Dos pequeñitos que siempre se atraviesan
A l final de un día bastante improductivo, me sentía muy frustrada por no poder hacer cualquier quehacer debido a que mis dos pequeñitos siempre se me atravesaban. Decidí llamar a mi hermana mayor, Treisa, para que me diera algún consejo, pues ella tiene tres hijos muy activos y aún así permanece alegre y tranquila. Treisa fue comprensiva y dijo que mis problemas le recordaban una experiencia que tuvo poco después de mudarse de la pequeña casa móvil en la que vivían.
Treisa había esperado que, después de mudarse a una casa más grande, los niños se dedicaran a construir castillos de juguete en otra parte que no fuera delante del fregadero de la cocina, ni necesitaran utilizar el montón de ropa limpia que ella estaba doblando como un lugar para jugar a las escondidas. Sin embargo, ese cambio no se produjo jamás; los niños siguieron jugando alrededor de sus piernas. Pero me dijo que un día encontró un pasaje en Marcos 10:13–14, 16, que le ayudó a sobreponerse a sus frustraciones.
Lo leí después de nuestra conversación:
“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban.
“Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios…
“Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”.
Me fijé en que justo antes del incidente con los niños, los fariseos habían querido tentar a Cristo, y bien podría haberse sentido Él cansado o irritable; sin embargo, atendió a los niños, los tomó en los brazos y los bendijo.
Medité en ese desinteresado acto de amor, concentrándome en el posible significado que tenía para mí como madre. Me di cuenta de que con demasiada frecuencia yo alejaba a mis hijos; pero si sigo el ejemplo de Cristo, aun cuando se me amontonen la ropa sucia y los platos, aun cuando haya que pagar facturas y tenga poco tiempo para dormir, puedo detenerme, tomar a mis hijos en mis brazos y amarlos. Tal vez eso haya sido lo que mi hermana trataba de decirme: cuando tus hijos están en tus brazos, dejan de atravesarse.
Ida L. Ewing es miembro del Barrio Crestview, Estaca Fort Walton Beach, Florida.