¿Cómo podíamos asistir al templo?
Por Marina Timofeeva
Me bauticé el 5 de diciembre de 1993, en la ciudad de Minsk. En esa época era la única ciudad de Belarús que tenía una rama de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Yo asistía allí a los servicios de adoración, pero vivía en Borisov, a 70 kilómetros de distancia. Tenía entonces 17 años y tuve que afrontar la ferviente oposición de mi familia; sin embargo, debido a las pruebas que pasé durante esa época, mi fe y mi testimonio de la verdad se fortalecieron. Incluso fui tan afortunada que pude ir dos veces al templo de Freiberg, Alemania, para efectuar bautismos por los muertos. Con impaciencia esperaba el momento de recibir mi investidura.
En 1996, comencé a salir con el que sería mi futuro esposo. Igor aceptó con agrado las nuevas de la Restauración y se bautizó el 23 de febrero de 1997; y el primero de marzo nos casamos. Como tenía un firme testimonio de la obra del templo, lo que más deseaba era ir a éste lo más pronto posible.
En septiembre de 1997, nos mudamos a San Petersburgo, Rusia, donde Igor había estudiado en la universidad. Nuestra hija Nelly nació allí. Aun cuando ya hacía un año que él era miembro y hacía también un año desde que nos habíamos casado, aún no habíamos podido asistir al templo porque no teníamos visado (visa) y no podíamos conseguir los permisos para salir del país.
Cuando Nelly tenía seis meses, yo quedé embarazada. Me parecía que nuestra situación era desesperada. Igor no podía encontrar un empleo estable porque no tenía visado. Tenía tres trabajos, pero aún así el dinero no nos alcanzaba para vivir. Sus padres nos mandaban dinero y alimentos de vez en cuando para ayudarnos, pero yo me sentía prácticamente desesperada debido a nuestros apuros económicos; y me sentía aún peor, por no poder asistir al templo. En agosto de 1998, después de que la tasa de cambio subió bruscamente, decidimos regresar a Belarús.
Nuestra segunda hija, Yelyena, nació en Minsk, el 6 de enero de 1999. Igor ya tenía un trabajo estable, pero seguíamos sin tener el dinero suficiente para ir al templo. De todas formas, empezamos a ahorrar de a poco y, para finales de agosto de 2000, viajamos con las niñas a Alemania, donde nos quedamos con unos familiares que Igor tiene Kaiserslautern.
La mañana del 2 de septiembre, bien temprano, comenzamos nuestro viaje al Templo de Frankfurt. Aun cuando el viaje fue muy agotador y tuvimos que hacer trasbordo dos veces, nos sentíamos llenos de entusiasmo y alegría. Estamos agradecidos a todos los obreros del templo, al presidente del templo y también a las hermanas que cuidaron a nuestras hijas mientras nosotros asistíamos a la sesión de investidura. ¡Fue un día memorable! Es difícil explicar con palabras lo que sentimos allí, pero fue algo grandioso.
Después de la sesión de investidura, fuimos a la sala de sellamiento, en la cual Yelyena se encontraba llorando (era la hora de su siesta). Apenas pude oír la ceremonia de sellamiento debido a su llanto, pero de todas formas nos sentíamos muy felices. Fue el viaje más maravilloso de nuestra vida porque habíamos estado en la casa del Señor.
Incluso hasta pudimos regresar al templo, ya que en febrero de 2001 un grupo de miembros de Minsk fue a Freiberg. Yo quería participar en la ordenanza de sellamiento por los muertos, dado que había oído muy poco durante la mía. Me sentí muy agradecida cuando a Igor y a mí se nos invitó a participar.
Ahora tenemos un varoncito, Robert, y asistimos a la Rama Minsk 2 (o, como se la conoce en Belarús, La Segunda Comunidad Religiosa de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de Minsk). Y aunque hemos vencido algunas dificultades, ahora tenemos otras nuevas. Me siento muy agradecida por todas esas pruebas. No importa qué nos suceda en esta jornada, el Padre Celestial desea sólo lo mejor para nosotros, y nadie más puede ayudarnos en los momentos más difíciles. Si lo rechazáramos debido a las dificultades, sería como deshacernos del salvavidas porque no impidió que nos cayéramos al río.
La carga es ligera y el yugo es fácil cuando nos mantenemos cerca del Señor. Él no nos da pruebas que no podamos sobrellevar.
Marina Timofeeva es miembro de la Rama Minsk 2, Misión Rusia Moscú Sur.