lo que había afligido a los santos en los últimos años46.