Ven y Escucha la Voz de un Profeta
La oración
Cada uno de nosotros enfrenta preocupaciones, pesares y decisiones difíciles, pero no les hacemos frente a solas. El Ser más sabio y fuerte del universo nos ha ofrecido consuelo y consejo a toda hora del día o de la noche. Los miembros de la Primera Presidencia se suman a todos los profetas que han existido para invitarnos a orar.
Presidente Gordon B. Hinckley
“Existe un poder mayor que ustedes y que puede ayudarles. Nunca se avergüencen de orar. Arrodíllense al comienzo y al fin del día, ofrezcan una oración al Señor y pídanle que les bendiga al tratar sus problemas, que les bendiga en los estudios y en todo lo que hagan. Acuérdense ante Él de aquellos que son menos afortunados que ustedes, de los que pasan por problemas y necesitan y desean Sus bendiciones. ¡Sean diligentes en la oración! Hay algo maravilloso, noble, cabal y bueno en la persona que ora. No se olviden de orar” (reunión, Winnipeg, Manitoba, Canadá, 4 de agosto de 1998).
Presidente Thomas S. Monson
Primer Consejero de la Primera Presidencia
“Cuando nuestro hijo mayor tenía más o menos tres años, se arrodillaba con su madre y conmigo al decir nuestra oración por la noche. En aquel tiempo yo servía como obispo de nuestro barrio y una mujer amorosa del barrio, Margaret Lister, estaba gravemente enferma de cáncer. Todas las noches orábamos por la hermana Lister, y en una ocasión, nuestro pequeño hijo, que estaba ofreciendo la oración, se confundió y empezó a mencionar a los personajes de unos cuentos para niños, y dijo: ‘Padre Celestial, por favor, bendice a la hermana Lister, a Caperucita Roja, a Ricitos de Oro, a Blancanieves y a todos nuestros amiguitos’. Aquella noche tuvimos que contener la risa, pero luego nos sentimos muy humildes al saber de la completa recuperación de la hermana Lister. No menospreciemos la oración de un niño. Después de todo, nuestros hijos han estado con nuestro Padre Celestial más recientemente que nosotros” (Véase “La edificación de un hogar eterno”, Liahona, octubre de 1999, pág. 4).
Presidente James E. Faust
Segundo Consejero de la Primera Presidencia
“Toda oración ferviente y sincera es una comunicación en la que intervienen dos partes, lo cual contribuirá a que el Espíritu fluya como agua curativa para ayudar en las pruebas, los infortunios, los malestares y los dolores que todos enfrentamos… Al orar, deberíamos pensar que nuestro Padre Celestial está cerca, lleno de conocimiento, comprensión, amor y compasión, la esencia del poder, y que espera mucho de cada uno de nosotros” (“Que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo”, Liahona, febrero de 1999, pág. 4).