Un símbolo de Su amor
Por Freddy W. Carreño
Al salir de uno de los edificios de la Iglesia en Montevideo, Uruguay —sólo a 10 minutos de la obra de construcción del templo—, recibí una llamada de mi esposa, quien me dijo que estaban por colocar la estatua del ángel Moroni sobre la aguja del templo. Me asaltaron diversos sentimientos al escuchar su voz llena de ansiedad pidiéndome que fuera a recogerla a ella y a nuestro hijo para presenciar ese acontecimiento. No quedaba mucho tiempo y yo tenía que ir hasta el otro extremo de la ciudad y después regresar al templo.
Mientras viajábamos, el corazón nos latía apresuradamente y los minutos parecían horas. El denso tráfico hacía que fuese casi imposible avanzar, pero gracias a la ayuda del Señor, finalmente llegamos.
Desde hacía varios días el tiempo había estado gris, lluvioso y algo ventoso; pero esa tarde el cielo estaba de un azul claro y no había viento, y los rayos del sol caían sobre nuestra cabeza como bendiciones de los cielos.
Cuando llegamos, vimos que había también varios miembros más que habían ido con el fin de presenciar ese importante acontecimiento de la historia de la Iglesia en Uruguay. Algunos de los miembros, entre ellos, la madre de mi esposa, habían sido pioneros de la Iglesia en nuestro país. Tenían los ojos llenos de lágrimas al disfrutar de la bendición —tan largamente esperada— de ver la construcción de un templo allí.
El sacrificio de muchas personas que habían difundido el Evangelio se vio expresado simbólicamente mediante el brillo refulgente del ángel Moroni, que pareció volar por el cielo hasta descansar en su lugar de honor y anunciar al mundo, desde allí, la restauración del Evangelio sempiterno y que, las puertas de un país que tenía necesidad de la mano del Señor para progresar, ya estaban abiertas.
Vimos la estatua, erguida y majestuosa, alcanzar el lugar que se le había destinado, como recordatorio para nosotros del amor del Padre Eterno, que pronto nos permitiría ser sellados en amor en nuestra propia tierra. Esperamos que nuestros hijos y nietos asistan al templo y efectúen los convenios sagrados y sean una bendición para el país.
Sabíamos que todavía quedaba mucho para hacer, tanto antes como después de la dedicación del templo en marzo 2001. Debíamos prepararnos para los tiempos que vendrían y, sobre todo, debíamos recordar a nuestros antepasados, ya que ellos también se bendecirán con esta casa santa. Pero nosotros nunca olvidaremos ese hermoso día de septiembre. Nuestros corazones rebosaban de gratitud porque se nos había permitido presenciar el establecimiento de un símbolo del amor de nuestro Padre Celestial.
Freddy W. Carreño es miembro del Barrio Buceo, Estaca Montevideo Este, Uruguay.