2003
La Luz de Cristo
octubre de 2003


Tiempo para compartir

La Luz de Cristo

“…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

¿Qué produce la luz? Una vela, una linterna, una bombilla, las estrellas. ¿Cuál es nuestra mayor fuente de luz? No, no es el sol. Es Jesucristo. Él dijo: “…Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Esa luz se da “a todo hombre… para que sepa discernir el bien del mal” (Moroni 7:16). Cada uno de nosotros tiene la Luz de Cristo para ayudarnos a escoger lo correcto.

El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos recuerda cómo podemos tener luz espiritual: “Cuando era joven, acostumbraba regresar a casa de noche en bicicleta después de mi entrenamiento de básquetbol. Conectaba una pequeña dinamo en forma de pera al neumático de la bicicleta y mientras pedaleaba, y la rueda daba vueltas, hacía funcionar el rotor que producía… una simple y bienvenida luz… Rápidamente aprendí que si dejaba de pedalear mi bicicleta, la luz se apagaba. También aprendí que cuando estaba ‘anhelosamente consagrado’ a pedalear, la luz se ponía más brillante y la oscuridad enfrente de mí [se desvanecía]”.

El élder Hales explica que la “luz espiritual es el resultado de pedalear espiritualmente a diario. Es el resultado de orar, de estudiar las Escrituras, de ayunar y servir, de vivir el Evangelio y de obedecer los mandamientos” (“De la oscuridad a Su luz maravillosa”, Liahona , junio de 2002, pág. 78).

Cuando vivimos el Evangelio y guardamos los mandamientos, siempre tenemos la Luz de Cristo con nosotros.

Lámina de una vidriera de colores

Calca la lámina de la página 6 sobre una hoja de papel en blanco y coloréala. Con una brocha, da a la lámina una mano ligera de aceite vegetal y después sécala con una toalla. El élder Dieter F. Uchtdorf, de los Setenta, dijo que durante su niñez, su capilla tenía “una vidriera de colores que representaba a José Smith en la Arboleda Sagrada, y cuando los rayos de sol la iluminaban, el relato adquiría vida ante mis ojos y sentía que todo lo que había aprendido en la Primaria acerca de la Primera Visión era verdad” (Liahona , abril de 1999, pág. A3). Coloca la lámina en una ventana para acordarte de la luz que el Salvador trae a tu vida.

Ideas para el Tiempo para compartir

  1. 1. Divida los niños en grupos y asigne a cada uno leer, ilustrar y compartir algo que Jesús hizo o enseñó, como alimentar a la multitud (Mateo 15:32–28); tener compasión (Mateo 14:14); honrar a Su madre (Juan 19:26–27); orar (Mateo 6:9–13); o bautizarse (Mateo 3:13–17). Explique a los niños que ellos pueden ayudar a otras personas al ser amables, al contribuir al fondo de ofrendas de ayuno, al obedecer a sus padres y al seguir al Salvador. Trace una línea en la pizarra y sobre ella escriba: “Disgustado”, “Algo complacido” y “Bien complacido”. Pida a los niños que lean Mateo 3:16–17 en voz alta; sitúe una lámina de Jesús sobre las palabras “Bien complacido” y pregunte: “¿En qué lugar de la línea estaría el mundo?”. Permita a los niños que piensen en qué parte de la línea se pondrían ellos mismos y dónde desearían estar. Canten canciones o himnos sobre el Salvador.

  2. 2. En tiras de papel en forma de vela escriba situaciones como: “Encuentras un cigarrillo y tú y tus amigos deciden probarlo” y “Tu madre está preparando la cena y decides ayudarla”. Coloque en la pared unas láminas grandes de una colina y un almud. Pida a los niños que lean Mateo 5:14–16 y que comenten qué significa que su luz “alumbre… delante de los hombres”. Haga que se turnen para tomar una vela y pídales que decidan si colocarían la situación que les haya tocado en la colina o bajo el almud. Canten canciones o himnos sobre el hacer lo justo.